Resumen
Se examina la valoración de la yerba mate como patrimonio agroalimentario regional, en el proceso de construcción del ideario americanista durante la gestión de Juan Manuel de Rosas al frente de la Confederación Argentina. Se detecta que la cultura de la yerba mate alcanzó un fuerte arraigo en la sociedad del Cono Sur en los siglos XVII y XVIII, pero, después de la independencia, la estrategia comercial británica procuró sustituirla por el té, producto imperial funcional a sus intereses. Este proyecto tuvo éxito en varios territorios, como por ejemplo en Chile, donde la élite se plegó a la moda impuesta por los ingleses. Pero en el Río de la Plata, Rosas se empeñó en promover y fortalecer la cultura del mate, como medio estratégico de afirmar la identidad americanista y de resistencia a las pretensiones neocoloniales europeas. Con esta actitud, Rosas fue un pionero en la valoración del patrimonio agroalimentario regional.
Palabras clave Patrimonio agroalimentario; Patrimonio cultural material e inmaterial; Colonialismo comercomercial; Mate; Gastropolítica
Abstract
We examine the valuation of yerba mate as a regional agro-food heritage in the process of the construction of the Americanist ideology during the administration of Juan Manuel de Rosas at the head of the Argentine Confederation. The yerba mate culture was deeply rooted in Southern Cone society in the seventeenth and eighteenth centuries, but, after independence, British commercial strategy sought to replace it with tea, an imperial product that served their interests. This project was successful in several territories, for example in Chile, where the elite followed the fashion imposed by the British. But in the Río de la Plata, Rosas was determined to promote and strengthen the mate culture as a strategic means of asserting an Americanist identity and resisting European neo-colonial pretensions. With this attitude, Rosas was a pioneer in the valuation of the regional agro-food heritage.
Keywords Agri-food heritage; Tangible and intangible cultural heritage; Commercial colonialism; Mate; Gastropolitics
Resumo
Examina-se a valorização da erva-mate como patrimônio agroalimentar regional, no processo de construção da ideologia americanista durante a gestão de Juan Manuel de Rosas à frente da Confederação Argentina. Detecta-se que a cultura da erva-mate ganhou fortes raízes na sociedade do Cone Sul nos séculos XVII e XVIII, mas, após a independência, a estratégia comercial britânica procurou substituí-la pelo chá, produto imperial funcional aos seus interesses. Esse projeto teve sucesso em diversos territórios, como o Chile, onde a elite seguiu a moda imposta pelos ingleses. Mas, no Rio da Prata, Rosas estava determinado a promover e fortalecer a cultura do mate, como meio estratégico de afirmar a identidade americanista e a resistência às pretensões neocoloniais europeias. Com essa atitude, Rosas foi pioneiro na valorização do patrimônio agroalimentar regional.
Palavras-chave Patrimônio agroalimentar; Patrimônio cultural material e imaterial; Colonialismo comercial; Mate; Gastropolítica
Introducción
La gestión de Juan Manuel de Rosas ha sido, tradicionalmente, un tema polémico para la historiografía. Sobre todo, por las fuertes pautas de violencia, intolerancia y abuso de poder, juntamente por su rechazo terminante a la idea de organizar jurídicamente al país a través de una Constitución Nacional, pues le resultaba más fácil gobernar con la suma del poder (SARMIENTO, 2000; PÉREZ GHILOU, 2000, p. 13-76; LYNCH, 1981). Por su parte, también se ha censurado la estrategia de sus enemigos, principalmente por aliarse con las flotas de Inglaterra y Francia que estuvieron en situación de guerra contra su propio país, en nombre de la batalla de la “civilización” contra la “barbarie”.
La mirada crítica comenzó con el movimiento llamado “revisionismo histórico” (SALDÍAS, 1892 y 1974; GÁLVEZ, 1940; IRAZUSTA, 1953, 1943, 1950, 1961 y 1970), continuado con miradas más académicas, pero de equivalente sensibilidad (AVENDAÑO, 2011). Desde este lugar de la historiografía, uno de los aspectos más valorados de la gestión de Rosas ha sido su enfoque “americanista”, enfatizando como tal la resistencia a las pretensiones de los imperios británico y francés, de imponer sus condiciones a la Confederación Argentina mediante la fuerza.
El nivel de antagonismo ha sido tan pronunciado que ha resultado difícil abordar este periodo histórico más allá de aquellas dicotomías y tensiones. No obstante ello, en los últimos años han comenzado a surgir algunos estudios que, con una estrategia de “cuerdas separadas”, tratan de profundizar en el conocimiento de aquel periodo, prescindiendo de las rivalidades entre ambos bandos (DI MEGLIO, 2007; SCHÁVELZON Y RAMOS, 2009; SALVATORE, 2020; FRADKIN Y GELMAN, 2021).
Dentro de este nuevo enfoque, que aspira a superar los antagonismos anteriores, se sitúa el presente artículo. El punto crítico se encuentra en la dimensión cultural del proceso de construcción del poder y la identidad nacional. Como hipótesis de trabajo, se considera la batalla cultural que libró Rosas para atraer el respaldo de la población argentina con vistas a mantener la unidad del territorio, evitando su fragmentación.
Este problema era crucial en la primera mitad del siglo XIX, cuando varias organizaciones políticas latinoamericanas se encontraban en riesgo de disolución, como la Gran Colombia, la confederación centroamericana, la confederación peruano-boliviana y la confederación argentina, amenazadas por adversarios internos y externos. Era sumamente difícil mantener los territorios unidos y muchos líderes fracasaron en este objetivo: Simón Bolívar, a pesar de presidir la Gran Colombia durante más de una década (1819-1830), no pudo impedir su disolución; Andrés Santa Cruz tampoco logró mantener la unidad de Perú y Bolivia; y lo mismo ocurrió con la confederación centroamericana. La única que logró mantener su integridad fue la confederación argentina, bajo el liderazgo de Rosas. Se trata, por lo tanto, de un caso notable, que conviene indagar.
La confederación argentina logró mantenerse unida porque durante la gestión de Rosas se logró construir una base social de lealtades; el liderazgo de Rosas logró una gran popularidad, como admitió Sarmiento, en lo que coinciden en reconocer los historiadores. La pregunta es cómo hizo Rosas para alcanzar ese objetivo (FRADKIN y GELMAN, 2021, p. 396). Para avanzar en esa dirección, se han abierto nuevas investigaciones, entre las cuales cabe mencionar el estudio del vínculo especial que Rosas logró construir con los sectores populares, incluyendo afrodescendientes e indígenas (FRADKIN y GELMAN, 2021). En esa misma dirección, el presente articulo transita otro camino, complementario, que procura aportar a la comprensión del problema, considerando otro aspecto de la política rosista, enfocado en el patrimonio cultural.
A diferencia de Bolívar y Santa Cruz, Rosas no era un ilustrado; carecía de educación formal y sus conocimientos se construyeron de abajo hacia arriba, a partir de su experiencia en el campo. Desde el punto de vista de la capacidad del discurso textual, los adversarios de Rosas contaban con ventaja decisiva. Pedro de Ángelis, el “intelectual solitario” al servicio de Rosas (FRADKIN y GELMAN, 2021, p. 312), y los pocos intelectuales que acompañaban al dictador apenas tenían recursos para enfrentar el vigoroso despliegue de Domingo Faustino Sarmiento y los demás anti-rosistas, todos ellos apoyados por los franceses, entre los cuales militaba el más exitoso escritor de Francia y el mundo en ese tiempo, Alejandro Dumas (2005) [1850]. Pero a esa superioridad de la capacidad de fuego discursivo de sus adversarios, Rosas respondía con un lenguaje distinto, de carácter simbólico, apoyándose en el patrimonio tangible e intangible. Mientras sus adversarios se jactaban de adherir a las pautas culturales francófilas, Rosas se apoyó en la estrategia de valorizar lo propio.
El corazón de la estrategia de poder de Rosas era la Casa de Palermo. La corriente principal de la historiografía especializada ha enjuiciado negativamente esta construcción, a la cual ha llamado con la despectiva palabra “Caserón” (SCHAVELZÓN y RAMOS, 2009; FRADKIN y GELMAN, 2021, p. 305). Pero existen también algunas interpretaciones alternativas que le han reconocido otro papel, y llegaron a llamarla “Versalles porteño” (PAGANO, 1948, p. 60). Este concepto resulta mucho más adecuado a la época y al papel que Rosas atribuyó a su casa desde el lenguaje del poder, tal como señaló explícitamente a un extranjero (MAC CANN, 1985 [1853]). De acuerdo a su testimonio, Rosas tomó la decisión de construir este palacio en 1838, cuando la Confederación estaba en una de sus mayores crisis, con guerras externas y civiles de singular intensidad. Y Palermo fue el medio que Rosas encontró para proyectar una imagen de solidez y unidad argentina en medio de la tormenta. Intuitivamente, Rosas detectó que allí se podría generar un referente, capaz de lograr que los argentinos de las provincias se sintieran identificados con algo común a todos, con una convocatoria transversal, capaz de captar sectores de diversas extracciones sociales, económicas y territoriales.
