Resumen
Entre 1970 y 1980, fueron creadas un conjunto de revistas con el objetivo de difundir las ideas de la medicina social latinoamericana en distintos países del continente, en una etapa temprana en la institucionalización de este movimiento que luego se afianzó en Brasil bajo el nombre de “salud colectiva”. En este trabajo recorremos las principales características de esos emprendimientos: la Revista Centroamericana de Ciencias de la Salud, Saúde em Debate, Salud Problema, Revista Latinoamericana de Salud y Cuadernos Médico Sociales. En particular, nos focalizamos en los Cuadernos Médico Sociales de Rosario, analizando las condiciones de su surgimiento y los procesos editoriales que marcaron esta publicación, donde fue central la figura de Carlos Bloch como editor e ideólogo de la revista.
Palabras clave: historia; medicina social; salud pública; ciencias sociales; revistas.
Abstract
In the 1970s and 1980s, a series of journals were founded to disseminate ideas from Latin American social medicine in various countries across the continent, during the early stage of a movement that would later become institutionalized in Brazil under the name “collective medicine.” In this article, we look at the principal characteristics of those endeavors: Revista Centroamericana de Ciencias de la Salud, Saúde em Debate, Salud Problema, Revista Latinoamericana de Salud and Cuadernos Médico Sociales. We focus in particular on Cuadernos Médico Sociales, published in Rosario, Argentina. We analyze the conditions under which this publication emerged, the editorial processes it followed, and the central role played by Carlos Bloch, its founder and managing editor.
Keywords: history; social medicine; public health; social sciences; journals.
A partir de mediados de la década de 1960 comienza a articularse el movimiento de la medicina social latinoamericana, que en las décadas siguientes logra una institucionalización definitiva en el ámbito académico (especialmente en Brasil) bajo el nombre de salud colectiva (Nunes, 2016, 2013; Vieira da Silva, Pinell, 2014). Durante el período analizado, desde la décadas de 1970 hasta mediados de los años 1980, el campo se encontraba aún en proceso de constituirse como tal, y por lo tanto en construcción un conjunto de cuestiones fundamentales para definir su identidad en términos políticos, teóricos y sociales. Algunos de los elementos que conformaron este proceso refieren a:
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(a) Un conjunto de diagnósticos que, desde diferentes perspectivas teóricas, se centraban en las condiciones sociales de emergencia de la realidad sanitaria y en una crítica a la salud pública “tradicional”, identificada con una matriz teórica estructural funcionalista y una concepción tecnocrática de la intervención estatal (Testa, 1993; Granda, abr.-jun. 2004);
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(b) La construcción de espacios institucionales propios, ya sea en el ámbito académico, gremial o político. En este sentido, además de las revistas, también cumplieron un rol clave la creación de posgrados, los congresos y seminarios sobre la temática;
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(c) Un conjunto de actores que se erigen en personalidades reconocidas del campo en los distintos países de América Latina, en torno a los cuales se comienzan a establecer ciertas “tradiciones” o escuelas cuyas generaciones siguientes continuan siendo los referentes actuales;
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(d) La definición de cuáles eran los temas o problemas relevantes que delimitaban las discusiones al interior del campo.
En este artículo nos centraremos en el análisis de un conjunto de revistas que formaron parte de este proceso, dando cuenta de sus condiciones de creación, los espacios institucionales de surgimiento, así como las principales estrategias editoriales que tuvieron en tanto órganos de difusión pero también como apuestas políticas e institucionales, constituyendo un espacio fundamental para comprender algunas de las cuestiones arriba señaladas.
En términos analíticos, partimos de la idea de que las revistas cumplen un papel crucial en la reproducción en todo campo científico: son la instancia de validación del conocimiento producido; son un órgano de difusión de ese conocimiento; es el espacio donde se dan las discusiones e intercambios y donde, en definitiva, se marcan los límites problemáticos y conceptuales del campo (Bourdieu, 2003; Latour, Woolgar, 1995). Por otro lado, en tanto creaciones institucionales novedosas, son testimonio del propio proceso de conformación del campo y de las apuestas políticas en su interior, a la vez que constituyen espacios de actuación de los distintos actores.
Por cierto, un campo de conocimientos se institucionaliza cuando reúne una serie de características: se reconocen una diferenciación de argumentos, métodos y técnicas de conocimiento que habilitan su estudio como un tema mayor y no solo como una materia adjunta; puede ser enseñado por profesores especializados; se abren oportunidades para la publicación en revistas especializadas; se puede disputar financiamiento y otros recursos para la investigación dentro de instituciones establecidas y verificar cierta demanda de los resultados de investigación; y, finalmente surgen sociedades científicas, carreras de grado u otras formas de validación disciplinar (Blanco, 2006; Nunes, 2015). Por lo tanto, es necesario aclarar que las características del movimiento de la medicina social latinoamericana no eran, en el momento analizado, las propias de un campo académico institucionalizado, lo que se dio años más tarde (Nunes, 2016). En cambio, era un espacio aún en formación y atravesado por múltiples tensiones políticas, conceptuales e institucionales. En este sentido, la hipótesis de trabajo principal de nuestro análisis es que las revistas reflejan algunas de las particularidades del campo en esta etapa temprana de su conformación, tanto en las condiciones en las que tuvieron origen los distintos proyectos, en las estrategias editoriales que se llevaron adelante, como en el contenido de los trabajos que se publicaban.
En el presente trabajo nos proponemos analizar algunas de estas tensiones a la luz de un conjunto de experiencias editoriales surgidas en distintos países y contextos institucionales, pero que formaron parte de un mismo proceso a nivel regional. Para ello tomaremos la experiencia de cinco revistas y nos concentraremos más profundamente en una de ellas, los Cuadernos Médico Sociales de Rosario. De este modo, se analizan algunas de las características del proceso de institucionalización del campo, rastreando las líneas de continuidad que unieron a los referentes desde la década de 1940. Sostenemos para ello la hipótesis de que Juan César García y las redes de relaciones que fue capaz de construir fueron un elemento central para comprender el devenir del campo en las décadas siguientes.
Recuperamos la actividad editorial de la medicina social latinoamericana a través de cinco revistas que fueron señaladas por los referentes del campo como las que guardaban una mayor identidad con el movimiento.
