Open-access La influencia mexicana en la educación brasileña: misiones de educación cultural como modelo para las misiones de educación rural

RESUMEN

Este artículo busca analizar las intenciones y dispositivos modeladores de las Misiones de Educación Rural inspiradas directamente en el programa oficial mexicano de las Misiones de Educación Cultural, iniciado en la década de 1940. Tales experiencias se dieron en el contexto del proyecto de desarrollo económico de estos países, basado en la difusión de los principios de racionalización del trabajo para las áreas rurales y en la profundización de la vivencia de hábitos, actitudes y valores característica de los espacios urbano-industriales. Las Misiones de Educación Rural se organizaron en Brasil entre 1950 y 1951 en forma de experiencia piloto que se desarrolló en los años siguientes en apoyo de iniciativas similares adoptadas en otras localidades rurales del país. Tanto la iniciativa mexicana como la brasileña tenían como intención la transformación de las comunidades rurales en las que las Misiones se realizaban en polos de irradiación de un nuevo patrón de experiencia económica, política y social basado en el asociativismo y en la creación de espacios para la organización de la vida política a nivel local.

Palabras clave: Brasil; México; Misiones Culturales; Misiones Rurales; Educación rural

RESUMO

Este artigo busca analisar as intencionalidades e dispositivos conformadores das Missões Rurais de Educação inspiradas diretamente pelo programa governamental mexicano das Missões Culturais de Educação, iniciado nos anos 1940. Tais experiências se efetivaram no contexto do projeto de desenvolvimento econômico desses países com base na difusão dos princípios da racionalização do trabalho para as áreas rurais e no aprofundamento da vivência dos hábitos, atitudes e valores característicos dos espaços urbano-industriais. As Missões Rurais de Educação foram organizadas no Brasil entre os anos de 1950 e 1951 na forma de uma experiência piloto que veio desdobrar-se nos anos subsequentes no apoio a iniciativas de mesma natureza adotadas em outras localidades rurais do país. Tanto a iniciativa mexicana quanto a brasileira possuíam como seu intento a transformação das comunidades rurais em que as Missões se efetivavam em polos de irradiação de um novo padrão de vivência econômica, política e social baseado no associativismo e na criação de espaços de organização da vida política em nível local.

Palavras-chave: Brasil; México; Missões Culturais; Missões Rurais; Educação rural

ABSTRACT

This article seeks to analyze the intentions and shaping devices of Rural Education Missions inspired directly by the Mexican governmental program for Cultural Missions of Education, started in the 1940s. Such experiences were carried out in the context of the economic development project of these countries based on the dissemination of the streamlining work for rural areas and deepening the experience of habits, attitudes and values characteristic of urban-industrial spaces. The Rural Education Missions were organized in Brazil between the years 1950 and 1951 in the form of a pilot experience that came to unfold in subsequent years in support of initiatives of the same nature adopted in other rural locations in the country. Both the Mexican and the Brazilian initiatives aimed at transforming the rural communities in which the Missions were carried out in centers that radiate a new pattern of economic, political and social living based on associations and the creation of spaces for organizing political life at the local level.

Keywords: Brazil; Mexico; Cultural Missions; Rural Missions; Rural education

Introducción

Las Misiones de Educación Rural fueron organizadas inicialmente en Brasil por el Ministerio de Educación y Cultura y el Ministerio de Agricultura, entre los años 1950 y 1951, como un programa experimental que se desarrolló en los años siguientes en iniciativas de la misma naturaleza adoptadas en otras comunidades rurales del país.

La década de 1950 está marcada como un período en que, en el contexto de la llamada “guerra fría” entre los Estados Unidos de América (EUA) y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), el primero de estos países buscó reforzar su influencia económica, política y cultural en los países latinoamericanos.

Una de las estrategias a las que recurrió Estados Unidos con este objetivo en mente fue el fortalecimiento de su poder de influencia dentro de organismos multilaterales como la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y, en particular, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), su órgano encargado de las iniciativas en los citados campos, así como otros órganos regionales equivalentes.

Uno de los hitos en la elaboración de políticas encaminadas a mejorar las condiciones de vida de las poblaciones rurales de las naciones latinoamericanas, elegido como condición fundamental para evitar la influencia de las ideas políticas identificadas con la URSS, fue la celebración, en 1949, del Seminario Interamericano de Educación de Adultos organizado por el gobierno brasileño, por la mencionada UNESCO y la Organización de los Estados Americanos (OEA) en la ciudad de Petrópolis, en el estado de Río de Janeiro.

Una de las acciones promovidas por el gobierno de Getúlio Vargas (1950-1954) a partir de las recomendaciones de este encuentro fue la organización de una experiencia modelo de educación en el medio rural a partir de una propuesta desarrollada conjuntamente por Manoel B. Lourenço Filho y José Irineu Cabral, respectivamente el Director del Departamento Nacional de Educación del Ministerio de Educación y Salud y el Director del Servicio de Información Agrícola del Ministerio de Agricultura. El segundo pasó a ser el encargado de coordinar esta experiencia, denominada 1ª Misión de Rural de Educación.

