Resúmenes
Resumen Este artículo busca comprender las diferentes formas y trayectos que adquiere el desplazamiento forzado en Colombia, las estrategias usadas durante dicho desplazamiento y sus consecuencias en los papeles de género. Se utilizaron datos obtenidos mediante entrevistas semiestructuradas a mujeres y hombres víctimas del conflicto armado y que experimentaron el desplazamiento forzado. La investigación muestra tres patrones de desplazamiento que se entrecruzan y relacionan debido a las contingencias que el conflicto armado plantea, así como a la historia de desplazamientos en el país y la manera cómo los individuos afrontan este fenómeno. Tanto hombres como mujeres generan estrategias y modifican sus roles en un desplazamiento que resulta desgastante y costoso en términos psicológicos, económicos y sociales.
Palabras clave: Colombia; conflicto armado; desplazamiento forzado; género; estrategias de movilidad
Abstract This paper attempts to understand the forms and trajectories of forced displacement in Colombia, the strategies deployed during those trajectories, and their consequences in terms of gender roles. It makes use of data obtained through semi-structured interviews with female and male victims of the armed conflict who underwent forced displacement. The research reveals three intertwined and interrelated patterns of displacement according to the particularities of the armed conflict, as well as the history of displacement in the country and the ways in which people respond to that phenomenon. Both men and women develop strategies and adapt their roles in the context of a displacement that is psychologically, economically, and socially exhausting and costly.
Keywords: Colombia; armed conflict; forced displacement; gender; mobility strategies
Introducción
El desplazamiento forzado se ha convertido en uno de los fenómenos sociales más graves y desafiantes de la humanidad en estas primeras décadas del siglo XXI. En la actualidad son más de 82,4 millones de desplazados afectados por los conflictos armados, la persecución y el abuso a los derechos humanos en países de África, Oriente Medio, Europa y América Latina. El desplazamiento forzado interno alcanza los 48 millones de personas para 2020 (ACNUR, 2021). Para el caso colombiano, gran número de víctimas del conflicto han tenido que migrar sin traspasar las fronteras nacionales. Movilidad relacionada con las rutas, itinerarios de viaje al lugar de destino y retornos, así como duración, frecuencia, intensidad y motivos (Freidenberg y Sassone, 2018), los cuales se manifiestan en el desplazamiento forzado.
Este fenómeno migratorio es derivado del conflicto armado vivido en Colombia por más de cincuenta años. El desplazamiento forzado es el hecho que más víctimas causa en el país con cerca de 9 millones de personas que han tenido que abandonar sus regiones debido a la violencia (ACNUR, 2021). Esta migración forzada ha marcado la historia reciente de Colombia, no es un fenómeno pasajero y puede perdurar en el tiempo, entre otras cosas por las dificultades de retorno, reasentamiento o reconstrucción de vida de las víctimas.
Teniendo en cuenta que el desplazamiento forzado supone una serie de vicisitudes, transformaciones y daños tanto para mujeres como para hombres y sus familias, para nosotros es importante analizar cómo se desarrolla el desplazamiento forzado interno en sus diferentes trayectos, las estrategias utilizadas y la configuración de los roles de género en ese transcurrir migratorio. Son pocos los trabajos que analizan las diferentes formas del desplazamiento forzado en Colombia y lo que ocurre con los roles de género, así como las estrategias que tanto hombres como mujeres utilizan para enfrentar este fenómeno (Segura y Meertens, 1997; Naranjo, 2001; Villa, 2006; Centro de Memoria Histórica, 2011).
Desde esta perspectiva y considerando la manera como se presentan los desplazamientos forzados, tanto en el tiempo como en el espacio, nuestra propuesta temática y su desarrollo giran en torno a tres patrones de desplazamiento forzado, así como la forma en que mujeres y hombres afrontan y crean estrategias para realizar este tipo de migración. Lo que encontramos es que la migración forzada no se da de forma lineal y sí se evidencia como un acontecimiento de múltiples desvíos, idas, venidas, retornos fallidos e incertidumbres respecto a la estabilidad o el asentamiento que resultan desgastantes y costosos en términos económicos, psicológicos y sociales. Tanto mujeres como hombres han de generar estrategias y modificar sus roles, imponerse a los estereotipos de género o reafirmar los ya establecidos, en un desplazamiento forzado que adquiere diferentes formas y trayectorias.
El conflicto armado colombiano
El conflicto armado en Colombia es de larga data y ha tenido diversas consecuencias sobre la población civil. Conflicto en donde se interrelacionan varios tipos de factores que nutren su reproducción: las ideologías justificadoras de la violencia, las exclusiones políticas, económicas y sociales, la producción y el tráfico de drogas, el peso de intereses económicos y el empleo de la guerra como modus vivendi (Valcárcel, 2007; Soledad, 2009). Dicho conflicto presenta aspectos de una guerra no convencional.
Los principales actores armados involucrados han sido: las guerrillas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP), el Ejército de Liberación Nacional (ELN), los grupos paramilitares de extrema derecha y las acciones armadas de bandas criminales. Tras la prolongada lucha con las guerrillas de las FARC-EP, en 2016 se alcanzó un acuerdo final con este grupo insurgente, acuerdo denominado modelo de inclusión de género, que busca garantizar los derechos y la participación política de las mujeres. Sin embargo, el conflicto no ha terminado con las negociaciones y la desmovilización de estas guerrillas, aún persiste la acción de otras insurgencias como el ELN, las disidencias de las mismas FARC-EP y algunas organizaciones criminales que se reacomodaron tras la desmovilización de los grupos paramilitares en 2006.
Actualmente, el país se ha entrado en una etapa conocida como posconflicto, fase posterior a la firma de los acuerdos de paz con las FARC-EP. En esta etapa de transición, la violencia y no violencia no pueden ser fácilmente demarcadas, las hostilidades adquieren otras formas y puede haber una tendencia a la reanudación de la violencia como se ha venido evidenciando en la actualidad.