Se parte de una estrategia cualitativa basada en búsquedas bibliográficas, análisis de datos y de fuentes secundarias. Esta información se complementó con la realización de 12 entrevistas en profundidad, semiestructuradas, a distintos editores, miembros de los consejos de redacción y personas allegadas: Víctor Aliprandi, Susana Belmartino, Claudio Bloch, Hector Buschiazzo, José Carlos Escudero, Asa Cristina Laurell, Eduardo Menéndez, Hugo Mercer, Zulema Quinteros, Jaime Sepúlveda, Ernesto Taboada y Octavio Zanarello. Las entrevistas se realizaron de manera presencial en la Asociación Médica de Rosario, en el Instituto de Salud Colectiva de la Universidad Nacional de Lanús y, de manera virtual, a través de la aplicación Skype. Todas las personas entrevistadas fueron informadas del objetivo de la investigación y autorizaron la publicación de sus nombres. En las entrevistas, se buscó indagar trayectorias intelectuales, políticas y personales, reconstruyendo sus marcos de acción y las percepciones relacionadas con el campo editorial y de la medicina social en aquel período.
La epigénesis de la medicina social latinoamericana y sus publicaciones
Juan Samaja (2004) - siguiendo a Hegel - insistía en interrogar las estructuras ya formadas, más allá de su funcionamiento, por su proceso de epigénesis histórica, entendiendo por ello el desarrollo formativo que sustentan los resultados, es decir, las articulaciones con los contenidos posteriores, evitando así la recaída en la inmediatez. Por ello es que enmarcamos la epigénesis de la medicina social latinoamericana en tres puntos de referencia que son parte de un proceso complejo, no lineal, con conflictos y contradicciones, con avances y retrocesos, propios de la dinámica social e histórica y que, al volver la mirada hacia atrás en el tiempo, nos señalan una dinámica de institucionalización.
La primera referencia está dada por el trabajo realizado por Henry Sigerist (1891-1957) desde EEUU, entre los primeros años de 1930 hasta la posguerra, momento en el que comienza la política macartista y vuelve a Europa en 1947. En ese lapso, se centró en el estudio de la historia de la medicina y los sistemas de salud (Nunes, 1992).
El segundo punto de referencia lo ubicamos en Chile, entre 1930 y 1940, donde la medicina social tuvo un desarrollo considerable en torno a la figura de Salvador Allende (1939) y su obra La realidad médico-social chilena que desembocó en la creación del Servicio Nacional de Salud en 1952, solo cuatro años después del National Health Service (NHS) del Reino Unido. A partir de entonces, la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile se volvió un faro de toda una generación de sanitaristas latinoamericanos que viajaron a formarse a ese país. En relación con nuestro análisis, es necesario destacar la importancia que tuvieron los Cuadernos Médico Sociales de Chile, que comienzan a ser publicados por el Colegio Médico de Chile en 1959, constituyéndose en la primera publicación periódica de la medicina social de América Latina del siglo XX y un antecedente fundamental de las revistas que analizamos en este trabajo. Montoya-Aguilar (2009) señala el surgimiento de estos cuadernos vinculado a la publicación y difusión de materiales de estudio de los seminarios de formación profesional dedicados a médicos que se encontraban apoyados por el senador Salvador Allende, ex presidente del Colegio Médico.
La tercera referencia la constituye el trabajo de Juan Cesar García (1932-1984), en particular desde mediados de la década de 1960 hasta su muerte. Tanto por sus aportes como intelectual orgánico del movimiento como por el papel que cumplió desde su puesto en el Departamento de Recursos Humanos de la Oficina Panamericana de Salud (OPS) en la articulación de personas e instituciones, en la difusión de ideas y autores, en la creación de programas de formación de posgrados de medicina social, cuyos efectos llegan a la actualidad (Galeano, Trotta, Spinelli, 2011), y en la creación y/o desarrollo de las revistas analizadas en este artículo. García fue un actor fundamental para el desarrollo de la medicina social latinoamericana (Nunes, 2013).
Las revistas de la medicina social latinoamericana entre las décadas de 1970 y 1980
Hacia mediado de la década de 1960 hubo un resurgimiento de la medicina social en América Latina. En los distintos países del continente, un conjunto heterogéneo de actores en cuanto a su formación y ocupación, pero con el hecho común de estar vinculados a los movimientos políticos de izquierda (algunos de ellos militantes del partido comunista, otros solamente identificados con los enfoques marxistas y/o pertenecientes a partidos de raíces populares), consolidan el movimiento de la medicina social latinoamericana. Esta nueva perspectiva supuso la reelaboración de los enfoques previos en materia de salud pública; el énfasis en el papel de la estructura económico-social como determinante de la salud de la población; una abierta crítica al desarrollismo como modelo para alcanzar la igualdad social y la crítica a la expansión de la medicina como industria (Nunes, 1991; Vieira da Silva, Pinell, 2014; García, 1977). Si bien este movimiento comienza a articularse a mediados de la década de 1960, fue en 1972, en la ciudad de Cuenca (Ecuador), que toma la denominación de medicina social, recuperando el concepto surgido en los grandes movimientos revolucionarios de la Europa de 1848 y agregando la referencia “latinoamericana” para subrayar el carácter local de las reflexiones (Almeida Filho, Paim, 1999) y como modo de denuncia de la dominación que suponía la relación Norte-Sur.
En el proceso de institucionalización de ese movimiento tuvieron un papel importante un conjunto de revistas que sirvieron al mismo tiempo como espacios de difusión de los nuevos enfoques, tanto de los desarrollos originales como de los referentes internacionales, y como forma de afirmación de una identidad colectiva. En orden cronológico, encontramos para la época las siguientes publicaciones: Revista Centroamericana de Ciencias de la Salud (Costa Rica); Saúde em Debate (Brasil), Salud Problema (México), Cuadernos Médico Sociales (Argentina) y Revista Latinoamericana de Salud (México). El Cuadro 1 permite apreciar las principales características de las revistas analizadas.