Bajo el auspicio de la UNESCO, a través del Centro Regional de Educación Fundamental para América Latina (CREFAL), se enviaron técnicos a México para conocer el funcionamiento de las Misiones Culturales como primer paso hacia la implementación de un programa similar en nuestro país. (BARREIRO, 2010)

En 1956, las Misiones Rurales ya operaban en regiones de los estados de Alagoas, Bahia, Maranhão, Pernambuco, Rio de Janeiro, Rio Grande do Norte y Rio Grande do Sul. (CNER, 1956, p. 64)

Aquí nos proponemos analizar las similitudes entre las Misiones Culturales de Educación reorganizadas en México a partir de la década de 1940, destinadas a la formación de la población de las zonas rurales, y las Misiones Rurales de Educación iniciadas en Brasil a partir de los años 1950.

México y la creación de Misiones Educativas Culturales

Las Misiones Culturales de Educación (en adelante Misiones Culturales) representaron en México una de las consecuencias directas de la Revolución de 1910. Luego de un período inicial marcado por episodios de disputa política y militar tanto contra las fuerzas que apoyaron al gobierno de Porfirio Díaz como entre los dirigentes victoriosos del movimiento revolucionario y sus respectivos ejércitos, siguió el momento de la consolidación de un nuevo gobierno constituido y la consecuente promulgación de la nueva Constitución del país en 1917.

Con la estabilización política, se adoptó a partir de 1922, bajo la dirección de José Vasconcellos, titular de la Secretaría de Educación Pública, una política para combatir el analfabetismo en casi toda la población mexicana y de expansión de la educación primaria entre la población de las zonas más empobrecidas del país, casi todas marcadamente rurales y con una población mayoritariamente indígena y mestiza, con la construcción de escuelas rurales destinadas no sólo a la enseñanza de los propios contenidos escolares, sino también encargadas de promover la difusión de conocimientos relacionados con la vida de las poblaciones rurales con el fin de promover una mejora en sus condiciones de existencia.

Con esta última intención como su principal objetivo, junto con la ampliación de la red de escuelas primarias en las zonas rurales, se creó también un programa para la formación de aquellos docentes encargados de llevar a las poblaciones rurales los conocimientos, hábitos y habilidades técnico-políticas considerados esenciales a la realización del proyecto de desarrollo del país a través de un aumento concomitante del nivel de vida y de la productividad de la gran mayoría de su población.

Inicialmente, la gran mayoría de los docentes para las escuelas rurales eran voluntarios. Por lo tanto, uno de los temas fundamentales que se presentaron en este momento fue la necesidad de proporcionar formación pedagógica a este contingente. De esta demanda surgirá la propuesta de creación de “Misiones Culturales”, cuya principal característica fue la movilidad a través de un territorio delimitado de acuerdo a la evolución de la densidad escolar. (VERGARA, 2010)

Estas Misiones, creadas en 1924, se configuraron inicialmente como un curso de formación en servicio enseñado por profesores de la capital y reclutados por el gobierno federal para conformar un equipo de especialistas en el área educativa que pudiera funcionar como una escuela pedagógica con carácter itinerante.

En ese momento inicial, estaban ubicadas en las capitales de los estados y no tenían un carácter exclusivamente rural, es decir, no solo estaban destinados a los maestros de las escuelas primarias rurales sino también a los de las zonas urbanas periféricas. Sin embargo, ya formaban parte de su equipo un cierto número de especialistas en técnicas de trabajo y producción que podrían ser aplicadas en la producción a pequeña escala de determinados productos por parte de las escuelas.

A partir de esta experiencia inicial se establece definitivamente, a partir de 1926, el modelo de Misiones Culturales centrado en la formación de maestros rurales en cursos de cuatro a seis semanas de duración. El tamaño de las clases variaba entre 30 y 100 alumnos divididos en hasta dos clases, considerando su nivel de aprendizaje previo. El programa del curso consistió en nociones básicas de pedagogía, técnicas didácticas relacionadas con la lectoescritura en los diversos dialectos existentes en el país, aritmética, ciencias sociales, música, canto, gimnasia, deportes, agricultura, ganadería, pequeñas industrias rurales, higiene, primeros auxilios y tareas del hogar. (BONILLA Y SEGURA, 1950).

Esta primera etapa, por así decirlo, finalizó en 1938 con la implementación de una propuesta de corte socialista a partir del segundo mandato de Lázaro Cárdenas en la presidencia de la República y la elección de la escuela primaria como espacio privilegiado para la irradiación de las concepciones intensamente nacionalistas y jacobinas que marcan este período gubernamental. Es de suponer que además de este cambio de énfasis, la propuesta de Misiones Culturales fue percibida por las nuevas fuerzas en el poder como muy identificada con su idealizador, José Vasconcellos, quien compartía una ideología liberal conservadora. (ABOITES y LOYO, 2010)

La elección en 1940 de un político considerado más moderado y centrista, Ávila Camacho, para el cargo de presidente representó también la reanudación de las Misiones Culturales a partir de 1943. Según Gillermo Bonilla Y Segura, quien estuvo directamente comprometido con la experiencia de las misiones en esta tu segunda fase:

El objetivo central era constituir un verdadero cuerpo de educación extraescolar, capaz de ejercer una acción decisiva y directa sobre el individuo, la familia y la comunidad, con miras a mejorar las precarias condiciones de vida del pueblo.

