Resúmenes
Apoyándonos en la noción de "esfera" de Slotedijk, analizamos la protección constituida por los moles. La libertad de elegir en el mol no tiene relación con la libertad individual propuesta por John Stuart Mill; ni con la anarco-individualista propuesta por Henry David Thoreau o incluso por Aldo Leopold en el elogio que éste realiza de la autonomía del pionero estadounidense. En la libertad de elegir en el mol han caducado todas las aventuras y las relaciones humanas se convierten en lo que Sloterdijk denomina "relaciones cristalizadas", bajo el proyecto del aburrimiento normativo poshistórico. La expresión económico-filosófica del mundo poshistórico es la idea de libertad de elegir, enunciada por Milton Friedman. El mol, actual Palacio de Cristal, es como una enciclopedia ilustrada, que exhibe, en orden y sin peligros, el conjunto, ya no del saber, sino de los bienes disponibles. Con ello, se modifica la condición humana.
Esfera; Sloterdijk; Libertad; Mol; Poshistórico; Espacio; Ciudad; Ciudad contemporánea; Res cogitans; Res extensa
Based on the Sloterdijk's concept of sphere, we analyse the protection provided by the malls. Nevertheless, the freedom of choosing in a mall does not have any relation to liberty as it was proposed by John Stuart Mill, neither to the anarcho-individualist one proposed by Henry David Thoreau, nor even to that one proposed by Aldo Leopold, when he praises the authonomy of American pioneer. In the freedom process of choosing in the mall, all adventures perish and human relations become what Sloterdijk denominated "crystalised relations", under a post-historic normative boring project. The economic-philosophical expression of post-historic world is the idea of freedom of choosing, conceived by Milton Friedman. The mall, the current Crystal Palace, is like an enlightened encyclopaedia, which shows, in order and without dangers, the totality, no longer of knowledge, but of available goods. In this way, human condition has modified.
Sphere; Sloterdijk; Freedom; Mall; Espacio; Post-historical; City; Contemporary city; Res cogitans; Res extensa
ARTIGOS
La esfera, el mol1 y la ciudad
Hernán Neira
Departamento de Filosofía de la Universidad de Santiago de Chile. Hernan.neira@usach.cl
RESUMEN
Apoyándonos en la noción de "esfera" de Slotedijk, analizamos la protección constituida por los moles. La libertad de elegir en el mol no tiene relación con la libertad individual propuesta por John Stuart Mill; ni con la anarco-individualista propuesta por Henry David Thoreau o incluso por Aldo Leopold en el elogio que éste realiza de la autonomía del pionero estadounidense. En la libertad de elegir en el mol han caducado todas las aventuras y las relaciones humanas se convierten en lo que Sloterdijk denomina "relaciones cristalizadas", bajo el proyecto del aburrimiento normativo poshistórico. La expresión económico-filosófica del mundo poshistórico es la idea de libertad de elegir, enunciada por Milton Friedman. El mol, actual Palacio de Cristal, es como una enciclopedia ilustrada, que exhibe, en orden y sin peligros, el conjunto, ya no del saber, sino de los bienes disponibles. Con ello, se modifica la condición humana.
Palabras Clave:Esfera, Sloterdijk, Libertad, Mol, Poshistórico, Espacio, Ciudad, Ciudad contemporánea, Res cogitans, Res extensa
ABSTRACT
Based on the Sloterdijk's concept of sphere, we analyse the protection provided by the malls. Nevertheless, the freedom of choosing in a mall does not have any relation to liberty as it was proposed by John Stuart Mill, neither to the anarcho-individualist one proposed by Henry David Thoreau, nor even to that one proposed by Aldo Leopold, when he praises the authonomy of American pioneer. In the freedom process of choosing in the mall, all adventures perish and human relations become what Sloterdijk denominated "crystalised relations", under a post-historic normative boring project. The economic-philosophical expression of post-historic world is the idea of freedom of choosing, conceived by Milton Friedman. The mall, the current Crystal Palace, is like an enlightened encyclopaedia, which shows, in order and without dangers, the totality, no longer of knowledge, but of available goods. In this way, human condition has modified.