Un agudo observador sintetizó el significado del palacio de Palermo en los siguientes términos:
No era ése un microcosmos, sino un cosmorama de pasiones, de intereses. Era como el pulso agitado del país entero, de la república toda. Lo era por la compleja multiplicidad de los concurrentes, concordes en la obsecuencia incondicional. Personajes heterogéneos, cuyo desnivel marca grados de fuerte discrepancia, en el ascenso y descenso de la escala social. Convergen allí el soldado de limpio abolengo, el héroe de la gesta emancipadora y la negrada de baile y candombe; el masín y el indio incorporado a la servidumbre doméstica; el diplomático de alcurnia y los activos ejecutores de la Mazorca; el letrado y la soldadesca de hábitos rudimentarios; la distinción de un medio social superior y el caudillo de aspereza bravía, la ciudad y el campo
(PAGANO, 1948, p. 61).
Palermo se diferenciaba de Versalles por su adaptación al sistema republicano; mientras el palacio de Luis XIV era un club exclusivo para la aristocracia, actitud propia del Antiguo Régimen, el de Rosas estaba abierto a todas las capas sociales, con carácter más inclusivo, adecuado al carácter republicano. Pero, en ambos, la cultura, las letras y el patrimonio jugaban un papel relevante: entre los intelectuales que circulaban por Palermo estaban Dalmacio Vélez Sarsfield, Pedro De Ángelis, Vicente López y Bernardo de Irigoyen; en el caso de la pintura, en Palermo se destacaban artistas como Carlos Morel, Fernando García del Molino y Prilidiano Pueyrredón. Su presencia era esencial para la estrategia de poder de Rosas, porque aprovechaban las visitas de los caudillos de las provincias para retratarlos (Juan Facundo Quiroga de La Rioja; José Félix Aldao de Mendoza; Juan Bautista Bustos de Córdoba). Los pintores de Palermo retrataron la época y crearon obras de arte que permitieron visibilizar y poner en valor tanto a las grandes figuras políticas y militares como los usos y costumbres de la época con su universo material de vestuario, instrumentos musicales y gastronomía.
Dentro de este contexto, el tema específico que se espera abordar en el presente artículo es el papel de Juan Manuel de Rosas en el proceso de visibilización, promoción y puesta en valor del patrimonio inmaterial a través de la yerba mate. Se trata de un producto correspondiente al patrimonio agroalimentario sudamericano, de gran arraigo en las culturas mestizas hispano-criollas desde el siglo XVII en adelante (GARAVAGLIA, 2008; JEFFS, 2017; SCUTELLÁ, 1993; NAVAJAS, 2013).
Como hipótesis de trabajo, se considera que, ante la situación de extrema emergencia, generada por la simultaneidad de conflictos y guerras civiles y exteriores, se vio en la necesidad de generar un polo de referencia para convocar a la unidad de los argentinos en torno a su cultura común, apoyándose en el patrimonio mestizo en general, incluyendo tanto el patrimonio tangible (representado en el Palacio de Palermo) como en el patrimonio intangible, reflejado en la música, la pintura, la vestimenta, las prácticas culturales (PAGANO, 1948, p. 60) y la gastronomía, lo cual incluía el consumo simbólico de la yerba mate.
Rosas se apoyó en los recursos culturales que tenía disponibles, los cuales significaron una forma de resistencia cultural frente a las pretensiones de los imperios coloniales de Francia e Inglaterra que se encontraban entonces en pleno proceso de expansión por Asia (guerra del opio), África y América. A su vez, al apoyarse en el patrimonio tangible a intangible, Rosas fue capaz de hallar un lenguaje del poder capaz de ser interpretado por el pueblo, con vistas a realizar su proyecto de unidad nacional. En ese sentido, la valoración del patrimonio cultural significó desplegar una estrategia de poder blando, lo cual distinguió a Rosas de la corriente principal de las élites latinoamericanas de ese tiempo, comprometidas con un proceso de xenofilia con fuertes tendencias a renegar del legado cultural hispano-criollo para sustituirlo por la imitación de pautas británicas y francesas.
Entendemos el patrimonio cultural como un conjunto de valores, creencias y bienes que, conformados y resignificados social e históricamente, permiten construir una nueva realidad; esto es justamente lo que Rosas entiende y por ello implementa una estrategia de “puesta en valor” de ciertas prácticas culturales por sobre otras. Lo anterior, además, se articula con la idea del patrimonio cultural como una construcción social, que “no existe en naturaleza, que es algo dado, ni siquiera un fenómeno social universal, ya que no se produce en todas las sociedades humanas ni en todos los períodos históricos” (PRATS, 1997, p. 20). Significa que es ideado por alguien con una finalidad, de esta forma lo desesencializa, transformándolo en un recurso o elemento simbólico con una fuerte finalidad política. De esta forma, para los historiadores, el patrimonio cultural se abre como un nuevo campo de estudio y reflexión sobre la constitución y el uso de ciertas tradiciones al considerarlas como elementos claves de la hegemonía social y del poder del Estado, expresadas en el ámbito simbólico.
En términos metodológicos, el patrimonio cultural o, mejor dicho, aquellos bienes tangibles, como monumentos, objetos históricos, obras de arte, así como las expresiones y prácticas culturales que poseen una connotación patrimonial para ciertas comunidades, pasan a constituirse en documentos históricos, ya sea que estos formen parte del “inventario oficial” o de ese listado de bienes patrimoniales oficiales, es decir, con reconocimiento estatal, o como de un conjunto de objetos alternativos, que forma parte del patrimonio sólo de ciertas comunidades o sectores de una comunidad, deberían ser entendidos en sí mismos como documentos, los cuales pueden ser motivo de distintas lecturas sobre la información de la cual son depositarios. Tales productos se relacionan directamente con una documentación, ya sea como parte de una colección de un museo, de alguna exposición o feria, un catálogo, un archivo, una publicación, es decir, en los diversos soportes en los cuales ciertos datos de esos bienes se consignan, pero además, donde es posible identificar discursos y representaciones del porqué ese bien o práctica podría ser considerado patrimonio y por tanto, que lo diferenciaría de otros, es a partir de los contenidos consignados en las fichas de un objeto o manifestación, libros de registro, catálogos de exhibiciones, archivo administrativo y/o documental, en definitiva, en todo aquel soporte que contenga un actuar y una posición sobre la gestión patrimonial de dichos bienes, donde el historiador puede encontrar una nueva fuente de información.
El esfuerzo de revisitar el periodo de Rosas para indagar en el papel que cupo al jefe de Estado con relación al patrimonio tiene también interés en el marco de las nuevas tendencias orientadas a la valoración de los alimentos a partir de su historia, identidad y significado simbólico; el caso de la dieta mediterránea es un buen ejemplo (MEDINA, 2018). En ese sentido, los países centrales han liderado procesos tendientes a visibilizar y otorgar valor patrimonial a productos agroalimentario, a partir del reconocimiento de los vínculos con las grandes figuras, como reyes, emperadores y papas (BORGES, 2020, p. 158-189; ÁLVAREZ, 2021; JIMÉNEZ, 2021; NEGRÍN, 2021; RAMOS, 2018).
En América Latina, después de la separación de España, fue necesario reconstruir identidades nacionales y, al no existir monarquías, el interés se volcó por los referentes de la independencia, la construcción de las repúblicas y la conducción de la política exterior en casos de agresiones extranjeras; de allí el interés por identificar el papel que pudo tener Rosas en el proceso promoción, visibilización y puesta en valor del patrimonio agroalimentario regional.
Estado del arte y debate teórico
La política exterior de Rosas ha sido reconocida por su compromiso con la causa del americanismo. Este fue el motivo por el cual recibió el apoyo de José de San Martín y de la historiografía nacionalista (SALDÍAS, 1892; GÁLVEZ, 1940; IRAZUSTA, 1953). La actitud de Rosas, en el sentido de hacer frente a las grandes potencias de Europa y reivindicar los valores americanistas, se conectó con otros intelectuales de la época, como Juan Bautista Alberdi, quien propuso realizar un congreso americanista para establecer un sistema de unión aduanera y arancel externo común para América del Sur (ALBERDI, 1979 [1845]). Estas ideas fueron apoyadas por otros referentes de la época, como Andrés Bello y Diego Portales, entre otros (LACOSTE, 1999).