El conflicto armado colombiano entre 1958 y 2020 ha dejado 265.505 víctimas fatales, 4513 desde la firma del acuerdo de paz con las FARC-EP (ANADOLU AGENCY, 2020). El hecho que más víctimas causa es el desplazamiento forzado y desde la firma del acuerdo de paz, se han registrado más de 400.000 nuevos desplazados internos (ANADOLU AGENCY, 2020) lo que dice mucho respecto a un problema que sigue afectando al país.
El desplazamiento forzado y sus diferentes abordajes
El desplazamiento forzado se ha explicado enfatizando sus consecuencias y efectos sobre la familia y sus recursos (Fiala, 2009), abordándolo como una crisis humanitaria (Lischer, 2007) y analizando la propensión de las familias desplazadas a caer en la pobreza (Ibañez y Moya, 2007).
Los conflictos violentos afectan los patrones de migración forzada de formas diferentes y dependiendo de las áreas de influencia de los grupos armados (Lubkemann, 2005) estos estructuran y motivan las formas como se producen los desplazamientos forzados rurales e intraurbanos (Cantor, 2014; Salazar, 2014; Duriez, 2019). Hablamos de una movilidad de población vulnerable que bajo coacción de grupos armados en conflicto huyen ya sea individual, familiar o masiva (Salazar, 2014) teniendo etapas de expulsión, dispersión, segregación e integración (Steele, 2019). El desplazamiento rara vez es fijo en el tiempo y dependiendo de la situación, puede ser una salida por solo un periodo o involucrar situaciones prolongadas e instancias de varios periodos de desplazamiento (Muggah, 2000).
En Colombia el desplazamiento forzado es extensivo, recurrente y continuo; que combina éxodos familiares e individuales, silenciosos y no visibles, con desplazamientos masivos que ponen en marcha pueblos enteros y pequeñas colectividades locales (Naranjo, 2001). También se ha clasificado el desplazamiento forzado en el país de dos formas: tipo éxodo masivo y tipo disperso (Centro de Memoria Histórica, 2011). Segura y Meertens (1997), hablan de éxodos organizados por comunidades enteras y otros desplazamientos a cuentagotas por acciones violentas selectivas.
Respecto al retorno de las víctimas a su lugar de origen, implica cálculos sobre cuestiones de seguridad y maximización de recursos a largo plazo (Ross y Hägerdal, 2020), hacerlo sin garantías es una opción desfavorable ya que implica un ciclo de desplazamientos agotadores a diferencia de la integración local y el reasentamiento (ACNUR, 2021), pero el reasentamiento también puede generar dificultades cuando continua la persecución a las víctimas (Steele, 2019), con efectos negativos sobre las minorías y pueblos indígenas (Muggah, 2000), por otro lado, el retorno se hace difícil por la complejidad de las zonas que sufrieron la guerra y el retraso en la recuperación tras los acuerdos de paz (Jacquot, 1998).
Los estudios que analizan los papeles de género desde un enfoque diferencial para hombres y mujeres, destacan el rol de estas últimas en el afrontamiento, las demandas que impone la migración forzada y las responsabilidades a las que ellas tienen que hacer frente (Gururaja, 2001; Mertus, 2003; Fiddian-Qasmiyeh, 2014), así como la transformación en los roles y relaciones de poder entre géneros durante el desplazamiento (Meertens, 2000; Jolly et al., 2005; Ibañez et al., 2011). Del mismo modo, es importante resaltar la toma de decisiones de las mujeres en la planeación del éxodo considerando las estrategias migratorias y la protección de sus familias (Jolly et al., 2005). Específicamente para los hombres, Dolan (2003) destaca cómo durante desplazamiento forzado es muy complicado para ellos cumplir con su papel de proveedores y protectores.
Por otro lado, tanto hombres como mujeres están en riesgo durante su viaje y en los lugares a donde llegan, sufriendo en ambos casos violencia de género (Tognetti y Jackson, 2017). En este mismo sentido, existen evidencias que confirman las consecuencias negativas de los desplazamientos prolongados sobre hombres y mujeres en aumento de la pobreza, desnutrición y analfabetismo (Tognetti y Jackson, 2017). Mujeres y hombres enfrentan crisis de identidad y no siempre cuentan con medios adecuados para afrontar la etapa de transición y la superación de los impactos del desarraigo (Di-Colloredo et al., 2007).
Sin embargo, el desplazamiento es un espacio potencial de cambio y empoderamiento de género debido a la ruptura de los sistemas tradicionales y la reconfiguración de la división social del trabajo (Fiddian-Qasmiyeh, 2014). Así, la inserción en el mercado laboral urbano tiende a inclinarse a favor de las mujeres, mientras las actividades factibles para los hombres en la ciudad ofrecen poca continuidad con lo que hacían en el sector agropecuario (Kesmaecker-Wissing y Pagot, 2015). Por último, se destaca que las pérdidas para hombres y mujeres por el desplazamiento son difíciles de establecer pues las diferencias de género definen rutas diferentes para hombres y mujeres (Segura y Meertens, 1997; Jolly et al., 2005).
Metodología
Para esta investigación fue utilizado el enfoque cualitativo ya que se consideran las apreciaciones, así como las experiencias de quienes viven y son actores de la realidad social que busca ser analizada (Martínez, 2006). El paradigma epistemológico utilizado es el fenomenológico pues permite situarse en el marco subjetivo de las personas que viven y experimentan una realidad particular.
El trabajo de campo comenzó en febrero de 2016 y se extendió hasta mediados de este mismo año en una fundación que presta atención a víctimas del conflicto armado en Bogotá llamada Famig (Fundación de Atención al Migrante). La segunda etapa comenzó a finales de 2016 hasta 2018, en una fundación llamada Corporación Claretiana Norman Pérez Bello que presta atención psicosocial a víctimas de crímenes de estado en Bogotá y otras regiones del país. En la tercera inmersión en el campo, que comenzó en 2019 y se mantuvo hasta 2020, el foco estuvo puesto en entrevistar a hombres. Para conseguir este objetivo se continuó con el trabajo en la Corporación Norman Pérez Bello y se realizaron viajes a otras regiones del país a los departamentos de Cauca, Caquetá y Tolima.