Keywords:Sphere, Sloterdijk, Freedom, Mall, Espacio, Post-historical, City, Contemporary city, Res cogitans, Res extensa
Ser en esferas
Si entendemos la noción de esfera como lo hace Peter Sloterdijk, la esfera no tiene sólo, ni principalmente, un carácter físico, y, en cambio, sería:
en una comprensión primera y provisional, un globo de dos mitades, polarizado y diferenciado desde el comienzo, ordenado interiormente, sin embargo, subjetivo y capaz de sensibilidad: un espacio común de vivencia y experiencia, dúplice y único a la vez. De acuerdo con la formación de esferas, lo que la tradición llama espíritu se extiende en origen espacialmente. Según su forma fundamental, la esfera aparece como una burbuja de gemelos, como un espacio elipsoide de espíritu y vivencia con dos habitantes al menos, polarmente dedicados y pertenecientes uno al otro. Vivir en esferas significa, por tanto, habitar en lo sutil común. (Esferas: 51)2
Esto "sutil común" es lo que, en un primer momento, da lugar a la individualidad y a la intersubjetividad mediante un sistema de pares que Sloterdijk llama "el globo en dos mitades" o la "burbuja de gemelos". La intersubjetividad es entendida, entonces, como este "espíritu" que, sin embargo, "se extiende". Es decir, la tesis de Sloterdijk es que la espiritualidad, la intersubjetividad y el amor están espacializados, al menos en la tradición examinada por él, que va desde El Banquete de Platón hasta la tradición icónica y juglar de el siglo XIII. La espacialización y la duplicidad, en consecuencia, no serían fruto de un materialismo, ya sea clásico, moderno o posmoderno, sino que forman parte inicial y permanente de la forma como se da la vida humana. La esfera es una forma de protección de naturaleza espacial y pre-espacial. La espera es espacial, una condición y algo común extenso, aunque sutil; pero pre-espacial, porque al hablar de esfera no hablamos sólo de la esfera "física", sino de la constitución de un campo de protección de la vida humana, lo que implica una vida de subjetividad y de intersubjetividad. Se habita, entonces, en lo "sutil común", un espacio interior, pero que es ya espacio. De esta forma, lo espacial deja de ser lo exterior o incluso lo opuesto a las cualidades humanas, como lo entiende, por ejemplo, Descartes, al afirmar que el ser humano es una "sustancia que piensa", una res cogitans, opuesta a la res extensa. Ahora bien, incluso las nociones de res extensa y de res cogitans carecen de neutralidad, pues su articulación facilita la apropiación, ocupación y domesticación de lo "externo" que, por ello mismo, deja de ser externo absoluto y se convierte en lo externo sometible al ser humano. La noción de esfera propuesta por Sloterdijk constituye una especie de situación intermedia entre la res cogitans y la res extensa o bien, constituye una res extensa que ya no se opone a la res cogitans, pero que, ciertamente, no es simplemente extensa como lo pueda ser una cosa. Ello exige romper la solidaridad entre la noción de espacio y la de materia, y aceptar que hay características "espirituales" o simbólicas que son extensas. Por ello afirma Sloterdijk que "el
ser-en-esferas constituye la relación fundamental para el ser humano, una relación, ciertamente, contra la que atenta desde el principio la negación del mundo interior y que ha de afirmarse, reconstituirse y crecerse continuamente frente a las provocaciones del Fuera." (Esferas: 51)
La esfera, así entendida, hace posible la subjetividad, pero la hace posible en un espacio que tiene la característica de oponerse al "afuera", que es otra forma de espacio. De este modo, hay un cambio, porque la oposición ya no se da entre la antigua res cogitans y la res extensa, entendida, la primera, como el lugar de la subjetividad y de la intersubjetividad. La nueva oposición se da al interior de una nueva res extensa, pues es ésta la que hace posible la subjetividad y la intersubjetividad gracias a su oposición a lo externo, que también es extenso:
En este sentido, las esferas son también conformaciones morfo-inmunológicas. Sólo en estructuras de inmunidad, generadoras de espacio interior, pueden los seres humanos proseguir sus procesos generacionales e impulsa individuaciones. Nunca ha habido seres humanos en inmediatez a la llamada naturaleza, ni sus culturas, sobre todo, han pisado jamás el suelo de lo que se llama hechos mismos; siempre han pasado su existencia exclusivamente en el espacio exhalado, repartido, desgarrado, recompuesto. Son seres vivos que se esfuerzan por ser seres en suspenso, en equilibrios, si estar en suspenso o equilibrio significa: depender de sentimientos divididos y supuestos comunes. Con ello, los seres humanos son básica y exclusivamente criaturas de su interior y productos de sus trabajos en la forma de inmanencia que les pertenece inseparablemente. Sólo crecen en el invernadero de su atmósfera autógena. (Esferas: 46)
No es, por tanto, que lo interior se constituya como algo opuesto a lo exterior, en el sentido de que primero se exista "interiormente" y, después, "exteriormente"; no. Lo que sucede es que, desde el inicio, la existencia se da en oposición a un afuera y que el existir puede darse gracias a una forma, esférica, pre-espacial, que la proteje de lo externo y que constituye la diferencia entre lo interno y lo externo. A pesar de la preocupación de Sloterdijk por algunos aspectos místico-religiosos que le permiten constituir la noción de esfera, este concepto no es de naturaleza exactamente "espiritual", aunque tampoco simplemente material. Se trata, en efecto, de algo espacial que hace posible la existencia humana, también aquella llamada intelectual o, incluso, espiritual.
