Resúmenes
Este trabajo se estructura en torno a una investigación etnográfica que busca comparar la(s) violencia(s), dinámicas organizativas y procesos de formación social de dos actores fundamentales del espectáculo de fútbol masculino y profesional: las “barras bravas” argentinas y las “torcidas organizadas” brasileñas. Para ello, recuperamos el trabajo de campo realizado con la barra de Los Piratas del Club Atlético Belgrano de Córdoba (Argentina) y la torcida organizada Ira Jovem del Club de Regatas Vasco da Gama (Brasil). Nos centraremos en una forma específica de violencia muy valorada en términos nativos que en Argentina se la conoce como pelear y en Brasil como brigar o lutar. La investigación coteja el surgimiento histórico de ambos colectivos; sus composiciones sociales y dinámicas organizativas; las alteridades con las que se enfrentan; y las espacialidades, temporalidades y medios utilizados en cada combate.
Palabras clave:
Violencia; etnografía; estudios comparados; seguridad; barras bravas
A presente investigação etnográfica busca comparar a(s) violência(s), dinâmicas organizacionais e processos de formação social de dois atores fundamentais dos espetáculos de futebol masculino e profissional: as “barras bravas” argentinas e as “torcidas organizadas” brasileiras. Para tanto, recuperamos o trabalho de campo realizado com a barra Los Piratas de Clube Atlético Belgrano de Córdoba (Argentina) e a torcida organizada Ira Jovem do Club de Regatas Vasco da Gama (Brasil). Focalizamos em uma forma específica de violência, altamente valorada em termos nativos que na Argentina é nomeada como pelear e no Brasil como brigar ou lutar. A pesquisa irá comparar o surgimento histórico de ambos coletivos; suas composições sociais e dinâmicas organizacionais; as alteridades com as que se confrontam; e as espacialidades, temporalidades e meios utilizados em cada luta.
Palavras-chave:
violência; etnografia; estudos comparados; segurança; torcidas organizadas
This ethnographic investigation compares the violence(s), organizational dynamics and social formation processes of two fundamental actors in professional male football: the Argentinean “barras bravas” and the Brazilian “torcidas organizadas.” For this purpose, we resumed the field work conducted with the barra Los Piratas of the Belgrano Athletic Club (Argentina) and the torcida organizada Ira Jovem of the Vasco da Gama Regatta Club (Brazil). We focus on a specific form of violence, highly appraised, called pelear in Argentina and brigar or lutar in Brazil-both meaning fighting. The research compares the historical emergence of both collectives; their social compositions and organizational dynamics; the alterities which they are fighting against; and their spatialities, temporalities and means used in each fight.
Keywords:
violence; ethnography; comparative studies; security; football fans
Introducción
Este trabajo sistematiza resultados, hipótesis y futuras líneas exploratorias en torno a una investigación de largo aliento y todavía en curso que busca comparar la(s) violencia(s), dinámicas organizativas y procesos de formación social de dos actores fundamentales de los espectáculos futbolísticos masculinos y profesionales: las “barras bravas” argentinas y las “torcidas organizadas” brasileras. La pesquisa se alimenta de tres experiencias etnográficas. Un trabajo de campo desarrollado con la barra1 1 Apelo a la noción de barra porque es como se autoidentifican mis interlocutores pertenecientes a dichos grupos. Rechazo el epíteto de “barras bravas” por la carga estigmatizante y condenatoria que conlleva la adjetivación. Pese a ello, se utiliza ese término en el título -y en otros pasajes del texto- para familiarizar el fenómeno en cuestión con los lectores y las lectoras no especialistas en el tema, ya que esta denominación es la más utilizada para hablar de estos grupos de hinchas organizados. El “entrecomillado” con el que escribo “barras bravas” muestra que no se trata ni de una categoría propia ni de mis interlocutores. El empleo de la cursiva se reserva para testimonios, categorías nativas y palabras en portugués. Cuando hable en femenino -la/s barras- me refiero al colectivo, cuando escribo en masculino -el/los barras- remito a su(s) miembro(s). Para el caso brasilero, hablaré de torcidas organizadas, Ira o Ira Jovem. Los Piratas del Club Atlético Belgrano de Córdoba (Argentina) entre 2010 y 2019 -con algunos períodos de interrupción- posibilitado por una beca doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Una investigación realizada entre 2016 y 2018 con la torcida organizada Ira Jovem del Club de Regatas Vasco da Gama en Río de Janeiro (Brasil) gracias a una bolsa de doutorado sanduíche otorgada por la Fundação de Amparo à Pesquisa do Estado do Rio de Janeiro (FAPERJ). Y, finalmente, un tercer trabajo de campo en curso desde el 2020 que consiste en comparar ambos casos mediante el apoyo de una beca posdoctoral del CONICET. Este texto arroja algunos resultados de esta última etapa netamente comparativa.
Mi experiencia etnográfica consistió y consiste en acompañar y registrar las vivencias de los miembros de ambos grupos -Los Piratas y la Ira Jovem-, tanto cuando acompañan al equipo profesional de fútbol masculino los días de competición como en otras situaciones cotidianas que no tienen a la cancha como epicentro: reuniones semanales, salidas nocturnas, partidos recreativos de fútbol, momentos previos o posteriores a los días de juego, actividades solidarias, redes sociales, lugares de trabajo, aniversarios, cumpleaños, velorios, juntadas en el predio de los clubes, reuniones familiares, entre otros. Realicé entrevistas semiestructuradas a esas mismas personas y a otros actores relevantes del denso entramado relacional que atraviesa a dichos colectivos. También apelé a fuentes secundarias como recortes de prensa gráfica, leyes jurídicas, películas, registros fotográficos -propios y ajenos- y datos estadísticos.
En toda esta trayectoria subyace la idea de contrastar los procesos de formación social de las barras argentinas y las torcidas organizadas brasileras desde la etnografía comparada. Se busca analizar las vivencias de los propios actores comparando “dimensiones de variación” (BARTH, 2000BARTH, Fredrik. “O guru e o iniciador: transações de conhecimento e modelagem da cultura no sudeste da Ásia e na Melanésia”. In: BARTH, Fredrik. O guru, o iniciador e outras variações antropológicas. Organização Tomke Lask. Rio de Janeiro: Contracapa, 2000. pp. 141-166., p. 193) de las experiencias cotidianas que se consideran vitales para la formación colectiva, el entramado relacional y la adhesión individual a cada grupo estudiado. Algunas de esas experiencias -subrayó, no son las únicas ni necesariamente las más importante- tienen que ver con formas de violencias, delitos y transgresiones. De aquel subcampo a los fines de este texto, me limitaré a comparar las dinámicas de una forma específica de violencia muy ponderada en términos nativos que en Argentina se nombra como pelear y en Brasil como brigar o lutar; me refiero a los enfrentamientos consensuados o a las agresiones unilaterales mediadas por el uso de la fuerza física -con empleo de armas o no- que protagonizan los miembros de Los Piratas y de la Ira Jovem contra otros actores que ellos definen como alteridades según un espacio y tiempo determinado. Esas alteridades también pueden incluir a otros miembros del mismo colectivo (CABRERA, 2021CABRERA, Nicolás. “La violencia como experiencia (o el pelear en las barras argentinas). Cuestiones Criminales, Bernal, vol. 4, n. 7/8, pp. 194-264, 2021.).
Una aclaración fundamental: ni todas las violencias que protagonizan estos grupos son peleas, ni todas las peleas son protagonizadas por barras o torcidas organizadas. Algunos miembros de Los Piratas y la Ira Jovem también rompen alambrados, insultan, aprietan, discriminan, amenazan o saquean, es decir, participan en otras prácticas que también podrían ser consideradas como violentas. Aquí no voy a omitirlas, solo que serán tomadas en cuenta en la medida en que contribuyan a comprender la complejidad de la experiencia que mayor importancia tiene para el artículo, la de pelear/brigar. Por otro lado, cabe remarcar que todas las prácticas violentas citadas anteriormente, incluida pelear, no son patrimonio exclusivo de las barras y/o torcidas organizadas. El resto de los actores del campo futbolístico como jugadores, dirigentes, cuerpos técnicos, periodistas, policías o público en general también muestran expresiones violentas.