Durante el trabajo de campo se acompañaron diversas actividades realizadas por las instituciones que incluían talleres con enfoque psicosocial, espacios de capacitación para los beneficiarios del programa de atención a víctimas, así como el acompañamiento en procesos de reclamación de derechos por parte de algunas víctimas de crímenes de Estado.
En la realización de las entrevistas y el abordaje de temas sensibles que pudieron despertar dolor y sufrimiento, se mantuvo una estrategia de atención flotante para anticipar las reacciones de los sujetos y realizar contención en casos de crisis. Se indagó con algunos profesionales de las instituciones, psicólogas y trabajadoras sociales, sobre la situación actual y el pasado de las personas, esto con el fin de abordar la entrevista y atender a los factores de vulnerabilidad. Destacamos que los nombres de los entrevistados no son reales y se utilizaron seudónimos para proteger su identidad.
Este trabajo de investigación surgió del interés por el conflicto que viene afectando al país, así como comprender el trasegar de las víctimas y la manera como estas personas han ido superando sus dificultades pese a los hechos violentos.
Para la selección de la muestra, se utilizó el muestreo no probabilístico intencional (Otzen y Manterola, 2017). El plan de selección de las personas a entrevistar se realizó de acuerdo con las variables importantes en relación al tema estudiado. En este caso, mujeres y hombres víctimas del conflicto armado colombiano, que se encontraban en condiciones de desplazamiento forzado y recibían asistencia por dicha condición. En total se realizaron 43 entrevistas semiestructuradas. Se entrevistaron 25 mujeres entre 18 a 65 años. La mayoría de estas mujeres entrevistadas provenían de los departamentos de Tolima, Bolívar, Caquetá y Cauca. La mayoría de las mujeres entrevistadas eran trabajadoras agrícolas, 15 de ellas. Tres eran líderes comunitarias, tres amas de casa, tres tenían formación profesional o técnica y una era comerciante. De las mujeres entrevistadas 21 eran mestizas, una indígena y tres afrocolombianas. La mayoría de estas mujeres, 21 en total, estaban en unión libre, es decir, vivían con una pareja pero no estaban casadas, tres eran madres solteras con hijos y una mujer que dijo ser soltera.
De igual manera se entrevistaron a 18 hombres entre 20 a 65 años. La mayoría de hombres provenían de los departamentos de Caquetá, Bolívar y Meta. La mayoría de estos hombres, 10 de ellos, trabajaban en el campo, tres eran desmovilizados de los grupos armados ilegales, los otros hombres entrevistados eran: tres líderes comunitarios, dos comerciantes, un albañil, un mecánico y un hombre con formación profesional. De estos participantes 16 eran mestizos, un afrocolombiano y un indígena; 15 estaban en unión libre, convivían con sus parejas en sus lugares de origen, sin estar casados, y tres eran solteros.
El análisis de los datos mantuvo la identificación y vinculación de categorías analíticas. Pensando de esta manera, se basó en la descomposición de unidades constituyentes para encontrar temas y patrones característicos. De esta manera, se establecieron códigos y categorías para luego comenzar a generar algunas definiciones, construir mapas conceptuales e identificar significados en las narrativas. El análisis en general se desarrolló teniendo en cuenta tres fases: codificación abierta, codificación axial y codificación teórica, según el esquema de la teoría fundamentada en los datos (Strauss y Corbin, 2002). El tratamiento transversal de los datos se desarrolló utilizando el método de comparación constante.
Modalidades del desplazamiento forzado
El desplazamiento puede presentarse entre áreas rurales, del campo a la ciudad y el desplazamiento pendular del tipo campo-ciudad-campo con retorno a la ciudad. La modalidad campo-campo caracterizó las etapas más críticas del conflicto armado en la década de los 90 y principios del siglo XXI, sin embargo, todavía persiste, aunque en menor medida. Se realiza en distancias cortas y dentro de los territorios del conflicto armado sin la intención de huir a las grandes ciudades, se desarrolla de manera intempestiva y generalmente involucra a varios grupos de familias.
En segundo lugar, los desplazamientos del campo para la ciudad han estado presentes a lo largo del conflicto armado, modalidad que se ha acrecentado en la actualidad debido a las nuevas dinámicas del conflicto, más volátiles y sin mayores incursiones armadas. En general, se piensa en distancias más largas y se busca cierta estabilidad en las zonas urbanas. La violencia es un factor determinante, pero también son importantes las condiciones sociales de origen y las características prevalecientes de los mercados de trabajo en la ciudad (Paes-Machado, 1992) a la hora de tomar decisiones. Este tipo de salida, que no involucra a grandes grupos, es dispersa, silenciosa y no ocurre de forma abrupta, hay un tiempo mínimo para tomar la decisión y planear algunas estrategias de huida.
En tercer lugar, los desplazamientos pendulares se dan en la actualidad debido al efecto combinado de la saturación de los mercados urbanos de trabajo y la expectativa de retorno de las víctimas a sus lugares de origen luego de la firma de los acuerdos de paz. Aquí las personas no siempre encuentran garantías para tal retorno y tienen que volver a la ciudad.
Aunque estas tres formas están conectadas, debido a las circunstancias del conflicto armado, la historia de migraciones en el país y las experiencias de afrontamiento de los sujetos, presentan especificidades que son causa y consecuencia de las estrategias de movilidad de las víctimas del conflicto armado. A continuación, abordamos las estrategias, medios, planes y acciones de mujeres y hombres para huir de las zonas de conflicto buscando salvaguardar sus vidas y reiniciar proyectos en nuevos ambientes, teniendo como telón de fondo las modalidades de desplazamiento forzado mencionadas.
