El triunfo revolucionario de 1959 consagró en Cuba un nuevo concepto de democracia, basado en garantizar acceso a la vida política activa a grandes sectores poblacionales, antes excluidos de ella. Para ello desarrolló una política de inclusión social con carácter universal. La práctica política popular puso las riquezas del país en manos de los desposeídos y generó gran movilidad social, hecho que resultó clave para el aumento de la participación popular. El contexto de agresión imperialista y el propio desarrollo del proceso produjo el afianzamiento de nociones que limitaron la participación popular: el auge de la burocracia, la comprensión de la unidad como unanimidad y el seguimiento, en parte, de corrientes del marxismo soviético. Los desafíos actuales se presentan en tres planos para profundizar la democracia en Cuba: socializar el poder, promover la sociodiversidad y desarrollar la ideología revolucionaria.
Democracia; Participación; Socialismo; Revolución; Ciudadanía