¿Por qué centrarnos exclusivamente en un tipo de violencia específica? Primeramente, porque las peleas son una experiencia constitutiva de dichos colectivos. Además, los enfrentamientos cuerpo a cuerpo mediante la violencia física ocupan un lugar fundamental en los procesos de adhesión a estos grupos. Las multiplicidades de violencias están nativamente jerarquizadas, y, en aquel “ranking”, pelearse ocupa un lugar privilegiado. Finalmente, me centro en esta experiencia concreta porque se trata de un tipo de violencia relativamente sencilla de identificar como tal dada su definición restrictiva. La potencialidad metodológica está en que una agresión “práctica”, “visible”, “física” y “direccionada” es “altamente perceptible por medio de los sentidos” (RICHES, 1988RICHES, David. El fenómeno de la violencia. Madrid: Pirámide, 1998., pp. 13, 28).
Ahora bien, para entender las dinámicas del pelear/brigar desde una perspectiva comparativa es necesario reconstruir sus condiciones de posibilidad. En consecuencia, este texto propone una breve comparación diacrónica y sincrónica de algunas variables que nos sirven para pensar continuidades y rupturas entre las formas de pelear que protagonizan los miembros de dos referentes empíricos contextualmente distintos, pero analíticamente homologables. El texto se estructura a partir de una comparación entre: a) una breve contextualización del surgimiento histórico de las barras argentinas y las torcidas organizadas brasileras para entender el marco general en el que nacen Los Piratas y la Ira Jovem; b) sus composiciones sociales y dinámicas organizativas, ya que no podemos entender las formas de pelear sin detenernos en quienes son y en cómo se estructuran; c) las alteridades a enfrentar, es decir, contra quién se pelea; y d) las similitudes y diferencias referidas a las espacialidades, temporalidades y medios empleados que en cada pelea se ponen en juego, es decir, describir el dónde, cuándo, cómo y con qué se pelea.
Contexto de surgimiento de las barras y torcidas organizadas
Tanto las “barras bravas” argentinas como las “torcidas organizadas” brasileras son hijas del pánico moral (HOLLANDA et al., 2018HOLLANDA, Bernando Borges Buarque de; MAGAZINE, Roger; RODRÍGUEZ-AGUILAR, Onésimo; CABRERA, Nicolás. “Hinchadas y barras de fútbol en la América Latina contemporánea: hacia un análisis transnacional y una comparación en escala continental”. Cuestiones de Sociología, Buenos Aires, vol. 18, 2018.; LOPES, 2019LOPES, Felipe. Violencia no futebol: ideología na construção de um problema social. São Paulo: Editora CRV, 2019.; TOLEDO, 1996TOLEDO, Luiz Henrique. Torcidas organizadas de futebol. Campinas: Autores Associados, 1996.). Desde sus orígenes han sido mayoritariamente descriptas, por ende prescriptas, desde una mirada más condenatoria que explicativa. El resultado es una obviedad: el fenómeno se aborda más como problema social y menos como problema sociológico. En el caso argentino, por ejemplo, el rol de la prensa gráfica ha sido fundamental para la invención de las barras. Entre las primeras décadas del siglo pasado el fútbol -mientras el fútbol se populariza, masifica, reglamenta, masculiniza (ALABARCES, 2018ALABARCES, Pablo. Historia mínima del fútbol en América Latina. Ciudad de México: Turner, 2018.)- aparecen los primeros registros de “incidentes”, “episodios de violencia” y víctimas fatales. Esas crecientes “incivilidades” lleva a que gran parte de la prensa empiece hablar de “barras” para colectivizar -bajo una fuerte vocación moralizadora- a los “hinchas fanáticos” que protagonizaban episodios “antideportivos”, “incultos” o “vandálicos” (REYNA, 2011REYNA, Franco. Cuando éramos footballers: una historia sociocultural del surgimiento y la difusión del fútbol en Córdoba (1900-1920). Córdoba: Centro de Estudios Históricos “Prof. Carlos S. A. Segreti”, 2011., p. 179). En febrero de 1925, el diario Crítica titula una nota adjetivando a estos grupos de hinchas como “barras bravas” y los define como “energúmenos que sólo van a los field con el objeto de poner de manifiesto sus bajos instintos” (FRYDENBERG, 2011FRYDENBERG, Julio. Historia social del Fútbol: del amateurismo a la profesionalización. Buenos Aires: Siglo XXI, 2011.). Será entre las dos primeras décadas del siglo XX cuando nace una asociación perdurable hasta hoy: las “barras bravas” serán los depositarios de todos los males que aquejan a nuestro fútbol.
No obstante, los primeros grupos de hinchas organizados que se autoreconocen como barras surgen entre la década de los 1950 y de los 1960. La proscripción del peronismo, la clausura de los principales canales democráticos-institucionales de participación, el autoritarismo y el surgimiento de nuevas formas de “ser joven” ligado a la acción directa, colectiva, organizada y, en algunos casos, receptiva al uso de la violencia física como repertorio de acción legítimo son un telón de fondo para la emergencia de grupos jerárquicamente organizados en torno a un club de fútbol que se autodenomina barras. En ese contexto, nace el 9 de julio de 1968 la barra del Club Atlético Belgrano de Córdoba autoidentificada como Los Piratas Celestes de Alberdi.
En Brasil, por su parte, las primeras torcidas organizadas o torcidas uniformizadas, como se conocieron originalmente en Río de Janeiro, surgen a principios de 1940 (HOLLANDA, 2009HOLLANDA, Bernardo Borges Buarque de. Clube como vontade e representação: o jornalismo esportivo e a formação de torcidas organizadas de futebol no Rio de Janeiro (1967-1988). Tese (Doutorado em História) - Pontifícia Universidade Católica do Rio de Janeiro, Rio de Janeiro, 2009.). Como en el caso de Argentina, estos grupos están estructurados alrededor de un club. Particularmente en Río de Janeiro, el modelo naciente se inspiró en una práctica de la cultura local instituida en la década de los 1930: el desfile de las escolas de samba. Hay una “carnavalización de las gradas” (HOLLANDA, 2009HOLLANDA, Bernardo Borges Buarque de. Clube como vontade e representação: o jornalismo esportivo e a formação de torcidas organizadas de futebol no Rio de Janeiro (1967-1988). Tese (Doutorado em História) - Pontifícia Universidade Católica do Rio de Janeiro, Rio de Janeiro, 2009.) que, al igual que el caso argentino, consiste en otorgarle al hincha o torcedor un rol activo. Y, en ese nuevo escenario, el rol de la barra y la torcida organizada es alentar al equipo e incentivar al resto de los hinchas para que hagan lo mismo.
En Río de Janeiro, la Charanga do Flamengo de 1942 y la Torcida Organizada do Vasco de 1944 son algunas de las pioneras en su género (HOLLANDA; SILVA, 2007HOLLANDA, Bernardo Borges Buarque de; SILVA, Melba Fernanda. “No tempo da Charanga”. Esporte e Sociedade, Rio de Janeiro, vol. 2, n. 4, 2007. Disponible en: http://www.lazer.eefd.ufrj.br/espsoc. Acceso en: oct. 2008.