Al analizar los cuerpos editoriales de las cinco revistas y los autores de los artículos publicados (con o sin seudónimos), podemos notar cómo estas revistas incorporaron, articularon y posibilitaron un intercambio de ideas y de experiencias de investigación que facilitaron la construcción de una identidad colectiva durante la década de 1970 y principios de 1980, dando cuenta del proceso de demarcación científica (temático y teórico) y social por el que estaba atravesando el campo. De hecho, el papel que estas revistas tuvieron en la articulación del movimiento puede notarse en la interrelación de sus consejos académicos, donde la reiteración de los nombres da cuenta, por un lado, de las fuertes relaciones que unían a estos emprendimientos y, al mismo tiempo, de la emergencia de quienes se constituyeron en referentes del campo durante las décadas siguientes. Por ejemplo, en la Revista Centroamericana participaron Hernán Vargas y Rodrigo Gutiérrez, quienes se encontraban entre los miembros del consejo consultivo de la Revista Latinoamericana de Salud. De este consejo también formaron parte Sergio Arouca, Hesio Cordeiro, Hugo Behm Rosas, Vicente Navarro, Mario Testa, Giovanni Berlinguer, Jaime Breilh y Pedro Luis Castellanos, entre otros. A su vez, los mismos referentes se repiten como autores de buena parte de los trabajos que se publican en estas revistas. En este sentido, sobresale la figura de Juan Cesar García, quien publicó al menos un artículo en uno de los dos primeros números de cada revista (excepto en el caso de Salud Problema).
El conjunto de revistas analizadas constituye, así, un corpus a través del cual es posible analizar el campo. Dicho esto, quisiéramos hacer dos aclaraciones para poner en perspectiva nuestro objeto de estudio. En primer lugar, que el proceso de institucionalización de la medicina social no se limitó a las estrategias editoriales aquí analizadas. En este sentido, debe mencionarse también la creación de posgrados a los que estaban vinculados muchos de los autores, y en algunos casos las propias revistas. Entre ellos se destacan la maestría en medicina social, organizada por la Universidade do Estado do Rio de Janeiro (Uerj), y la maestría en medicina social, organizada por la UAM-X. Ambas funcionaron como espacios privilegiados de formación y articulación de redes de medicina social en las que el papel de Juan César García, como “busca talentos” y financiador, fue fundamental. En el contexto de estos cursos se invitó a Michel Foucault para participar como conferencista en Brasil. Sus conferencias fueron publicadas en los primeros números de varias de las revistas analizadas (Galeano, Trotta, Spinelli, 2011).
En segundo lugar, si bien estas revistas han sido los principales referentes editoriales en los inicios del campo, no es posible limitar a ellas la difusión de la medicina social latinoamericana, lo que es propio de cualquier proceso de conformación de un campo de conocimiento. En este sentido, Everardo Nunes (1991) identifica, dentro del plano internacional, algunas revistas que abordaban la relación entre salud y ciencias sociales, como Social Science and Medicine, creada en 1967; International Journal of Health Services (1971) bajo la dirección de Vicente Navarro; de Italia, la revista Epidemiologia e Prevenzione, fundada en 1976 por Giulio A. Maccacaro. También en el ámbito regional, la Revista de Administração Pública (Brasil); Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales (México), Educación Médica y Salud (OPS) y Estudios Sociológicos (México) (Nunes, 1991) a las que podemos agregar Ciencia Nueva (Argentina), entre otras, que dedicaron un espacio a la medicina social.
Revista Centroamericana de Ciencias de la Salud
Esta revista se editó entre 1975 y 1982 con un total de 23 números en 8 años. Se desarrolló en el marco de la Confederación Universitaria Centroamericana, constituyéndose en el órgano de difusión y debate de las diversas carreras que la integraban. Esa confederación era un organismo de integración de las universidades nacionales de Centroamérica, conformado por el Programa Centroamericano de Ciencias de la Salud, en el que participaban representaciones de Honduras, Guatemala, Nicaragua, Costa Rica y Panamá, y de la cual dependía la publicación.
La revista estuvo dirigida desde los primeros años por el pediatra y sanitarista chileno Jaime Sepúlveda, quien llegó a Costa Rica exilado de Chile. La revista tenía un contacto fluido con el Programa Centroamericano de Posgrado en Ciencias Sociales. Una de las figuras importantes en esta revista fue Vargas Gutierrez, decano de medicina de la Universidad de Costa Rica y miembro del partido comunista, uno de los contactos nodales de García en ese país.
De acuerdo a los entrevistados, en esos años se produjo un flujo de cientistas sociales hacia la sede de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) de Costa Rica. Allí estaba Vinicio González, odontólogo que había estudiado sociología en Flacso Chile, donde conoció a García, y que era un contacto central para Sepúlveda en el inicio de la publicación.
En el proceso de aparición de los distintos números, Sepúlveda comenta que toma contacto con distintos colegas como Juan Cesar García, Gustavo Molina - exilado en Medellín, Colombia - y con actores de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco (UAM-X). En esta revista, Juan Samaja realizó sus primeras publicaciones relacionadas con el campo de la salud a través de una serie de artículos titulados “Lógica, biología y sociología médica”, pensamiento que culmina en su libro Epistemología de la salud (Samaja, 2004). Otros actores relevantes en este proyecto fueron Luis Felipe Bekker, Hernán Vargas y Ricardo Zambrana.
Un aspecto particular de esta revista es la publicación de seminarios temáticos sobre distintos temas como la salud ocupacional y condiciones de vida del trabajador, sistemas de salud y participación popular, o el segundo Seminario Latinoamericano de Ciencia Sociales que se realiza en Nicaragua, mientras gobernaba el sandinismo. La importancia de estos seminarios, según Sepúlveda, es haber sido antecedentes de los congresos de la Asociación Latinoamericana de Medicina Social (Alames) realizados a partir de la reunión de Cuenca II (1983), en Ecuador. La revista también fue pionera en la publicación de artículos sobre salud y trabajo y sobre cuestiones ambientales. Su cierre se produjo en el marco del conflicto internacional en Nicaragua desatado por el movimiento contrarrevolucionario de la “Contra”.