Desplazamiento entre zonas rurales
En este apartado nos vamos a referir a un tipo de salida de tipo campo-campo y que se hace por lo general de forma intempestiva. En este caso, las personas huyen debido a diversas incursiones de los grupos armados: combates entre facciones, disputas territoriales por el control de las rutas de narcotráfico y acciones que involucran asesinatos o masacres.
Las estrategias de desplazamiento para enfrentar estas situaciones provocan cambios importantes en el patrón de movilidad socio espacial de hombres y mujeres en las zonas rurales. En la estructura campesina tradicional, los hombres salían para trabajar fuera mientras las mujeres quedaban al cuidado del patrimonio y de sus hijos, pero desde la exacerbación del conflicto armado ha ocurrido lo contrario. Lo que se evidencia en los relatos es que para algunos hombres es más difícil abandonar sus bienes y pertenencias, tratan de permanecer en la región de conflicto a pesar de la amenaza de los grupos armados y en el caso de las mujeres entrevistadas, en su mayoría prefieren irse con sus hijos a lugares más seguros:
A mí me tocó salir sola, él dijo que se quedaba pues no tenía nada que ver con ellos [guerrilleros], yo le decía que iban a venir y quemar la casa, a mí sí me dio mucho miedo, saqué fuerzas de donde no tenía y salí con los niños y lo poco que tenía (Ana, 2017).
Estas mujeres manifiestan que su mayor preocupación es el cuidado de sus hijos, para ellas huir es la opción más factible y la toma de decisiones en estos momentos críticos es fundamental. Así, influyen en las decisiones ante la amenaza, y su papel es primordial en el por qué y cómo se toma dicha decisión, así como en los impactos que dicho desplazamiento tiene en su círculo familiar. Su noción del riesgo de ataques directos o accidentales moviliza las acciones de huida y protección:
Cuando eso pasa, uno piensa es en sus hijos, mi marido decía que nos quedáramos, que eso no era peligroso, yo le dije que esa gente [paramilitares] nos querían matar, porque ya habían matado a muchos de las fincas vecinas y venían por nosotros. Ahí fue cuando aproveché y me salí de allá sin nada encima (Ana, 2017).
La búsqueda de seguridad prima ante lo que se percibe como una amenaza inminente, ya que el peligro es continuo debido a la proximidad de los grupos armados y al fuego cruzado en las rutas de huida. En estos momentos de contingencia, existe una sensación de vigilancia constante, fragilidad e incertidumbre debido a la falta de información, de redes de apoyo o un destino seguro (Gururaja, 2001). Sin embargo, aunque el desplazamiento esté parcialmente respaldado por la comunidad o las redes de apoyo, cuando se produce de forma contingente y en momentos de urgencia, tiene graves consecuencias para las personas en términos de orientación y pérdida de espacio vital:
En ese momento uno no sabe ni que hacer, a quien llamar, solo salir ¿entiende? Ahí lo que nosotros buscamos es el pueblo, llegar a la iglesia, toda la gente se reunió en la plaza, queda uno como desubicado y con esa cantidad de niños, siempre en peligro (María Nelly, 2017).
En esa situación de huida intempestiva y de trayectos cortos las personas cargan con lo poco que pueden y al llegar a las poblaciones cercanas, tienen que pensar en cómo sobrevivir durante algún tiempo, mientras es posible regresar. Los recursos no son favorables y estas mujeres que se quedan con sus hijos tienen que enfrentarse a lo desconocido:
Aprovechamos de salir por la madrugada, yo y mis hijos, con la idea de llegar al pueblo, pero eso por el camino estaba lleno de uniformados [grupos armados] y nos tuvimos que quedar escondidos en el monte (Daisy, 2017).
En consecuencia, estas mujeres, a veces en ausencia de sus esposos o compañeros, se convertirán en proveedoras de alimentos y refugio para sus familias, lo que implica exigirse a sí mismas, explotar nuevos recursos personales y asumir riesgos físicos. Estos desplazamientos confrontan a estas mujeres con la urgencia y la utilización de cualquier tipo de recurso, huyendo en medio del sentimiento de desposesión ligado al abandono de sus fuentes vitales, pero, además, pierden a sus seres queridos, esposos o compañeros, sin ninguna opción o acción para evitarlo. Ante esta situación, el retorno en condiciones adversas y aun con riesgos de persecución puede ser una alternativa para recuperar los bienes materiales:
Yo había salido del pueblo, cuando volví para saber de la casa y las cosas, ya todo el mundo estaba en el parque corriendo de nuevo…decían que esa gente [paramilitares] venían otra vez para donde estábamos. Pues nos tocó salir otra vez y escondernos, pero por el camino uno sentía miedo porque ellos nos perseguían (Marina, 2018).
Cuando se huye de esta manera, siempre se tiene en mente lo perdido, el anhelo de volver a lo familiar está siempre presente, ante la inseguridad y las escasas garantías de apoyo en albergues o campos de refugiados improvisados. Es difícil permanecer en lugares ajenos, teniendo en cuenta las escasas redes institucionales de asistencia y la falta de vínculos en los lugares a los que se llega.
Por otro lado, teniendo en cuenta la historia del desplazamiento forzado en el país, donde las mujeres son las sobrevivientes del conflicto ante la pérdida de los hombres por acciones violentas (Naranjo, 2001; Bello, 2002; ACNUR, 2021) estas mujeres en la mayoría de los casos ejercen liderazgo en el desplazamiento y se unen con el único propósito de sobrevivir con sus familias. Esto implica la capacidad de actuar como grupo, así como enfrentar problemas inmediatos y concretos generados por el desplazamiento:
Cuando llegamos al pueblo éramos hartas familias, la mayoría niños y señoras, uno veía toda esa gente y sin nada de comida, pues nos tocó reunirnos y conseguimos algo, así, cosas que sobran y tiran, de ahí tuvimos para comer ese día, pero no crea, eso es muy duro, nadie hace nada por uno (Teyla, 2016).