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). Hasta el momento corre una máxima: un club, una torcida, un líder. Sin embargo, a partir de la década de 1960 hay rispideces intergeneracionales y la sublevación juvenil llega a las tribunas cariocas. Una prepotente juventud reclama nuevas formas de organización y participación que los viejos líderes no parecen encarnar. Brasil ya está sumergido en los primeros años de una dictadura militar que lo aterrará por veintiún años. Parece haber un escenario con algunas semejanzas al argentino: la clausura de algunas formas tradicionales de participación y expresión posibilita la apertura de “válvulas de escape”. El fútbol, en o país do futebol, se presenta oportuno. Jóvenes ávidos de protagonismo y organización crean torcidas disidentes que se autodenominan “torcidas organizadas jóvenes”. Nace una nueva forma de “torcer” que hace de la juventud, la masculinidad agresiva, el amor al club, la solidaridad entre pares y el gusto por la pelea alguno de sus emblemas (TEIXEIRA, 2003TEIXEIRA, Rosana. Os perigos da paixão: visitando jovens torcidas cariocas. São Paulo: Annablume, 2003.). Estas torcidas son objetos de narrativas criminalizantes desde su nacimiento. Sin embargo, será en los 1990 cuando el fenómeno impacta profundamente en la opinión pública. En un partido decisivo entre São Paulo y Palmeiras, transmitido por televisión, las dos torcidas organizadas -Mancha Verde e Independente- invaden el campo y pelean con piedras y palos. El saldo final es un muerto y una centena de heridos. La estigmatización de las torcidas organizadas crece vertiginosamente (LOPES, 2019LOPES, Felipe. Violencia no futebol: ideología na construção de um problema social. São Paulo: Editora CRV, 2019.).
En el Club de Regatas Vasco da Gama la principal torcida organizada es la Força Jovem. Nace el 19 de febrero de 1970 en el barrio de Meier en Río de Janeiro (TEIXEIRA, 2006TEIXEIRA, Rosana. “Torcidas jovens cariocas: símbolos e ritualização”. Esporte e Sociedade, Rio de Janeiro, vol. 2, pp. 1-26, 2006. Disponible en: http://www.lazer.eefd.ufrj.br/espsoc/. Acceso en: jul. 2008.
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). La cobertura de la prensa y muchos de mis entrevistados coinciden en algunas caracterizaciones de esta torcida: gran puesta de escena en la tribuna, masiva concurrencia y un largo historial de peleas. Esa costumbre le vale una pena y en el año 2013 es prohibida en todos los estadios brasileros producto de un enfrentamiento contra torcedores del Club Atlético Paranaense. El castigo se escuda en el estatuto del torcedor, un menjunje variopinto de leyes sancionado en 2003 que, al mismo tiempo que institucionaliza a las torcidas organizadas otorgándole personería jurídica, permite castigarlas penalmente en caso de cometer ilícitos (SIMÕES, 2017SIMÕES, Irlan. Clientes versus rebeldes: novas culturas torcedoras nas arenas do futebol moderno. Rio de Janeiro: Multifoco, 2017.). Desde la prohibición de la Força Jovem, quien hegemonizaba la tribuna, las gradas del Vasco da Gama son un archipiélago de torcidas organizadas. La Ira Jovem, nacida el 7 de enero del 2006 en el barrio carioca de Iraja, es una de ellas.
Composición social y estructura organizativa
Tanto Los Piratas como la Ira Jovem comparten ciertas características en relación a los clivajes sociales de sus miembros. En ambos casos la mayoría de sus integrantes son varones, jóvenes y adultos que se autoproclaman heterosexuales. Esto no quiere decir que no haya mujeres, niños, niñas y diversidades sexuales que participen activamente en ciertas cotidianeidades, pero sí es difícil que sean reconocidas como parte efectiva desde la mirada masculina de los miembros con lo que realicé trabajo de campo. Los Piratas son más numerosos que la Ira Jovem. En el primer caso hay entre 400 y 800 miembros aproximadamente dependiendo el evento o partido. La Ira Jovem oscila entre 100 y 400 componentes. Aunque el origen social es diverso, no podríamos hablar de colectivos policlasistas: la mayoría viene de barrios populares de sus respectivas ciudades.
Tanto Los Piratas como la Ira se organizan bajo una estructura jerárquica y piramidal que se estratifica a partir de múltiples criterios, competencias, relaciones y condiciones. Hay tres que me interesa marcar. La primera es la etaria. Aunque las franjas generacionales son mucho más amplias en Argentina que en Brasil, en ambos grupos los más grandes mandan sobre los más chicos. La segunda dimensión es la territorial. Unos y otros se subdividen internamente según las pertenencias barriales de sus miembros. Los Piratas, internamente, se subdividen por grupos que responden a distintos barrios de la ciudad. La Ira Jovem, puertas adentro, se organizan por provincias que también corresponden con barrios o áreas geográficas de Río de Janeiro.
Ambos criterios, el etario y el territorial, son fundamentales para entender las tensiones internas que existen en ambos colectivos. Aunque lo profundizaré más adelante, es importante remarcar que la jerarquización por edades muchas veces lleva a disputas generacionales: si los más viejos mandan sobre los más jóvenes, es esperable que, llegado el momento, los más jóvenes desplacen a los más viejos. Igual de predecible es que la agrupación por territorios, en determinadas circunstancias, genera enfrentamientos internos entre diferentes zonas o barrios. Así, por ejemplo, durante mi trabajo de campo era moneda corriente los enfrentamientos entre el barrio de Liceo y Villa Rivera Indarte como dos grupos internos de Los Piratas. En la Ira Jovem pude ver como la 4ta Provincia, nutrida principalmente por personas del barrio Vigario Geral¸ se peleó con la diretoria que responde en su mayoría al barrio de Iraja y abandonó la torcida organizada Ira Jovem para fundar una propia denominada Vasvigario.
Finalmente, hay un criterio de estratificación vertical y horizontal que tiene menos que ver con condiciones y más con aptitudes. Me refiero al hacer diario que ambos colectivos suponen. Prácticas que no solo tienen que ver con lo que son, sino con lo que hacen. Me explico: para entender la formación social de estos colectivos es vital un trabajo situado sobre las experiencias cotidianas de sus miembros. En otras palabras: preguntarse por cómo toma forma una barra -o una torcida- supone indagar en qué hacen los barras -o torcedores-. Porque es a partir de múltiples vivencias en acto que sus miembros se identifican entre diferentes y se jerarquizan entre iguales. Lo hacen alentando en sus tribunas, viajando para acompañar a su equipo, saliendo por las noches entre amigos, trabajando para recaudar fondos, contactando personas influyentes, arreglando permisos, amenazando voluntades, disparando armas de fuego, intercambiando bienes, servicios y favores en mercados lícitos e ilícitos, componiendo canciones, vendiendo ropa oficial, exigiendo carnets y tantos otros verbos más que exponen una membrecía tan activa como cotidiana. Los enfrentamientos cuerpo a cuerpo mediante la violencia física ocupan un lugar fundamental en los procesos de adhesión a ambos colectivos. Las multiplicidades de violencias están nativamente jerarquizadas y, en aquel “ranking”, pelearse ocupa un lugar privilegiado. De ahí, la necesidad de proponer un juego de espejos entre las peleas de Los Piratas y las de la Ira Joven.
Alteridades del pelear
Ambos colectivos tienen como alteridad radical a los hinchas de sus respectivos clásicos rivales, es decir, los simpatizantes del Club Atlético Talleres para el caso de Belgrano; y los torcedores del Clube de Regatas do Flamengo para el caso del Vasco da Gama. La enemistad se acrecienta cuando hablamos de las barras y las torcidas organizadas de ambos contrincantes históricos. Pero las peleas entre grupos organizados de distintos clubes no se reducen a los clásicos rivales, también se extienden a otros hinchas mediante un principio que curiosamente rige en ambos países. Muchas de las peleas entre barras y torcidas organizadas de distintos equipos se regulan por el “síndrome de beduino”, una máxima moral que profesa que “el amigo de un amigo es un amigo, el enemigo de un enemigo es un amigo; el amigo de un enemigo es un enemigo; en enemigo de un amigo es un enemigo” (DUNNING; MURPHY; WILLIAMS, 1995DUNNING, Eric; MURPHY, Patrick; WILLIAMS, John. “La violencia de los espectadores en los partidos de fútbol: hacia una explicación sociológica”. In: ELIAS, Norbert; DUNNING, Eric. Deporte y ocio en el proceso de la civilización. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 1995. pp. 295-322., p. 308). Un mecanismo regulador que en ambos casos debe comprenderse desde la rivalidad deportiva y las divisiones territoriales por ciudades, provincias o estados.