De todos modos, después de la caída de Rosas, esta corriente se debilitó y la corriente principal de las repúblicas americanas se orientó hacia al sistema de división internacional del trabajo propuesto por Gran Bretaña y Francia en el marco del paradigma del librecambio. En la década de 1860, los restos del americanismo se extinguieron con la guerra de España contra Chile, Perú, Ecuador y Bolivia, por un lado, y con la guerra de la Triple Alianza, por otro. A partir de entonces, y por un largo tiempo, los ideales americanistas perdieron vigencia en la región (LACOSTE, 1996). Junto con ello, se produjo una fuerte penetración económica y cultural europea en América Latina, la cual se hizo sentir no solo en el comercio, sino también en los usos y las costumbres, la vida cotidiana y las prácticas alimentarias. En varios países, tradicionalmente consumidores de mate del Paraguay, se impuso el té promovido por los británicos (JEFFS, 2017). El patrimonio agroalimentario hispano-criollo perdió prestigio y fue relegado a un segundo plano, sustituido por la gastronomía francesa (REMEDI, 2017; BAK-GELLER, 2009). Recién a fines del siglo XX, se logró revertir la situación para comenzar a reconstituir las gastronomías latinoamericanas como patrimonio (ZAPATA, 2018).
La conveniencia de enfrentar el poder de los grandes imperios coloniales de Europa a partir de la afirmación de la identidad cultural fue planteada originalmente por Tagore (2013 [1920]) al cuestionar la admiración que suscitaba en Asia, en general, y en la India, en particular, el desarrollo tecnológico y militar de las Grandes Potencias europeas. Para el pensador oriental, era necesario cambiar el enfoque y cuestionar el paradigma alentado por los poderes hegemónicos de la época, debido a sus implicancias imperialistas, belicistas y destructivas. En lugar de imitar esos modelos culturales, Tagore proponía romper los lazos de dependencia mental y afirmar la identidad y el patrimonio propio para encontrar allí las simientes de un nuevo empoderamiento que pudiera hacer frente a aquellos poderes, pero con otras armas, centradas en la cultura propia. En cierto modo, la reflexión de Tagore se adelantó a la noción que años más tarde se iba a desarrollar como poder blando (soft power), en el cual las naciones no solo compiten en el campo de la tecnología y la maquinaria militar (poder duro), sino también en el plano de la identidad y la cultura, situación en donde la brecha es menor entre los países centrales y los periféricos.
La noción de poder blando irrumpió en la Academia en la década de 1990 a partir de las propuestas de Joseph Nye. Este autor propuso distinguir el poder blando como la capacidad de seducción y atracción de los productos culturales para mantener o aumentar su influencia internacional de los países (NYE, 2008). Inicialmente se pensó en la influencia de la industria cinematográfica de Hollywood, así como la atracción, influencia y prestigio de las universidades, museos y centros culturales de los países centrales. Posteriormente el concepto se extendió a otros planos de la vida cultural y socioeconómica, incluyendo el patrimonio arquitectónico, cultural y agroalimentario; ello abrió el camino para desarrollar el concepto gastrodiplomacia. De Japón a Perú, pasando por Francia, los países supieron aprovechar los recursos ofrecidos por sus cocinas (GONZÁLEZ, 2019; AGUILERA y VERA, 2022, CHAPPLE-SOKOL, 2013). Y dentro de la gastrodiplomacia, los países vitivinícolas desarrollaron una línea más específica denominada enodiplomacia (NEGRÍN y LACOSTE, 2022).
El desarrollo sutil del poder blando a través de la puesta en valor y la visibilización del patrimonio agroalimentario y cultural del país durante el periodo rosista representa un campo del conocimiento que todavía no ha sido examinado con suficiente profundidad. La fecundidad de este enfoque ya se ha comenzado a revelar en estudios de casos de América Latina, como en el ataque pirata a La Serena de 1680, donde la comunidad local, en condiciones inferiores desde el punto de vista militar, logró repeler la agresión externa a partir de la movilización del patrimonio cultural (LACOSTE, 2022). En cierto modo, lo que espontáneamente hicieron las comunidades de Coquimbo fue lo que Tagore recomendaba: no subordinarse a los poderes europeos ni competir con ellos en el plano de la tecnología militar, sino movilizar el patrimonio cultural y hacerse fuerte desde la identidad. Estos antecedentes inclinan a pensar que, en caso de examinarse el caso de Buenos Aires a mediados del siglo XIX, se podrían alcanzar resultados significativos.
Materiales y métodos
Para conocer el papel que cupo al patrimonio agroalimentario, particularmente la yerba mate, en la política de Rosas, la presente investigación ha procedido a revisitar la amplia documentación, tanto de la etapa anterior como en el tiempo de Rosas. Para el periodo previo, se examinan los fondos notariales y judiciales del periodo colonial, particularmente los inventarios de bienes, con vistas a identificar el papel que tenía el mate en la sociedad hispano-criolla. Con relación a la etapa contemporánea al dictador, se examinan textos, cartas y demás documentos producidos durante su gobierno, principalmente recopilados por Adolfo Saldías y Julio Irazusta en La confederación argentina (1892) y Vida política de Juan Manuel de Rosas a través de su correspondencia (1941-1950) respectivamente (IRAZUSTA, 1943, 1950, 1953, 1961 y 1970). Se trata de dos obras monumentales, que forman catorce volúmenes y más de 5.000 páginas, repletas de cartas, discursos y documentos producidos por Rosas, las autoridades de su gobierno, sus aliados, adversarios y cronistas de la época.
La documentación rosista se confronta con la de su principal antagonista, Sarmiento, cuyas Obras completas (2000) reúnen 54 tomos, incluyendo numerosos análisis del periodo de Rosas y el papel de la Quinta de Palermo de San Benito. A ello se suma la amplia bibliografía disponible sobre su vida y su tiempo, que aportan más detalles y antecedentes sobre el tema (PEREYRA, 1944 [1917]; GÁLVEZ, 1940; SALDÍAS, 1892; LYNCH, 1984; HALPERÍN DONGHI, 1982; DI MEGLIO, 2007; SALVATORE, 2020; FRADKIN y GELMAN, 2021). También se han incorporado fuentes de la época que incluyen documentos, referencias, crónicas y testimonios sobre Rosas y su gobierno (ARÁOZ, 1948 [1841]; MAC CANN, 1985 [1853]; PARISH, 1958 [1839]; BILBAO, 1934).
En forma complementaria se han considerado también obras literarias contemporáneas, incluyendo al más popular escritor francés de la época, Alejandro Dumas, y las primeras novelas argentinas (GUTIÉRREZ, 1864 [1843]; MÁRMOL, 1970 [1851]; MANSILLA, 2001 [1890]; DUMAS, 2005). Por último, es de interés ir incorporando poco a poco la documentación referida a colecciones y objetos de museos o espacios patrimoniales, donde la documentación de estas instituciones es entendida
(…) como un proceso o tratamiento de los datos existentes en los museos, ya procedan directamente de los objetos o de otras fuentes de información. A su vez existen dos tipos de fuentes de información: los fondos y los documentos, siendo los primeros las piezas materiales del museo, la cultura material, distinguiéndolos así de la documentación escrita propiamente dicha (cartas, oficios, informes, diarios, memorias, planos, dibujos, fotos, etc.)
(MARÍN, 2002, p. 51-52).
Sobre la base de este amplio corpus documental y bibliográfico, se ha revisitado el gobierno de Rosas, con particular referencia a la valoración, visibilización y utilización política del patrimonio agroalimentario, enológico y cultural.
A objeto de precisar la singularidad del caso que ofrece Rosas en cuanto al uso del patrimonio cultural como un medio de lograr la adhesión necesaria para asegurar la unidad territorial se tomó como caso de control a otra figura señera de la época a quien se planteara el mismo desafío que a Rosas en términos de lograr la integración de lo que consideraba su patria. Simón Bolívar fue el caso escogido y con quien se hace la comparación. Con este propósito se revisaron las colecciones epistolares compiladas por el gobierno de Venezuela en tres volúmenes con tres mil páginas (BOLÍVAR, 1950), poniendo especial atención al eventual papel que pudiera haber tenido el patrimonio cultural y particularmente la gastronomía como parte de su ejercicio político, a modo de un instrumento de poder blando.
Resultados
El mate en el centro de la vida social y cultural de la sociedad hispano-criolla
La investigación permitió detectar el profundo arraigo del mate y la cultura del mate en la sociedad hispano-criolla del Cono Sur de América. Ya se sabía que el consumo de mate era cuantitativamente relevante, a partir de los estudios de Garavaglia (2008) y Couyoumdijan (2009). A ello se suma el impacto cualitativo, dado el papel central que tenían los utensilios para el servicio del mate dentro de las casas. Los registros obtenidos de los inventarios de bienes y testamentos de la región, a ambos lados de la cordillera de los Andes, en Chile como en Cuyo, pone de manifiesto allí un patrón: el mate tuvo una centralidad notable en la vida cotidiana de la sociedad criolla tradicional, entre los siglos XVII y XIX, más allá de las diferencias de sexo, edad, estamento hispano, ocupación u oficio, riqueza y ubicación geográfica. Cebar un mate era una ceremonia y se realzaba con actos de valor simbólico. Así como en la Iglesia se enseñaba que el culto era una forma de expresar el amor a Dios, y por ello debían dedicarse objetos de gran riqueza para el ritual (cálices, patenas, custodias, sagrarios), algo parecido ocurría con los utensilios para el mate.