En tales experiencias, los hombres desaparecen o tienden a abandonar los centros de evacuación y los campamentos de desplazados (Lischer, 2007) produciendo un vacío que es llenado por el liderazgo femenino. Es la participación en redes sociales informales lo que les confiere mayor asertividad y capacidad de afrontamiento frente a las contingencias (Meertens, 1995). En este caso, se constata que se producen una serie de transformaciones y reajustes en los roles cuando se está forzado a migrar (El-Bushra y Piza, 1993; Fiddian-Qasmiyeh, 2014). Las estrategias de estas mujeres se construyen en función de los ciclos vitales y el bienestar familiar, sin que dejen de lado otros intereses como la planeación de futuros desplazamientos, quizá más organizados, a los centros urbanos. Las experiencias varían según los recursos individuales y familiares, los itinerarios y capacidad de improvisación, que, en el caso de las mujeres entrevistadas, es más compleja cuando quedan sin el apoyo de sus parejas.
El desplazamiento forzado tiene aspectos no solo de sobrevivencia individual sino familiar y de acuerdo con esto, aunque la salida sea intempestiva, la idea de protección y cuidado en esos momentos críticos está implícita. Toman la iniciativa, aprovechando la urgencia y las contingencias generadas por la guerra, trabajando en colaboración con sus compañeras. Al mismo tiempo, esto puede suponer una carga y dificultades ante los nuevos retos.
Pero como veremos a continuación, la experiencia de estos éxodos colectivos, marcados por salidas inmediatas, intempestivas o improvisadas, a veces allanan el camino para planear huidas hacia los centros urbanos, estos últimos éxodos están a su vez determinados por la forma como se desarrolla el conflicto armado en las diferentes regiones.
Desplazamiento para la ciudad
Esta salida hacia la ciudad no se hace de manera apresurada o abrupta, se cuenta con un tiempo mínimo para tomar la decisión, planear estrategias de huida y alejarse del ambiente de zozobra, miedo e desasosiego existente en las zonas de conflicto armado. Es aquí cuando se toma la decisión de establecerse en centros urbanos para reconstruir vidas y sobrevivir. Sin embargo, al llegar a las ciudades y a pesar de crear redes de apoyo, los desplazados tienen que hacer frente a la ruptura de sus anteriores formas de trabajo y de vida.
Inserción en el medio urbano
La inserción en el medio urbano puede verse facilitada, aunque no garantizada, por las redes construidas con personas que han emigrado previamente a las ciudades. Desde esta perspectiva, los procesos de inclusión en el contexto urbano no dependen ni son consecuencia, en este caso, de políticas públicas o institucionales que aseguren el restablecimiento y la reparación. Lo que se evidencia es que son las capacidades de los propios sobrevivientes los que reactivan formas de vida y resignifican sus contenidos (Martínez, 2009) para dar continuidad a su existencia y enfrentar la adversidad en las ciudades con recursos propios.
Al llegar a la ciudad, ante la incertidumbre y en el caso de estas mujeres, frente al cuidado de sí mismas y de sus hijos, las necesidades básicas de sobrevivencia pueden ser satisfechas si ya tienen algunos contactos con otras personas desplazadas y quizá de las mismas regiones de origen. En la mayoría de los casos, son las redes de mujeres ya desplazadas que ofrecen ayuda de emergencia en los primeros días de llegada:
Sacamos todo lo que pudimos y nos vinimos para Bogotá. Hace unos seis meses nos dieron posada donde una hermana mientras encontrábamos donde pagar un alquiler. Ella vivía acá, ya hacía tiempo que había salido de allá también desplazada (Ángela Rocío, 2016).
Según los relatos, ubicar a las personas desplazadas que ya están en la ciudad para encontrar en ellos apoyo, ha sido uno de los recursos para salir del embate inicial, hacerle frente al asentamiento y superar la dificultad:
Imagínese cuando llegamos, sin saber para dónde coger, afortunadamente yo había hablado con una señora, también desplazada y ella me dio posada por unos días, ella fue muy buena conmigo, porque hasta me regaló un colchón y unas ollas…yo a ella le debo mucho (María, 2016).
De esta manera, se crean vínculos con otras personas que han migrado y así se puede organizar mejor el asentamiento. Esas antiguas generaciones de desplazados ayudan a los nuevos migrantes, pues conocen la ciudad y pueden recomendar a estos últimos en espacios laborales, prestarles ayuda de emergencia o incluirlos en programas de asistencia. Sin embargo, las personas que llegan a ocupar la vivienda de familiares desplazados pueden resultar una carga:
Cuando vivíamos con mi tía, apenas llegamos, eso era un problema porque nos decía que gastábamos mucha agua y siempre nos humillaba por la comida, ella también venía del pueblo y no tenía cómo mantenernos, a veces nos ponía a dormir en el piso con mi papá (Mayurlais, 2017).
La migración forzada a la ciudad es una opción ante la violencia, pero se convierte en una dificultad cuando las condiciones económicas son desfavorables debido a la saturación de la población desplazada en los barrios, lo cual ha venido generando pobreza y hacinamiento. Entre otras cosas, por los procesos de colonización urbana derivados de la constante migración.
Estas redes se fortalecen debido a la falta de ayuda por parte de entidades estatales; existe rabia y descontento por la falta de apoyo a la población desplazada, lo que motiva el apoyo entre las víctimas. De esta manera, para muchas mujeres que llegan solas a la ciudad, es más fácil apoyarse en redes con las cuales se identifican y sienten que luchan por objetivos comunes:
A nosotros nos decían que nos iban a ayudar, yo por lo menos lo único que recibí fue un mercado, después iba a averiguar lo de los subsidios para la casa, pero eso es muy demorado, ya a uno le toca mirar cómo hace y ayudarse entre nosotros. Aquí me han colaborado mucho, las otras amigas, ellas saben cómo hacer las cosas, que sale un trabajo, alguna ayuda (Consuelo, 2017).