Para el caso argentino vale ejemplificarlo con la relación entre los principales equipos cordobeses y tucumanos. La barra de Belgrano construye una férrea amistad con la de San Martin de Tucumán. Por el otro lado, los clásicos rivales de los equipos anteriormente citados hacen lo mismo. La barra de Talleres se torna amigo de la de Atlético Tucumán. Entre ambos polos la enemistad es letal. El 9 de abril de 1984 un hincha de Atlético Tucumán fue asesinado por un miembro de la barra de Belgrano tras una herida de arma blanca que ocurre dentro del estadio y durante un partido disputado por ambos equipos en Tucumán. Por su parte, el 17 de marzo de 1993 dos hinchas de Talleres fueron asesinados por dos hinchas de San Martín de Tucumán. Esas amistades y enemistades perduran hasta hoy (CABRERA, 2022CABRERA, Nicolás. Que la cuenten como quieran: pelear, viajar y alentar en una barra del fútbol argentino. Buenos Aires: Prometeo, 2022.). Otros ejemplos del síndrome de beduino es la amistad entre Belgrano-River Plate y Talleres-Boca Juniors.
Algo similar ocurre entre las torcidas organizadas brasileras. Entre la Ira Jovem (Río de Janeiro), la Mancha Verde del Palmeiras (São Paulo) y la Galoucura del Atlético Mineiro (Belo Horizonte) existe una amistad que se la conoce como o Trio de Ferro. En la vereda del frente está la União do punho cruzado que la constituyen la Torcida Independente del Club São Paulo, la Torcida Jovem del Flamengo (Río de Janeiro), la Mafia Azul del Cruzeiro (Belo Horizonte) y A camisa 12 del Sport Club Internacional (Porto Alegre). Entre los miembros de ambos bloques hay diferentes intensidades e historiales de peleas, pero el principio se mantiene vigente. Solo algunos ejemplos letales: en 1998 un hincha del Vasco fue asesinado por otros del São Paulo. En 2005 dos integrantes de la Mafia Azul fueron condenados por asesinar un hincha del Atlético Mineiro. En 2016, Vinicius “Birigui”, presidente de la Força Jovem, fue asesinado por dos miembros de una torcida organizada del Flamengo.
Otro contrincante recurrente para ambos casos son las policías. En el caso de Los Piratas, con quienes pude reconstruir sus peleas desde su fundación en 1968 (CABRERA, 2021CABRERA, Nicolás. “La violencia como experiencia (o el pelear en las barras argentinas). Cuestiones Criminales, Bernal, vol. 4, n. 7/8, pp. 194-264, 2021., 2022CABRERA, Nicolás. Que la cuenten como quieran: pelear, viajar y alentar en una barra del fútbol argentino. Buenos Aires: Prometeo, 2022.), sorprende la perpetuidad de la tensión. Todas las generaciones entrevistadas definen a los uniformados como una alteridad radical a la hora de pelear. La constancia transgeneracional puede explicarse, en parte, porque la yuta es percibida por las barras argentinas como “una hinchada más” con la cuál medir fuerzas (GALVANI; PALMA, 2005GALVANI, Mariana; PALMA, Javier. “La hinchada de uniforme”. In: ALABARCES, P. et al. (org.). Hinchadas. Buenos Aires: Prometeo, 2005. pp. 161-182., p. 162). Inclusive, no hay dudas que es considerada la alteridad más peligrosa, por ende, la que mejor reputación otorga al interior del grupo. Todo lo dicho no quita que también la policía condense otras moralidades y sensibilidades que la tornan un contrincante más tentador que otros. Tal vez sea que en su peligrosidad radica su seducción; o que, en tanto símbolo de la autoridad y la ley, agredirla despierte la excitación que todo acto de transgresión condensa (KATZ, 1988KATZ, Jack. Seductions of Crime: Moral and Sensual Attractions in Doing Evil. New York: Basic, 1988.); o, sencillamente, que hay una bronca u odio sedimentado a la policía en función de un cúmulo de experiencias que muchos barras viven día a día, más si hablamos de jóvenes de los sectores populares que cotidianamente sufren hostigamientos y discriminaciones (BERMÚDEZ; PREVITALI, 2014BERMÚDEZ, Natalia; PREVITALI, Malena. Merodear la ciudad: miradas antropológicas sobre el espacio urbano e inseguridad en Córdoba. Córdoba: Universidad Nacional de Córdoba; IDACOR, 2014..)
Ahora bien, estos esporádicos pero perdurables enfrentamientos no deben llevar a negar las negociaciones, cooperaciones, intercambios y arreglos entre las barras y las canas/policías. Ambos se necesitan. Cualquier altercado con la barra puede entorpecer un operativo de seguridad exitoso. Cualquier negativa policial a ingresar instrumentos, banderas, telones o los propios carnets de la barra puede arruinar una “normal” performance de Los Piratas en la tribuna. Durante mi trabajo de campo era recurrente ver buenos tratos entre el líder máximo de la barra y el jefe del operativo de seguridad. En estructuras verticales y jerárquicas las cabezas del orden de mando se consideran interlocutores tan legítimos como necesarios. Otras veces hay “negociaciones” que incluyen formas de violencias. Hubo una época en la que dentro de la tribuna popular -donde se ubican Los Piratas- los robos y arrebatos eran frecuentes. La barra decidió cortar con esa práctica a partir de una modalidad de limpieza: identificar, golpear y expulsar a las ratas, como se nombra a los ladrones y arrebatadores de la cancha. Todo el proceso contó con la anuencia policial. En otro momento del trabajo de campo, la barra de Belgrano entró en una violenta interna entre facciones. Sectores de la policía intervinieron extremando los controles sobre la facción posteriormente derrotada y expulsada de la tribuna. Es que a la policía siempre le va a convenir un interlocutor de la barra claro, legítimo y consolidado para gestionar conjuntamente la seguridad en los estadios (GARRIGA-ZUCAL; MURZI; ROSA, 2020GARRIGA-ZUCAL, José; MURZI, Diego; ROSA, Sebastián. “Barras, policías y dirigentes: sobre el gobierno de la seguridad en el fútbol argentino”. Debates en Sociología, Lima, vol. 51, pp. 39-54, 2020. DOI: 10.18800/debatesensociologia.202002.003.
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).
También hay peleas entre torcidas organizadas y policías. No obstante, fueron muchas menos las que registré en comparación con el caso argentino. Inclusive, percibí una retórica menos “antipolicial” en los cariocas que en los cordobeses. Muchos miembros de la Ira compartían expresiones solidarias con las policías en su lucha contra los bandidos, una de las tantas categorías con las que los torcedores organizados buscan diferenciarse ante reiteradas operaciones de confusión en la opinión pública. Otro factor que influye para la baja intensidad de conflictos entre miembros de la Ira Jovem y las policías es la percepción que tienen los primeros sobre la GEPE (Grupamento Especial de Policiamento em Estádios) que, posteriormente, será llamada BEPE (Batalhão Especializado de Policiamento em Estádios). Se trata de una policía militar del estado de Río de Janeiro creada en 1991, reformada en 2002 y rebautizada en 2018 que opera exclusivamente en espectáculos futbolísticos (SOUZA GOMEZ; OLIVEIRA SOUSA, 2021SOUZA GOMES, Camila; OLIVEIRA SOUSA, Raquel. “Violência em jogo: um panorama sobre o Batalhão Especializado de Policiamento em Estádios e sua relação com as torcidas cariocas”. Sociologias Plurais, Curitiba, vol. 7, n. 3, pp. 80-104, jul. 2021). Sus operativos están orientados por una política más dialoguista que represiva lo que lleva a mitigar la lógica confrontativa que, sin duda, para el caso argentino es más extendida e intensa.
