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De la hipótesis al concepto. Simondon, Deleuze y las singularidades preindividuales

From hypothesis to concept. Simondon, Deleuze and the pre-individual singularities

Da hipótese ao conceito. Simondon, Deleuze e as singularidades pré-individuais

Resumen

En este artículo proponemos situarnos en la construcción de lo preindividual, elaborada por Simondon para forjar un nuevo concepto de individuación. Dicho término se mantiene explícitamente equivoco entre un estatuto conceptual y uno hipotético y operativo, lo que de alguna manera lo deja abierto a una posteridad interpretativa muy rica. Hacia fines de los años 1960, Gilles Deleuze, uno de los primeros lectores de Simondon, forja una verdadera creación conceptual acuñando el término “singularidades preindividuales”, que no sólo esclarece las determinaciones de la propuesta simondoniana, sino que la transforma y profundiza hasta darle un estatuto conceptual decisivo. Intentaremos mostrar que dicho concepto se transforma en una via regia para mostrar las complejidades del término en el pensamiento simondoniano, así como un modo excepcional para ampliar su naturaleza y dinamizar su funcionamiento a partir de la pluralización de las singularidades que lo componen.

Palabras clave:
Simondon; Deleuze; Preindividual; Singularidad; Concepto; Diferencia

Abstract

We propose to situate ourselves in the construction of the pre-individual, elaborated by Simondon in order to forge a new concept of individuation. This term remains explicitly equivocal between a conceptual and a hypothetical or operational status, which in a sense leaves it open to a very rich interpretative posterity. Towards the end of the 1960s, Gilles Deleuze, one of Simondon’s first readers, forges a true conceptual creation by forging the term "pre-individual singularities", which not only clarifies the determinations of Simondon’s proposal, but also transforms and extends it to the point of conferring it a decisive conceptual status. We will try to show that this concept becomes a royal road to show the complexities of the term in Simondonian thought, as well as an exceptional way to broaden its nature and dynamise its operation based on the pluralisation of the singularities that compose it.

Keywords:
Simondon; Deleuze; Preindividual; Singularity; Concept; Difference

Resumo

Neste artigo, propomos nos situar na construção do pré-indivíduo, elaborada por Simondon, a fim de forjar um novo conceito de individuação. Esse termo permanece explicitamente equívoco entre um status conceitual e um status hipotético e operacional, o que de certa forma o deixa aberto a uma posteridade interpretativa muito rica. No final da década de 1960, Gilles Deleuze, um dos primeiros leitores de Simondon, forjou uma verdadeira criação conceitual ao cunhar o termo "singularidades pré-individuais", que não apenas esclarece as determinações da proposta de Simondon, mas também a transforma e aprofunda a ponto de lhe conferir um status conceitual decisivo. Tentaremos mostrar que esse conceito se torna uma via régia para mostrar as complexidades do termo no pensamento de Simondon, bem como uma forma excepcional de ampliar sua natureza e dinamizar seu funcionamento a partir da pluralização das singularidades que o compõem.

Palavras-chave:
Simondon; Deleuze; Pré-individual; Singularidade; Conceito; Diferença

Introducción

A lo largo de sus años de investigación, enseñanza y escritura, Gilbert Simondon elaboró una compleja batería conceptual, rica en aportaciones terminológicas1 1 De hecho, en los últimos 15 años, cuando podemos constatar el rápido y creciente interés que empieza a despertar desde distintos ámbitos el pensamiento de Simondon, aparecen con pocos años de distancia un vocabulario sobre su obra (Chateau, 2008) y un glosario aparecido primero en inglés sobre 50 términos clave en sus obras (Barthélémy, 2012). . Una intricada constelación de términos clave pueblan la literatura simondoniana, contribuyendo no sólo a dar forma a un pensamiento complejo sino también a fortalecer toda una discusión que se encuentra hoy en pleno avance. Dentro de dicha batería, uno de los términos que pareciera ser muy relevante es el de “preindividual”. Una razón por la cual tendríamos que conceder relevancia a esta palabra, que se repite con mucha frecuencia en sendos tramos de la obra de Simondon, se debe a que parece ser un término muy complejo, cuya naturaleza oscila entre un carácter ontológico y una noción con un estatuto aparentemente estratégico, que permite poner en circulación campos diversos en el universo conceptual y operativo de Simondon.

El término, que aparece con su mayor nivel de elaboración en su tesis doctoral defendida en 1958, y publicada póstumamente en su versión íntegra en el año 2005 bajo el título de L’individuation à la lumière des notions de forme et d’information, se desarrolla en relación con el concepto operativo de individuación (Simondon, 2013SIMONDON, G. L’Individuation à la lumière des notions de forme et d'information. París: J. Million, 2013.). De hecho, lo “preindividual” se nos presenta como totalmente indispensable para su despliegue. La individuación expuesta por Simondon apoya su desarrollo en la necesidad de mostrar la insuficiencia de abordar al ser limitado en su individualidad. El ser no es un individuo, en el sentido en que no es una sustancia o forma individuada, pero tampoco es el resultado del encuentro de una materia y una forma previamente constituidas, la primera informe esperando ser formada en su encuentro con la segunda. Lo “preindividual” viene a indicar un desplazamiento en la comprensión que considera a la naturaleza en términos individuados, y pone en entredicho la idea misma de que el individuo es la desembocadura de un principium individuationis que en sí mismo es pensado de forma dada y terminada, haciendo del individuo un punto culminante o conclusivo. Por el contrario, lo “preindividual” aparece más bien como una hipótesis (y muchas veces, no sólo eso) requerida para dar cuenta de una consistencia ontológica que debe ser captada en su devenir y como proceso, antes que un inicio o un fin.