Los inventarios de bienes muestran que los hogares reservaban un lugar de honor para el mate (del quechua, mati o “calabacita”), esto es, la vasija o calabaza en la que se sirve la infusión. El mate adquiere innumerables formas materiales en las que se combina su función utilitaria con su dimensión estética e identitaria, además de incorporar las materias primas que dan cuenta del ambiente en que ellas se manufacturan. Es el símbolo dominante de la práctica ritual de comensalidad a través de la que se instalan y refuerzan los lazos sociales. A este símbolo se suman los diversos objetos que adquieren un carácter instrumental tanto en lo práctico como en lo simbólico para el consumo colectivo del mate.
El mate, en su materialidad, se vuelve dúctil a los propósitos sociales y rituales. Tanto por su hechura en base a calabaza, maderas locales o plata como en su diseño (cuya forma y corte definen los nombres por los que son conocidos, a saber, por ejemplo, porongo o poro, entre muchos otros), los mates permiten a una sociedad reconocerse en su unidad a través de una misma práctica cultural, al mismo tiempo que internamente diferenciarse en términos de sus categorías sociales. El punto puede ser ilustrado merced a una sucinta caracterización de las menciones hechas en los inventarios de bienes encontrados en los fondos notariales y judiciales del periodo colonial acerca de los utensilios empleados para el mate y conservados como parte del patrimonio familiar en casas de. ciudades como La Serena, San Juan, Vichuquén (Maule), Mendoza y San Felipe, entre los siglos XVII y XIX.
La centralidad del mate queda en evidencia en 98 de los 99 inventarios consultados, donde se consigna la presencia del mate y sus accesorios como parte de la heredad. En la primera lectura de esta documentación se hace evidente no solo su presencia, sino que también el valor identitario que se le asigna. Las guarniciones, filigranas, las bombillas, los pies, los patabueyes y los benegales de plata son rasgos distintivos con que se les singulariza. “Dos mates guarnecidos de plata con sus patabueyes de plata”, por ejemplo, es un descriptor habitual de estos bienes que pasan a ser parte del patrimonio heredable. Por otra parte, estos inventarios sugieren, al consignar el origen nacional de los mates, particularmente de Paraguay o Chile, la movilidad territorial de estos bienes, a la que indudablemente contribuyen los arrieros y tenderos, entre quienes se consignan un mayor número y variedad de mates y sus accesorios.
Los utensilios que habitualmente acompañan al mate son las bombillas de plata, los asientos de estas (especialmente de plata), el azafate o canastillo y sus decorados, los platos (mancerinas), cucharas, bandejas, cajitas y separadores de plata. La variedad y nomenclatura empleada para describir cada una de estas piezas resulta ser sintomática tanto de la complejidad del rito de cebar y compartir el mate como del nivel de especialización y valor diferenciador de su posesión. Son, en este último sentido, rasgos diacríticos de las distintas posiciones y clases sociales que concurren a la formación de una cultura del mate.
Hay en los inventarios notariales referencias específicas a la situación personal del propietario o de alguno de sus supervivientes, lo que amplía el campo semántico que se constituye en torno de su uso. Se anota, a modo de ejemplo, el legado de un platero que incluye “dos mates guarnecidos de plata, más las herramientas de mi oficio”, en cuyo caso la identidad de su trabajo se torna equivalente, a lo menos en lo simbólico, con la que le proporciona el consumo del mate (AN, 1700, 268)6.
La transversalidad del mate en los distintos niveles sociales es un patrón muy claro en los registros documentales. El mate estaba presente en las viviendas de personas de las más diversas extracciones sociales, ocupaciones y niveles de riqueza. En la escala social, la posesión de un mate guarnecido y una bombilla pareciera ser el requerimiento mínimo para encarar la vida cotidiana. Así se registró en hogares modestos, como los de los pastores de ovejas Juan Carrasco y Josefa Contreras; de los pequeños viticultores Margarita Tello, Andrés Aguirre y José Vivanzos (menos de una hectárea de viñedos); del herrero Lorenzo Rodríguez y del citado maestro platero Francisco Núñez.
La cuesta social, de acuerdo a estos inventarios, pareciera mejor transitada por arrieros y tenderos, ambos dedicados al comercio. En el caso de Miguel Martínez de la Rosa, nacido en Santiago del Estero, se consignan: “dos mates con sus guarniciones de plata y un bernegal de plata; una bombilla de plata y tres cajitas de lo mismo” (APJSJ, 1744).7 En el caso de un tendero, Toribio Santibáñez, se anota: “cinco mates chilenos pintados, un mate guarnecido con bombilla de fierro, dos mates viejos guarnecidos de plata, el uno con bombilla, un mate guarnecido empeñado en 12 reales; un matecito de Chile sin guarnición y pintados” (APJSJ, 1775, p. 147-153).8 En la cima de la pirámide, el mate estaba en la casa del Marqués de Piedra Blanca, don Pedro Cortés de Monroy y del terrateniente y gran hacendado Antonio Gómez Galleguillos. En estos casos, el mate y los utensilios empleados se multiplicaban y permitían una mayor ostentación: “un mate y bombilla de oro con asiento de plata dorada. Un mate guarnecido de plata con su asiento de plata” (AN, 1695, 268v y 271).9
Las variaciones en los útiles y materiales informan de lo elaborada y onerosa que puede ser la ceremonia del mate. Por ejemplo, en el caso de Manuel Rosales, de San Felipe, en su inventario se anotaban: “40 marcos, 4 onzas de plata labrada, en fuentes, platillos, cucharas y tenedores, un mate guarnecido con sus mancerinas y demás especies menudas, toda obra nueva, a 8 pesos marco, 324 pesos” (AN, 1846).10 Las variaciones eran igualmente sintomáticas de la diferenciación social: había quienes tenían bombillas de plata y otros de latón, pero el mate guarnecido en plata era un objeto universal, presente en casi todas las casas. En muchos hogares modestos, el mate guarnecido en plata era el único objeto de valor, dentro de un rancho de adobes con techo de paja. Ello permitía realizar la ceremonia del mate, con plena dignidad, y rendir homenaje a las visitas de familiares y amigos.
La ceremonia del mate se realzaba con la puesta en escena del ritual de la preparación y el despliegue de objetos de valor. Entre ellos estaban cucharas, macerinas, salvillas, apartadores, pies y benegales de plata. La cuchara de plata se usaba para servir la yerba mate dentro del recipiente destinado a cebarlo (mate propiamente dicho, de calabaza, guarnecido en plata). También servía para añadir azúcar. El pie de plata permitía apoyar el mate y mantenerlo en su posición, lo mismo que la macerina o mancerina. Creada por el Virrey del Perú, marqués de Mancera, este objeto se usó inicialmente para sostener la jícara de chocolate; pero la propagación del mate y la amplia difusión de su consumo llevó a utilizar el ingenioso artefacto para facilitar el consumo de la yerba paraguaya.
El ritual del mate se convirtió en parte de la vida social en la sociedad hispano-criolla. Por lo general, el mate se servía en el salón y se usaba el brasero para calentar y mantener el agua caliente. Se utilizaba un mismo mate con su bombilla para toda la ronda de invitados, costumbre que a veces escandalizaba a los visitantes extranjeros por considerarla poco higiénica. En cambio, para la sociedad hispano-criolla, esta práctica era una forma de construir confianza, cercanía y vínculos emocionales.