Una de las diferencias más notorias está en las dinámicas de las peleas internas, es decir, los enfrentamientos entre miembros del mismo colectivo o distintos grupos del mismo club. Estas son más comunes e intensas entre Los Piratas que entre sus pares brasileros. Por “comunes” me refiero a la frecuencia; por “intensas” a los medios empleados. Aunque profundizaré en lo segundo más adelante, cabe decir que los conflictos entre piratas muy fácilmente devienen en piñas, puntazos o tiros. Nunca supe, por ejemplo, de un tiroteo entre facciones o provincias de la Ira Jovem. Se pueden conjeturar varias hipótesis sobre el porqué de semejante diferencia. Un primer elemento está en ciertos códigos que rigen a unas y otras tribunas que se extienden para la gran mayoría de las barras argentinas y las torcidas organizadas brasileras. Para el primer caso rige una máxima extendida y vigente: un club, una barra. Cualquier equipo argentino que cuente con dos o más barras dentro de sus estadios es motivo de burla, humillación o agravio por parte de sus rivales. La disidencia es ofensiva. En consecuencia, la competencia deviene conflicto. Tensiones que, en muchas oportunidades, se dirimen violentamente. En otras palabras, solo se acepta una barra en cada tribuna, si hay disidencia la disputa normalmente se resuelve peleando.
En Brasil, por el contrario, la heterogeneidad de torcidas organizadas del mismo club que conviven dentro del estadio es la regla. Cuando realicé el trabajo de campo en el Vasco Da Gama existían nueve grupos con distintos líderes, inscripciones territoriales, estéticas y composición social. Además de la Ira Jovem, estaban Guerreiros do Almirante, Super Jovem Vasco, Rasta do Vasco, Força independente, Mancha negra, Torcida organizada do Vasco, Vasvigario y algunos resabios de la punida Força Jovem. En el caso de Belgrano, había distintos grupos y barrios con importantes tensiones, pero todos amparados bajo un liderazgo unipersonal -el Loco Tito- y una misma identificación colectiva -Los Piratas-. La mayor tolerancia a disidencias que hay en Brasil explica, en parte, una menor frecuencia e intensidad de los enfrentamientos internos con relación a sus pares argentinos.
Hay autores que explican las peleas internas entre barras argentinas desde una mirada netamente economicista. Son investigaciones académicas y periodísticas que ven a las barras como “brazos armados” u “organizaciones criminales” (SAÍN; RODRIGUEZ-GAMES, 2014SAÍN, Marcelo; RODRÍGUEZ-GAMES, Nicolás. “Los actores y la seguridad en el fútbol: una lectura desde Argentina”. In: CARRIÓN, Fernando; RODRIGUEZ, María José (coord.). Luchas urbanas alrededor del fútbol. Buenos Aires: Café de las Ciudades, 2014. pp. 213-240., p. 236) cuyo rasgo principal es “la búsqueda de la ganancia económica como motor de acciones y enfrentamientos” (D’ANGELO, 2011D’ ANGELO, Natalia. “La nueva conflictividad de las barras bravas en Argentina: una lectura a la luz de lateoría de redes”. Revista de Investigación Social, Ciudad de México, vol. 13, pp. 55-75, invierno 2011., p. 55). Para tal enfoque, las barras, entendidas como “mafias”, se pelean por “negocios” (GRABIA, 2009GRABIA, Gustavo: La doce: la verdadera historia de la barra brava de Boca. Buenos Aires: Sudamericana, 2009., pp. 13-14) tales como el mercado de drogas ilegalizadas, carnets e ingresos al estadio, diversos servicios a dirigentes políticos, puestos de trabajos gestionados vía sindical, naranjitas o trapitos que cuidan automóviles, puestos de comida fuera y dentro de los estadios, etc. En otro lugar he criticado fuertemente las aporías y riesgos de tal enfoque (CABRERA, 2021CABRERA, Nicolás. “La violencia como experiencia (o el pelear en las barras argentinas). Cuestiones Criminales, Bernal, vol. 4, n. 7/8, pp. 194-264, 2021.; 2022CABRERA, Nicolás. Que la cuenten como quieran: pelear, viajar y alentar en una barra del fútbol argentino. Buenos Aires: Prometeo, 2022.). Sin embargo, no debe descartarse del todo cierta base material de la(s) violencia(s) y criminalidades. Entre Los Piratas y la Ira Jovem hay “economías subterráneas” (BOURGOIS, 2010BOURGOIS, Philippe. En busca de respeto: vendiendo crack en el Harlem. Buenos Aires: Siglo XXI, 2010.) que parecen disimiles en términos de dinámicas y cantidades. En otras palabras, en Argentina hay más caja que en Brasil, ya que las barras están insertas en redes de relaciones con otros actores de poder -sindicatos, partidos políticos, movimientos sociales, etc.- con los cuales establecen diferentes trocas y reciprocidades mediante las cuales obtienen grandes dividendos. Estos negocios son una parte importante de la motivación para ocupar los lugares más altos de las barras. Lugares a los que, como ya dijimos, se llega peleando.
Otra posible hipótesis para explicar porque hay más enfrentamientos internos en Los Piratas que en la Ira Jovem está en los efectos de algunas políticas públicas. Concretamente en dos. Muchos autores venimos sosteniendo que la prohibición del público visitante durante todos los partidos oficiales del fútbol argentino -desde 2007 para el ascenso y desde 2013 para la primera división- intensificó la frecuencia e intensidad de las peleas internas no solo entre barras, sino también entre hinchas del mismo club (BRANZ; OTROS, 2020BRANZ, Juan; CABRERA, Nicolás; GARRIGA-ZUCAL, José; MOREIRA, Verónica; MURZI, Diego; ROSA, Sebastián; SZLIFMAN, Javier. “Violencias en el fútbol argentino: claves para pensar su deconstrucción”. Debates en Sociología, Lima, vol. 51, pp. 77-95, 2020. DOI: 10.18800/debatesensociologia.202002.005.
https://doi.org/10.18800/debatesensociol...
). Es que en la “lógica del aguante” (Ibídem), la otredad con la cual disputar violentamente es tan estructural que cuando “el enemigo” dejó de estar al frente se lo encontró a los costados. En Brasil, por su parte, la prohibición del público visitante ha sido más intermitente, dispar y relativamente reciente. Inclusive, en Río de Janeiro -a diferencia de São Paulo- la mayoría de los “clássicos” se juega en el estadio Maracaná y con las dos torcidas presentes.
En una misma línea preliminar y cautelosa, arriesgo otra hipótesis para explicar los porqués de una mayor conflictividad violenta al interior de Los Piratas en relación con la Ira Jovem. En Brasil, las torcidas organizadas son “organizações burocrático-legais” (CABRERA; PALHARES; SCHWARTZ, 2014CABRERA, Nicolás; PALHARES, Marcelo; SCHWARTZ, Gisele María. “Apontamentos para um estudo comparativo entre torcidas organizadas e hinchadas”. Revista Movimento, Porto Alegre, vol. 20, pp. 163-176, 2014.), es decir, personas jurídicas registradas en el Cadastro Nacional da Pessoa Jurídica (CNPJ). Esta herramienta no solo facilita la sanción del colectivo en caso de infracciones, sino que además las dota de un estatuto mediante el cual se regulan las elecciones con las que sus miembros eligen periódicamente a sus líderes. Hay mecanismos formales que dirimen conflictos y reglamentan sucesiones. Son colectivos de derecho. Por el contrario, las barras son colectivos de hecho. No cuentan con ningún marco jurídico o instancia institucional que las reconozca salvo los cuerpos normativos que las criminalizan. Operan en una informalidad tan institucionalizada como reconocida. Tal vez en esta falta de marco regulatorio formal, podemos encontrar una de las tantas dimensiones explicativas para un hecho bastante evidente a la luz de mi trabajo de campo y el de varias y varios colegas. Me refiero a las constantes peleas internas para dirimir los liderazgos de cada barra. Gran parte de los enfrentamientos entre ellos son por las sucesiones de mando. Nada asegura que la existencia de una ley jurídica desplace a la violencia como mecanismo regulador; pero lo que sí podemos afirmar es que, en Argentina, las peleas operan como una vía informal, recurrente y legítima para dirimir conflictos internos.