Esta noción de espacio capta algo que una filosofía simplemente materialista o simplemente espiritualista no puede captar:
Lo que en el lenguaje de algunos filósofos modernos se llama ser-en-el-mundo significa para la existencia humana, primero y sobre todo: ser-en-esferas. Si los seres humanos están ahí, están en principio en espacios que se han abierto para ellos porque ellos les han dado forma, contenido, extensión y duración relativa al habitarlos. Pero, dado que las esferas constituyen el producto originario de la convivencia humana -de lo que no ha tomado jamás noticia ninguna teoría del trabajo-, esos lugares atmosférico-simbólicos de los seres humanos dependen de su renovación constante; esferas son instalaciones de aire acondicionado de las que vale decir: no participar en su construcción e instalación es algo que ni siquiera entra en la consideración de seres que realmente viven en común. La climatización simbólica del espacio común es la producción originaria de cualquier sociedad. De hecho, los seres humanos hacen su propio clima, pero no lo hacen espontáneamente, sino bajo circunstancias encontradas, dadas y trasmitidas. A las esferas les inquieta constantemente su inevitable inestabilidad: comparten con la suerte y el cristal los riesgos de todo lo que se hace pedazos fácilmente. (Esferas: 51-52)
Si tuviéramos que decirlo en términos prestados por Kant, pero en contra de él, diríamos que el espacio no es una forma pura de la sensibilidad, sino mucho más, pues es la condición de la subjetividad y de la intersubjetividad, un lugar de existencia. Ahora bien, este espacio no está ahí previamente al ser humano, sino que es constituído por el ser humano. Tampoco es un "recipiente", sino fruto de la acción humana mediante la cual éste construye un recipiente y, por eso mismo, se vuelve receptor de sí mismo y de los demás o, al menos, crea las condiciones para que ello sea posible. Por eso no es simplemente una res extensa y se encuentra, desde el primer momento, humanizado. A diferencia de ésta, además, el espacio no es neutro y supone, al menos, una dualidad, una intersubjetividad situada, es decir, situada en el espacio. La subjetividad, por tanto, se da en el ámbito de lo extenso, pero no de lo externo. Sloterdijk rompe la asociación tradicional entre lo extenso y lo externo y, en cambio, afirma que lo extenso puede ser interno y subjetivo; la subjetividad y, en consecuencia, la intersubjetividad, se dan en el ámbito de lo extenso-interno.
La generación de espacios humanos la entiende Sloterdijk como "climatización", que no debemos concebir principalmente en sus aspectos atmosféricos, sino como un "ambiente" sico-físico que es, a la vez, condición de la vida humana en tanto está provista de subjetividad e intersubjetividad. ¿Qué entendemos por climatización?
El ser humano es una de las pocas o quizás la única especie que no vive sin clima artificial. El vestido, la vivienda y el aire acondicionado son parte de ello y la diferencia entre cada uno de estos elementos es más de grado que de naturaleza: los tres dan cuenta de que el ser humano no existe sin formas de protección climática; que estén o no pegadas a la piel es secundario. Vestido, vivienda y aire acondicionado son parte del proceso mediante el cual el ser humano produce esferas en las que pueda vivir una vida que no es mera subsistencia, sino con todos los componentes síquicos y culturales de la humanidad. Sólo que ni el vestido, ni la vivienda, ni el aire acondicionado son sólo hechos de protección física. He comenzado la lista por el vestido porque justamente tiene una particularidad: el vestido es una de las climatizaciones que más abiertamente siempre es, al mismo tiempo, algo físico y cultural. Se dirá, tal vez, que la cuestión del estilo en el vestir surge en las sociedades o grupos donde hay excedentes y que, por lo tanto, el vestirse con estilo no es propio de todas las sociedades humanas. Pero preguntémonos: ¿cuándo y dónde se produce el paso del mero cubrirse al cubrirse "con estilo"? Es decir, ¿ha habido, en algún momento, un cubrirse "sin estilo"? ¿Es que alguna vez en la prehistoria humana había un mero vestirse sin estilo alguno? No hay huella arqueológica de ello y, por el contrario, hay múltiples huellas de que las principales líneas antropológicas de las que es posible que descienda el ser humano actual o incluso algunas desparecedidas tenían "estilo" en las huellas que hemos encontrado de su comportamiento. Y, si analizamos ahora el aspecto "físico" de la protección, el grado mínimo de ella parece ser la pintura corporal. En efecto, aparentemente, la pintura corporal no produce protección física y, en consecuencia, no sería climatización física, pero esa visión sólo es fruto de una mirada superficial. La pintura corporal produce un efecto en los estados mentales del ser humano. El maquillaje, en Occidente, lo utilizan casi exclusivamente las mujeres, pero no siempre ha sido así. Los selkman de Chile, etnia patagónica hoy desaparecida, fue retratada durante sus ceremonias de iniciación, por última vez, en 1923.3 Vivían en Tierra del Fuego e