Para los sectores populares, la posesión de un mate guarnecido en plata servía para dignificar la casa, fortalecer la vida social, homenajear a las personas queridas y, a la vez, como reserva de valor. En caso de emergencia económica, el mate guarnecido se podía llevar a la casa de empeño para obtener algo de dinero, tal como hizo Petronila Ávila, y solucionar una situación apremiante. Sus pertenencias incluían “el fuste de pie de mate y un mate (...) todo de plata, un pie de mate que ella empeñó; su hijo, Juan Félix, lo recuperó tras pagar 12 reales” (AN, 1746).11 Se asumía entonces el compromiso familiar de ahorrar fondos para rescatar el preciado objeto, tal como ocurrió en este caso, cuando su hijo Juan Félix pudo pagar la deuda y recuperar el mate familiar. Podía ocurrir también que la tasación del mate fuese indicador de relaciones más bien febles, como el caso de María del Carmen Aranda, quien consigna la posesión de un mate de plata y de los aportes hechos por su marido al hogar: “Mi marido introdujo al matrimonio un alfalfar que existe y algunas otras prendas de poco valor, como ser unas espuelas de plata y un mate de plata” (AHM, 1841, 31v).12
La actitud de ofrecer mate servía para construir y renovar vínculos, además de fortalecer el prestigio y la confianza. Era un modo de agradecer el afecto de las personas del territorio y construir el sentido de pertenencia a la comunidad. Estas prácticas se podían realizar en vida o bien, después de la muerte, tal como expresó el cuyano Lucas Robledo:
Es mi voluntad que después de los días de mi esposa doña María Francisca Cano, se saque de mis bienes estos 1.000 pesos para ayuda de la fiesta a fin de que se haga con la más posible decencia. Mando (dar) a todo concurrente mate en la mañana y tarde sin distinción de persona para cuyo destino lego tres mates guarnecidos, dos con mancerina de plata en que pondrá el patrón que ha de sucederme, el mayor esmero y cuidado para que este cariño, aunque corto, haga llevadera la pensión de los que deseen asistir a tan loable fin
(APJSJ, 1795, p. 130).13
Esta ceremonia muestra la profundidad de la cultura del mate como eje de la sociabilidad de la sociedad hispano-criolla. En vísperas de su muerte, el testador organiza una fiesta para agasajar a los vecinos y personas queridas; y en ese marco, se asegura que se realice el ritual del mate, con un rico y distinguido equipamiento con mates guarnecidos y mancerinas de plata. Se destina a este fin la suma de 1.000 pesos, con lo cual se podía comprar 200 vacas; los alimentos que se iban a servir en la fiesta los deja a criterio del albacea, pero se asegura que no falte el mate, tanto en la mañana como en la tarde.
La yerba mate en el foco del comercio mundial
Los observadores del intercambio comercial, tanto de las Grandes Potencias como de las nuevas repúblicas y las colonias, detectaron la relevancia de la yerba mate como un producto de importancia para América del Sur. La identificaron como una infusión ampliamente arraigada en los mercados del Río de la Plata, tanto Argentina como Uruguay y Paraguay; también reconocieron su amplia presencia en Chile y Perú. Así lo informaba a sus clientes el diccionario mundial del comercio, en sus ediciones de 1834 (p. 189-190) y 1852 (p. 249).
Desde la perspectiva de los grandes comerciantes británicos, la yerba mate del Paraguay ocupaba el lugar que naturalmente correspondía al té. Conforme a este enfoque, la denominación correcta de este producto era “té paraguayo”; y el proceso natural sería reemplazarlo por “el té genuino”. Los actores vinculados a los intereses británicos desplegaron toda su estrategia en la región para instalar y promover el consumo del té como una expresión de civilización, dejando la yerba mate como un producto asociado a los gauchos y la barbarie. Los hoteles y restaurantes instalados por ingleses en Santiago, Valparaíso, Buenos Aires y otras ciudades, se empeñaron en promover el consumo de té como símbolo de la distinción; lo mismo sucedía en las reuniones sociales organizadas por ministros, encargados de negocios, diplomáticos y comerciantes británicos. Las élites locales aceptaron estas propuestas y comenzaron a reproducirlas ellas también en sus espacios de reconocimiento social.
La estrategia de los actores del imperio británico alcanzó sus objetivos. Para fines de la década de 1860, se había logrado una fuerte reducción del consumo de la yerba mate en buena parte de América del Sur. “La yerba mate, o té paraguayo, anteriormente un artículo de importación de impacto, ha sido prácticamente reemplazado por té genuino, principalmente obtenido en la India, hasta en Buenos Aires. En Chile y Perú es insignificante” (1869, p. 207).
Los grandes gerentes del comercio internacional coincidieron en percibir la importancia económica que tenía el mate en el mercado de América del Sur y del potencial que tendría en este mercado la eventual sustitución por el té, producto importante dentro del sistema económico del imperio británico. Esta oportunidad se procuró aprovechar con una política de penetración comercial que, tal como ha estudiado Jeffs, resultó exitosa en Chile. El paso siguiente sería alcanzar el mismo objetivo en el Río de la Plata: así como los franceses conquistaron estos mercados para los vinos de Burdeos, los ingleses se propusieron ingresar allí con el té. Pero se encontraron con una inesperada resistencia cultural.
Rosas y su constante voluntad de valorizar el mate
La yerba mate fue un campo de batalla en donde Rosas desplegó su estrategia para contribuir al fortalecimiento de la identidad y unidad nacional. Ello se hizo visible a través de las comidas y bebidas que promovía entre sus soldados y allegados, y sobre todo en tertulias, banquetes y reuniones del palacio de Palermo donde incluso llegó a reunirse con el famoso botánico francés, Amadeo Bonpland (NAVAJAS, 2013, p. 183) artífice de la germinación de la semilla de yerba mate que, en sus numerosos experimentos, logró revivir los yerbales argentinos.
En el plano de las infusiones se dio una batalla significativa entre el té y el mate. La yerba mate del Paraguay era la infusión por excelencia en América Latina desde el siglo XVII, cuando desde las misiones jesuitas se multiplicó la producción para todo el territorio. El producto se transportaba a Buenos Aires por la hidrovía Paraguay-Paraná, y en la capital del Plata se realizaba el trasbordo a las carretas, tanto para la Carrera del Norte (Salta y Jujuy) como para la Carrera de Cuyo (Mendoza y San Juan). Allí se hacían nuevos transbordos para que los arrieros pudieran llevarla con sus mulas a Chile y de allí, a Perú y Alto Perú (GARAVAGLIA, 2008; JEFFS, 2017). Al llegar la independencia, la yerba mate del Paraguay estaba plenamente consolidada como la infusión por excelencia de la mitad sur de América Meridional.
Después de la independencia, se abrieron los puertos al comercio británico, que se propuso sustituir los productos locales por los productos imperiales, preferentemente el té de la China que representaba una parte importante de la red global del comercio inglés. Justamente, la necesidad de asegurarse la colocación de un producto manejado por los británicos en el mercado chino a cambio del preciado te, fue una de las causas de las guerras del opio. Este conflicto es un buen reflejo de la importancia que tenía el negocio del té para los británicos, criterio que también se hizo sentir en América Latina, donde se orquestaron agresivas campañas comerciales para imponer el té en los mercados de consumo locales. Pero este plan tenía un obstáculo: el mate, la infusión profundamente arraigada en la cultura del Cono Sur americano.
Los agentes comerciales, económicos, sociales y diplomáticos británicos lanzaron una sostenida campaña de promoción del té, como producto refinado y símbolo de distinción. En relativamente poco tiempo, las élites latinoamericanas sucumbieron a esta estrategia y se acoplaron a la cultura de la valoración del té como símbolo de buen gusto para la vida social (SARMIENTO, 2000, p. 111-114). El efecto de imitación sirvió para extender estas pautas de consumo a los sectores medios y populares, y como resultado los comerciantes británicos lograron conquistar buenos segmentos de mercado, desplazando parcialmente a la yerba mate. Este producto sufrió un fuerte retroceso, tal como se ha estudiado para el caso de Chile (JEFFS, 2017; PINTO, 2003, p. 36).14
En el Río de la Plata, en cambio, la presencia de Rosas marcó otra trayectoria. Lejos de subordinarse a la corriente británica de promover el té como bandera de civilización, Rosas afirmó la identidad tradicional criolla, promoviendo el consumo de mate, para sí, sus amigos y subalternos. Para el gobernador, el mate amargo representaba el desayuno cotidiano (GRANADA, 1913, p. 45-46). Los ejércitos de Rosas iban normalmente provistos de yerba mate. Este artículo estaba presente en la mente del gobernador como un elemento ineludible e indispensable para la movilización de las tropas, tanto en las guerras civiles como en las externas (SALDÍAS, 1948). De allí que la provisión de yerba mate figuraba en las vituallas que organizaba para abastecer a sus ejércitos (IRAZUSTA, 1943, p. 81 y 103). Lo mismo ocurría con la modesta marina de guerra de la Confederación que, a pesar de sus limitaciones, debió hacer frente a las escuadras de Francia e Inglaterra en el Río de la Plata. La documentación de la época aporta evidencia de la remisión de yerba mate a los buques de la Confederación (SALDÍAS, 1974, p. 279). Lo mismo vale para sus ejércitos, tanto en la Campaña al Desierto como en las misiones orientadas a establecer el orden en las provincias (GÁLVEZ, 1940, p. 166-170).
El mate tuvo un lugar de privilegio en la Quinta de Palermo. Cuando se tomaba un descanso después de largas horas de trabajo en la gestión del gobierno, Rosas daba un paseo por los jardines y cebaba unos mates (IBARGUREN, 1982 [1933], p. 231). El mate era la infusión por excelencia que se servía a los invitados en tertulias, encuentros y reuniones. Un símbolo de confianza extraordinaria era que Rosas ofreciera a alguien compartir su propio mate, como ocurrió con el profesor de francés Juan Camaña (GRANADA, 1913). Los líderes argentinos que visitaban la residencia oficial tenían la oportunidad de cebar unos mates con Rosas y su corte. Un buen ejemplo fue el caso del general unitario Gregorio Aráoz de La Madrid. En oportunidad de su viaje a Buenos Aires, resolvió presentarse en la Quinta de Palermo para saludar a Manuelita. Allí tuvo oportunidad de encontrarse con Rosas y compartir los tradicionales mates: “Así que me vio bajar, se enderezó y, dándome su mano me saludó con el mayor cariño y preguntó por su comadre; en seguida pidió mate y después de haberme convidado con algunos y tomado él también, me dijo: ‘vamos compadre a tomar un asado a la sombra de los sauces’” (ARÁOZ, 1948 [1841], p. 121).