Saúde em Debate
La revista fue fundada en 1976 para la difusión de actividades, bibliografía, cursos y textos vinculados al Centro Brasileiro de Estudos de Saúde (Cebes). Se buscaba desarrollar una perspectiva crítica, por fuera de lo biomédico, que incluyera los aspectos de organización del sistema sanitario. Fue clave como órgano de difusión de las ideas vinculadas posteriormente a la reforma sanitaria brasileña y fuertemente influenciada por la difusión de bibliografía propuesta por García. A diferencia de las otras revistas, presenta un desarrollo más amplio de los lenguajes gráficos, incorporando tapas con caricaturas satíricas, ya sea de la situación sanitaria o de personajes de la época vinculados a la salud (Sophia, 2013).
El carácter militante de estas publicaciones queda expresado en la siguiente anécdota. David Capistrano, uno de los referentes de los sanitaristas de San Pablo, ante la salida del primer número fue a pie hasta la imprenta y, con el primer número en la mano, le expresa a la compañera que iba junto a él: “Rosa, ¿vos sabes lo que esto significa? Esta revista es nuestra primera victoria, va a provocar grandes transformaciones” (Bastos de Paula et al., 2009, p.152). Según José Rubem Bonfim, integrante del cuerpo editorial, David Capistrano se inspiró en la revista alemana Die Medizinische Reform (La reforma médica), fundada en 1848 por Rudolf Virchow (Amarante, Rizzotto, Costa, 2015; Bastos de Paula et al., 2009). También será David Capistrano, en el año 1986, uno de los responsables de la colección de libros Saúde em debate en la editorial Hucitec que continua hasta la actualidad con más de trecientos títulos, incluyendo algunos de Henry Sigerist.
Salud Problema
Esta revista fue fundada en 1978, en el contexto de la maestría en medicina social de la UAM-X. Este proyecto universitario fue presentado por Ramón Villarreal Pérez, primer rector de la unidad, donde colaboraron Juan César García y José Roberto Ferreira. Todos ellos trabajaban en la OPS, en el área de educación para la formación de recursos humanos que dirigía el propio Villarreal, autor del prólogo de La educación médica en la América Latina (García, 1977).
En esta iniciativa, tanto en la creación de la revista como de la misma maestría, puede verse el apoyo fundamental que brindaba García a través de la OPS. De hecho, tal como señalaba Hugo Mercer (1978, p.3) en el primer número de Salud Problema, la iniciativa:
ha sido creada para satisfacer necesidades nacionales en lo que se refiere a personal especializado, como también en la producción de trabajos de investigación. Esta necesidad no es privativa de México sino que es generalizada en América Latina. Es por eso que se estableció un convenio entre OPS/OMS, la Secretaria de Salubridad y Asistencia y la UAM-Xochimilco, que posibilita la recepción de becarios de diferentes países latinoamericanos por parte de la maestría, y el envío de asesores o apoyos académicos por parte de la OPS/OMS.
El fragmento expuesto muestra el posicionamiento orientado a una difusión integral del campo de conocimientos y la ampliación del espacio académico a nivel latinoamericano. En el marco de la maestría en medicina social de la UAM-X, se realizaba todos los años el curso monográfico de medicina social, al cual asisten en 1980 Susana Belmartino y Carlos Bloch (editores de los Cuaderno Médico Sociales de Rosario). La difusión de estos cursos en los números 12 y 13 de la Revista Centroamericana de Ciencias de la Salud muestra, nuevamente, las relaciones entre los posgrados y las revistas en la institucionalización del campo.
Revista Latinoamericana de Salud
También en el contexto de la maestría en medicina social de UAM-Xochimilco surge la Revista Latinoamericana de Salud, en 1982, cuyo cuerpo editorial estuvo compuesto por los docentes y coordinadores de la maestría. A diferencia de las otras iniciativas, esta revista encaminó el trabajo hacia la editorial privada Nueva Imagen, de Guillermo Schavelzon, quien se mostró interesado en el proyecto. Esa editorial tenía ya una colección bajo el título Salud e ideología, coordinada por Eduardo Menéndez, que tuvo 13 títulos publicados.
Si bien la experiencia fue positiva, según los entrevistados, solo se editaron dos números, ya que para la editorial no resultó rentable en el contexto de crisis económica en México. Cabe recuperar la reflexión que realiza Asa Cristina Laurell, al ser entrevistada sobre el proceso de producción editorial de la época: “era todo muy lento, la comunicación era por correo postal - y el correo postal en América Latina no era de lo mejor - los textos se tipeaban en máquinas de escribir, todo ello hacía muy lenta la comunicación y el intercambio con los autores”.
Cuadernos Médico Sociales (Rosario)
Los Cuadernos Médico Sociales (CMS) de Rosario fueron creados en 1978 con el objetivo de difundir los desarrollos de la medicina social latinoamericana, y se constituyeron en un espacio de debate activo respecto de la situación del sistema de salud argentino y latinoamericano. De esta forma, la revista permitió la circulación y discusión de ideas y argumentos que atravesaron diversas generaciones, volviéndose una referencia indiscutida en diferentes ámbitos. Los CMS formaron parte de una red más amplia que buscaba integrar y homogeneizar una forma de abordar el proceso salud-enfermedad desde una perspectiva crítica y conformaron un espacio de resistencia que funcionó como nodo articulador de un pensamiento que incorporó referencias locales, latinoamericanas e internacionales en una síntesis novedosa.
Analizaremos el caso de los CMS de Rosario con mayor profundidad que los casos anteriores, a partir de tres dimensiones: (a) el contexto político dictatorial que atravesó en todo momento el desarrollo de la revista; (b) el contexto institucional donde se desarrolló; (c) los procesos editoriales que tuvieron lugar en la revista. En cada una de esas dimensiones se identifican los principales actores y se reconstruyen las estrategias que llevaron adelante.
El contexto político: la dictadura militar y las estrategias de supervivência
El surgimiento de los CMS de Rosario debe analizarse a partir de un condicionamiento fundamental: la situación de persecución política que ejerció la dictadura militar en Argentina entre 1976 y 1983. De hecho, el primer número se editó en abril de 1978, dos años después de iniciado el gobierno militar que, asumiendo la lucha contra el supuesto peligro que significaban los movimientos populares y/o de izquierda, instauró el terrorismo de Estado en el país, persiguiendo, torturando, desapareciendo y obligando al exilio a decenas de miles de personas. En ese contexto, a solo tres meses del inicio del Mundial de Fútbol con sede en Argentina, que puso los derechos humanos en el plano internacional como forma de lucha contra los crímenes del Estado, y donde instituciones, como la Academia Nacional de Medicina, apoyaban a la dictadura militar (Spinelli, 2014), el movimiento de la medicina social no encontraba espacios que alentaran su desarrollo. Al contrario, muchos de sus referentes tuvieron que exiliarse en otros países de América Latina o Europa, otros perdieron sus lugares de trabajo y se vieron obligados a atravesar un exilio interno.