Como veremos en detalle, lo preindividual, entre concepto e hipótesis operativa, ha sido caracterizado de maneras muy diversas, en un intento por captar sus características al intentar asociarlo a diferentes tradiciones o a conceptualidades previas. Todas ellas enfatizan alguna de las determinaciones más o menos explicitadas por Simondon, que van desde un estado básico del ser “afectado de disparidad” (Toscano), una realidad definida como reservorio de potenciales (Montebello) o una “reserva de devenir” (Combes) hasta un “orden prerreflexivo del mundo” (Garelli). Eso ha redundado en imprecisiones, ciertamente productivas, que responden a las modulaciones explicativas que el propio Simondon impone al término. Uno de los casos cuyo rendimiento y proyección nos parece más fructífero es el modo en el cual lo preindividual es objeto de una transformación en la creación del concepto de “singularidades preindividuales”, desarrollado por Gilles Deleuze hacia finales de los años 1960. En este caso, el empleo de lo preindividual, directamente extraído de la lectura de Simondon, tiene la función no menor de determinar el estatuto de las singularidades, que constituye una cuestión de gran peso en la conceptualidad deleuziana. Precisamente al pensar el término simondoniano en la caracterización de la singularidad, y de hecho al pluralizar el concepto que así forja, Deleuze contribuye a otra lectura a contrapelo de la intención de Simondon, llevando al término más allá de sí, y concediéndole un estatuto conceptual innegable, dotado a partir de entonces de otra posteridad y de una relación problemática con las propias lecturas que ha provocado la lectura de L’individuation.

Intentaremos reconstruir brevemente el argumento que conduce a Simondon a plantear la necesidad de lo preindividual, intentando dibujar sus contornos a partir de algunos elementos de discusión actuales sobre la naturaleza del término. A continuación, mostraremos cómo el empleo que hace Deleuze del término viene a esclarecer algunas de sus características, transformando y profundizando sus determinaciones, y dándole de esta manera un estatuto conceptual decisivo. Nos contentaremos con sugerir que quizá sea Deleuze quien discute de manera más rica y exhaustiva lo preindividual, precisamente al hacerlo funcionar en un marco diferente de aquel en el que Simondon lo comprendía, y al permitir con ello una amplificación de su rica y compleja naturaleza.

Lo preindividual: trayectos para una “hipótesis”

Hay diversas definiciones de lo preindividual, todas ellas dadas en el marco de la operación de individuación expuesta por Simondon. Nos limitaremos por razones de espacio a puntualizar tan sólo algunos aspectos de estos desarrollos. En su intento de no subordinar el proceso a la posición de un individuo resultante, Simondon buscará pensar el ser como más que un individuo. Para ello, propondrá captar la individuación en su operación, antes de tomar al individuo como centro de descripción y análisis del proceso. En esa medida, el individuo ha de ser captado sólo como una “realidad relativa, cierta fase del ser que supone antes que ella una realidad preindividual y que, incluso después de la individuación, no existe totalmente sola” (Simondon, 2013, p. 24). El resultado de ello es que se efectúa otra relación entre el ser y el individuo: el ser es “un conjunto formado de realidad individuada y de realidad preindividual” (p. 307) y el individuo se desprende de esta última, realidad que lo prolonga prolongándose en él.

La teoría simondoniana de la individuación es una teoría de las fases del ser, en la cual la ontogénesis corresponde a una operación de desfase del ser, “entre el ser preindividual, considerado como un sistema tenso en estado metaestable, y el ser individuado, que aparece al diferenciarse de eso” (Chateau, 2008CHATEAU, J.-Y. Le Vocabulaire de Simondon. París: Ellipses, 2008., p. 88). Dicho concepto ontogenético de la individuación permite dar cuenta de esta última como “resolución parcial y relativa que se manifiesta en un sistema que contiene potenciales y [que] encierra cierta incompatibilidad con relación a sí mismo, incompatibilidad hecha tanto de fuerzas en tensión como de la imposibilidad de una interacción entre términos extremos de las dimensiones” (Simondon, 2013SIMONDON, G. L’Individuation à la lumière des notions de forme et d'information. París: J. Million, 2013., p. 25). Es precisamente dicho sistema de potenciales, incompatibles respecto de sí mismos, lo que es calificado como ser preindividual. Un ser que no es otra cosa que un sistema tenso y sobresaturado, “por sobre el nivel de la unidad, que no consiste sólo en sí mismo” (p. 25). De ahí que el individuo pueda ser calificado solo como una fase, frente al ser preindividual que es, explícitamente, “el ser en el que no existe fase” (p. 25).

Lo preindividual impide que el individuo coincida simplemente consigo mismo, y la persistencia de las tensiones y potenciales muestran la incompatibilidad de la individuación respecto de sí misma (dada la supervivencia de una consistencia primera atravesada por esas tensiones y potenciales). De hecho, como lo remarca explícitamente Simondon, toda la operación de individuación “no agota completamente los potenciales de organización, y […] no hay un único estado posible de realización de los seres” (p. 307). Lo preindividual se encarga de actuar como ilimitación de las fases, impidiendo limitar el proceso de individuación de antemano, y haciendo incapaz que se pueda plantear una axiomática como presupuesto para dar cuenta de su constitución. Antes que eso, es preciso recalcar que mientras una fase se actualiza “existen otras fases latentes y reales, incluso actuales en tanto potencial energéticamente presente y existente, y el ser consiste en ellas tanto como en la fase a través de la cual alcanza la entelequia” (p. 308).