En la Quinta de Palermo, la cultura del mate se elevó a la categoría de ritual, legitimada desde la cúspide del poder del Estado. En las representaciones artísticas de la época, el mate estuvo presente en lugares de honor. Así lo reflejan las pinturas dedicadas a realzar la vida de la corte en el palacio de Palermo y sus destacados referentes, sobre todo Manuelita. Uno de los cuadros típicos de la época, pintado por Cayetano Descalzi con el título de Bodoir Federal, se destaca por incluir una composición en la cual se incluía un mate guarnecido en plata (SCHÁVELZON y RAMOS, 2009, p. 137).
Para Rosas, el mate era un producto territorialmente intensivo y un indicador de identidad política y patriotismo. Desde su punto de vista, un argentino leal y probo debía tomar mate; lo contrario era de traidores. “Solamente los salvajes unitarios le hacen asco a la bombilla”, le dijo Rosas a un visitante recién llegado de Francia (GRANADA, 1913). El mate fue el fiel compañero de Rosas en su largo y solitario exilio en Inglaterra. Allí levantó un racho al estilo gaucho y mantuvo su tradicional estilo de vida en un contexto de modestia y austeridad, conservando siempre la cultura del mate. “Se levantaba temprano, tomaba mate, ensillaba su caballo a lo gaucho y salía a cabalgar” (LYNCH, 1984. 326). En una carta familiar entregó detalles de sus hábitos personales. “No fumo, no tomo rapé, vino ni licor alguno. No asisto a comidas ni hago visitas. Mi comida es un pedazo de carne asada y mi mate. Nada más” (GÁLVEZ, 1940, p. 506).
Rosas se quejaba de los latinoamericanos que, una vez en Europa, abandonaban su identidad y se maquillaban de europeos, tratando de imitar sus usos y costumbres, incluyendo el abandono del mate. En cambio, él reivindicaba este producto como parte de su identidad:
No se usa aquí tasajo como no se usa el mate, por amor puramente a las costumbres del país y porque los argentinos, orientales y paraguayos que vienen no son como yo, son como Máximo, que dice: a la tierra que fueres, haz lo que vieres. Yo sigo lo bueno que veo… No conocían el mate los vecinos del farm. Ahora todo el pobre que viene y recibe mate lo prefiere a un vaso de cerveza. No conocían el zapallo; ahora todos lo comen apreciándolo con gusto se verdadero mérito, pues yo lo como todo el año
(LYNCH, 1984, p. 325).
A mediados de la década de 1860 lo visitó el periodista y político Nicolás Calvo, quien pudo confirmar la persistencia de estos hábitos. “Sigue fiel al mate, que desea ver adoptado por la gente de campo de Inglaterra y al que considera más saludable que el té” (Gálvez, 1940, p. 507). De este modo, Rosas coronaba una vida dedicada a valorar el patrimonio agroalimentario mestizo de América Latina, y poner en un lugar central de su vida.
De la investigación realizada, se detecta que la actitud patrimonial de Rosas no era meramente maquillaje ni teatralización con intensión política. Era coherente con su forma de vivir, sentir y pensar. Ello se reflejó en algunos diálogos familiares, como el que sostuvo con su sobrino Lucio Fidel López al regreso de una larga estadía en Europa: “sobrino, estoy muy contento de Usted porque usted no se ha vuelto agringado” (MANSILLA, 2001 [1890], p. 23). Lo mismo se expresaba en su forma de vivir, en el hábito de desayunar con mate amargo (GRANADA, 1913), en el vestuario (DUMAS, 2005), recorrer el campo con sombrero de paja, conocido en Cuyo y Chile como “chupalla” (NÚÑEZ y LACOSTE, 2017), y abrigarse con el poncho mestizo con el cual fue retratado.
Conclusión
Esta investigación ha permitido comprender un aspecto hasta ahora no indagado, en torno a la estrategia de poder blando que utilizó el gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, para fortalecer una cultura común que contribuyera a mantener la unidad territorial, en tiempos de conflictos y amenazas internas y externas, que impulsaban hacia la fragmentación. A diferencia de la Gran Colombia y las confederaciones de América Central y Perú-Bolivia, Rosas logró evitar la fragmentación de la confederación argentina, para lo cual no solo utilizó fuerzas militares (poder duro) y construcción de vínculos con actores subalternos (FRADKIN y GELMAN, 2021), sino también una estrategia cultural (poder blando) que incluía elementos de la vida cotidiana, con eje en la alimentación (gastropolítica).
La revisión de las cartas de Simón Bolívar, a modo de comparación y con fines de control, permite comprender con mayor claridad el lugar que adquiere el poder blando en el gobierno de Rosas. La Gran Colombia tenía una situación parecida a la Confederación Argentina, en cuanto a la tendencia de muchos actores políticos y militares a cambiar de bando y activar conflictos y guerras civiles (FRADKIN y GELMAN, 2021, p. 296). Para contener esas tendencias centrípetas, Bolívar se apoyaba principalmente en cartas y algunas entrevistas fugaces, porque la mayor parte del tiempo se encontraba de viaje de un lado a otro para sofocar conflictos internos y externos. Recorría miles de kilómetros a caballo y escribía enjundiosas cartas a los aliados de Venezuela, Colombia, Quito y Guayaquil, tratando de construir la unidad. Ni en los textos escritos ni en los fugaces encuentros hubo espacio para fortalecer los vínculos a través de elementos simbólicos de valor patrimonial.
Las cartas de Bolívar eran muy precisas y centradas en lo político y lo militar, sin referencias a un patrimonio cultural compartido y sin apoyarse en elementos simbólicos como la gastronomía típica (BOLÍVAR, 1950). Rosas, en cambio, tuvo un domicilio permanente, un espacio donde recibir a los referentes de las provincias y construir vínculos estables, reforzados por elementos culturales de valor simbólico. La disponibilidad de un lugar de asiento fijo fue una ventaja que Rosas procuró aprovechar para alcanzar sus objetivos. Rosas carecía de los recursos retóricos y discursivos de Simón Bolívar y Andrés Santa Cruz. Pero, en su lugar, levantó un espacio cultural de referencia, en el cual construyó vínculos de confianza con los referentes territoriales, apoyándose en símbolos de identidad y valor patrimonial, a partir de una sofisticada estrategia de gastropolítica y poder blando.
Resulta notable la temprana intuición que Rosas tuvo de la importancia del patrimonio intangible, en este caso, de carácter agroalimentario, como elemento estratégico de construcción de identidad territorial y de cohesión política. La valoración de la arquitectura como lenguaje del poder ya fue desarrollada desde la antigüedad, como, por ejemplo, en las grandes obras de ingeniería del mundo romano. Esta tradición se mantuvo viva en el medioevo y la antigüedad hasta la actualidad. A nivel teórico, a mediados del siglo XX, el patrimonio se desarrolló en torno a los grandes monumentos, mientras que el patrimonio intangible estuvo en el centro de las políticas públicas comunitarias y de la comunidad internacional desde comienzos el XXI. En este contexto se reconocieron los valores de la dieta mediterránea, las cocinas de México, Perú y Francia, entre otras. En la presente investigación se detecta que, intuitivamente, el jefe de la Confederación Argentina ya había percibido con claridad el profundo valor del patrimonio agroalimentario, particularmente la yerba mate, en la primera mitad del siglo XIX.
Naturalmente, Rosas no conoció los inventarios de bienes que se levantaron desde el siglo XVII hasta mediados del XIX. Pero intuitivamente, supo de su contenido, en el sentido de comprender la centralidad que el mate tenía en la vida social y cultural de su pueblo. La posesión de mates y sus utensilios no solo era parte íntegra de las posesiones familiares, sino que, además, servía tanto de soporte identitario en un régimen de convivencialidad como de marcador de diferencias sociales. A la vez, el mate se articulaba con la identidad personal y con la satisfacción de las necesidades en tiempos de crisis cuando eran empeñados. El mate se constituye así en un símbolo dominante de una práctica ritual cohesionadora de los vínculos en una sociedad internamente diferenciada.