Espacialidades, temporalidades y medios empleados
Para comprender y comparar cabalmente las dinámicas de las peleas protagonizados por Los Piratas y la Ira Jovem también debemos detenernos en los lugares, momentos y medios empleados que en cada enfrentamiento se ponen en juego. Si partimos de una mirada diacrónica veremos una mutación espacio-temporal de las peleas que nos permite hablar de un corrimiento de la violencia relativamente similar entre uno y otro caso. Muchas de los combates protagonizadas por estos grupos en los años 1970, 1980, 1990 y comienzos del siglo XXI ocurrían dentro de los estadios -o a sus alrededores- durante los días de partido: disputas en las tribunas, invasiones a los campos de juego, emboscadas a rivales que llegan o dejan un estadio, intercambio de proyectiles entre hinchadas o picoteos a ladrones. Nada de esto desaparece del todo. Sin embargo, a partir de los años 2000 empieza a percibirse una mayor “pacificación” de los estadios con relación a las peleas. Aclaro que esto no supone la supresión de otras violencias no trabajadas aquí como la homofobia, el racismo, agresiones misóginas, represión policial, amenazas a protagonistas deportivos, entre otras.
Hablo de una “pacificación” de las peleas dentro de los estadios que se explica, en parte, por un desplazamiento espacio-temporal de las mismas. En otros trabajos me refiero a tal proceso como una “privatización de la violencia”2 2 El concepto privatización de la violencia es utilizado en el sentido empleado por Elias (1993) y Spierenburg (1998) no como la transferencia del monopolio de la violencia física del Estado a sectores privados producto de una hipotética mercantilización, sino como el aumento de los umbrales de intolerancia a la violencia en la vida pública cotidiana, que en el caso del fútbol sería los estadios durante los días de partido. (CABRERA, 2021CABRERA, Nicolás. “La violencia como experiencia (o el pelear en las barras argentinas). Cuestiones Criminales, Bernal, vol. 4, n. 7/8, pp. 194-264, 2021., 2022CABRERA, Nicolás. Que la cuenten como quieran: pelear, viajar y alentar en una barra del fútbol argentino. Buenos Aires: Prometeo, 2022.), es decir, la mayoría de las peleas pasan del espacio público por antonomasia del fútbol -los estadios durante los días de partido- a ámbitos “privados” con relación al espectáculo deportivo: bares, bailes, barrios, fiestas, plazas, domicilios particulares, recitales, reuniones de amigos, partidos de fútbol amateurs, entre otros. La violencia no desaparece, se desliza “tras bastidores” (ELIAS, 1993ELIAS, Norbert. El proceso de la civilización: investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 1993., p. 164).
Tal reflexión se desprende de tres fuentes metodológicas: un análisis espaciotemporal de las últimas muertes registradas en cada caso; los testimonios de los propios protagonistas que, en su gran mayoría, coinciden que la cancha de hoy es más tranquila que la de antes; y los múltiples escenarios en los que observé peleas gracias a mi etnografía multisituada (MARCUS, 2018MARCUS, George. “Etnografía multisituada: reacciones y potencialidades de un ethos del métodoantropológico durante las primeras décadas de 2000”. Etnografías Contemporáneas, San Martín, vol. 4, n. 7, oct. 2018.). Ahora bien, dos aclaraciones. Primero, remarcar que estoy omitiendo, por espacio, las especificidades de cada caso en pos de resaltar las similitudes. Segundo, los porqués de tal desplazamiento aún son objeto de conjeturas e ideas parciales. En el plano de lo hipotético podemos enumerar, en primer lugar, la progresiva hipertecnologización de los estadios que supone la proliferación de cámaras y “circuitos cerrados” al interior que buscan individualizar, identificar y castigar a quien pelee. Además, hay avances tecnológicos aplicados que tienen como objeto la identificación digital de los hinchas mediante rastreo de prontuarios o pedidos de captura que, no sin fallas o burlas, impide el ingreso de aquellas personas con antecedentes.
En segundo lugar, hay otra línea a investigar relacionada a los factores que dinamizaron la “privatización de la violencia” que vale para Argentina y debería indagarse en Brasil. En una encuesta realizada a 1.186 socios y socias de Belgrano durante el 2017 preguntamos, entre tantos interrogantes, sobre la percepción de la “violencia” en el tiempo. El 86% de las encuestadas y los encuestados afirmó que la “violencia” de “ahora” “disminuyó” en los estadios en relación con “antes”, el 15,8% respondió “está igual” y el 2,6% dijo que “aumentó”. Y al interrogarlos sobre el “momento en el que disminuye la violencia” la respuesta más recurrente fue “desde que volvió la familia a la cancha” (32,7%) (CABRERA; PLAZA-SCHAEFER, 2021CABRERA, Nicolás; PLAZA-SCHAEFER, Valeria: “Violencias, seguridad y dilemas metodológicos: una mirada sociológica de la experiencia en el Club Atlético Belgrano de Córdoba, Argentina”. Revista Runa, Buenos Aires, vol. 42, n. 1, pp. 83-102, enero/jun. 2021.). La vuelta de la familia significa, en el contexto del fútbol, una mayor presencia de niños, niñas, mujeres y adultos mayores en las tribunas. Un hecho que se confirma al analizar la evolución y composición de la masa societaria del club. Cabría indagar la particularidad del caso brasilero en relación a tal proceso.
En el caso de Los Piratas, la privatización de la violencia ha impactado directamente en los medios empleados durante las peleas. Las broncas tienen lugar en una pluralidad aleatoria de ámbitos “privados”, lejanos a cualquier operativo de seguridad y contra “enemigos” cada vez más cercanos y conocidos -recordemos el recrudecimiento de las peleas internas citadas anteriormente-. La probabilidad de pelear es tan próxima como imprevisible, para prevenir hay que ir preparado, léase…armado. En consecuencia, hay un incremento exponencial de la portación de armas de fuego. En Los Piratas las peleas se resuelven cada vez más a los tiros. Este progresivo uso de los fierros como medio legítimo para dirimir conflictos, sumado a la “pacificación” de los estadios nombrada anteriormente deben leerse relacionalmente para explicar uno de los mayores dilemas de la “violencia en el fútbol argentino”: la drástica disminución de las peleas al interior de las canchas argentinas pero el significativo aumento de víctimas fatales vinculadas a espectáculos futbolísticos. En pocas palabras: no podemos hablar de más o menos violencia en el fútbol argentino en los últimos años; sí podemos afirmar que hay un desplazamiento espaciotemporal de las peleas que corre en paralelo a un incremento en la letalidad de las mismas.
Curiosamente en el caso brasilero, tal “privatización” no supuso, o al menos no he podido observarlo en mi trabajo de campo y los antecedentes rastreados, como en Argentina, un drástico incremento de la letalidad. Esto se explica, en parte, por la reticencia normativa que rige en varias torcidas organizadas a usar armas de fuego. Y sobre todo en la Ira Jovem famosa por ser una torcida de pista, es decir, que reivindica as brigas limpas, entendidas estas como enfrentamientos corpo a corpo sin uso de armas. Al mismo tiempo que mis interlocutores rechazaban intercambio de tiros (a troca de tiros), ensalzaban los puñetazos (troca de pancada). Y aquí se abre un camino de interrogación fundamental ¿Por qué los recelos al uso de las armas de fuego por parte de la Ira Jovem y la aceptación en Los Piratas? Desde una perspectiva de género podemos afirmar que ambos grupos encuentran en las peleas una vía para afirmar una masculinidad adulta y heteronormativa (GARRIGA-ZUCAL, 2007GARRIGA-ZUCAL, José. Haciendo amigos a las piñas: violencia y redes sociales de una hinchada de fútbol. Buenos Aires: Prometeo, 2007.). Pelearse es de machos, es decir, ni minas, ni pendejos, ni putos; o desde el caso brasilero: ni mulheres, moleques¸ viados o bichas (BANDEIRA, 2019BANDEIRA, Gustavo. Uma história do torcer no presente: elitização, racismo e heterossexismo no currículo de masculinidade dos torcedores de futebol. Curitiba: Appris, 2019.). No obstante, para los miembros de la Ira Jovem la fuerza física sin mediación de armas implica una prueba más fehaciente de la masculinidad grupalmente valorada.