El ser lleva entonces en cada caso una remanencia de la “fase” preindividual, y “el pasado preindividual sobrevive paralelamente en la existencia del ser individuado y sigue siendo un germen de nuevas operaciones amplificantes” (p. 310). El individuo en sí mismo es calificado como múltiple, pero en tanto polifásico, “en tanto [es una] solución provisoria, una fase del devenir que conducirá a nuevas operaciones” (p. 310). Es importante destacar que el hecho de que el ser no se corresponda con un estado individuado, es decir, de que el ser “puede ser comprendido como más que unidad y más que identidad” (p. 26), se debe a que Simondon está pensando la “naturaleza preindividual” como “una fuente de estados metaestables futuros de donde pueden resultar nuevas individuaciones” (p. 28-29). La metaestabilidad con la que se caracteriza lo preindividual dice relación con la idea de que dicho estado se prolonga y no desaparece en la mera individualidad del estado individuado. A fin de cuentas, el individuo es incompleto, pero lo es en tanto es relativo de una “carga” de realidad preindividual, una “reserva de ser todavía no polarizada, disponible, en espera” (p. 295), que permite calificar, como lo subraya Muriel Combes, a lo preindividual como una “reserva de devenir” (1999COMBES, M. Simondon. Individu et collectivité: pour une philosophie du transindividuel. París: Presses Universitaires de France, 1999., p. 14). El ser preindividual en lugar de ser definido a partir de la carencia (del hecho de “no ser todavía” un individuo) es más bien un estado de sobresaturación, a partir del cual se desfasa el ser. Ese desfase que marca la aparición de fases se hace hipotéticamente posible gracias a la intervención de una singularidad, que desencadena un dinamismo capaz de poner en comunicación órdenes heterogéneos de potenciales en tensión, y así reestructurar esas potencialidades en vistas de un proceso de información2 2 Esto será abordado brevemente al final de este apartado, y será retomado en el siguiente, con el objetivo de mostrar la función “estratégica” de la singularidad tanto en Simondon como en Deleuze. Eso nos permitirá advertir una modificación esencial en el pensamiento de lo preindividual, que permitirá elevarlo a concepto de una manera decisiva. .

En las conclusiones del libro de Simondon, lo preindividual es caracterizado como una “hipótesis” que se deriva de cierto número de esquemas de pensamiento tomados de la física, la biología y la tecnología (2013, p. 317). Pese a ello, antes, en la introducción, se remite únicamente a la física, permitiéndose la analogía clave entre lo preindividual y la metaestabilidad termodinámica. La hipótesis de lo preindividual, “análoga a la de los quanta en física, análoga también a la de la relatividad de los niveles de energía potencial”, permite pensar el proceso de individuación implicado en el individuo, y cómo lo preindividual es lo que permite dar cuenta de la mantención de un régimen de metaestabilidad en el individuo que desde entonces es su portador (p. 28).

Con el objeto de dar cuenta de la realidad de una manera más completa, Simondon no sólo se apoya en los esquemas de pensamiento anteriormente mencionados, sino que también lo hace en la teoría de campos y en su interacción con la de corpúsculos. Todos estos esquemas se caracterizan, a ojos de Simondon, por encaminarse hacia “una teoría de lo preindividual” (p. 27), en la medida en que todos dan cuenta de diferentes manifestaciones de lo preindividual (Bontems; de Ronde, 2016BONTEMS, V.; DE RONDE, C. “Simondon, l’hypothèse du préindividuel et la mécanique quantique. Une interprétation réaliste non substantialiste du formalisme quantique”. In: BONTEMS, V. (dir.) Gilbert Simondon ou l’invention du futur. París: Éditions Klincksieck, 2016, p. 183-201., p. 183 ss.). Retengamos por ahora esta idea de que lo preindividual tiene diversos modos de expresión en problemas teóricos o campos científicos específicos, y que ello precisamente podría dar cuenta de un intento de situar a lo preindividual en un plano que, por definición, no puede ser directamente capturado o circunscrito. Desde luego, ello se refleja en que las dificultades que tiene captar lo preindividual en términos conceptuales, y que dan cuenta del problema de enfrentarse a él desde algún tipo de mediación directa. Como lo ha señalado muy claramente Sarah Margaraiz, la aproximación a lo preindividual se da por via negativa, puesto que escapa en cuanto tal “tanto a la percepción como a la unidad e identidad de los conceptos” (2013, s/n). En la medida en que habría que encontrar un medio de poder decir de otro modo lo preindividual, Simondon lo acerca explícitamente al apeiron o a la physis de los griegos, seguramente para otorgarle un mínimo “aire de familia” a la hipótesis (2013, s/n).