En algunos casos existe una articulación entre varios núcleos de familias desplazadas, estas de igual manera se mezclan, formando redes de redes (Hannerz, 1980), con familias pobres de la ciudad aumentando los riesgos y las condiciones desfavorables:
Llegamos a un barrio donde había gente de todas partes, personas que pues no tenían cómo alquilar una pieza. Nosotros dormíamos cuatro en una pieza y ahí llegaba gente que pagaba por la noche, había consumo de drogas y todo eso, era feo ese lugar y uno con los niños. Ya después nos salimos de ahí para otro barrio, donde había desplazados (Blanca Flor, 2016).
Como parte de la conformación y anclaje espacial de tales redes en diferentes sectores de la ciudad las personas buscan lugares de asentamiento de desplazados que históricamente llegan a esas zonas y constituyen el suburbio, lugar que favorece la aparición de solidaridades de nuevo tipo, fundadas en la precariedad, pero, sobre todo, en la identidad de condiciones de existencia (Bourdieu y Sayad, 2017).
Los desplazados son capaces de construir vínculos y redes que incluyen interacciones de apoyo, confianza y solidaridad. Para esto están las organizaciones de base y redes informales que proveen recursos para redefinir identidades y generar nuevos horizontes. Pero no es fácil establecer nuevos vínculos, al lado de los lazos de cooperación, existen tensiones y conflictos en la confluencia de varias familias y redes de desplazados. Es a partir de estas rupturas y reelaboraciones de los lazos que las resignificaciones se fortalecen:
En el barrio hay mucha gente desplazada y al comienzo se llevaba uno bien con ellos, pero ya después la gente se vuelve egoísta, cada quien mira lo suyo, hay desconfianza, uno entiende la necesidad de las personas, pero de todas formas tenemos que colaborarnos porque si no, no resolvemos nada (Inés, 2018).
Es decir, estas redes no siempre implican apoyo; el encuentro con otros desplazados genera desconfianza y tensiones difíciles de superar. Sin embargo, para estas mujeres es más fácil acceder a estas redes porque mantienen vínculos con personas desplazadas que asisten a instituciones u obtienen ayudas, lo cual les abre puertas para aliviar la emergencia económica. Por otro lado, encontramos que en los hombres entrevistados existe cierta reticencia a acceder a ayuda o intercambiar con otros desplazados:
A mí no me gusta ir a las fundaciones ni solicitar ayudas, la que iba en una época era ella, pero yo ni digo que soy desplazado, no me gusta, ni me trato con personas desplazadas, no sé, intentó resolver solo (Anderson, 2018).
El estatus de los hombres se ve menoscabado cuando demuestran que son desplazados o hacen parte de programas de asistencia en lugares de refugiados (Turner, 2000). En este punto específico vemos que para varios hombres acceder a ayudas o redes supone la pérdida de autoridad y autonomía asociada a la masculinidad, así como la evidencia de la incapacidad de proporcionar recursos a sus familias. Algunos hombres entrevistados que emigraron sin sus familias, también son reticentes a solicitar ayudas, al desplazarse por ser excombatientes, el estigma que recae sobre ellos los obliga a alejarse de los programas de asistencia. Se evita confesar amenazas, carencias o mostrar dependencia, lo que se percibe como un menoscabo de la masculinidad (Salcedo, 2021). En este sentido, prefieren negar que vienen de regiones de conflicto armado, que son víctimas de persecución o que permanecen inactivos por la falta de empleo.
Inserción laboral de mujeres y hombres
El cambio de ambientes y la diferencia de los espacios de movimiento y emprendimientos, diferencia la manera como hombres y mujeres asumen responsabilidades. La llegada a la ciudad implica transformaciones y redefiniciones en los papeles debido a la reducción de los ingresos, a la pérdida del estatus que ambos sexos tenían en sus lugares de origen, a la falta de habilidades para los trabajos urbanos, así como al sentimiento de pérdida de autonomía y la añoranza de las condiciones de vida que dejaron atrás.
En la separación y ruptura provocadas por el desplazamiento, los miembros del grupo familiar se ven obligados a buscar el sustento por su cuenta, y aunque se conservan los vínculos durante el éxodo, cada cual buscará oportunidades. En el caso de estas mujeres, se enfrentan a la amenaza sobre sus fuentes de sustento y de sus familias. En muchos casos, sin abandonar los papeles que tradicionalmente se les han atribuido, se integran en las redes económicas locales y son flexibles como para aceptar trabajos poco remunerados, con poca visibilidad y valor:
Una vez una amiga me dijo que necesitaban a alguien para hacer aseo en una oficina, pero mi esposo me decía que yo no había estudiado contaduría para eso. Yo le dije que no había estudiado para eso, pero que, para sobrevivir, para darle de comer a mi hija, pues yo lo hacía (Nancy, 2017).
Para esta mujer el desplazamiento implicó una pérdida de estatus con respecto a su formación profesional y a la ocupación que tenía en su lugar de origen. Por otro lado, para algunas mujeres, el desplazamiento hacia la ciudad les anima a ingresar en la esfera pública y organizativa:
Yo soy campesina, siempre trabajé en el campo, pero también me gustó protestar y reclamar. Desde que me pasó lo del desplazamiento fui organizando personas, enseñándole a la gente como reclamar sus derechos y ahí fui moviéndome en esto de las organizaciones de mujeres aquí en Bogotá (Nidia, 2018).
En el caso de los hombres, existe una tendencia a buscar empleo siguiendo el estereotipo asignado al género “a uno lo contratan como vigilante y más si prestó servicio militar, es como más fácil, pero sobre todo lo que sale es en albañilería, pero siempre eso es demorado para que le salga a uno algo” (Jairo, 2019). Para estos hombres la opción es más restringida si acceden a trabajos asignados a su género, esto también debido a la saturación del mercado de trabajo. Aparecen cambios importantes causados por el desarraigo de los hombres campesinos y la falta de destreza para involucrarse y alcanzar niveles satisfactorios de remuneración en el mercado de trabajo. En la ciudad, se exigen habilidades diferentes, relacionadas con la tecnología o la preparación técnica, lo que refuerza la frustración de estos hombres, que en su mayoría carecen de formación técnica o profesional.