islas adycentes apenas tapándose el sexo, pero se pintaban ritualmente el cuerpo, de forma que se protegían y climatizaban, pero no contra la fría temperatura del lugar. En la actualidad, el efecto protector del maquillaje femenino es una protección, a tal punto intensa, que muchas mujeres que no salen a la calle sin maquillarse para no salir "desprotegidas". En cambio, la misma mujer que no sale sin la proyección del maquillaje, puede hacerlo con una minifalda en pleno invierno, a riesgo de pasar frío. Sabemos, además, que el maquillaje consiste casi siempre en una película fina, pero no siempre, pudiendo, en algunos casos, ser tan espeso o más que algunas telas usadas como vestido. Desde el primer momento, el recurso al maquillaje o pintura corporal contribuye a proteger al ser humano del mundo o bien a aproximarlo a él, a generar un espacio favorable entre humanos o bien de protección contra los enemigos. La climatización subjetiva y cultural tiene un papel de igual importancia para sobrevivir que la climatización física. Así lo han entendido, también, miembros de algunas maras specialmente violentas que se tatúan la imagen de la Santa Muerte, con la intención de protegerse en sus acciones criminales: en algunas culturas, el verdadero sicario no sale sin su arma, pero tampoco sin tatuaje. Y, si cupiera aún alguna duda, conviene recordar la exposición Cuerpos pintados, que se presentó en Santiago de Chile y Valdivia, 2004. La exposición consistió, fundamentalmente, en la exhibición de más de cinco mil imágenes, de casi un centenar de artistas visuales contemporáneos, más la muestra de cuerpos pintados por otras culturas. Con ello queda de manifiesto que la pintura sobre el cuerpo ha estado y está vigente en todo el planeta, aun cuando no siempre se esté consciente de ello e incluso en situación de casi invivible desprotección física. El estilo, por tanto, no es una cuestión propia de las sociedades de abundancia, sino un hecho de la sociedad en sus comienzos, cualquiera sea el momento donde lo situemos. Sólo cuando una sociedad se encuentra en peligro inminente y prolongado de desaparecer, desapacen también los estilos de vestir que en ella se practican, como ha sido el caso de algunos prisioneros en campos de concentración. Pero lo mismo podríamos decir del aire acondicionado, hoy, cuando sabemos que en innumerables situaciones, una modificación del estilo arquitectónico o la introducción de sistemas bioclimáticos hace innecesaria la protección del aquél, manifestándose que ponerlo o no, es también una opción de estilo.
No podemos, por tanto, oponer, por un lado, la pintura corporal como algo interior, de carácter puramente estético o simbólico, y por el otro, el vestido como una protección "exterior"; ambos contribuyen a constituir lo interior y lo exterior; ambos son, a la vez, protecciones simbólicas y físicas. El maquillaje, como el vestido y la vivienda, hacen el mundo más humano antes de convertirse en protección física y pueden ser comprendidos como parte de la noción de esfera.
Una cultura es un sistema: el uso de la pintura en el cuerpo se da junto con el uso del abrigo y de la vivienda: son aspectos de un sistema inmunológico, tanto como el aire acondicionado. El tema del estilo es el del surgimiento de la esfera protectora fundamental del ser humano, sin la cual, no puede existir; el estilo es una forma elemental de climatización, es decir, de vida, en la totalidad de aspectos que tiene. En esto, hay que destacar la inspiración lévi-straussiana de Sloterdijk, para quien no ha existir ser humano sin esferas, sin cultura, ni tampoco un ser humano "en inmediatez a la llamada naturaleza".4 Podemos -simplificando mucho-, entender que el espacio de climatización es la esfera, que la esfera es simbólica y que, si no tuviera este caráter simbólico, no llegaría a ser una esfera y no podría ser considerada como un espacio interior ni, en consencuencia, como un espacio humano donde puedan caber el yo y los otros. Por eso, la construcción de esferas no se inicia en el momento en que los humanos se dan protección física, sino en aquél en que logran identidad, lo que tiene que ver con el de desarrollo del rostro, de la expresión y, probablemente, con el surgimiento del arte, uno de cuyos primeros comienzos puede haber sido la utilización de pinturas sobre el cuerpo.
La ciudad poshistórica
Este preámbulo ha sido necesario para comprender que, lo que Sloterdijk denomina el "espacio interior del capital", no consiste en una interioridad ajena a la creación de espacios por el ser humano. El espacio interior, incluído el espacio interior del capital, es fruto de la vida y de la acción misma del ser humano y no un perversión de un modo de producción capitalista o de una moda posmoderna; el capitalismo no es el único modo productivo que ha hecho esta tarea. Cada grupo humano genera un espacio interior, ya sea mediante la pintura corporal, el vestido o el aire acondicionado. El espacio interior del capital no está ni podría estar expuesto a lo externo, en el sentido de no protegerse de amenazas; esto es propio de todo espacio humano.