Incluso podría parecer que enfrentarnos a la definición de lo preindividual parece conllevar algo que no puede ser propiamente pensado, ya que requeriríamos de ese devenir que arrastra al ser para poder retroactivamente la realidad de lo preindividual (Montebello, 2011MONTEBELLO, P. “Gilbert Simondon. Une métaphysique de la participación”. In: DEBAISE, D. (Ed.). Philosophie des possessions. París: Les presses du réel, 2011, p. 107-141., p. 193). Que se trate de un estado de metaestabilidad “original y primitivo”, es algo que todavía parece discutible. De hecho, para Montebello, lo preindividual “en tanto que in-aparente, es hipotético, sin sobrepasar por otra parte los límites de la física” (p. 193). Ese sesgo fenomenológico haría de la hipótesis simondoniana “una construcción del pensamiento” elaborada para hacer inteligible los sistemas de individuación (p. 194). La dificultad de captar lo preindividual se debe, en este caso, a su indeterminación; al hecho, según Montebello, de que sólo percibimos las dimensiones y las fases del ser (p. 196). De un modo similar, pero llevando todavía más allá el ejercicio interpretativo, Jacques Garelli ha podido entender lo preindividual decididamente en una clave onto-ontológica, como un horizonte “proto-óntico” (1991a, p. 10), como una dimensión no-entitativa, pero “contemporánea del ente” (p. 19). Garelli caracteriza en su lectura temprana de la cuestión de lo preindividual a este último como un orden, un “orden prerreflexivo del mundo” (p. 168), un paisaje o dimensión trascendental (p. 400) siempre “co-presente a los entes sin reabsorberse en ellos, a pesar de todo” (p. 207).

Lo preindividual no es simplemente anterior a lo individuado. Incluso se podría decir que el ejercicio de captarlo está implicado siempre en una posteridad a lo conceptual. Garelli mismo se permite una inflexión que no deja de recordar a Bergson, al caracterizar a lo preindividual como “postconceptual”, en el sentido en que su metaestabilidad no puede ser captada con la terminología fija de un análisis simbólico estructural o temático, y ante lo cual se requeriría más bien una labor de “desconceptualización del lenguaje” (Garelli, 1991b, p. 67). En principio, podría parecer que lo preindividual sólo alcanzaría su definición contraponiéndose al devenir que define al ser como polifásico, o captándose a partir de algún tipo de “domesticación” conceptual. Pero, dado que lo preindividual viene a afirmar la sobreabundancia en la operación de individuación -dado que es lo que impide que ésta se pliegue de punta a cabo en un ser individuado completo-, no basta con calificar su carácter como indeterminado. El individuo, “lejos de poder ser concebido como resultado pasivo de la individuación, o como entidad aislada, […] paradójicamente es tanto más activo en su propia individuación cuanto que permanece ligado a la realidad preindividual que le preexistía, y que sigue haciendo de él un ser esencialmente incompleto, una realidad relacional” (margaraiz, 2013, s/n).

En el caso de Simondon, la realidad preindividual, que puede ser caracterizada como el estado del ser “afectado de disparidad, es decir, por la tensión entre dimensiones o potenciales incompatibles -que todavía no están relacionados- en el ser” (Toscano, 2006TOSCANO, A. The Theatre of Production: Philosophy and Individuation between Kant and Deleuze. New York: Pallgrave MacMillan, 2006., p. 139), todavía se plantea en vistas de establecer esa relación que gatillará al proceso de individuación. Es en este sentido en el cual se podría decir que en Simondon la “singularidad” hace en general referencia a individuos estructurados y que su perspectiva busca “conocer al individuo mismo en cuanto proceso singular, pero sin disolverlo, por así decir” (Bardin, 2009BARDIN, A. “Simondon: transcendantal et individuation”. In: RAMETTA, G. Les métamorphoses du transcendantal. Parcours multiples de Kant à Deleuze. Hildesheim, Zürich, New York: Georg Olms Verlag, 2009. p. 189-215., p. 200 n.). La singularidad es una instancia desencadenante de la operación, una instancia de comunicación para órdenes heterogéneos (Simondon, 2013, p. 62), que estructura desde entonces las potencialidades libres (Michalet; Alloa, p. 206).

Por así decir, una singularidad va a iniciar una individuación en términos estructurantes, sobre el suelo de lo preindividual, y sin necesariamente anularlo, pero lo hará sujeto a la lógica de la operación metaestable. Ciertamente es la metaestabilidad lo que desestabiliza la idea de que lo preindividual sería como una simple anterioridad lógica o cronológica, ya que la singularidad informante todavía participa plenamente del suelo preindividual, para convocarlo como un momento coexistente con el ser que se está estructurando y, así, individuando. Pero de alguna manera la singularidad se despide de lo preindividual en lugar de abiertamente prorrogarlo, pese a que esa “supervivencia” de lo preindividual pareciera ser también lo que espera Simondon. ¿Qué sucedería si mantuviéramos la singularidad en ese terreno, hasta el punto de señalar que lo preindividual no es un campo ontológico, ni mucho menos una hipótesis, y fuera más bien la determinación mismo de las singularidades que van emergiendo incesantemente? La singularidad ya no sería lo que permite enlazar la naturaleza de apeiron de lo preindividual a la información que define a la individuación, sino que sería el modo plural en que se compone un campo definido por cada una de sus diferencias y, de este modo, un campo donde lo preindividual es cada una de las singularidades. Sin duda, eso constituirá otra definición de lo preindividual, y otra definición para un campo al que se le dará otra consistencia, sentido y función.