Veintiún años de experiencia en la escuela rural habían demostrado que una población sujeta exclusivamente a la influencia de la escuela primaria evoluciona con enorme lentitud, proporcional a la ignorancia de la familia; es que ésta no sólo entorpece la sana influencia de la escuela sino que tiende a neutralizarla por completo. El niño, después de cuatro o seis años de educación primaria, abandona la escuela para reincorporarse a un medio atrasado, viéndose obligado a readaptarse al modo de vida de su familia o a separarse de él, para buscar, en otro medio, el nivel de vida que ahora le parece más conveniente. (BONILLA Y SEGURA, 1950, p. 52-53)

En este diagnóstico vemos que ya aparecen algunos temas importantes en cuanto a las razones por las cuales se implementaron las misiones tanto en México como posteriormente en Brasil, así como dos de los principales resultados esperados de ellas, a saber: el cambio de hábitos, actitudes comportamientos y modos arraigados en las familias de las zonas rurales y la disminución del éxodo de quienes constituían la parte con mayor capacidad productiva hacia la periferia de las grandes ciudades.

Al elaborarse los nuevos lineamientos y concepciones concernientes a esta nueva etapa de las Misiones Culturales, aún en 1942, el encargado de su dirección en la Secretaría de Educación Pública de México, al exponer los conceptos que fundamentan la nueva organización de dichas Misiones, hizo claro el sentido de extensión del Estado que surge con el movimiento revolucionario de la década de 1910 hacia las regiones más interiores del país siguiendo un movimiento concomitante para mejorar las condiciones de vida y la productividad laboral de las poblaciones campesinas:

El Estado Mexicano se empeña en remediar los grandes males suscitados por el medio físico, el orden social, la ignorancia y el retraso cultural, promoviendo y emprendiendo lo necesario para el dominio del medio natural, el afianzamiento y perfeccionamiento del régimen de propiedad emanado de la Revolución, y la vigorización económica, social y cultural de la población rural. Por lo que ve a la Secretaría de Educación Pública, entre otras cosas, se esfuerza por generalizar y elevar la escuela rural, por formar hombres técnicamente calificados para el trabajo agrícola y sus fines por formar maestros capaces de contribuir a la solución de los grandes problemas rurales. (SERRA, 1973, p. 87)

Desde tales intenciones más generales, tendríamos la definición de los frentes de acción de las Misiones Culturales. Según el encargado de formular este renovado diseño de éstas, se trataba principalmente de actuar sobre la comunidad rural en su conjunto en la búsqueda de una racionalización de sus prácticas laborales y la modificación de hábitos arraigados en los campos de la higiene y formas de vida cultural, política y social. De esta forma, dos serían los objetivos más amplios a alcanzar:

  • l. Procurar el desenvolvimiento económico de las comunidades, mejorando la técnica de sus ocupaciones habituales preponderantes para hacerlas más remuneradoras, introduciendo donde sea necesario nuevos cultivos o explotaciones, estimulando la crianza de animales domésticos, organizando la producción y la venta de los artículos sobre bases de mayores ganancias y perfeccionando, en suma, todo aquello que tienda a conseguir una vida más desahogada para los moradores.

  • 2. Elevar las condiciones de higiene y salubridad de las poblaciones formando hábitos de higiene personal y social, realizando las obras materiales que redunden en beneficio de la salud, organizando y conduciendo campañas sociales apropiadas y creando las instituciones que al respecto se consideren indispensables. (SERRA, 1973, p. 88-89)

Al mismo tiempo las misiones también deben actuar, siguiendo las mismas pautas señaladas anteriormente, sobre la organización de la vida privada de las familias para que incorporen nuevos hábitos y formas de comportamiento, así como interioricen el sentimiento de pertenencia a un régimen político no interior del cual puedan se percibir como ciudadanos con derechos. Los objetivos que se explican a continuación se refieren al papel del núcleo familiar en el contexto del cambio deseado de la comunidad más amplia:

  • 3. Avivar el deseo y la resolución de las gentes de vivir en hogares bien organizados, dotados del equipo mínimo deseable y con vistas a conseguir el advenimiento de una vida doméstica satisfactoria, promoviendo la integración del hogar y procurando, en suma, la elevación de la vida doméstica y el enaltecimiento de la familia.

  • 4. Influir en el mejoramiento de la habitación, la alimentación y el vestido de la gente. (SERRA, 1973, p. 89)

En el límite, se buscó extender a todo el territorio del país nuevas formas de sociabilidad acordes con un orden social que pretendía sustentarse en la institucionalización de las relaciones políticas a fin de superar el legado de la cultura política del caudillismo que desde la independencia de España fue un sello distintivo de la historia mexicana. Ante esto, sería necesario:

  • 5. Fomentar las relaciones sociales en los poblados campesinos e instituir formas valiosas de recreación.

  • 6. Despertar el anhelo por la cultura y crear instituciones que respondan, aunque sea en mínima parte, a ése deseo. Dentro de este aspecto se dará especial importancia a la campaña de alfabetización.

  • 7. Fortalecer los vínculos de solidaridad entre los Mexicanos y crear actitudes de amor a la Patria y de respeto a sus instituciones. (SERRA, 1973, p. 89)

Y finalmente, en cuanto a los objetivos más amplios trazados para las Misiones Culturales, formar un nuevo tipo de representante de los poderes públicos en la comunidad rural que también cumpliría una actividad de dirección política dentro de ella: el maestro de la escuela primaria rural. Por lo tanto, en relación con sus objetivos de formación de maestros rurales, sería conveniente:

  • 8. Elevar la preparación profesional de los maestros rurales en servicio a fin de mejorar las condiciones materiales de las escuelas, completar sus dependencias y anexos, y perfeccionar su organización y funcionamiento.