Ese fue el caso de Carlos Bloch, el principal artífice de los CMS que durante la dictadura militar fue despedido de sus trabajos como docente y médico de un hospital provincial. Al respecto, su hijo menciona: “la dictadura lo volvió un sanitarista full time” (Bloch, 2013). Obligado por estas circunstancias, Bloch aprovechó su trayectoria y vínculos personales para establecerse en el Centro de Estudios Sanitarios y Sociales (CESS) de la Asociación Médica de Rosario (AMR). Desde allí creó los CMS y participó de diversas investigaciones desarrolladas sobre la historia del campo de la salud en Argentina (Belmartino et al., 1988; Belmartino, Bloch, 1994) o del mercado de trabajo médico en Rosario (Bloch, Torres de Quinteros, Belmartino, 1981).
La trayectoria de Susana Belmartino, otra referente del campo y parte del equipo de trabajo del CESS, también da cuenta del momento político institucional del país y de las características del proyecto del CESS y los CMS. En octubre de 1975 fue amenazada por la Alianza Anticomunista Argentina (“Triple A”) y, junto con treinta docentes, fue obligada a renunciar a su cargo de jefa de trabajos prácticos en la cátedra de historia contemporánea en la Universidad Nacional de Rosario. En 1978, fue contactada por Silvia Sigal, esposa de Carlos Bloch, también despedida de la Facultad de Medicina, para invitarla a trabajar en el proyecto de historia del campo de la salud (Belmartino, 2010). Ingresa con 40 años al CESS y realiza en ese marco sus investigaciones más destacadas: “me trataron bien, me escucharon, me respetaron y me sirvió para hacer contactos nacionales e internacionales”, reconoció en la entrevista.
En este contexto de persecución y cierre de oportunidades laborales, la AMR era un espacio que, por sus intereses y por su perfil público, contrarrestó las posibles represalias que podría suponer el impulso a la medicina social. Esto fue posible gracias, por un lado, a una posición ambivalente en el espacio público, donde si bien sus dirigente eran en muchos casos médicos ligados a la izquierda, en general no pertenecían a grupos que plantearan la lucha armada. Por otro lado, porque al ser una organización gremial, el verdadero interés de la dirigencia de la AMR era mantener el gobierno de la asociación y, para conservarlo, los militares no tenían que pensar que allí había militantes revolucionarios.
De este modo, la AMR brindó las condiciones de posibilidad de uno de los principales proyectos editoriales que tuvo la medicina social y se convirtió en un refugio para el desarrollo profesional del equipo responsable de la edición de los CMS. Éste estuvo ligado, en el caso de Bloch, tanto a las actividades vinculadas a la investigación y al proyecto editorial como a la gestión gremial. En el caso de Belmartino, sirvió para desarrollar una carrera académica ligada a la investigación en historia del campo de la salud. En su CV se identifican más de cincuenta artículos científicos publicados en revistas nacionales (los CMS son los más frecuentes) e internacionales, además de 11 libros. La mayoría de estas publicaciones son realizadas con investigadores del CESS entre los que se destacan, por su frecuencia, las coautorías con Bloch, Troncoso y Quinteros, entre otros.
Pese a ello, al igual que el resto del equipo profesional de los CMS, cuando intentó ingresar al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), fue rechazada, dando cuenta de otra de las marcas que la dictadura impuso en las trayectorias personales.
El contexto institucional y las posibilidades de desarrollo: la Asociación Médica de Rosario y el Centro de Estudios Sanitarios
La Asociación Médica de Rosario fue fundada en 1932 con el fin de defender los intereses de los profesionales médicos. Sin embargo, dentro de la organización también tuvieron lugar actividades de otro tipo, tal como lo refleja la creación del CESS, según acta n.13 del 26 de julio de 1973. El acta fundacional fue firmada por Osvaldo Madera, Eduardo Depaoli, Isidoro Palosky, Raúl Cárdenas; Ernesto Taboada; Carlos Alberto Toni y Silvia Sigal; allí se expresa:
El país no puede ya continuar rigiendo su labor sanitaria con las normas y organismos del siglo pasado ... la necesidad de cambio en las actuales estructuras sanitarias un tanto anacrónicas obliga a esta Asociación a empeñar todo un esfuerzo en el logro de una nueva medicina que contribuya al mejoramiento de los niveles de salud de la población (AMR, 1973, p.23).
Las actas fundacionales asignan al CESS cuatro objetivos: (1) realizar diversos estudios sobre temas destacados como problemas sanitarios y médico-sociales, organización y financiación de la salud, atención y educación médica; (2) asesorar a la comisión directiva de la AMR como órgano experto; (3) divulgar trabajos respecto de la “medicina social y salud pública”; y (4) editar una revista que funcione como forma de expresión del CESS (AMR, 1973, p.24). Y en particular, de acuerdo a lo afirmado por Bloch años después, este centro nace en la discusión de la creación del Sistema Nacional Integrado de Salud (SNIS) (Trabajo gremial…, 1993).
En marzo de 1977, luego de las consecuencias de la persecución política, Carlos Bloch es designado como director del CESS (AMR, 1977) y desde allí llevó adelante la edición de los CMS y desarrolló toda una estrategia de articulación con otros referentes de la medicina social, entre ellos, Juan César García. Un entrevistado señaló que la emergencia de los CMS se debió, al menos en parte, a que el grupo intelectual, nucleado en el CESS, consideró necesario un cambio en la estrategia política para buscar un posicionamiento vinculado a la disputa por contenidos teóricos más bien amplios, ya que las formas de lucha más tradicionales, como el gremialismo, estaban restringidas por la situación política. Esto implicó, por un lado, una gran dedicación personal por parte de Carlos Bloch. En este sentido, su hijo lo recuerda como un trabajador incansable, abocado a reuniones que se sucedían en su casa como una continuidad del CESS, donde había carpetas y libros que reflejaban la actividad tanto político gremial como editorial. Por otro lado, significó una apertura disciplinaria que le valió a Bloch el apodo de “entomólogo” entre sus colegas, ya que, según Belmartino, “buscaba bichos raros y los traía al CESS” es decir, profesional de otras áreas y orientaciones.