Deleuze, lector: la creación de un concepto

Gilles Deleuze es un lector muy temprano de la obra de Simondon, incluso “el primer pensador en haber reconocido a Simondon como un igual y como una fuente de inspiración” (Barthélémy, 2010BARTHÉLÉMY, J.-H. “Penser après Simondon et par-delà Deleuze”. In: BARTHÉLÉMY, J.-H. (dir.). Cahiers Simondon, 2. París: L’Harmattan, 2010, p. 129-146., p. 129). En la reseña que dedica, en 1966, a L’individu et sa genèse physico-biologique, la tesis doctoral de 1964 de Simondon, no deja de enfatizar el carácter heterogéneo de la estructura metaestable, la que, lejos de ordenarse a partir de la síntesis de elementos dispares, aspira a mantener su diferencia (Deleuze, 2002, p. 121). Para ello, uno de los aspectos más importantes para construir esa disparidad tendrá relación con la alianza que Simondon establecería entre singularidad y preindividual. Dicha vinculación es ciertamente un aspecto destacado por la lectura deleuziano, antes que algo que se pueda encontrar con las mismas características y el mismo sentido en la reflexión simondoniana sobre la individuación. El encuentro entre ambos términos depende de un énfasis requerido por Deleuze, y aspira a alcanzar el estatuto de una creación conceptual, lo cual implica una tendencia interpretativa que vemos nacer en el propio esfuerzo deleuziano de lectura.

Sí, como podíamos observar en Simondon, la singularidad venía a desencadenar una comunicación en el dinamismo turbulento y más o menos indistinto entre órdenes heterogéneos, haciendo posible entonces un proceso de información que estructura de otro modo el campo definido por la coexistencia entre potencialidades y tensiones, ello era a su vez lo que impedía subsumir la singularidad en lo preindividual. La singularidad hace despuntar un orden donde también se mantendrá lo preindividual, pero sucede como si la singularidad marcara un paso en la transformación de lo que se define como preindividual, de una manera en la cual la singularidad pareciera abandonar lo preindividual. Este es el camino que Deleuze tratará de redefinir para reorientarlo en otro sentido. Antes de avanzar en esta conjetura, que intentaremos confirmar a continuación con el apoyo de diversos comentarios, leamos el pasaje de la reseña en el cual Deleuze fuerza la proximidad operativa entre ambos términos:

Al descubrir la condición previa a la individuación, distingue rigurosamente entre singularidad e individualidad. Porque lo metaestable, definido como un ser preindividual, está perfectamente dotado de singularidades que corresponden a la existencia y al reparto de potenciales (¿no sucede así también en la teoría de las ecuaciones diferenciales, en donde la existencia y el reparto de “singularidades” es de naturaleza distinta que la forma “individual” de las curvas integrales que les son vecinas?). Singular, sin ser individual, tal es el estado del ser preindividual. Es diferencia, disparidad. Y entre las páginas más admirables de este libro están aquellas en las que Simondon muestra el modo en que la disparidad, en tanto primer momento del ser o momento singular, está efectivamente presupuesta por todos los demás estados, ya sean estos de unificación, de integración, de tensión, de oposición, o de resolución de las oposiciones, etcétera (Deleuze, 2002DELEUZE, G. “Gilbert Simondon, L’individu et sa genèse physico-biologique (1966)”. In: L’ile déserte et autres textes. Textes et entretiens (1953-1974). Paris: Minuit, 2002, p. 120-124., p. 121-122).

Es importante destacar aquí varias cuestiones. Primero, lo preindividual pareciera venir a especificar y a determinar al concepto de singularidad, en la medida en que con ello se distingue rigurosamente lo individual de lo singular. Para evitar que la singularidad pueda llegar a ser captada como otro modo de ser individuado se lo pluraliza. Segundo, de alguna manera las singularidades componen un estado de ser preindividual definido por potenciales, de modo que la distribución de singularidades puede ser perfectamente pensada como diferencia de potenciales. El modelo requerido para pensar eso, dice aquí explícitamente Deleuze, es aquel provisto por la teoría de las ecuaciones diferenciales. Tercero, la manera en la cual se concibe lo preindividual es, a fin de cuentas, como diferencia, como disparidad, pero no una entre términos ya constituidos. A diferencia de Simondon, para quien la naturaleza preindividual se mantiene asociada al individuo, como “una fuente de estados metaestables futuros de donde pueden resultar nuevas individuaciones” (2013, p. 28), para Deleuze se vuelve determinante pensar una amalgama entre singularidad germinal y el punto singular matemático. Por un lado, se trata de un concepto extraído de la teoría de las ecuaciones diferenciales, donde es posible analizar la alteración en una estructura por medio del papel que juegan los ‘puntos singulares’ implicados en la búsqueda de soluciones que mantienen a dicha estructura. Pero, por otro lado, se trata del estudio del estudio de los sistemas definidos por un equilibrio metaestable.

Retomando la disparidad simondoniana, y ampliándola en la clave de una filosofía de la diferencia, Deleuze hará un uso de lo preindividual con el objetivo de poder calificar y determinar su propio concepto de singularidad. Con ello, y esta es nuestra hipótesis, creará propiamente un concepto, donde hasta cierto punto el encuentro entre nociones previas se potencia y no pueden ser separadas. En rigor, los conceptos mismos, en la terminología deleuziana, son puntos de inflexión donde se conectan componentes que son inseparables, y cuya consistencia se basa en dichas conexiones, de modo tal que, si entra en contacto un concepto con otro, las conexiones cambiarían la naturaleza de ambos y, por consiguiente, añadir o quitar algún componente entrañaría cambiar el concepto (cf. Deleuze; Guattari, p. 87). El concepto es un punto de acumulación de sus propios componentes, pero que los recorre sin plegarse completamente a ellos. El concepto no es, en este sentido, una unificación de componentes, sino que nace de ellos, pero los hace variar de distintas maneras, es “una heterogénesis, es decir, una ordenación de sus componentes por zonas de vecindad” (p. 26).