El capitalismo, así entendido, no es simple competencia de todos contra todos o la exposición de la humanidad entera a lo exterior deshumanizado (los otros humanos, las fuerzas económicas, etc.). El espacio interior del capital protege al ser humano para vincularlo al capitalismo con la menor cantidad posible de interferencias. El surgimiento del espacio capitalista se inicia con los viajes que Sloterdijk denomina crístico-capitalistas (el capital se expande bajo el nombre de Cristo) y con la representación del mundo como un espacio homogéneo y sin riesgos en un plano con coordenadas sexagesimales. La extensión de las coordenadas sexagesimales al conjunto del planeta tuvo como consecuencia el poder planificar y realizar un viaje a un lugar del que no se sabía nada, pero actuando en él como si se lo conociera. Incluso en la actualidad los navegantes pueden adentrarse en aguas o tierras desconocidas gracias a ellas. Una carta náutica disminuye la exterioridad del mundo desde el momento en que representa lugares que son una extensión de lo conocido (las coordenadas) y que elimina las representaciones, en lugares lejanos, de mostruos y precipicios. El espacio uniforme es predecible y convierte lo exterior hostil (los mostruos) en interior amigable (espacios de referencia geográfico) y, por tanto, en una no-amenaza. El individuo moderno surge en medio de estos espacios de protección geográfica, política y jurídica.
Hemos narrado algunos episodios de la cada vez más acelarada transformación del mundo en un lugar de protección sólo para vincular mejor la noción de esfera con la de ciudad. Dentro de ella, nos interesa la metáfora del Crystal Palace, que utiliza Sloterdijk a partir de la visita que realizó Dostoievsky al Crystal Palace, en 1862, al recinto de la exposición universal de Londres del año precedente "y de inmediato e intuitivamente aprehendió las dimensiones programáticas simbólicas inconmensurables de la construcción híbrida" (Im Weltinnenraum des Kapitals: 265).5 Este programa inconmensurable es la promoción del edificio del mundo (Weltausstellungsgebäude). El el Crystal Palace, lleno de mercaderías venidas de partes lejanas, el mundo aparece cobijado en un edificio y, el edificio, es el mundo: mercaderías.
Sloterdijk piensa que el Crystal Palace representa, según como lo describe Dostoievsky, la entrada de toda la sociedad en el palacio de la civilización y la voluntad de la fracción occidental de la humanidad, que encierra en un edificio todo el desarrollo poshistórico de los pueblos (Im Weltinnenraum des Kapitals: 267). Es una forma perfeccionada de esfera, en especial en lo que concierne su climatización. Pero, a diferencia de lo que sostiene Sloterdijk, nos parece que la metáfora del Crystal Palace no es tan apropiada para representar el conjunto del "desarrollo poshistórico", sino algo más reducido. El Crystal Palace representa un ideal de ciudad, en tanto ésta, más que los espacios abiertos, son espacios que se supone protegidos, climatizados y técnicamente gobernados, de los cuales se intenta eliminar las contradicciones o bien, cuando no se las puede eliminar, se las intenta concentrar en espacios aislados. Es que la condición de la ciudad no es demasiado distinta de la de otros espacios de protección; la urbe, las grandes y las pequeñas, son espacios de protección o que, al menos, tienen la pretensión de proteger. En América, las ciudades surgieron para reproducir el modelo de vida europeo y protegerse contra los indios y a la vez explotarlos mejor; otras ciudades surgieron, en el Viejo Mundo, también para proteger la vida o aspectos de la vida que a ciertos grupos humanos han podido interesar especialmente, como es el comercio. Una ciudad que tenga por ideal realizar la metáfora del Crystal Palace, estaría gobernada de acuerdo a un modelo geofísico de protección en la hipótesis de que no hay conflicto de intereses ni se plantean cuestiones morales o cuestiones relativas al destino de la ciudad, como sucede en el modelo de teoría de sistemas. El Crystal Palace al que hace mención Sloterdijk debe ser comprendido como un modelo de espacio interior del capital, donde sería posible resolver todos los problemas mediante cálculos basados en la competencia técnica de sus gobernantes, es decir, gracias a su saber, y no mediante acuerdos que reconozcan intereses divergentes. Por gobernantes de una ciudad poshitórica entiendo las autoridades, casi siempre electas, que consiguen las preferencias ciudadanas presententádose como desprovistas de valores políticos y buscando asimilarse con valores trasmitidos por los grandes medios de promoción del consumo (los medios de "comunicación"), apoyadas por especialistas, quienes no integran la participación ciudadana y los valores generados en ella o lo hacen insuficientemente. Sabemos que los acuerdos y desacuerdos no se resuelven mediante competencia, sino mediante aceptación de valores, normas, estímulos y sanciones. Una ciudad histórica se caracteriza porque en ella la oposición y el conflicto permiten la modificación acordada del programa político y de los ideales. En cambio, una urbe poshistórica evoluciona siguiendo un ideal de desarrollo, que no se discute, porque el "desarrollo", como ideal, supone que no hay diversidad de intereses, sino sólo distintas velocidades para desarrollarse. Es posible que no exista una urbe completamente poshistórica, ni tampoco totalmente histórica; después de todo, por un lado, el Crystal Palace es una metáfora, y, por otro, una ciudad cuyo ideal esté siempre en debate difícilmente podría darse el tiempo para realizar incluso aspectos elementales de su programa. Es que el espacio de protección urbano no constituye una esfera perfecta -y ya sabemos que no hablamos de la esfera como algo geométrico. La ciudad poshistórica es sólo un ideal -o una pesadilla, según se quiera ver-, pero en todo caso, no es posible constatar su realidad. Ello se debe a que la historia rodea y amenaza constantemente al ideal poshitórico de ciudad.