  • 9. Suscitar la fundación o fomento de instituciones funcionales que respondan a las exigencias vitales de los pueblos y que sean capaces de desarrollar con eficacia los poderes de progreso de las comunidades rurales. (SERRA, 1973, p. 89)

Se trata pues de producir, en los núcleos dispersos de la población rural, un sentimiento de pertenencia a una “comunidad”, es decir, teniendo como organizador al maestro de primaria, se pretendía producir una nueva identidad colectiva cuyo eje radiante fue el trabajo racionalizado y los hábitos de cuidado relacionados. Es el ya mencionado Gillermo Bonilla Y Segura quien nos dice:

Es por esto que, sin pretender desacreditar o menospreciar el esfuerzo de la escuela primaria de tipo clásico, las misiones culturales se fijan como objetivo transformar el medio físico y humano en el que se forman las nuevas generaciones, estimulando el estallido del espíritu de iniciativa y aprovechamiento de los recursos morales y materiales del individuo, de la familia y de toda la comunidad, con miras a combatir la pobreza, mejorar la salud de las poblaciones, elevar el nivel de vida familiar, fomentar las buenas relaciones entre las diferentes comunidades y entre individuos y eliminando la ignorancia en todas sus formas. (BONILLA Y SEGURA, 1950, p. 53)

Sin embargo, no sería posible lograr cambiar los patrones culturales y políticos de estas poblaciones sin que al mismo tiempo se produzcan cambios reales en sus niveles materiales de vida. Por lo tanto, la primera tarea de las misiones fue demostrar y aplicar nuevos métodos y prácticas de trabajo para extraer una mayor productividad de la tierra y elevar el nivel de vida de las familias e individuos en cada localidad lo más rápido posible.

La Misión Cultural estaba integrada por un grupo formado por un profesor normalista encargado de dirigirla (que tenía al menos cinco años de experiencia profesional, además de un amplio conocimiento sobre la vida rural y sus problemas); una trabajadora del hogar; una enfermera y partera; un profesor de actividades recreativas; un profesor de bellas artes; un profesor de agricultura; un docente con conocimientos de mecánica, herrería y manejo de equipos audiovisuales; otros maestros de técnicas y oficios según las necesidades de cada localidad. (SERRA, 1973)

Este equipo debería iniciar sus actividades enseñando técnicas más racionales de producción agrícola y pastoril, así como posibilidades de aprovechamiento económico de los recursos disponibles por cada familia:

Los trabajos de mejoramiento comunal y de capacitación de los vecinos deben significar siempre un adelanto en la técnica usual con la tendencia a abatir la rutina y provocar el avance; no se pretenda elevar de golpe la situación, introduciendo súbitamente instrumentos y métodos de trabajo demasiado perfeccionados, alejados en absoluto de la comprensión y habilidad campesina, sino que se procederá gradual y progresivamente, de acuerdo, por supuesto, con las exigencias naturales. (SERRA, 1973, p. 91)

La intención fundamental, por tanto, era generar un efecto de movilización de las personas y sus familias residentes en el área de actuación de una Misión Cultural, con miras a hacerles interiorizar un espíritu de iniciativa que se desborde a las actividades productivas y al constitución misma de esta agrupación de familias en una comunidad con intereses comunes y, en el límite, en la formación de una red de comunidades particulares que, al interrelacionarse económica y políticamente, aumentarían la productividad del trabajo agro pastoral y, como se dijo anteriormente, reemplazarían el patrón político anterior de característica personalista por una nueva institucionalidad basada en decisiones de carácter colectivo:

No es menos importante la influencia de las misiones rurales en cuanto a las actividades sociales y recreativas de la comunidad; se esfuerzan por cambiar el carácter taciturno o indiferente del hombre de campo, fomentando un ambiente de sana alegría, gracias al deporte, el juego, el baile, la música, el canto, el teatro, la declamación, la buena lectura, las conferencias sencillas, las exhibiciones cinematográficas y la escucha radiofónica. Las misiones también se dedican a fortalecer los lazos de amistad entre las familias y los pueblos, organizando competiciones, concursos, fiestas regionales, actos cívicos, tertulias y jornadas culturales de todo tipo. Estas actividades permiten canalizar el instinto de lucha, tan arraigado en las zonas rurales, y orientarlo hacia la elevación moral del individuo y de la colectividad. (BONILLA Y SEGURA, 1950, p. 54)

Es de destacar que, en el desempeño de su tarea, las misiones se sirven siempre de los recursos materiales y morales del individuo y de la comunidad, aplicándose a fomentar la formación de hábitos saludables, a destruir los defectos sociales y a reforzar el espíritu de ayuda mutua y generosidad. (BONILLA Y SEGURA, 1950, p. 55)

Aquí, la metodología adoptada debe ser la de incentivar la creación de instancias organizativas colectivas dentro de la comunidad rural. Tanto para hacer frente al esfuerzo de difusión del conocimiento antes mencionado, como para que aún después de iniciada la misión, los frutos de su trabajo no se pierdan y el impulso inicial producido se consolide en la incorporación por parte de los componentes de aquellas comunidades de los hábitos y prácticas productivas enseñadas. Igual de importante es que la comunidad mantenga en funcionamiento todos los nuevos espacios de decisión política colectiva cuya organización había sido impulsada por los elementos de las Misiones Culturales. El citado documento organizativo de las misiones en su segunda fase señala la centralidad de esta acción de movilización política:

Sin perjuicio de las visitas domiciliarias y de la atención de casos individuales que permitan las limitaciones de personal de las misiones, atendiéndose a la par el trabajo mediante grupos, comités, equipos, clubes u otras asociaciones organizadas al efecto, interesadas en problemas, actividades y propósitos comunes, ya sea porque el trabajo por equipo o asociaciones sea precisamente el indicado, ora porque así convenga para facilitar la generalización de técnicas y la conjunción de capacidades de esfuerzos y de recursos o bien porque es preciso, indispensable a todas luces, contar con un conjunto organizado capaz de continuar el trabajo iniciado, de obrar con autodeterminación oportuna y, en fin, de actuar funcionalmente en la consecución de medios y fines. (SERRA, 1973, p. 91)

Una instancia organizativa particular debería crearse con miras a los objetivos señalados anteriormente, constituyendo un órgano proponente, ejecutivo y fiscalizador en relación con las acciones de mejora que la comunidad rural allí representada acordó ser necesarias y realizables con los recursos disponibles en la localidad. Designada Comisión de Acción Económica y Cultural, su importancia, composición y funciones quedarían definidas con los siguientes términos:

En cada comunidad, por pequeña que sea, se constituirá un Comité de Acción Económica y Cultural, encargado, ora de globalizar el mejoramiento total de la misma, ya de fiscalizar el empleo de los esfuerzos humanos y de los recursos pecuniarios o en especie apartados para la realización de las obras o bien de conducir y dirigir el mejoramiento cuando falle la iniciativa, la perseverancia o la capacidad delas organizaciones específicamente dedicadas al objeto. Este comité será también un organismo de colaboración en los trabajos de mejoramiento comunal y será capacitado de tal modo, que en ausencia de los misioneros especialistas o de la misión en total, pueda asumir la dirección y el control de la labor, continuando el trabajo promovido o iniciado hasta su terminación. El citado comité estará integrado por tantas personas cuántos sean los aspectos esenciales del trabajo de mejoramiento.

Es posible que las ramas de recreaciones estén representadas por un delegado en lo que ve a música y otro por lo que mira a deportes y otras formas de recreación. También podría constituirse por los presidentes de las diversas organizaciones funcionales ya formadas o que se instituyan posteriormente para favorecer, promover y encauzar el ascenso colectivo. (SERRA, 1973, p. 92)

Esta debe configurarse también como una especie de escuela de formación política en el sentido de prácticas democráticas de participación y toma de decisiones:

En la organización de equipos, clubes y demás asociaciones, la misión procurará el empleo de procedimientos democráticos, tanto por elemental respeto a las mayorías y a la libre determinación de las mismas, cuánto para contribuir a la educación sociopolítica de cada una de ellas y de la comunidad.

Cada Comité de Acción Económica y Cultural elaborará su propio reglamento interior accesible a la comprensión y aptitudes medias del vecindario y de acuerdo con las necesidades comunales. (SERRA, 1973, p. 92)

Para que dichas estrategias organizativas se llevaran a cabo de acuerdo con los objetivos antes señalados y también para que produjeran efectos duraderos en las comunidades donde se desarrollaron, fue necesaria la imprescindible intervención de los agentes del Estado. Y entre estos el que se encargaría de mantener el impulso inicial dado por las Misiones sería el maestro de la escuela primaria rural en proceso de implementación. Sería el responsable más inmediato de la tarea de formar a las nuevas generaciones, de acuerdo con las nuevas concepciones y prácticas de trabajo y sociabilidad, para ser interiorizadas deseablemente por los niños bajo su responsabilidad profesional. Así, desde la escuela primaria rural, se debe aprender practicando nuevos hábitos de diligencia y las técnicas productivas básicas para llevarlas deseablemente a la familia:

Las Misiones Culturales harán que los niños trabajen según su edad, en la hortaliza, en el jardín, en el huerto de frutales, en los anexos de animales domésticos y en el taller de su propio hogar, bajo la dirección de sus padres y de los maestros de la escuela del lugar, quienes recibirán, en caso necesario, las orientaciones pertinentes de los misioneros, estimulando su desenvolvimiento físico y dirigiéndolos hacia una vida espiritual superior. Los niños que por razones económicas no puedan asistir con regularidad a la escuela, recibirán especial atención de parte de los maestros misioneros. (SERRA, 1973, p. 91)

Al mismo tiempo, como la Misión Cultural también está encabezada por un docente de mayor formación (ya que ostenta el título de normalista), tenemos una centralidad del trabajo docente aplicado en el esfuerzo de organización de la comunidad en torno a la escuela. Consistente con los valores propagados por la Revolución Mexicana, el jefe de la misión debe hacer un esfuerzo permanente por mantener movilizada a la comunidad donde se encontraba la escuela en relación a la incorporación de los nuevos hábitos, prácticas y actitudes propagadas por las Misiones.

Dentro de este régimen que supone trabajo individual y responsabilidad personal al mismo tiempo que interdependencia y recíproca colaboración, los maestros misioneros gozarán de suficiente libertad para desenvolver su iniciativa personal, siempre que no estorbe el desarrollo general del trabajo, que mantenga la importancia relativa que el plan concede a determinados problemasdentrode la totalidad de los problemascomunales considerados y también que no signifique una acción dislocada del conjunto.