De algún modo, un concepto se crea para ir a un lugar todavía impensado, y no tanto para entender algo que no se entiende o que no se ha explicado, sino más bien para vislumbrar lo que no ha sucedido. Cuando Deleuze y Guattari dicen, un tanto enigmáticamente, que “el concepto como creación propiamente filosófica es siempre una singularidad” (p. 12), se puede pensar plenamente en la labor que Deleuze desarrolla al leer a Simondon. Todavía en la reseña, Deleuze celebra la noción de preindividual, pero al mismo tiempo advierte en el pensamiento de Simondon la forma de “toda una ontología”, pero una “en la cual el Ser nunca es Uno” (Deleuze, 2002, p. 124). Esta consideración puede ser leída desde dos lugares. Primero, como una reserva ante la identificación entre ontología y un pensamiento del Uno, y, segundo, como una manera de reforzar la necesidad de proporcionar elementos para evitar dicha identificación. Deleuze subraya así la idea de un ser como más-que-uno, y que, incluso individuado, habría de ser múltiple y polifásico. Recordemos que para Simondon el ser preindividual es el ser sin fases, pero tampoco es solo indeterminado, ya que hay una distribución de potenciales en tensión. Para Deleuze, por su parte, hay un modo de considerar lo preindividual como dotado de diferencias o, mejor dicho, lo preindividual en cada una de sus diferencias.

Podemos notar que, antes que subrayar la metaestabilidad, Deleuze se enfocará sobre todo en lo preindividual. Este no solo será un campo definido por potenciales, sino un reservorio de las singularidades del individuo (Deleuze, 1968, p. 317), que se determina por el reparto entre potenciales que puntualizan al menos dos órdenes de magnitud o dos escalas de realidad heterogéneas. La idea de punto singular o punto notable, como instancia que desencadena un proceso, ya no es la singularidad que se reinscribe sobre los potenciales en tensión, sino una singularidad ella misma virtual, como podría ser la inflexión de una curva (Michalet; Alloa, p. 206). Las diferencias de potencial no conectan en la singularidad desencadenante del proceso de información, como ocurriría para Simondon, sino que lo preindividual es un estado minado de “puntos notables o singulares [que] son definidos por la existencia y el reparto de potenciales” (Deleuze, 1968, p. 317).

Para Deleuze, la individuación misma es enfatizada como una relación de disparidad que no se unifica ni se totaliza: la individuación no debería suprimir el problema -es decir, la distancia entre al menos dos órdenes heterogéneos-, agotando las singularidades que también definen al individuo, sino que debería integrar los elementos de la disparidad en un estado de acoplamiento que asegura su resonancia (p. 317). Deleuze entiende dicha disparidad como una diferencia infinitamente desdoblada (p. 287), que ya no dependería de un centro de individuación, en el sentido en que ello implicaría todavía una referencia de lo múltiple a lo Uno o una especie de centro medio de individuación desde el cual se construye la multiplicidad relacional (Sauvagnargues, 2009SAUVAGNARGUES, A. Deleuze. L’empirisme transcendantal. París: Presses Universitaires de France, 2009., p. 257). Antes que indicar la singularidad como cierta manera de destacar el despunte de las individuaciones, la singularidad -vuelta ahora plural- define un campo sustantivo de multiplicidad continua y heterogénea.

En el caso de Deleuze, lo preindividual define a las singularidades, ya que “los puntos notables son ellos mismos singularidades preindividuales; y que lo que no contradice en nada la idea de que la individuación precede a la especificación actual, aunque ella esté precedida de todo el continuo diferencial” (1968, p. 68). Las singularidades son puntos de partida para otra serie, que así permite extenderse a otra región de singularidad, que converge o diverge de la primera (Scott, 2017SCOTT, D. “How Do We Recognise Deleuze and Simondon Are Spinozists?”. Deleuze Studies, v. 11, n. 4, “Ontologies of Difference: The Philosophies of Gilbert Simondon and Raymond Ruyer”, p. 555-579, 2017., p. 561). Es importante destacar que, al empezar a construir su concepto, Deleuze toma de la singularidad simondoniana su aspecto de “acontecimiento de información” (Borum, 2017BORUM, P. “The Notion of ‘Singularity’ in the Work of Gilles Deleuze”. Deleuze Studies, v. 11, n. 1, p. 95-120, 2017., p. 99), y de la singularidad entendida matemáticamente la idea de que el punto singular es un punto de inflexión de la curva que difiere cualitativamente de cualquier otro punto arbitrariamente cercano, “queriendo esto decir que la curva alterará su curso en la vecindad de dicha singularidad” (p. 99). De este modo, todavía se podría sostener que Deleuze se mantiene en un suelo simondoniano al atribuir una naturaleza preindividual a una singularidad, ya que ella tendría “una definición local y funcional que es estrictamente relativa a los distintos órdenes entre los que establece la comunicación” (Bowden, 2012BOWDEN, S. “Gilles Deleuze, a Reader of Gilbert Simondon”. In: DE BOEVER, A.; MURRAY, A.; ROFFE, J.; WOODWARD, A. (Eds.). Gilbert Simondon. Being and Technology. Edinburgh: Edinburgh University Press, 2012, p. 135-153., p. 139) y que, en esa medida, se mantendría siempre en un estado de no-individualización estricta.