Este ideal de protección urbana sin debates y total, está amenazado por los inmigrantes, por el comercio ilegal callejero, por el crimen organizado, por la corrupción, por las huelgas de transporte, incluso por los huracanes y, lógicamente, puede llegar a serlo por las diferencias de valor y de opinión. Las huegas o desastres naturales no sólo sacan a la luz la debilidad del sistema, sino que exacerban y revelan las opciones no compartidas. El surgimiento de opciones e intereses contradictorios allí donde parecía no haberlos puede tomar forma de una amenaza a la esfera de protección. Dondequiera que el ser humano esté en la ciudad, está en la historia, aun cuando la ciudad pretenda eclipsarla; el ideal del Crystal Palace está lejos de ser alcanzado.
Los desacuerdos urbanos, como los aquí descritos, ¿se resuelven según el ideal comunicativo que describe Habermas, donde las partes tematizan las expectativas y fijan de las sanciones a violación de las normas concordadas? Así debiera ser, porque la contradicción que se produce por distintas opciones de vida pertenece al campo comunicativo, a la concordancia de objetivos y normas de acción, no sólo a la eficiencia relativa a su ejecución. Si la amenaza que trae consigo la oposición de valores en la urbe fuera sólo una falla en su sistema, se resolverería por un incremento de las competencias de quienes toman decisiones. La diversidad de opciones no se resuelve mediante el perfeccionamiento o el incremento de rendimientos del sistema ni por el incremento de competencias de quienes toman decisiones, sino mediante acuerdos que crean deberes y castigan su incumplimiento, por acuerdos que desincentivan la indiferencia, la oposición o el sabotaje. Los inmigrantes, por ejemplo, suelen encontrar en la urbe de llegada un sistema de rendimiento más alto que en el país de origen, capaz de proveer más satisfacción a las ambiciones materiales, pero la eficiencia del sistema no basta para incentivar una modificación de valores, la que sólo se produce en la segunda o incluso en la tercera generación. Ni la más perfecta de las urbes consigue eliminar el conflicto de valores en su interior, lo que equivale a decir que ninguna urbe podría ser simplemente identificada con la noción de esfera, tal como la entiende Sloterdijk, y que el Crystal Palace no equivale, como lo cree Sloterdijk, a la ciudad poshistórica, porque ésta no existe sino como ideal.
Pero es justamente porque la ciudad, considerada en conjunto, nunca llega a ser completamente poshistórica, es decir, porque fracasa en varios aspectos protectores, que, en las últimas décadas ha disminuído su ambición. Sin embargo, ese fracaso no la lleva al abandonar completo del ideal poshistórico, sino que lo concentra en algunos barrios y en funciones poshistóricas específicas. Los barrios poshistóricos son aquellos que desplazan las contradicciones a otras áreas de la ciudad, sin llegar a solucionarlas. Estas concentraciones poshistóricas las constituyen los balnearios más o menos cerrados, los grandes parques de diversión, los condominios o gated communities y, por supuesto, los moles (permítaseme hispanizar la palabra mall).
La Enciclopedia y el mol
En algunos aspectos, el mol es la Enciclopedia de la actualidad, pues realiza el ideal omniabarcante y sin riesgos que suponía colocar todo el saber en un libro, donde, para alcanzar el conocimiento, no se requieren ni los esfuerzos ni los peligros del científico ni del filósofo, tantas veces incomprendido, perseguido o condenado. La Enciclopedia, fruto de la historia de la razón occidental, tiene un aspecto a-histórico, aunque no propiamente poshistórico, pues su contenido no sólo no escabulle el conflicto entre el antiguo y el nuevo régimen, sino que lo aborda por el tono y contenido de cada uno de sus artículos, así como por su propósito general de la obra. Sin embargo, la Enciclopedia, al entregar el conocimiento ya adquirido, despojado de su historia, necesariamente vela el proceso y el trabajo que ha sido necesario para llegar a él, y algo similar sucede con internet. A demejanza de la Enciclopedia, el mol intenta realizar el ideal de abarcar, ordenar, exhibir y poner las mercaderías a los ojos de los potenciales clientes, y lo hace sin rastros de las viscisitudes y trabajo que ha costado producirlas (trabajo en malas condiciones, procesos productivos contaminantes, etc.). Cierto es que, a diferencia del mol, la información entregada por la Enciclopedia era accesible gratuitamente. Los volúmenes se vendieron por suscripción y en librerías, pero muchos eran puestos a disposición gratuita de los interesados en bibliotecas privadas de uso semi-público. Salvo personas de aspecto o comportamiento extremadamente discordante o amenazante hacia el público mayoritario (que