La crisis que se evidencia en ellos, tiene que ver con los valores creados en torno al trabajo manual, que provee recursos inmediatos, y es un rasgo identitario del hombre del campo, aspecto que se ve afectado con el desplazamiento:
Imagínese la situación de uno, a mi todo el mundo me conocía [en el campo] y yo le daba empleo a la gente por allá, porque había como cultivar y sacar plata, pero ahora he comenzado a negociar en otras cosas, pero no es lo mismo, no tengo ni la mitad de lo que tenía (Alberto, 2019).
Para este hombre, la situación se torna crítica con respecto a los niveles de ingreso que tenía en su lugar de origen. Para los desplazados, los niveles de pobreza en la ciudad pueden llegar a ser peores que los pobres e indigentes existentes cuando pierden su único recurso económico, la tierra (Ibañez y Moya, 2007). Esto, a su vez, determina la crisis de identidad de los hombres, cuya mentalidad está vinculada al trabajo duro y a la fuerza física vinculada al campo.
Para muchos de ellos es difícil aceptar el cambio de las condiciones de producción y trabajo que garantizaban su reproducción social en sus regiones de origen:
La verdad yo no me sentía bien en la ciudad, anduve buscando trabajo varios meses y no salía nada, me aburría mucho en la casa, a mí me gusta hacer cosas, como moverme y que se vea lo que produzco ¿si me entiende? Por eso me fui otra vez para Inírida, por un tiempo, a vender cosas (Héctor, 2020).
Se presentan así periodos prolongados de desempleo para estos hombres, lo que los obliga a redefinir su situación en la ciudad. Generar estrategias para retornar a sus lugares de origen estará dentro de las posibilidades de hombres y mujeres ante la adversidad encontrada en los centros urbanos.
Desplazamientos pendulares
Ante las dificultades de inserción, inestabilidad e inseguridad en la ciudad, estas personas desarrollan estrategias de retorno a los lugares de origen. Sin embargo, frente a las dificultades para permanecer en sus lugares de origen, se ven obligadas a nuevos desplazamientos a la ciudad en una especie de movilidad pendular prolongada y agotadora.
Los desplazamientos a las grandes ciudades, que suponen un movimiento en busca de refugio, en una tentativa de adaptación e inserción en otro entorno social, dan lugar a la incertidumbre y al planteamiento de nuevas migraciones:
El cambio de lugar es muy duro, uno no sabe qué hacer en la ciudad, con los hijos, uno queda como sin futuro, sin recursos. Nosotros intentamos volver, estaba todo abandonado, daba tristeza, muy inseguro, y yo lo que quiero es tranquilidad, tocó volver a Bogotá, aquí por lo menos nadie nos molesta (Rosalía, 2017).
Para estas personas, el retorno hace parte de sus proyectos a largo plazo, en algunos casos es posible, pero es difícil en medio de hostilidades aún presentes en algunos territorios. La movilidad de estas personas no termina cuando están a salvo de las situaciones de violencia, luego vienen trayectorias complejas en las cuales se espera que todo vuelva a la normalidad para regresar al lugar del que partieron.
En el caso de los excombatientes que, después del acuerdo de paz, fueron a vivir a la ciudad, también pasan por las vicisitudes de los desplazamientos repetidos por falta de trabajo, así como la inseguridad derivada del hecho de ser estigmatizados o perseguidos por los grupos armados en los centros urbanos:
Yo pertenezco al programa de desmovilización, salí de allá por amenazas, pero cuando llega uno aquí a la ciudad es duro, me piden documentos y pues tengo que decir que soy desmovilizado, nadie me da trabajo…duré dos meses aquí y me devolví para San Vicente porque me salió un proyecto productivo, pero volvieron a amenazarme y tuve que salir con mi esposa. Así es difícil salir adelante (Omar, 2019)
Este hombre, que carga con el peso de ser ex combatiente, se enfrenta a la posibilidad de iniciar nuevos proyectos en su región, pero debido a la violencia tiene que marcharse con sus familiares. Para los desmovilizados que han dejado las armas no hay garantías de seguridad, son declarados blanco de ataques por parte de grupos armados, por lo que inician un ciclo de desplazamientos para proteger sus vidas e intentar reconstruir proyectos al margen de la guerra. Entre otras cosas, para los hombres es más difícil integrarse en otros lugares porque proceden de regiones de conflicto, ya que se les relacionan directamente con los grupos armados.
Estas dificultades de insercióny seguridad en la ciudad, sumadas al hecho de que muchos desplazados han conservado bienes y redes sociales en las zonas rurales, alimentan la idea de retorno como una posibilidad, aunque esperan que las condiciones de seguridad en sus lugares de origen hayan cambiado, especialmente ahora, después de los acuerdos de paz:
La verdad aquí en Bogotá ha sido bien difícil, no he podido conseguir trabajo y a veces no tengo para el arriendo, allá por lo menos tengo una casa para poner un negocio con mi sobrina, parece que está tranquilo todo. Hace unos meses fui, pero me toca sacar plata prestada…ahí uno no sabe qué hacer, la verdad, me tocó regresar a Bogotá (Inés, 2018).
En este caso a pesar de las ventajas representadas por la propiedad de una casa y la disposición para asociarse con familiares, hay incertidumbre, se abandona el plan de reconstruir una vida en el lugar de origen, lo cual la obliga a regresar a la ciudad. La inexistencia de garantías de permanencia determina el fracaso de esta y otras estrategias de retorno, obligando a nuevos desplazamientos.
Aunque hombres y mujeres participan de los movimientos de retorno, encontramos indicios de que ellos tienen diferentes perspectivas frente a las opciones, reales o imaginadas de reubicación rural o integración urbana, las cuales se expresan, entre otros aspectos, en la nostalgia masculina por las actividades agrícolas:
Siempre fui del campo y cuando llegué a Ibagué fue muy incómodo para sobrevivir, mi hijo era pequeñito y me tocó duro, porque lo que yo sé trabajar es el campo. En esas fue cuando me pensaba devolver, la ciudad es muy dura por eso (Álvaro, 2020).