De acuerdo con las circunstancias, los misioneros pueden emplear en sus trabajos, indistintamente, el procedimiento de atención de casos individuales -incluso de visitas domiciliarias - o el de atención de equipos, clubes o grupos organizados al efecto, integrados por personas afectadas por problemas similares. Acaso deba predominar el segundo procedimiento, ahí donde los problemas particulares suscitados por niveles vitales ínfimos se multiplican exageradamente en relación con el personal disponible para afrontarlos, sin perjuicio, se aclara, de empeñarse en la atención de casos individuales. (SERRA, 1973, pp. 92-93)

Así, de todos los componentes de la misión, el docente que la encabeza es el que más debe involucrarse en la vida de la comunidad y orientar permanentemente el desenvolvimiento cotidiano de la existencia de sus sujetos individuales y colectivos. De la misma manera, el maestro de escuela primaria rural debe desempeñar un papel similar con su clase de alumnos y deseablemente también ser un organizador de la vida comunitaria, dado que es él quien se quedará allí por más tiempo. En este contexto, la escuela primaria rural se convertirá en un núcleo irradiador y, al mismo tiempo, condensador de las nuevas prácticas y conceptos formativos que las Misiones Culturales pretenden difundir entre la población rural mexicana.

Brasil y la implementación de las Misiones Rurales: el proyecto piloto de Itaperuna-RJ

El segundo gobierno de Getúlio Vargas (1950-1954), esta vez obtenido por elección el cargo de presidente de la República, se configurará como un período gubernamental preocupado por la interiorización de la presencia del Estado en un vasto territorio donde vive el grueso de la población del país disperso de forma enrarecida y nucleada por centros urbanos mucho más cercanos a la vida rural que a la vida urbana. En ese contexto, se implementó el proyecto Misiones Rurales, cuya experiencia piloto ocurrió en 1952 en un municipio de la zona rural del estado de Río de Janeiro, que tenía la capital federal en su territorio.

Esta Misión, planificada en alianza por los dos Ministerios mencionados, tuvo como objetivo principal generar subsidios para una futura política nacional de educación básica para el medio rural, proponiendo “lineamientos técnicos y asistenciales encaminados a mejorar las condiciones económicas y sociales de la vida rural”. (CABRAL et al., 1952: s/p.). Durante la segunda administración Vargas y la de su sucesor electo, Juscelino Kubistchek, se creó un programa nacional de Misiones Rurales en la misma línea que el que se analiza.

El lugar elegido para la experiencia pionera fue el municipio de Itaperuna, ubicado en el noroeste del estado de Río de Janeiro.

El equipo encargado de realizar el trabajo de “movilización comunitaria” estuvo integrado por: dos ingenieros agrónomos; un veterinario; una enfermera de salud; un especialista en economía doméstica e industrias artesanales rurales; y un trabajador social. También cuenta, como personal de apoyo, con un operador de radio y cine y un chofer. Este equipo, a su vez, se dividió en cuatro sectores de actividad: agricultura; médico-sanitario; economía domestica; y servicio social.

Se ve así que no hay presencia de educadores en sentido estricto. Esto se debe a que la misión tuvo como objetivo orientar a las maestras rurales - tanto en ejercicio como en formación - para que se convirtieran en colaboradoras directas del trabajo de la misión y futuras responsables de lo mantenimiento de los principios rectores y también de los eventuales resultados obtenidos por la misión.

El objetivo privilegiado de la misión fue la población adulta del municipio. El objetivo era movilizar a los líderes comunitarios así como promover el surgimiento de nuevos liderazgos con miras a difundir formas de pensar y actuar acordes al proyecto de mejoramiento racional de las condiciones de vida y trabajo de la comunidad.

Junto a este objetivo más amplio, la misión buscó llegar a todos los miembros de las comunidades en las que operaba - hombres, mujeres y niños - con nuevos conocimientos, valores y hábitos propios de la civilización urbano-industrial en expansión en el país.

No es casual que la labor pedagógica de la misión tuviera como recurso constante el cine, la música y la radio, el lenguaje audiovisual como vía no sólo para facilitar la labor de difusión de ideas y conocimientos en un medio social básicamente analfabeto sino también como medio pedagógico en sí mismo en la medida en que el contacto con tales nuevas tecnologías (más particularmente el cine; sin embargo, es necesario considerar que incluso el aparato radiofónico era todavía, por regla general, un objeto raro en las viviendas rurales) funcionaba tanto como un medio de atracción y como símbolo de la modernidad que el Estado entonces pretendía llevar al interior del país. Un Estado que, por extensión, aparecía como el mayor símbolo de esta civilización moderna, urbana y fastuosa en el reparto de sus beneficios y sus promesas de felicidad. Como se indica en la parte inicial del Informe de Actividades, dedicada a la descripción de la etapa de planificación de la Misión:

De los estudios realizados, se decidió que se ensayaría el proceso de “organización social de la comunidad”, aplicado al medio rural, utilizando el equipo, según las circunstancias, las técnicas de acción individual y trabajo en grupo, con el objetivo de despertar a la comunidad. Los instrumentos de trabajo serían todos los que estuvieran al alcance de la Misión: contactos personales, visitas domiciliarias, encuentros, clases, demostraciones, campañas, actividades grupales, proyección de películas y tiras didácticas, programas de radio y, según las condiciones del entorno, incluso la prestación de algunos servicios de asistencia que servirían como motivo para atraer poblaciones a la esfera de influencia del equipo. (CABRAL et al., 1952, p. 19)

Puede verse así que el punto de partida del esfuerzo educativo fue lograr una actitud de buena voluntad por parte de la comunidad objeto de las actividades de la Misión, con miras a evitar desde el principio cualquier tipo de resistencia o desconfianza en cuanto a las intenciones y el trabajo del equipo educativo de la Misión. En este sentido, se recurrió a la prestación de asistencia médica básica, la distribución de semillas, el suministro de material didáctico a las escuelas, así como aquel que pueda ser utilizado en actividades económicas domésticas para las amas de casa.