quizás tampoco hubieran sido autorizados a entrar a una biblioteca privada abierta al público), el acceso a un mol es igual o incluso más libre que a una biblioteca y especialmente expedito para quien llega en automóvil. El mol provee a las mercaderías la accesibilidad visual del catálogo de una biblioteca pública, pero con más agrado. Algunos intelectuales podrán objetar dicho agrado, pero son una ínfima minoría en relación con un público muy amplio, que sí siente agrado en el mol. La diversidad de mercaderías llega, en algunos casos, a millones de objetos, muchos de los cuales están, además, repetidos en varios ejemplares. En el folleto Respuesta a la pregunta: ¿qué es la Ilustración? (Beanwortung der Frage: Was ist Aufkärung.), Kant sostiene que la Ilustración consiste en salir de la minoría de edad y que detener la Aufklärung equivale a dañar el derecho sagrado humanidad. El sapere audet (atrévete a saber), propuesto por Kant como lema de la Ilustración, se ha transformado en un atrévete a comprar. El premio del atrévete a saber era la autonomía de la razón y del individuo; ¿cuál es el premio del free to choose (libertad de elegir)? Para Milton Friedman, inventor de ese lema, "cualquier cosa que reduzca una parte de la libertad de nuestra vida, probablemente va a afectar la libertad de otras partes" (Free to choose: 61);6 quien restringe el free to choose, restringe la libertad general: "Los controles económicos que han proliferado en los Estados Unidos en las décadas recientes no sólo han restringido nuestra libertad para utilizar recursos económicos, sino que también han afectado nuestra libertad de expresión, de prensa y de religión" (Free to choose: 31).7 Kant pensaba que el uso de la razón erudita sobre asuntos públicos no debía ser sometido a ninguna ley externa. Milton Friedman piensa que lo que no debe ser sometido, hoy, a ninguna ley externa, es el free to choose, base del conjunto de libertades, transformado en la autonomía de la compra.
No cabe confusión, la libertad de elegir en el mol no tiene relación alguna con la libertad individual propuesta por John Stuart Mill (en On liberty), por la libertad anarco individualista Henry David Thoreau (en Civil Disobedience y Walden) o incluso por la libertad del pionero cuyo elogio realiza Aldo Leopold en A Sand County Almanac. El individuo de Mill es un ciudadano que tiene, ante todo, libertad de conciencia y está dispuesto a luchar por esa libertad; el ser humano de Thoreau es autónomo en su vida y, lejos de comprar mercaderías, las produce él mismo; y el prionero descrito por Leopold y que exploró los Estados Unidos no es un consumidor, sino que va liviano de necesidades y toma lo mínimo de la naturaleza. En la libertad de elegir en el mol, en cambio, han caducado todas las aventuras; las relaciones humanas se han convertido en lo que Sloterdijk denomina "relaciones cristalizadas", que quedan bajo un destino, un proyecto (Vorhaben), que es el aburrimiento (Langeweile) normativo y el puente entre la historia y el mundo poshistórico (Im Weltinnenraum des Kapitals: 268), algo, quizás, no del todo distinto de lo que ya observaba Marcuse, al afirmar que la característica más importante de la sociedad unidimensional es el hecho de tener que hacer como hacen los demás. La libertad de elegir mercaderías es la nueva norma, una aburrida obligación de comprar, sin sorpresas, sin descubrimientos, justamente porque en ella la novedad, la nueva mercancía, se vuelve regla y rutina, una de las características del fin de la historia que la publicidad apenas logra disimular.8 Es la diferencia entre, por una parte, los autores de la Enciclopedia, que corrieron toda suerte de riesgos, y, por otra, sus lectores, para quienes los artículos se suceden bajo la regla de la novedad a cada página, pero sin peligros.
El mol, realización contemporánea del Crystal Palace, elimina, en un espacio restringido, toda ley externa a la compra y a la legalidad. En el mol ideal no hay ventas ilegales, ni robos, ni drogas prohibidas, ni inmigrantes sin poder de compra o cuyo modo de vida entorpezca el placer del vitrineo y de la adquisición. Y, claro, no es que el mol logre protección de forma absoluta, es que los riesgos se dan allí de modo mucho más restringido que en el resto de la ciudad, y lo mismo puede decirse de los grandes parques de diversiones y de los balnearios cerrados. Justamente, por ser cerrados, la situación de posibles amenazas es fácilmente controlable y, en caso de ser necesario, las puertas se pueden cerrar a fin de facilitar una intervención policial. Aunque no equivalga a la esfera, el mol, más que el Crystal Palace, es lo más existencialmente cercano a la condición poshistórica que se puede alcanzar dentro de una urbe y dentro de la época contemporánea.