Pero creo que hay más. Y aquí se mezclan las corporalidades con la composición etaria de cada grupo. En la Ira Jovem se positiviza axiológicamente los cuerpos luchadores, entrenados, fortificados, trabajados, gimnásticos. Casi todos sus miembros -y sobre todo la diretoria, es decir, el órgano colegiado que manda- han hecho o practican deportes de combate como el muay thai, jiu-jitsu, boxeo, capoeira o MMA. Pedro, presidente de la torcida organizada, es luchador de boxeo; Dado, vicepresidente segundo, es faixa preta de jiu-jitsu. Esto podría explicarse, en parte, por la larga tradición brasilera con los deportes de combate, pero creo que también hay una explicación más funcional en términos grupales. La Ira Jovem es una torcida en el que la que franja etaria de sus miembros va de los 15 años a los 45 años aproximadamente. Es difícil ver a un miembro que supere las cinco décadas de vida. El cuerpo valorado, entonces, es el de una juventud tan dura y resistente como gimnástica y entrenada. Poco servirían estos cuerpos frente a la pólvora. En consecuencia, reivindicar las balas supondría negar las principales competencias corporales de los que mandan. Recordemos que estos tipos de colectivos se reivindican como jóvenes.
El enaltecimiento de las peleas cuerpo a cuerpo no solo tiene que ver con identificaciones de género, edad o botines simbólicos como la acumulación de prestigio, respeto y honor. Quedarse allí supondría una perspectiva “sobreintelectualizada” y domesticada de la violencia. A contramano, creo que hay que adentrarse en el brumoso campo de las emociones y sensibilidades ligadas al pelear.3 3 Aquí subyace una discusión más analítica en torno a la(s) violencia(s). En mi caso, lejos de pensarla como un “recurso”, “capital” o “moralidad”, me interesa abordarla como “experiencia”, es decir, como “saber, vivencia y testimonio”. Para profundizar en tal debate ver (CABRERA, 2021). En Río de Janeiro me llamo poderosamente la atención algunos contextos de peleas muy ligados a la adrenalina, la diversión, la euforia y lo lúdico. Nombraré solo tres ejemplos: los bailes de funk corredor, el batismo corredor y as brigas de bate bola en el carnaval.4 4 Corredor significa “pasillo”. Los bailes de funk corredor son eventos nocturnos en los que el público asistente se divide entre lado A y lado B separados por un pasillo de dos metros de ancho custodiado por algunos guardias. Ambos lados se pelean con puños y patadas. Está prohibido cualquier uso de armas. El evento se musicaliza con funk. Por su parte, el batismo corredor es un ritual de iniciación que todo miembro debe atravesar durante su primer viaje con la torcida. El bautizado debe caminar por el pasillo del ómnibus, ida y vuelta, mientras sus compañeros descargan fuertes golpes de puño y patadas sobre su cuerpo. Finalmente, los bate bola son personajes típicos del carnaval carioca periférico. Los jóvenes se fantasiam con ropa y maquillaje que emula ciertos payasos de presencia intimidatoria. En cada mano llevan un palo sobre el que cuelga una bola de plástico. En sus andadas por las calles de la ciudad, siempre en grupo, van golpeando esta bola de plástico para llamar la atención de los transeúntes. Es muy común que entre distintos grupos de bate bolas -que muchas veces son miembros de diferentes torcidas organizadas- se produzcan peleas. En estos eventos se rescatan las palpitaciones del peligro, la adrenalina de lo ilícito, la euforia de los golpes, la gratificación de la hazaña, el orgullo del par, el regocijo de la victoria, es decir, emocionalidades y sensibilidades que se explican menos por una “sociología de la correlación” y más por una “una sociología de la piel” (HAYWARD; YOUNG, 2019HAYWARD, Keith; YOUNG, Jock. “Algunas notas sobre la criminología cultural”. Delito y Sociedad, año 28, vol. 47, pp. 9-23, 1. sem. 2019., p. 19).
Finalmente, hay un último punto que podría explicar parcialmente la reticencia de la Ira Jovem a usar armas de fuego. Como lo vienen demostrando distintas investigaciones académicas e informes, grandes porcentajes de la ciudad de Río de Janeiro están bajo “governança criminal”, es decir, sometidos a “diferentes regimes de controle territorial extralegal, exercido por grupos criminosos, que afetam severamente ou ordenam dimensões materiais e intersubjetivas de populações vulneráveis” (RIBEIRO; SOARES; KRENZINGER, 2022RIBEIRO, Eduardo; SOARES, Luiz Eduardo; KRENZINGER, Miriam. “Tipos de governança criminal: Estudo comparativo a partir dos casos da Maré”. Dilemas: Revista de Estudos de Conflito e Controle Social, Rio de Janeiro, n. especial 4, pp. 559-588, 2022., p. 561), sean estas milicias o facões do tráfico (HIRATA; COUTO, 2022HIRATA, Daniel; COUTO, Maria Isabel (coord.). Mapa histórico dos grupos armados do Rio de Janeiro. Rio de Janeiro: GENI; Fogo Cruzado, set. 2022.). Los principales territorios donde se concentran la mayoría de las actividades de la Ira Jovem están bajo control armado. Son los casos de, por ejemplo, algunas partes del barrio Iraja -donde nace la torcida- y de la favela Barreira do Vasco -donde está el estadio del Vasco da Gama y la sede de la torcida-. Al ser áreas “dominadas” (HIRATA; COUTO, 2022HIRATA, Daniel; COUTO, Maria Isabel (coord.). Mapa histórico dos grupos armados do Rio de Janeiro. Rio de Janeiro: GENI; Fogo Cruzado, set. 2022.) por grupos que se arrogan el monopolio de la violencia física, esta aparece fuertemente regulada. Está prohibido robar, matar, violar, hurtar y, obviamente, usar armas de fuego por parte de aquellas personas ajenas a los grupos armados. Esta restricción limita la posibilidad real de que un enfrentamiento de la torcida organizada termine a los tiros. Dicho todo esto, una aclaración importante: mis interlocutores brasileros han usado y usan armas. Ya lo dijo Malinowski (1991)MALINOWSKI, Bronislaw. Crimen y costumbre en la sociedad salvaje. Barcelona: Ariel, 1991.: los grupos sociales transgreden las normas en las que creen. No obstante, en comparación con el caso de Los Piratas, el uso efectivo de armas como vía legítima para la resolución de conflictos es bastante menor.
Los Piratas son un colectivo con una franja generacional más amplia entre sus miembros. Hay una estratificación vertical basada -entre otros criterios- en la edad. Los viejos mandan sobre los pibes no sin impugnaciones, conflictos o rispideces. El máximo líder, el Loco Tito, tiene 63 años. Debajo de él esta la primera línea que se compone con los referentes de cada grupo que equivalen a diferentes barrios de Córdoba. Las edades aquí van desde los 30 hasta los 50. Recién en la base del colectivo encontramos a personas que van desde los 15 hasta los 30 años. En este organigrama los conflictos generacionales devenidos en peleas son corrientes. Si todos ellos dependieran exclusivamente de la capacidad para pelear cuerpo a cuerpo, el Loco Tito no manejaría la barra hace más de treinta años. La primera línea tampoco mantendría sus poderes y beneficios sobre la mayoría de la juventud barrista. Claro que el poder de fuego no es el único atributo para legitimar la autoridad, pero sin duda se trata de una competencia fundamental. La omnipresencia de los tiros en Los Piratas no solo tiene que ver con donde se pelean, sino también en cómo se organizan.
Comentarios finales
He presentado resultados preliminares, dudas actuales y futuras líneas de investigación de una temática específica que se enmarca en una investigación más amplia. Me interesó comparar las dinámicas del pelear entre una barra argentina y una torcida organizada brasilera como parte de una pregunta más general sobre los procesos de formación social de estos colectivos desde una óptica comparativa. Ambos grupos pelean como se organizan y se organizan peleando. Son espacios en los que estar con unos significa, necesariamente, estar contra otros. Claro que no es la única experiencia estructurante, pero negar su importancia sería caer en la miopía analítica.