El arraigo al campo, la nostalgia por la tierra y la incapacidad confesada de realizar actividades no agrícolas, hacen que para algunos hombres el retorno sea más importante que cualquier riesgo:
En la ciudad es duro, no estoy acostumbrado, vivir encerrado, esperando que salga trabajo, ya varias veces me he devuelto para Tumaco, pero es peligroso porque todavía hay gente del grupo [armado]. De todas formas, yo sí voy a regresar, así me maten o si me toca negociar con esa gente [paramilitares] (Anderson, 2018).
En contraste con esta postura arriesgada o imprudente, para algunas mujeres se hace necesario tener garantías y conocer las condiciones de seguridad y de sobrevivencia para regresar:
yo sí pienso regresar algún día, siempre me comunico con familiares de allá, el año pasado fui al pueblo, pero me decían que por ahí había todavía gente buscándome [paramilitares]…me dio miedo por mis hijos, entonces tuve que devolverme para acá, para Bogotá (Rosalía, 2017).
La comunicación constante con familiares y algunos viajes al lugar de origen, permiten a los desplazados como esta mujer obtener información actualizada sobre los riesgos de ser perseguidos por los grupos armados o de las posibles amenazas contra sus hijos. El retorno sin garantías es una opción desfavorable para estas personas ya que los sumerge en un ciclo de desplazamientos agotadores.
Estas posturas diferenciadas para hombres y mujeres remiten a las dificultades en los procesos de adaptación a un ambiente nuevo no libremente escogido y en donde para los hombres se hace difícil dar continuidad a las actividades que se realizaban en los lugares de origen. Como vemos, las mujeres suelen preferir mucho más que los hombres la integración urbana sobre el retorno y esta última opción, siempre y en la medida de que las condiciones de seguridad y sobrevivencia estén presentes para ellas.
El éxito del retorno depende en gran medida de la recuperación y distribución de activos económicos para el mejoramiento de los hogares (Fiala, 2009) que en el caso de estas familias se descompensa por el abandono de bienes y fuentes de producción. Como se evidencia aquí, dicha posibilidad está marcada por la recuperación de los espacios, relaciones y modos de vida que se perdieron o devaluaron con el desplazamiento.
En estos desplazamientos pendulares prolongados, repetidos y desgastantes, los recursos económicos se agotan e impiden la estabilización de los medios de vida. Estos flujos migratorios son extremadamente cambiantes, y como en este caso, sensibles a las condiciones de seguridad o a las coyunturas de los mercados laborales y la inserción en espacios de producción o sobrevivencia.
Conclusiones
Encontramos que, en Colombia, las diferentes modalidades del desplazamiento forzado se entrecruzan e interrelacionan, y su intensidad cambia de acuerdo con la forma como se ha venido desarrollando el conflicto y la manera como operan los grupos armados. En este mismo sentido, observamos que los grupos armados determinan los comportamientos migratorios, así como condicionan los papeles de hombres y mujeres en la decisión de desplazarse, las trayectorias a seguir y la intención de retornar.
Las estrategias para huir de la violencia no siempre están determinadas por los hechos violentos, dependen de la experiencia de los sujetos y la forma de como enfrentan las situaciones en los territorios de conflicto armado, donde el género, en su carácter diferenciado para hombres y mujeres, juega un papel importante en la decisión de salir, qué rutas tomar y con quién se realiza el desplazamiento.
Por otro lado, vemos cómo el desplazamiento forzado con sus diferentes patrones y trayectorias desarticula formas de vida y altera en ocasiones los estereotipos de género, así como las relaciones tradicionales entre los sexos. Para este estudio, destacamos cómo las mujeres tienen que asumir otras responsabilidades y atender contingencias, ganando protagonismo sobre todo en las modalidades de desplazamiento intempestivo y planeado, para protegerse no sólo a sí mismas, sino también a sus familias en ausencia de sus esposos o compañeros. Sin embargo, esto también puede resultar un agobio y una carga para ellas.
Evidenciamos la importancia del papel de las mujeres a la hora de tomar decisiones con el objetivo de huir de la violencia, sea de manera preventiva o como una forma de salvaguardar su integridad ante un peligro inminente, lo que a su vez puede suponer la búsqueda de nuevas oportunidades en otros contextos más seguros, pero no totalmente exentos de riesgos para ellas y sus familias.
Los riesgos a los que se enfrentan los hombres en situación de desplazamiento surgen cuando emprenden estrategias de afrontamiento peligrosas e intentan recuperar bienes o preservar su lugar como proveedores. En este sentido, también destacamos cómo en un ambiente militarizado y debido al desplazamiento, es difícil que los hombres cumplan con su papel de proveedores y protectores, con la consecuente afectación en la masculinidad al no mantener el rol asignado al género.
Al llegar a la ciudad, las mujeres son recursivas e improvisan a la hora de obtener recursos e insertarse al mercado laboral. Los hombres por su parte, no encuentran continuidad en los lugares de asentamiento con las actividades que realizaban en los lugares de origen, lo cual genera frustración y el deseo de regresar. Las mujeres prefieren la inserción en el medio urbano a las posibilidades de retorno, siendo este último una opción siempre y cuando existan garantías de seguridad y bienestar para ellas y sus familias.
Finalmente, las condiciones de pobreza, inestabilidad económica y laboral en las ciudades motivan nuevos desplazamientos y el deseo de regresar al lugar de origen, lo que provoca desplazamientos pendulares, múltiples o repetidos.
Agradecimientos
Agradecemos a los revisores de este texto, de igual manera al Conselho Nacional de Pesquisas (CNPq) y a la Coordenação de Aperfeiçoamento de Pessoal de Nível Superior (CAPES) por su apoyo en el desarrollo de nuestra investigación.
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Fechas de Publicación
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Publicación en esta colección
14 Ago 2023 -
Fecha del número
2023
Histórico
-
Recibido
21 Jun 2022 -
Acepto
06 Jun 2023