Para llevar a cabo ese énfasis, Deleuze agrega en su consideración de las singularidades preindividuales una dimensión ajena a Simondon, y que es el concepto de lo virtual. Lo virtual permite afirmar una zona de indiscernibilidad que comunica las distintas singularidades, clave para pensar que las dimensiones relacionadas suponen la coexistencia de diferencias que no pueden coexistir actualmente en un mismo individuo. La coexistencia de singularidades tendría que ser más bien una coalescencia entre lo virtual y su actualización (Cf. Deleuze, 1996, p. 181). Una pura virtualidad se mantiene siempre correlativa de lo actual, sin actualizarse, y con ello define el circuito más pequeño de un proceso continuo que se diferencia de sí. De este modo, la relación entre lo actual y lo virtual produce en cada caso una singularización sin un principio interno de unificación ni un principio trascendente de ordenamiento.

Lo virtual entendido de este modo se deja ver en la comprensión deleuziana de la Idea, desarrollada en Différence et répétition. La Idea comprende la variedad y, a la vez, “la singularidad en cada una de sus variedades” (Deleuze, 1968DELEUZE, G. Différence et répétition. Paris: Presses Universitaires de France, 1968., p. 228). La Idea es la encargada de subsumir la distribución de los puntos singulares, y donde la distinción se basa en la prolongación de lo singular a los puntos regulares hasta la vecindad de otra singularidad. No tenemos el espacio para detenernos todo lo que sería necesario en dar cuenta de las relaciones que se establecen entre la Idea y la intensidad, que ocupan los dos últimos capítulos del libro de 1968. Sin embargo, hay tres campos que determinan tres momentos que muestran el paso de lo virtual a su actualización. Tan solo el primero de ellos puede ser llamado puramente virtual y preindividual, y es aquel de la Idea. Los dos siguientes permiten, primero, la diferenciación intensiva de la individuación, que gatilla la especificación y organización de formas y materias, y, segundo, la diferenciación de formas y materias como entidades actuales e individuales. Considerando dicho primer momento, es lícito afirmar que “lo que es ‘preindividual’ es la singularidad misma” (p. 228), antes de un individuo. De este modo, lo preindividual, en el sentido deleuziano, viene a definir un campo, “ideal-virtual, lugar donde se forman relaciones diferenciales” (p. 343).

Este campo “no se reduce a la banalidad cotidiana” (p. 355), y es en muchos sentidos una especie de regalo que, pese a exceder sus propios marcos, le otorga Simondon al pensamiento de Deleuze. Allí encontramos los rudimentos que contribuyen a la formación de una nueva consideración de lo trascendental, y que, si tomamos una formulación de Elizabeth Grosz referida a Simondon, pero con una nomenclatura mucho más próxima a Deleuze, podría ser enunciada del siguiente modo: “Las fuerzas virtuales de lo preindividual, al no ser totalmente consumidas por los procesos de actualización, siguen siendo una fuente continua de transformación, de generación de nuevas virtualidades y de nuevas vías de actualización” (Grosz, 2012, p. 41).

Será en Logique du sens, de 1969, donde podremos visualizar de manera más acabada el modo en el cual las singularidades preindividuales alcanzan su mayor grado de fisonomía conceptual y, sin duda, su mayor alcance sistemático. En dicho libro, se define con otras precisiones el funcionamiento de lo preindividual. Éste procede como una multiplicidad de “emisiones de singularidades” que “poseen un principio móvil inmanente de auto-unificación por distribución nómada” (Deleuze, 1969DELEUZE, G. Logique du sens. Paris: Minuit, 1969., p. 124-125). Lo preindividual es un campo de emisión de singularidades y es, en esa medida, en que no se puede hablar de una diferencia discreta entre una singularidad y otra. Ello refuerza la necesidad de pluralizar su concepto. Desde el momento en que las singularidades son planteadas como relativas a una multiplicidad, ellas, pensadas incluso en su puntualidad, hace que ya sean muchas (cf. Deleuze, 1969, p. 67; p. 345).

El modo en el cual coexisten las singularidades se debe a su naturaleza preindividual, es decir, al hecho de que ellas no terminan de definir individuos y, por consiguiente, son el modo propicio de calificar las relaciones entre las singularidades heterogéneas entre sí. Deleuze es todavía más específico cuando afirma que ellas se “penetran unas a otras a través de una infinidad de grados” (p. 345), pero de un modo que no es puramente caótico, dado que ellas poseen “un proceso de auto-unificación”, que envuelve todos “los puntos singulares correspondientes en un mismo punto aleatorio y todas las emisiones, todas las tiradas, en un mismo tirar” (p. 125). En este sentido, las singularidades preindividuales definen un campo diferencial que no está compuesto por elementos u organizado desde un centro de unificación, sino por un proceso continuo de diferenciación interna donde cada multiplicidad es una continuación de otra multiplicidad que la distiende desde el interior, y que exige comprender cada multiplicidad como una composición y transformación de términos heterogéneos.