Considerando la precaria situación en cuanto a las condiciones de vida de la población local, esta estrategia de seducción se presentó como bastante exitosa.

También en relación a este tema del esfuerzo inicial por aceptar el trabajo de la misión, cabe señalar que hubo una preocupación por parte del equipo educativo por evaluar las formas de convivencia social y el nivel de conciencia política existente en el medio urbano y centros rurales del municipio de Itaperuna.

Además de exponer un panorama sombrío en cuanto a oportunidades de acceso a bienes culturales como teatros, cines y bibliotecas públicas, así como a espacios de socialización como clubes y plazas, se notó la “ausencia de espíritu asociativo” dentro de la población así como la falta de “espíritu de iniciativa y entusiasmo en torno a cualquier manifestación de arte” por parte de los más jóvenes en particular. En cuanto al acceso a la educación escolar, la situación precaria también sigue siendo la regla. (CABRAL et al., 1952, p. 30)

Tales eran las condiciones negativas que, a juicio de los organizadores de la Misión, impedían el desarrollo económico y social de las comunidades del interior del país en general. Se trataba entonces de instituir una práctica pedagógica cuya característica central consistiera en un esfuerzo consciente y dirigido a promover el máximo número de oportunidades para que cada participante en los momentos colectivos de toma de decisiones sobre problemas y posibles iniciativas de mejora de la comunidad pudiera expresar ellos mismos en igualdad de condiciones con todos los demás; en particular, en relación con aquellos comúnmente percibidos como los legítimos (y, por supuesto, exclusivos) poseedores de la prerrogativa de hablar y ordenar acciones.

La propia dinámica de los eventos realizados bajo este principio fue pensada como una materialización de esta intención. Una larga lista de 14 ítems que describen las prácticas que debe adoptar el equipo educativo incluía, por ejemplo, los siguientes procedimientos:

  • a) visitas domiciliarias, para el contacto personal y directo con las familias, especialmente en las zonas rurales;

  • b) frecuentes contactos personales con los servicios públicos e instituciones privadas, con las autoridades y con los elementos más representativos de las localidades;

  • c) actitud informal en todas las ocasiones, para evitar vergüenza por parte de las personas más sencillas y no hacer creer a los presentes que existen distinciones especiales en relación con personas influyentes;

  • d) trabajo en grupo, adoptando el sistema de reuniones públicas o con diferentes grupos, según convenga, sin que en estas ocasiones se tenga la tradicional costumbre de constituir la junta directiva y dar protagonismo a determinadas personas. La asistencia a estas reuniones se hacía en perfecta igualdad de condiciones y se pedía a cada uno de los presentes que expresara sus ideas y opiniones con total libertad;

(...)

  • k) condicionar la solución de los problemas a la iniciativa y a las sugerencias de aquellos directamente interesados, como medio de evitar medidas artificiales y en desacuerdo con la psicología y la realidad del entorno;

  • l) acción simultánea con todo el elemento humano, independientemente de su edad, sexo, condición social, etc., como medio de movilización general de la comunidad a favor del proyecto o iniciativas en curso;

  • m) uso constante de instrumentos didácticos audiovisuales, como subsidio a la labor educativa;

  • n) acentuación del aspecto educativo del trabajo, a fin de eliminar la idea de una posible asistencia a ser llevada a cabo por la Misión, reduciendo el esfuerzo personal e institucional en la solución de los problemas de la comunidad. (CABRAL et al, 1952, p. 43-44)

Tenemos ahí, por tanto, una preocupación permanente tanto por obtener el apoyo constante de las autoridades constituidas del municipio - líderes políticos y religiosos como de todos aquellos que ocupaban un lugar destacado en la vida social local - con miras a otorgar simultáneamente mayor autoridad simbólica, mayor legitimidad a los ojos de la población, a las actividades realizadas en el ámbito de la Misión; y también producir un comportamiento perdurable de esos mismos líderes con los principios de esa misma Misión visando, en última instancia, garantizar la continuidad de la experiencia, haciendo permanentes sus logros y, por así decirlo, blindándola contra posibles discontinuidades provocadas por cambios en la orden político local.

En este aspecto, es interesante notar que las prácticas pedagógicas de la misión reflejaron una concepción de que, por encima de los intereses particulares e inmediatos debería ser tomado en cuenta tanto por los hombres y mujeres públicos como por cada miembro de la población el interés colectivo presente y futuro, el bien común en suma.

Este hecho, considerando la tenue adhesión a este principio básico de la moderna concepción política de ciudadanía que constituye una de las marcas históricas de la formación social brasileña hasta nuestros días, adquiere particular importancia. Más aún cuando se piensa que menos de cinco años separaron el trienio 1950-52, período que abarca el Informe aquí analizado, del fin del Estado Novo de Vargas y que ni siquiera el período del gobierno del general Eurico Dutra puede calificarse precisamente de democrático en pleno sentido porque durante su mandato, a pesar de la devolución de ciertas garantías constitucionales y derechos políticos básicos, el Estado no dudó en revocar la voluntad de una parte significativa del electorado que había votado por los candidatos del Partido Comunista, prohibiéndose él mismo continuar legalmente existente.