El apoyo y financiamiento a los CMS se dio en un momento de aumento en la disposición de recursos por parte de la AMR, debido al crecimiento de afiliados que tuvo lugar en los primeros años de la década de 1970, que pasó de 711 miembros a 1.141 entre agosto de 1972 y agosto de 1974, lo que representa un incremento del 60% en dos años (Asociación, 1974). Esto fue consecuencia de la importancia que adquirieron las organizaciones gremiales en el cobro de los aranceles profesionales en el marco de lo que Belmartino y Bloch (1994) denominaron “pacto corporativo” entre la Confederación Médica de la República Argentina y la Confederación General del Trabajo (responsables de la administración de los fondos de la seguridad social) y de las grandes ganancias que se derivaban del manejo financiero de estos recursos.
En definitiva, Carlos Bloch logró construir, en el seno de la AMR. una estabilidad institucional que no fue posible en otros espacios, en base a una ardua dedicación y a su capacidad de manejo político al interior de la asociación. De hecho, era considerado por los entrevistados como el cerebro de la AMR: aunque nunca fue secretario general. Su despacho era el punto de reunión de la gente. Según Belmartino, “Bloch tenía mucho poder dentro de la asociación y yo creo que lo manejaba muy bien porque nunca se enfrentaba directamente con nadie, trataba de rodear el problema y sacarlo adelante”.
Al interior de la AMR, la estabilidad política se sustentó en estrategias inclusivas de las distintas facciones de la corporación médica. Así, la AMR incorporaba a la comisión directiva a algunos integrantes de listas opositoras en cada elección, como fue el caso de Hermes Binner, socialista, que luego fue secretario de salud e intendente de Rosario (1995-2003), gobernador de Santa Fe (2007-2011) y candidato a presidente en 2011. Esta estrategia permitió que el Movimiento Lista Asociación - del cual Bloch es cofundador - se mantuviera al mando de la AMR desde los años 1970 hasta la actualidad. Esa estabilidad posibilitó un clima de trabajo fecundo para los CMS. En este sentido, Belmartino recuerda a la AMR como: “una asociación muy generosa, una institución con muy buenos criterios de trabajo que buscaba mantenerse en el poder sin claudicar de sus principios. La AMR estaba, en un principio, en total acuerdo con nosotros, cuando Osvaldo Madera - el secretario general - y Eduardo Dipaoli - miembro del consejo - venían y discutían con nosotros … después cuando la comisión directiva fue mezclándose, comenzaron las críticas”.
Este apoyo no significaba que la AMR se hubiera identificado abiertamente con la medicina social, o haya incorporado a los CMS como un proyecto central entre sus objetivos. De hecho, a pesar del destacado lugar que tenía Bloch en la AMR y la importancia de los CMS en América Latina, en el contexto de la Asociación y de sus grupos profesionales, los CMS pasaban a menudo desapercibidos. Al respecto, Belmartino señala que en algún momento organizaron reuniones de divulgación “y lo que nosotros decíamos no lo habían leído”.
Este apoyo, de hecho, comenzó a ser cuestionado cuando los recursos disponibles en la AMR disminuyeron en la década de 1990, tras un rediseño de la gestión de contratos profesionales. En ese momento, comenzaron a incrementarse las críticas de la comisión directiva al CESS, por lo que comienzan las dificultades económicas para sostener el proceso editorial, lo que desembocó en la suspensión de la publicación en 1995, marcando el fin de una primera etapa de los CMS de Rosario. Tres años después, en 1998, a instancias de un grupo de investigadores que plantearon una forma de organización y distribución que no generara gastos para la AMR, de acuerdo a Belmartino, los CMS vuelven a publicarse hasta 2002, donde la crisis económica del país marcó el cierre definitivo de la publicación.
Sin dudas, además de las condiciones materiales brindadas por la AMR, la continuidad y estabilidad de los CMS tuvo como uno de los principales sostenes un sólido equipo profesional dedicado en tiempo completo, que cobraba el equivalente a un cargo full-time de la Universidad. En este sentido, además de Carlos Bloch, la creación del CESS y de los Cuadernos Médico Sociales (CMS) contó con la colaboración y participación de Osvaldo Madera, secretario general de la AMR; Eduardo Dipaoli, miembro del consejo directivo; María del Carmen Troncoso y Zulema Quinteros, consultoras de la OPS que se dedicaban más a la investigación. De esas investigaciones se publicaron algunos artículos en los CMS. A ellos se sumó, un año después, la historiadora Susana Belmartino.
Los procesos editoriales
Las decisiones editoriales que marcaron el contenido de los CMS estuvieron a cargo de Carlos Bloch, quien desarrolló una serie de estrategias orientadas a la obtención, edición y difusión de los materiales, combinando distintos criterios. En primer lugar, Bloch planteó como objetivo de la revista la difusión entre los médicos del pensamiento de la medicina social, de allí que en los primeros números se publicaran pocos artículos inéditos y, en su mayoría, trabajos de autores que no siempre se conocían y que les acercaban desde el exterior. De acuerdo a Belmartino, la publicación de los primeros artículos estuvo muy marcada por la red de contactos personales de los miembros del CESS, desarrollada fundamentalmente por medio de la actividad gremial y también durante las consultorías que realizaron para la OPS - donde García cumplía un rol central para conseguirlas - oportunidad en la que pudieron conocer a algunos referentes de otros países. Aquí fue clave la experiencia de Bloch, así como la de Troncoso, quien también se había desempeñado en la OPS y había trabajado con Juan César García. Susana Belmartino menciona que: “García era amigote, y estaba en OPS, imagino que fue el que nos consiguió el financiamiento del primer proyecto para los primeros libros”.
De este modo, Bloch también contactaba potenciales autores por carta - ese fue el caso de Mario Testa - y los invitaba a presentar artículos. Belmartino señaló que Bloch también usaba mucho el teléfono en esos procesos de articulación y que, además, “él se pasaba el día leyendo, sus amigos en la AMR le decían librito. Él organizó la hemeroteca de la AMR y así entre las revistas clínicas llegaban las revistas relacionadas a la medicina social”.