Con todo, hay una diferencia fundamental entre el Crystal Palace y el mol. El primero es un símbolo, mientras que, el segundo, una realización, imperfecta, por cierto, como todo hecho, pero al alcance de la mano. El mol ha realizado un hecho que se opone al anhelo de la Ilustración. Para ésta, la guía fundamental de la humanidad era el saber, base de la libertad; para la esfera protegida del Crystal Palace, la base de la libertad es la posibilidad de optar entre mercancías. Se puede, quizás, argumentar diciendo que libertad de optar entre mercancías ya se había dado en las grades tiendas y que el mol no innova en ello. Es cierto que el mol no innova en cuanto a la multiplicación de bienes que ya estaban ofrecidos en las grandes tiendas, pues, a lo más, incrementa su número, pero el mol sí innova en un aspecto que es, a la vez, antropológico, urbano y social: la valorización del individuo en una sociedad de masas. La novedad del mol, respecto de la gran tienda, viene de la individuación de la marca y del sentimiento de singularidad que trasmite al consumidor. Dicho de otro modo: su novedad es triple: recuperar, en los locales, el tamaño no mucho mayor del antiguo almacén de barrio, aunque incrementando su eficiencia y la velocidad de venta; recuperar la estructura del paseo urbano, resguardado de los automóviles, lo que permite el vitrineo y la conversación individual; y, por último, el mol ofrece un aspecto esencial de la esfera protectora: garantizar la sensación de que se es un individuo, de que, aunque la compra sea masiva, no se está en una gran tienda, en una venta masiva, lo que lo vincula directamente con la tendencia individualista de la época posmoderna. El mol, en parte gracias a su estructura de paseo urbano y climatizado, es más individual, más acorde con una esfera de subjetividad y de intersubjetividad que ve en la masificación algo externo, una amenaza. En ese sentido, la separación que logra entre las marcas y las tiendas y, dentro de ellas, entre los objetos, lo hace todavía más cercano a la Enciclopedia, ya que, en definitiva, el lector, aunque comparta valores con otros, realiza una experiencia individual, como mucho más individual es la experienica del mol que la de las grandes tiendas de los dos primeros tercios del siglo XIX. El espacio interior del capital, en cuanto logra ser justamente interior, es decir, protegido, esférico, logra su realización más exitosa y masiva en un espacio reducido y que fortalece la sensación de individualidad. Por eso entendemos que el mol, más que la ciudad contemporánea, es el verdadero espacio interior del capital del que habla Sloterdijk: "El espacio interior del capital no es ninguna ágora ni venta masiva al aire libre, sino un invernadero, que ha traído hacia el interior todo lo que antes estaba en el exterior" (Im Weltinnenraum des Kapitals: 26).9
Para Sloterdijk, en este invernadero, en esta Babel horizontal, el sentido de la libertad está contenido en el tener como pagar los productos del mercado o tener como producirlos; es lo que nosotros llamamos, retomando las palabras de Milton Friedman, el free to choose. Al elegir mercancías, se realiza una condición y una posibilidad del ser humano: su existencia en un espacio protegido, tan protegido que le permite alcanzar todo y sin riesgos o, al menos ocultándolos, porque los riesgos ambientales están velados, sólo que el todo que puede alcanzar el ser humano en el mol se reduce a las mercancías que le ofrece el mercado. Nada queda en ello de la autonomía buscada por Kant, ni por Mill, ni por Thoreau, ni por Leopold: la época del mol no la de las libertades liberales. El mol, nivel más alto alcanzado para la protección masiva, maquillaje protgector de la vida y del cuerpo entero, lejos de constituir un simple instrumento mercantil, realiza una posibilidad de la existencia humana: una nueva identidad, la de la protección total. El free to choose en la esfera del Crystal Palace asegura la vida del consumidor y crea un nuevo tipo antropológico, pero elimina las posibilidades infinitas que podían surgir de la historia, donde cabía el reinventar la existencia humana e individual entera, con resultado no del todo incierto de seguir la vía de Thoreau y de Leopold.
Bibliografía
Recebido em 24/09/2009 e aprovado em 11/03/2010.
Referencias bibliográficas
- FRIEDMAN, Milton. Free to choose. New York: Avon Books, 1981.
- KANT, Immanuel. Immanuel Kants pupulare Schriften. Beanwortung der Frage: Was ist Aufkärung. Berlin, [s.d.
- LEOPOLD, Aldo. A Sand County Almanac and Sketches Here and There. New York: Oxford University Press, 1977.
- MARCUSE, Herbert. El hombre unidimensional. Barcelona: Seix Barral, 1968.
- MILL, John Stuart. On Liberty. London: Pinguin Classics, 1972.
- SLOTERDIJK, Peter. Im Weltinnenraum des Kapitals, für eine philosophische Theorie der Globalisierung. Frankfurt: Suhrkamp, 2005.
- SLOTERDIJK, Peter. Sphären I. Blassen. Frankfurt: Suhrkamp, 2007. Para las citas usamos la edición español. Esferas Madrid: Ciruela, 2003.
- THOREAU, Henry David. Civil Disobedience New York: Dover Publications, 1995.
- THOREAU, Henry David. Walden New York: Dover Publications, 1995.
- VATTIMO, Gianni. El Fin de la Modernidad Barcelona: Gedisa, 1997.
Fechas de Publicación
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Publicación en esta colección
19 Jul 2010 -
Fecha del número
Jun 2010
Histórico
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Acepto
11 Mar 2010 -
Recibido
24 Set 2009