Estos hinchas y torcedores se hacen peleando. Como también se hacen alentando, viajando, comiendo, discutiendo, negociando, etc. Distintas experiencias concretas que responden al mismo principio teórico: más que grupos, hay construcciones de grupos (BARTH, 1976BARTH, Fredrik. Introducción a los grupos étnicos y sus fronteras: la organización social de las diferencias culturales. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 1976.). Fue justamente Barth quien mostró, en su análisis de las relaciones interétnicas, que los límites a partir de los cuales se formaban dos colectivos distintos, no se debían a la ausencia de interacción entre los mismos. Todo lo contrario. Es en la “estructura de interacción” (BARTH, 1976BARTH, Fredrik. Introducción a los grupos étnicos y sus fronteras: la organización social de las diferencias culturales. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 1976.) entre grupos diferentes donde esos límites se experimentan y, por ende, donde los grupos se reconocen como tales al mismo tiempo que se distinguen de sus alteridades. Peleando, tanto Los Piratas como la Ira Jovem experimentan límites que unen, separan y jerarquizan. Experimentan vivencias vívidas que, entre lo articulado y lo vivido, les permiten existir.
Comparar la formación social de las “torcidas organizadas” brasileras y las “barras bravas” argentinas no es una tarea sencilla. A lo largo del trabajo hemos tomado ciertos recaudos metodológicos ineludibles. El autor Victor Melo, especialista en historias de los deportes, nos ha orientado en relación a ciertas potencialidades y riesgos sobre el método comparativo aplicado a procesos y fenómenos de países diferentes (MELO, 2007MELO, Víctor Andrade de. “Por uma história comparada do esporte: possibilidades, potencialidades e limites”. Movimento, vol. 13, n. 3, pp. 11-42, 2007.). El historiador brasilero advierte sobre la tentación de tomar a una sociedad como el padrón y exportar sus particularidades a la otra realidad analizada, lo que nos llevaría automáticamente a un análisis etnocéntrico. También remarca los riesgos del anacronismo. La contextualización permanente evita pensar en una época con las categorías y pensamientos de otra. Además, siempre siguiendo a Melo, se impone la necesidad de no confundir “comparação” con “justaposição” (MELO, 2007MELO, Víctor Andrade de. “Por uma história comparada do esporte: possibilidades, potencialidades e limites”. Movimento, vol. 13, n. 3, pp. 11-42, 2007., p. 26). No se trata de apilar acríticamente variables, sino de cotejarlas, como dice Jurgen Kocka (2003)KOCKA, Jurgen. “Comparison and Beyond”. History and Theory, London, n. 42, pp. 39-44, Feb. 2003., con fines heurísticos (permitiendo identificar nuevas dimensiones inicialmente ignoradas o menospreciadas); descriptivos (detallando y profundizando sobre singularidades emergentes por contraste); analíticos (construyendo y refinando nuestra batería conceptual) y epistemológicos (induciendo al autor a descentrar su punto de vista inicial y desplazándolo hacia nuevos lugares de observación).
Con aquellas directrices, insistimos tozudamente en el estudio comparativo entre “torcidas organizadas” brasileras y “barras bravas” argentinas. Estos tipos de estudios contribuyen a diseñar diagnósticos rigurosos, transferencias consistentes y políticas viables en materia de seguridad local, nacional y regional. Se busca fomentar trabajos comparativos que rompan la tendencia nacio-céntrica constantemente reificada en el pensamiento social occidental (ELIAS, 2008ELIAS, Norbert. Los alemanes. Buenos Aires: Trilce, 2008.). De ahí que se pretenda construir un conocimiento científico que traspase nuestras fronteras -sin por eso borrarlas- inquiriendo en las continuidades y rupturas entre-naciones. Y más aún cuando los protagonistas son Argentina y Brasil, dos países que parecen condenados a una relación de espejos marcada por fluidos intercambios.
Notas
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Este estudio fue financiado por la FAPERJ -Fundación Carlos Chagas Filho de Apoyo a la Investigación en el Estado de Río de Janeiro- proceso 260003/014842/2023 y por el CNPq -Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico- proceso 151044/2023-6. Modalidad- Categoría: Postdoctorado Junior -PDJ-.
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1
Apelo a la noción de barra porque es como se autoidentifican mis interlocutores pertenecientes a dichos grupos. Rechazo el epíteto de “barras bravas” por la carga estigmatizante y condenatoria que conlleva la adjetivación. Pese a ello, se utiliza ese término en el título -y en otros pasajes del texto- para familiarizar el fenómeno en cuestión con los lectores y las lectoras no especialistas en el tema, ya que esta denominación es la más utilizada para hablar de estos grupos de hinchas organizados. El “entrecomillado” con el que escribo “barras bravas” muestra que no se trata ni de una categoría propia ni de mis interlocutores. El empleo de la cursiva se reserva para testimonios, categorías nativas y palabras en portugués. Cuando hable en femenino -la/s barras- me refiero al colectivo, cuando escribo en masculino -el/los barras- remito a su(s) miembro(s). Para el caso brasilero, hablaré de torcidas organizadas, Ira o Ira Jovem.
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2
El concepto privatización de la violencia es utilizado en el sentido empleado por Elias (1993)ELIAS, Norbert. El proceso de la civilización: investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 1993. y Spierenburg (1998)SPIERENBURG, Pieter. “Violencia, castigo, el cuerpo y el honor: una revaluación”. In: WEILER, Vera (comp.) Figuraciones en proceso. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1998. pp. 116-151. no como la transferencia del monopolio de la violencia física del Estado a sectores privados producto de una hipotética mercantilización, sino como el aumento de los umbrales de intolerancia a la violencia en la vida pública cotidiana, que en el caso del fútbol sería los estadios durante los días de partido.
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3
Aquí subyace una discusión más analítica en torno a la(s) violencia(s). En mi caso, lejos de pensarla como un “recurso”, “capital” o “moralidad”, me interesa abordarla como “experiencia”, es decir, como “saber, vivencia y testimonio”. Para profundizar en tal debate ver (CABRERA, 2021CABRERA, Nicolás. “La violencia como experiencia (o el pelear en las barras argentinas). Cuestiones Criminales, Bernal, vol. 4, n. 7/8, pp. 194-264, 2021.).
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Corredor significa “pasillo”. Los bailes de funk corredor son eventos nocturnos en los que el público asistente se divide entre lado A y lado B separados por un pasillo de dos metros de ancho custodiado por algunos guardias. Ambos lados se pelean con puños y patadas. Está prohibido cualquier uso de armas. El evento se musicaliza con funk. Por su parte, el batismo corredor es un ritual de iniciación que todo miembro debe atravesar durante su primer viaje con la torcida. El bautizado debe caminar por el pasillo del ómnibus, ida y vuelta, mientras sus compañeros descargan fuertes golpes de puño y patadas sobre su cuerpo. Finalmente, los bate bola son personajes típicos del carnaval carioca periférico. Los jóvenes se fantasiam con ropa y maquillaje que emula ciertos payasos de presencia intimidatoria. En cada mano llevan un palo sobre el que cuelga una bola de plástico. En sus andadas por las calles de la ciudad, siempre en grupo, van golpeando esta bola de plástico para llamar la atención de los transeúntes. Es muy común que entre distintos grupos de bate bolas -que muchas veces son miembros de diferentes torcidas organizadas- se produzcan peleas.
Referencias
- ALABARCES, Pablo. Historia mínima del fútbol en América Latina. Ciudad de México: Turner, 2018.
- BANDEIRA, Gustavo. Uma história do torcer no presente: elitização, racismo e heterossexismo no currículo de masculinidade dos torcedores de futebol. Curitiba: Appris, 2019.
- BARTH, Fredrik. Introducción a los grupos étnicos y sus fronteras: la organización social de las diferencias culturales. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 1976.
- BARTH, Fredrik. “O guru e o iniciador: transações de conhecimento e modelagem da cultura no sudeste da Ásia e na Melanésia”. In: BARTH, Fredrik. O guru, o iniciador e outras variações antropológicas Organização Tomke Lask. Rio de Janeiro: Contracapa, 2000. pp. 141-166.
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Fechas de Publicación
-
Publicación en esta colección
01 Mar 2024 -
Fecha del número
2024
Histórico
-
Recibido
06 Dic 2022 -
Acepto
22 Set 2023