Esta estrategia de difusión implicaba no considerar criterios fundamentales para el campo de las publicaciones académicas actuales, tales como la originalidad y la evaluación por pares. En los primeros años, la decisión de publicación era tomada por Bloch. Él era el que leía y seleccionaba los artículos que llegaban (originales o ya publicados) y elegía los que le resultaban interesantes para su publicación. Esta selección implicaba, en algunos casos, un proceso de edición, como otra muestra más de las estrategias de supervivencia en épocas de represión. Tal como relata Belmartino, era necesario tener cuidado de no caer en posibles censuras y, para ello, si había alguna palabra que pudiera irritar a la dictadura - conceptos de origen marxista - se la cambiaba en función de publicar el texto.
Pero sin dudas, lo que más deja al descubierto hasta qué punto el desarrollo del proyecto editorial entraba en tensión con la realidad política son las estrategias de ocultamiento de la identidad que debían seguir algunos autores. La frase publish or perish tiene su origen en 1942 (Garfield, 1996), aunque se haya popularizado en las últimas décadas y expresa la presión de la academia para que los investigadores publiquen. Pero en el contexto de este artículo merece ser reformulada como publish and perish, para expresar el peligro que significaba para los editores y autores la publicación de sus ideas. Por tal razón, era frecuente que publicaran bajo seudónimos. Por ejemplo, Juan Cesar García publicaba bajo el seudónimo de Aureliano Mierr en relación a Aureliano Buendía, personaje central en la novela de García Márquez Cien años de soledad. Es con ese seudónimo (o utilizando el de “Brenda Starr” en alusión a una periodista aventurera, protagonista de una historieta de la época), que García hace públicos sus textos que, con posterioridad, recuperaron su verdadero nombre en varias de las revistas analizadas y/o en libros. En los CMS de Rosario, Mario Testa publicó bajo el seudónimo de Paulo Alexandre, que remite a los nombres de sus dos hijos y José Carlos Escudero con el de Martín Sabelli, en homenaje a María Angélica Sabelli, guerrillera de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), fusilada en la Base Naval Almirante Zar, en la masacre de Trelew y Martín en homenaje a Martín Fierro (personaje central del escritor argentino José Hernández). También Carlos Bloch y Susana Belmartino usaron seudónimos para publicar acerca de la política sanitaria del gobierno de la dictadura militar: en la Revista Centroamericana de Ciencias de la Salud aparecen como Carlos Alarcón y Susana Balmaceda en un claro homenaje al tango (Balmaceda, Alarcón, 1979). Esta práctica editorial, que hoy resultaría extraña, señala el terror existente en América Latina en aquellos años.
Organización, edición y contenido
Los costos de edición y el trabajo técnico que conlleva la publicación de una revista (edición, corrección, diagramación, impresión, distribución) suelen ser los principales obstáculos para lograr una periodicidad en los emprendimientos editoriales. En el caso de los CMS, estas tareas fueron resueltas de un modo diferente en cada una de las dos etapas de la revista (1978-1995 y 1998-2002). En los primeros años, fueron asumidas por el equipo del CESS, principalmente por Carlos Bloch y Victor Aliprandi, con el apoyo financiero de la AMR para la impresión y distribución. De hecho, la AMR tenía una imprenta donde se realizaba la revista institucional, y que también se encargó de la impresión de los CMS. En este esquema, los primeros números tuvieron una impresión más rústica (hojas abrochadas con tapas de cartulina en blanco y negro), mientras que la característica tapa azul fue introducida en 1980, en el número 12. A partir de allí, la similitud con los Cuadernos Médico Sociales de Chile ya no es solo de nombre, sino también de formato y color de tapa, aunque esta relación no apareció en el relato de ningún entrevistado.
Dentro de este esquema, la revista alcanzó una importante regularidad en su publicación. La periodicidad, aunque no llegó a cumplir el objetivo de la aparición mensual planteada inicialmente (AMR, 1978), osciló entre la publicación de tres y cuatro números anuales, salvo en 1978 y 1979 cuando se publicaron seis números por año. Esto significó la publicación de 332 artículos durante su primera etapa (1978-1995).
La segunda etapa de la revista, entre 1998 y 2002, implicó un cambio de estrategia en relación con las tareas de edición y distribución. A partir de la renuencia de la AMR a seguir asumiendo esos costos, la revista vuelve a aparecer, según Susana Belmartino, “a partir de que un grupo de investigadores le planteamos a Carlos [Bloch] que íbamos a conseguir una distribución que no generara gastos”. Esto implicó, en términos prácticos, que una imprenta externa a la AMR se hiciera cargo de todo el proceso de edición, impresión y encuadernación. Como resultado, se obtuvo un salto cualitativo técnico en la edición, mejorando la calidad del papel y la confección, y variando también la periodicidad, ya que la revista pasó a ser semestral hasta su cierre en 2002, período en el que se publicaron 65 trabajos.
Aun con las limitaciones señaladas, la revista tenía numerosos canales de distribución: los asociados a la AMR, por suscripción o envío de cortesía a hospitales, centros asistenciales u otros lugares vinculados a la salud pública e integrantes de las corrientes de la medicina social. La distribución se hacía vía correo, ya que existía un convenio por el cual el costo de envío era casi nulo. Esto permitió, de acuerdo a todos los entrevistados, una importante presencia de los CMS en diversos ámbitos vinculados al sindicalismo y, sobre todo, a la docencia en salud, ámbito en el que “los cuadernos azules”, como los reconocían algunos de sus lectores, se volvieron material común de consulta, discusión y referencia obligada. Hugo Mercer reconoce en los CMS un trabajo monumental, que hizo que sus artículos fuesen referencia para distintos sectores, incluso para sanitaristas tradicionales, en los que los aportes de Susana Belmartino, con sus conocimientos de historia y su rigor metodológico, fueron fundamentales.
En cuanto al contenido de la revista, las decisiones editoriales de Bloch hicieron de los CMS de Rosario un espacio de difusión que reflejó las múltiples perspectivas teóricas y temáticas que se integraban dentro de la medicina social latinoamericana, en un momento de expansión y redefinición del campo en relación con los objetos, abordajes disciplinarios y teóricos que los conformaban.