De esta forma, la 1ª Misión de Educación Rural también podría ser tomada como ejemplo de la materialización de una concepción de ciudadanía compartida por componentes del aparato del Estado y que, si bien no puede ser tomada como mayoritaria dentro de éste, se presentó como un fenómeno importante en el marco de las relaciones entre Estado y sociedad en Brasil.

A través de la Misión se buscó difundir una nueva cultura política en el país, una experiencia capilar de instrumentos participativos propios de lo que se constituyó como fundamento de un régimen político verdaderamente democrático. En la parte del Informe dedicada a la descripción de los lineamientos generales y técnicos adoptados por la Misión, hay un tono de orgullo ante el éxito alcanzado respecto a ese sentido del bien común por parte de los integrantes del equipo educativo y que, precisamente por este comportamiento ejemplar, también podría ser incorporado por la población de las comunidades donde se desarrolló la labor educativa:

En ambas comunidades, el equipo se desempeñó de manera idéntica y la reacción local correspondió plenamente. También se puede señalar que, hoy, las dos comunidades están unidas por un vínculo común: la asociación de vecinos, cuyo órgano superior está formado por representantes de los dos pueblos. No se expresaron diferencias durante las distintas reuniones conjuntas en las que se abordaron problemas de interés común y que, una vez resueltos, beneficiarían a todo el distrito. (CABRAL et al., 1952, p. 42)

Sin embargo, a pesar de la relevancia del fenómeno anterior, se percibe cuando leemos la lista parcial de “técnicas de trabajo” antes transcritas que el eje privilegiado de las actividades de la Misión, en cuanto a la producción de las condiciones necesarias para la realización positiva de sus fines, fue la influencia sobre quienes pudieron convertirse en líderes locales imbuidos de un espíritu de iniciativa surgido precisamente de la interiorización de los preceptos, lineamientos y prácticas constantemente difundidos por el equipo educativo.

La búsqueda del compromiso de los líderes municipales formalmente constituidos no se logró en general en la medida deseada por los componentes de la Misión. Por eso también el esfuerzo más constante de la Misión Rural estuvo destinado a la movilización de quienes pudieran convertirse en futuros responsables de la continuidad de lo que se produciría durante la presencia de esa misma Misión en las comunidades del municipio.

Conclusión

El modelo de las Misiones de Educación Rural creado en México se convertirá en un referente para otras experiencias de la misma naturaleza en varios países latinoamericanos, particularmente en el período que siguió al final de la Segunda Guerra Mundial y a la creación de varios organismos internacionales orientados a la promoción de una elevación económica, social y cultural de las poblaciones rurales de América Latina. En Brasil, fue a partir de principios de la década de 1950 que se intentó implementar iniciativas inspiradas en la experiencia mexicana.

Ambas iniciativas se realizaron en el contexto del proyecto de desarrollo económico de estos países basado en la difusión de los principios de racionalización del trabajo a las zonas rurales y en la profundización de la vivencia de hábitos, actitudes y valores propios de los espacios de naturaleza urbano-industrial.

Tanto la iniciativa mexicana como la brasileña tenían como objetivo la transformación de las comunidades rurales en polos de irradiación de un nuevo patrón de experiencia económica, política y social basado en el asociativismo y la creación de espacios para la organización de la vida política a nivel local.

El objetivo era, por un lado, elevar los niveles de productividad e ingreso de una determinada comunidad en las regiones más interiores de estos países y, por otro lado, propagar los valores y prácticas más propios de una sociedad con un sesgo liberal-democrático.

El discurso referido al campo de la educación en particular y a los procesos de formación en general, formulado en el momento histórico aquí discutido, supone que los principios y prácticas correspondientes a estos deben adoptarse también en el ámbito del sector productivo agropecuario y, intrínsecamente ligados a este primer objetivo, como una forma de educar a la población de México y Brasil en el sentido de incorporar nuevos hábitos y actitudes propias de lo que podríamos llamar una “civilización industrial”, que debe superar los vicios arcaicos propios de una sociedad cuyo medio rural permaneció ofreciendo escasas condiciones de vida y participación en la dirección de su comunidad a la gran mayoría de sus habitantes.

En el caso más particular de Brasil, que en los albores de la década del 1950 del siglo pasado tenía el 70% de su población ubicada en el área rural, al mismo tiempo que ampliaba las bases de su proceso de desarrollo urbano-industrial, del análisis de las actividades de la 1ª Misión de Educación Rural se puede concluir que el proyecto de desarrollo del país, puesto en práctica por el Estado sobre bases más complejas desde la década de 1950, también se caracterizó por un esfuerzo esencial para difundir a toda la sociedad brasileña los principios de organización inherentes a los espacios industriales que, deseablemente, deben convertirse en la locomotora de la producción de la riqueza nacional.

La experiencia piloto de organización comunitaria combinada con la oferta de oportunidades para incrementar la escolaridad aquí discutida, aparece como un ejemplo paradigmático del esfuerzo emprendido por el Estado en términos de crear polos para la irradiación de un nuevo patrón de experiencia económica, política y social basado en el asociativismo y en la creación de espacios para la organización de la vida política a nivel local, con el objetivo tanto de elevar los niveles de productividad y de ingresos de una determinada comunidad en las regiones más interiores del país como de propagar los valores y prácticas más típico de una sociedad democrática.

Referencias bibliográficas

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Fechas de Publicación

  • Publicación en esta colección
    29 Ago 2022
  • Fecha del número
    2022

Histórico

  • Recibido
    10 Set 2021
  • Acepto
    31 Ene 2022
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