El mate tenía, pues, la capacidad de proveer de un marco de referencia común a una sociedad a la que simultáneamente permitía señalar sus diferencias internas. La virtud del ritual del mate consistía, justamente, en validar la unidad social a partir de la inveterada segmentación de la sociedad en la que su consumo se había constituido en un rasgo distintivo. Rosas fue un representante genuino de esas prácticas y tuvo la claridad de instalar estos rituales en el centro del escenario público nacional, desde el Palacio de Palermo. Esta construcción fue minimizada por los teóricos, que la llamaron despectivamente como “Caserón”, porque no se ajustaba a los patrones estéticos de vanguardia en Europa de esa época. Pero, para Rosas, esa casa fue el espacio estratégico desde donde pudo cohesionar a su sociedad y evitar la fragmentación que ocurrió en otras partes del continente, como en América Central. Asimismo, dentro de esa residencia, Rosas desarrolló rituales de integración nacional, apoyándose para ello en los productos típicos como la yerba mate.
La actitud de Rosas, en el sentido de colocar el mate en un lugar central del poder, tuvo varios efectos. Por un lado, estas prácticas contribuyeron a su estrategia de construir la unidad nacional desde la cultura y el patrimonio; por otro, realzaron el valor y prestigio de esta infusión, lo cual protegió el mercado nacional para un producto típico de la región, y amortiguó el impacto de la penetración del té impulsado por los británicos; estos lograron conquistar buena parte del mercado chileno, no así el argentino. Y Rosas tuvo mucho que ver con ello. La tradición del mate se ha mantenido viva en la Argentina hasta la actualidad, tal como refleja la primera fotografía que tomó el capitán de la selección de fútbol después de ganar la copa del mundo 2022.
-
1
Artículo no publicado en una plataforma preprint. Todas las fuentes y la bibliografía utilizadas están referenciadas. Proyecto “Patrimonio mestizo y apreciación de la cultura local, ATE 220008, ANID-Chile. Todos los autores participaron en las diversas fases de la investigación.
-
6
Testamento de Lorenzo Rodríguez, La Serena, 1700. Archivo Nacional de Chile (en adelante AN), Fondo Notariales de La Serena (en adelante FNLS), vol. 16 fs. 268
-
7
Testamento de Miguel Martínez de la Rosa, San Juan, 1744. Archivo del Poder Judicial de la Provincia de San Juan (en adelante APJSJ); Fondo Tribunales (en adelante FT), Caja 6, Carpeta 31, Doc. 45.
-
8
Testamento de Toribio Santibáñez, San Juan, 1775. APJSJ, Libro Joseph Sebastián de Castro (en adelante LJSC); Protocolos de Escribanos (en adelante PE), fs. 147-153.
-
9
Testamento de Antonio Gómez Galleguillos, La Serena, 1695. AN, FNLS, v. 8, fs. 268v y 271.
-
10
Testamento de Manuel Rosales, San Felipe, 1846. AN, Fondo Judiciales de San Felipe (en adelante FJSFpe), leg. 46, pza 20.
-
11
Testamento de Petronila Ávila, San Felipe, 1746. AN, FJSFpe, leg 1, pza 2, 1746.
-
12
Testamento de María del Carmen Aranda, Mendoza, 1841. Archivo Histórico de Mendoza (AHM), PE 231, fs. 31v.
-
13
Testamento de Lucas Robledo, San Juan, 8 de mayo de 1795. Libro Navarro Cano Oro, Archivo del Poder Judicial de San Juan, Protocolo de Escribanos 1795, fs. 130.
-
14
En el caso de Chile, la influencia británica no alcanzó los territorios de los pueblos originarios, donde el comercio y la circulación del mate alcanza hasta nuestros días un gran nivel de autonomía. Jorge Pinto sugiere que la población pewenche prefirió abstenerse de participar en la guerra de la Independencia a fin de no arriesgar el flujo comercial que aseguraba las regalías que hacia fines del siglo XVIII se habían tornado indispensables para sus vidas, entre ellas, la yerba mate (JORGE PINTO, 2003, p. 36). En la actualidad, las mismas comunidades del Alto Bío Bío se desplazan hacia la localidad de Copahue en Argentina a fin de traer consigo la yerba mate que se ha hecho parte de sus prácticas rituales en lo cotidiano y en lo ceremonial.
Referencias Fuentes primarias
AGN: Archivo General de la Nación, Buenos Aires, Argentina
AGPSJ: Archivo General de la Provincia de San Juan
AHM: Archivo Histórico de Mendoza
AN: Archivo Nacional, Santiago, Chile
APJSJ: Archivo del Poder Judicial de San Juan
TC: Tribunales Sucesiones
FJSFpe: Fondo Judiciales de San Felipe
FNLS: Fondo Notariales de La Serena
FNTalca: Fondo Notariales de Talca
FT: Fondo Tribunales, Archivo General de la Provincia de San Juan
LJSC: Libro del escribano Joseph Sebastián de Castro, Archivo del Poder Judicial de San Juan
LJCN: Libro del escribano J. Castro Navarro, Archivo del Poder Judicial de San Juan
LNCO: Libro del escribano Navarro Cano Oro, Archivo del Poder Judicial de San Juan
PE: Protocolo de Escribanos
Referencias
- AGUILERA, Isabel; VERA, Sandra. Transición política y gastrodiplomacia en Chile. Reconciliarse en la mesa. En: Revista Austral de Ciencias Sociales, Valdivia, v. 41, p. 29-47, 2022.
- ALBERDI, Juan Bautista. Sobre la conveniencia de un Congreso General Americano México, UNAM, 1979 [1845].
- ARÁOZ DE LA MADRID, Gregorio. Memorias del general Gregorio Aráoz de La Madrid. Buenos Aires: Biblioteca del Oficial, 1948 [1841], tomo II.
-
AVENDAÑO, Clara María. Les agents français dans la Plata. L’impact du stéréotype de la barbarie rosiste pendant le blocus du port de Buenos Aires, 1838-1840. In: Amerika: mémoires, identités, territoires, Rennes, v. 4, 2011. DOI: https://doi.org/10.4000/amerika.2172.
» https://doi.org/10.4000/amerika.2172 -
BAK-GELLER CORONA, Sarah. Los recetarios “afrancesados” del siglo XIX en México. In: Anthropology of food, Oxford, S 6, 2009. DOI: https://doi.org/10.4000/aof.6464.
» https://doi.org/10.4000/aof.6464 - BILBAO, Manuel. Tradiciones y recuerdos de Buenos Aires Buenos Aires: Talleres Gráficos Ferrari Hermanos, 1934.
- BOLÍVAR, Simón. Obras completas La Habana, Cuba: Ediciones Lex, 1950. 3 volúmenes.
-
BORGES, Inés. A rainha Isabel de Aragão nas imagens do vinho do Porto: cartazes e rótulos. En: RIVAR, Santiago, v. 7, n. 21, p. 158-189, set. 2020. DOI: https://doi.org/10.35588/rivar.v7i20.4643.
» https://doi.org/10.35588/rivar.v7i20.4643 -
CHAPPLE-SOKOL, Sam. Culinary diplomacy: Breaking bread to win hearts and minds. In: The Hague Journal of Diplomacy, The Hague, v. 8, n. 2, p. 161-183, 2013. DOI: 10.1163/1871191X-12341244.
» https://doi.org/10.1163/1871191X-12341244 - COUYOUMDJIAN, Juan Ricardo. El mate, el té y el café en Chile desde la independencia hasta 1930. En: Boletín de la Academia Chilena de la Historia, Santiago, v. LXXV, n. 118, p. 7-56, 2009.
- DI MEGLIO, Gabriel. ¡Mueran los salvajes unitarios! La Mazorca y la política en tiempos de Rosas Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 2007.
- DUMAS, Alejandro. La Nueva Troya Buenos Aires: Marea, 2005 [1850].
- FRADKIN, Raúl; GELMAN, Jorge. Juan Manuel de Rosas. La construcción de un liderazgo político, Buenos Aires: Edhasa, 2021.
- GÁLVEZ, Manuel. Vida de don Juan Manuel de Rosas Buenos Aires: El Ateneo, 1940.
- GARAVAGLIA, Juan Carlos. Mercado interno y economía colonial: tres siglos de historia de la yerba mate. Argentina: Prohistoria, 2008.
-
GARCÍA ÁLVAREZ, Luis. Los grandes festivales sidreros durante el franquismo y la institucionalización de la cultura sidrera. En: RIVAR, Santiago, v. 8, n. 23, p. 90-106, p. 90-106, mayo 2021. https://dx.doi.org/10.35588/rivar.v8i23.4947
» https://doi.org/10.35588/rivar.v8i23.4947 - GONZÁLEZ, Silvia María. Una aproximación conceptual y literaria a la gastrodiplomacia como conductora de marca de un destino. En: Pasos. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, La Laguna, España, v. 19, n. 4, p. 737-761, 2019.
- GRANADA, Nicolás. Si jeuneusse savait! En: Caras y Caretas, Buenos Aires, n. 785, 18 de octubre de 1913.
- GUTIÉRREZ, Juan María. El capitán de Patricios Buenos Aires: Imprenta del Siglo, 1864 [1843].