De este modo, se pueden encontrar trabajos relacionados con una perspectiva marxista, pero también de otras miradas críticas sobre el sistema de salud que incluían corrientes tales como el interaccionismo simbólico o la antropología médica estadounidense (Castro, 2011; Menéndez, 2009). Esta heterogeneidad también se observa en la procedencia de los artículos donde se mezclan representantes de las escuelas europeas (sobre todo francesa e italiana) con autores latinoamericanos y, en menor medida, documentos de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y Organización Mundial de la Salud (OMS).
Así, en los primeros años se destaca la presencia de autores como Michel Foucault, de sanitaristas y epidemiólogos de reconocida trayectoria internacional como Halfdan Mahler, Jean Clavreul, André Pierre Constandriopoulos, Mario Timio, Giovanni Berlinguer, Thomas Bodenheimer, Milton Terris y sanitaristas argentinos y latinoamericanos (exiliados o no) como Aldo Neri, Floreal Ferrara, Jorge Katz, Carlos Canitrot y Emiliano Galende, a los que debemos sumar a varios de los integrantes de los cuerpos editoriales de las otras revistas analizadas, ya mencionados.
El contenido temático de la revista refleja, también, los principales intereses que demarcaban el campo de la medicina social latinoamericana. A partir de los artículos publicados se puede, de hecho, reconstruir un amplio abanico de preocupaciones: los orígenes de la medicina social, la formación de los médicos, las estrategias de atención primaria, el papel de la seguridad social y las “obras sociales”, los distintos modelos de seguro de salud, la evolución de la relación médico paciente, el avance de la industria farmacéutica y su poder corporativo, el desarrollo de la tecnología médica, la crítica a las terapias psiquiátricas tradicionales, la salud en el trabajo, son los principales temas de la revista. A ellos deben sumarse, además, las contribuciones del equipo del CESS sobre política e historia del sistema sanitario argentino.
Consideraciones finales
Las revistas analizadas reflejan algunas de las principales características del campo de la medicina social latinoamericana en un momento temprano de su proceso de institucionalización. En particular, se refleja en estos emprendimientos el carácter híbrido de ser, al mismo tiempo, un espacio de “reflexión” y de práctica (Almeida Filho, Paim, 1999) donde la intervención política en materia sanitaria era tanto o más importante que la mera producción de conocimiento (que quedaba subordinada, en todo caso, a las posibilidades de intervención social). De allí que no sea conducente analizar estas revistas como meros emprendimientos académicos, ni analizar las estrategias de conformación de este espacio con los parámetros clásicos de institucionalización de otras disciplinas científicas.
En ese proceso de institucionalización, dado el momento histórico de su producción, las revistas analizadas cumplieron al menos dos funciones centrales: por un lado, como órganos de difusión de trabajos no originales que servían como una estrategia de divulgación pero, principalmente, como una forma de marcar los límites de los intereses del campo y, al mismo tiempo, como espacio de difusión de la producción de conocimiento original de la medicina social latinoamericana, aportando a la consolidación de un colectivo de autores y lectores.
Distintos factores comunes atravesaron las experiencias analizadas. Como elemento más importante, destacamos el fuerte condicionamiento de los procesos políticos en los que se desarrollaron. En primer lugar, por el ámbito de represión de las dictaduras militares en el territorio que implicaron la persecución y el exilio de buena parte de los referentes del movimiento, en su mayoría formal o informalmente ligados a partidos o movimientos populares y/o de izquierda. Ligado a ello, como respuesta en un plano más subjetivo, por la conformación de fuertes redes de solidaridad y articulación entre los protagonistas de esta historia, que implicaron la construcción de espacios de trabajo en los diferentes países en los que se presentaron oportunidades propicias. Tanto en la conformación de estas redes como en la concreción de estas oportunidades (ya sea por la disposición de recursos a través de la OPS, ya sea a través de un apoyo simbólico y político fundamental) destacamos la figura de Juan César García.
Como hemos marcado, Juan Cesar García es, indudablemente, un gran articulador de todos estos procesos editoriales de manera directa y/o indirecta. La presencia de artículos suyos en los primeros números de todas las revistas y su apoyo en los procesos de articulación de autores y editores es claro. Era el organizador de una red con nodos que se fueron fortaleciendo con el tiempo, mientras otros desaparecieron. Estas redes permitieron, en el contexto de las dictaduras latinoamericanas, cobijar a numerosos profesionales, brindando ámbitos técnicos de socialización como jornadas científicas o instituciones gremiales y recursos para su subsistencia por medio de consultorías en organismos internacionales.
Otro elemento común fue la dificultad que mostraron estos proyectos editoriales para superar la dependencia de esfuerzos personales y constituirse en proyectos institucionales de largo plazo. La escasez de recursos tecnológicos para la edición, la imposibilidad de profesionalizar esos procesos, la inestabilidad en la financiación y las dificultades en la distribución y comercialización fueron obstáculos difíciles de sortear en la mayoría de los casos. En general, los primeros números de las revistas fueron muy rudimentarios desde la cuestión editorial, consiguiendo con el tiempo mejorar esas características.
A medida que la medicina social se fue institucionalizando, consolidando espacios de formación y de actuación profesional, el papel de las publicaciones del campo se fue modificando. Las revistas que sobrevivieron modificaron sus criterios originales, incorporando prácticas características de las revistas científicas (revisión por pares a doble ciego, indización, exigencia de originalidad). Esto llevó a que el criterio eminentemente político de sus inicios fuera complementado con criterios más técnicos, científicos y editoriales.
La importancia de estas revistas es que lograron conformar un marco articulador de un campo de conocimientos, inspirando a otras revistas de la medicina social y/o la salud colectiva. Hoy, algunas de las revistas analizadas, y otras que las sucedieron, se han convertido en revistas científicas indizadas que constituyen un número importante de las publicaciones que integran, por ejemplo, Scielo Salud Pública y, a nivel internacional, las principales bases de bibliografía científica
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Fechas de Publicación
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Publicación en esta colección
Oct-Dec 2017
Histórico
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Recibido
01 Mar 2016 -
Acepto
01 Oct 2016