- HALPERÍN DONGHI, Tulio. Guerra y finanzas en los orígenes del Estado argentino (1791-1859). Buenos Aires: Editorial de Belgrano, 1982.
- IBARGUREN, Carlos. Juan Manuel de Rosas, su vida, su drama, su tiempo Buenos Aires: Theoría, 1982 [1933].
- IRAZUSTA, Julio. Vida política de Juan Manuel de Rosas a través de su correspondencia, 9 vols.: v.1, partes I y II: Buenos Aires: Albatros, 1953; v. 2 y 3: 1943; v. 4: 1950; v. 5: Buenos Aires: Huemul, 1961; v. 6, 7 y 8: Buenos Aires: Trivium, 1970.
- JEFFS MUNIZAGA, José. Chile en el macrocircuito de la yerba mate. Auge y caída de un producto típico del Cono Sur americano. En: RIVAR, Santiago, v. 4, n. 11, p. 148-170, mayo 2017.
-
JIMÉNEZ García, José. La Fiesta de la Vendimia de Jerez a través de los carteles y sus autores (1948-2019). En: RIVAR, Santiago, v. 8, n. 22, p. 68-97, enero 2021. DOI: https://doi.org/10.35588/rivar.v8i22.4773.
» https://doi.org/10.35588/rivar.v8i22.4773 - LACOSTE, Pablo. Las guerras Hispanoamericana y de la Triple Alianza, la Revolución de los Colorados y su impacto en las relaciones entre Argentina y Chile. En: Historia, Santiago, n. 29, p. 125-158, 1996.
- LACOSTE, Pablo. Las propuestas de integración económica sudamericana: de Diego Portales a Alfredo Palacios, 1830-1939. En: Historia, Santiago, n. 32, p. 103-129, 1999.
- LACOSTE, Pablo. Ataque pirata a La Serena de 1680: poder blando, enodiplomacia y patrimonio cultural y agroalimentario. En: Sí, Somos Americanos, Iquique, v. 22, n. 2, p. 65-86, 2022.
- LYNCH, John. Juan Manuel de Rosas Buenos Aires: EMECE. 1984.
- MAC CANN, William. Viaje a caballo por las provincias argentinas, Buenos Aires: Hyspamérica, 1985 [Original de 1853].
- MANSILLA, Lucio. Arroz con leche Buenos Aires: Clarín, 2001 [Original de 1890].
- MARÍN TORRES, María Teresa. Historia de la Documentación Museológica: La Gestión de la Memoria Artística. Gijón: Editorial TREA, 2002.
- MÁRMOL, José. Amalia España: Maucci, 1970 [Original 1851].
- MEDINA, Francisco Xavier. La construcción del patrimonio cultural inmaterial de carácter alimentario y sus retos en el área mediterránea: el caso de la Dieta Mediterránea. En: RIVAR, Santiago, v. 4, n. 14, p. 6-23, mayo 2018.
- NAVAJAS, Pau. Caá Porã. El espíritu de la yerba mate. Una historia del Plata Buenos Aires: Edición de Establecimientos Las Marías, 2013.
-
NEGRÍN DE LA PEÑA, José Antonio. Las fiestas del vino en La Mancha: folclore e identidad. En: RIVAR, Santiago, v. 8, n. 23, p. 71-89, mayo 2021. DOI: https://dx.doi.org/10.35588/rivar.v8i23.4794.
» https://doi.org/10.35588/rivar.v8i23.4794 - NEGRÍN DE LA PEÑA, José Antonio; LACOSTE, Pablo. El concepto de Enodiplomacia y su aplicación en los Estudios Internacionales. En: Estudios Internacionales, Santiago, v. 54, n. 202, p. 107-125, 2022.
- NÚÑEZ, Emiliano; LACOSTE, Pablo. Historia de la chupalla: sombrero de paja típico del campesino chileno. En: Idesia, Arica, v. 35, n. 1, p. 97-106, 2017.
- NYE, Joseph. Public diplomacy and soft power. In: The annals of the American academy of political and social science, Pennsylvania, v. 616, n. 1, p. 94-109, 2008.
- PAGANO, José León. Fernando García del Molino: el pintor de la federación Buenos Aires: Secretaría de Educación, 1948.
- PARISH, Woodbine. Buenos Aires y las provincias del Río de la Plata Buenos Aires: Hachette, 1958 [Original 1839].
- PEREYRA, Carlos. Rosas y Thiers. La diplomacia europea en el Río de la Plata (1838-1850) Buenos Aires: Padilla y Contreras, 1944 [Original de 1917].
- PÉREZ GUILHOU, Dardo. Pensamiento político y proyectos constitucionales (1810-1880). En: Academia Nacional de la Historia, Nueva Historia de la Nación Argentina, Buenos Aires, Planeta, v. V, 13-76, 2000.
- PINTO, Jorge. La formación del Estado y la Nación. De la inclusión a la exclusión Santiago: Dibam, 2003.
- PRATS, Llorenc. Antropología y patrimonio Barcelona: Ariel, 1997.
- RAMOS SANTANA, Alberto. Iconografía de etiquetas antiguas del vino del Marco del Jerez, Xérès, Sherry. En: RIVAR, Santiago, v. 5, n.14, p. 201-222, mayo 2018.
-
REMEDI, Fernando. Modernidad alimentaria y afrancesamiento. Ciudad de Córdoba (Argentina) en el tránsito del siglo XIX al XX. En: Historia Crítica, Bogotá, n. 65, p. 71-92, 2017. DOI: https://doi.org/10.7440/histcrit65.2017.04.
» https://doi.org/10.7440/histcrit65.2017.04 - SALDÍAS, Adolfo. Historia de la Confederación Argentina. Rozas y su época Buenos Aires: Félix Lajouane Editor, 1892, 5 tomos.
- SALDÍAS, Adolfo. Por qué se produjo el bloqueo anglo francés Buenos Aires: Plus Ultra, 1974.
- SALVATORE, Ricardo. La Confederación argentina y sus subalternos: integración estatal, política y derechos en el Buenos Aires posindependiente (1820-1860). Santiago: DIBAM, 2020.
- SARMIENTO, Domingo Faustino. Obras completas Buenos Aires: Editorial Universidad Nacional de La Matanza, 2000, 54 tomos.
- SCHÁVELZON, Daniel; RAMOS, Jorge. El caserón de Rosas. Historia y arqueología del paisaje de Palermo Buenos Aires: Corregidor, 2009.
- SCUTELLÁ, Francisco. El mate: bebida nacional argentina Buenos Aires: Plus Ultra, 1993.
- TAGORE, Rabindranath. Nacionalismo, Buenos Aires: Editorial Santillana, 2013 [Original de 1920].
-
ZAPATA ACHA, Sergio. Patrimonio gastronómico peruano. Turismo y Patrimonio, Lima, n. 3, p. 9-24, 2018. DOI: https://doi.org/10.24265/turpatrim.2001.n3.01.
» https://doi.org/10.24265/turpatrim.2001.n3.01
ADJUNTOS 1 GLOSARIO
- Azafate “Canastillo llano tejido de mimbres, levantados en la circunferencia en forma de enrejado, cuatro dedos, de la misma labor. También se hacen de paja, oro, plata y charol. Origen de la voz árabe zafa, que vale taza o vaso hondo” (RAE, 1724, I: 512).
- Bernegal “Vaso tendido para beber agua. Díjose de berr que en arábigo vale tierra y así será vaso terrizo, aunque también lo hacen de plata” (COVARRUBIAS, 1611, p. 182). “Vaso tendido y no alto para beber agua o vino, por lo regular son de plata” (RAE, 1724, I, 596). “Especie de taza para beber, ancha de boca y de figura ondeada. Las hay de plata, de cristal y de barro” (RAE, 1852, p. 96).
- Macerina “Especie de plato o salvilla, con un hueco en medio, donde se encaja la jícara, para servir el chocolate con seguridad de que no se vierta. Diosele este nombre por haber sido su inventor el Marqués de Mancera, y después, por mayor suavidad, macerina” (RAE, 1724, II: 444).
- Mancerina “Macerina” (RAE, 1724, II: 472).
- Salvilla “Pieza de plata, estaño, vidrio o barrio, de figura redonda, con un pie hueco sentado en la parte de abajo, en la cual se sirve la bebida en vasos, barros, etc. Llamase así porque se hace salva con la bebida en ella” (RAE, 1724, III: 35). “Pieza plana de plata, estaño, vidrio o barro, de figura redonda, con uno o más pies en la cual se colocan los vasos en que se sirve la bebida” (RAE, 1852, p. 627).
2 CUADRO
Editado por
-
Editores Responsables
Miguel Palmeira e Stella Maris Scatena Franco
Fechas de Publicación
-
Publicación en esta colección
12 Ago 2024 -
Fecha del número
2024
Histórico
-
Recibido
23 Ago 2023 -
Acepto
11 Nov 2023