Gracias a lo preindividual, las relaciones entre singularidades son más bien dimensiones de multiplicidades implicadas. Y gracias a su pluralización, lo preindividual mismo cambia de carácter y se determina en cada una de sus diferencias. Deleuze volverá a destacar la importancia de Simondon, quien “presenta la primera teoría racionalizada de las singularidades impersonales y preindividuales” (p. 126). Pese a que explícitamente dice separarse de las conclusiones de Simondon, Deleuze reconoce en el proyecto del autor de L’individuation, “una nueva concepción de lo trascendental” (p. 126). Como se ha señalado con mucho detalle (Sauvagnargues, 2009SAUVAGNARGUES, A. Deleuze. L’empirisme transcendantal. París: Presses Universitaires de France, 2009.) Simondon constituye para Deleuze una pieza indispensable en la formación del empirismo trascendental, que será una de las maneras más insistentes en las cuales se puede calificar sistemáticamente la filosofía deleuziana. Las singularidades preindividuales proporcionarán la oportunidad de distribuir un campo trascendental que no cuente con la unificación en un Yo superior, y que mostrará al individuo como “algo, nacido, como Eva de una costilla de Adán, de una singularidad prolongada sobre una línea de ordinarios a partir del campo trascendental preindividual” (Deleuze, 1969, p. 141).

El concepto de singularidades preindividuales, como mixto entre dos términos de ascendencia diversa, nos muestra una vía para comprender lo preindividual simondoniano en cada una de sus diferencias. Permite, de este modo, conceder otra determinación para la extraña tensión entre potenciales que no constituyen fases y que, sin embargo, no son por definición una simple corriente indiferenciada previa a la individuación. Deleuze gana con ello una manera de concebir un campo de simultánea emisión y distribución de singularidades, pluralizando una comprensión de lo trascendental, que no dejará de perseguir durante toda su obra, un “mundo hormigueante” de las singularidades preindividuales que constituye el campo de lo trascendental (p. 124-125), y que desplazará la hipótesis simondoniana hasta hacerla revivir como concepto concreto con una novedosa consistencia ontológica.

Consideraciones finales

Lo preindividual destaca en el entramado terminológico de Simondon como una palabra que no puede ser completamente decidida ni como concepto ni como una noción operativa. De ahí que se lo designe como una naturaleza, una realidad, un ser o un estado. El único modo en el cual Simondon lo aborda explícitamente es como una “hipótesis”, requerida para pensar un suelo sobre el cual se va produciendo la individuación, como un medio de individuación. Entre apeiron y physis, para Simondon lo preindividual constituye una teoría por hacerse, que se puede descubrir tras varios aportes de la física, la química y la biología del último siglo. Sin embargo, en varias ocasiones lo preindividual corre el riesgo de asemejarse demasiado a un fondo indeterminado e indiferenciado.

Como intentamos mostrar, Deleuze crea explícitamente un concepto al interesarse exhaustivamente en la cuestión simondoniana de lo preindividual. Si bien para Simondon lo preindividual ciertamente no constituye una unidad, ni es tampoco, como estado, idéntico a sí mismo, la lectura deleuziana busca multiplicar el desfase que todavía pareciera ser una característica tan solo de una modificación de lo preindividual. En este sentido, “para ser realmente múltiple, el desfase no debe ser concebido como ‘más’ que ser, sino como ‘menos’ que unidad. [...] Transducción e individuación conservan la referencia a un polo unitario, allí donde Deleuze exige la explosión de lo múltiple” (Sauvagnargues, 2009SAUVAGNARGUES, A. Deleuze. L’empirisme transcendantal. París: Presses Universitaires de France, 2009., p. 257).

Gracias a la comprensión de lo preindividual reformulado en términos de singularidades preindividuales la disparidad que define la relación según Simondon puede ser considerada como un proceso de génesis diferencial antes que siguiendo una línea de devenir del ser. Ello supone una indagación en torno a la posibilidad de pensar una divergencia o una disparidad que no pueda ser subsumida al discurso sobre el ser-Uno. Para Deleuze, la formación de este concepto constituye una manera estricta de determinar la coexistencia de diferencias que definen a una multiplicidad continua. Pero no se trata únicamente de una transformación alejada del espíritu inicial de la conjetura simondoniana: al producir un encuentro entre dos términos que no tendrían por qué estar ligados de esta manera, la lectura deleuziana permite diferenciar lo preindividual en sí mismo, y en esa medida, abre paso a otro modo de pensar la diferencia, donde ella está singularizada. Esto tendrá repercusiones muy grandes en la labor conceptual en las siguientes décadas de la filosofía de Deleuze, contribuyendo a perfilar un concepto de “virtual”, muy diferente de aquel que Simondon habría podido tener, mostrando el carácter “inactual” de las singularidades, y permitiendo pensar el modo de emergencia y distribución de un campo trascendental, asubjetivo e impersonal. Ese quizá sea el secreto mismo de la sistematicidad de la filosofía deleuziana y, sin ninguna duda, el más grande aporte que Simondon hace a Deleuze: pensar por medio de dicha redefinición de lo preindividual un sistema que “no sólo debe estar en una heterogeneidad perpetua” sino que “debe ser una heterogénesis” (Deleuze, 2003, p. 338).

Pese a que Deleuze mismo dice que “eso, me parece, es lo que nunca se ha intentado” (p. 338), es lo que podemos leer en Simondon cuando se le puede otorgar otra consistencia y otro estatuto a la hipótesis de lo preindividual.

Referências

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  • 1
    De hecho, en los últimos 15 años, cuando podemos constatar el rápido y creciente interés que empieza a despertar desde distintos ámbitos el pensamiento de Simondon, aparecen con pocos años de distancia un vocabulario sobre su obra (Chateau, 2008CHATEAU, J.-Y. Le Vocabulaire de Simondon. París: Ellipses, 2008.) y un glosario aparecido primero en inglés sobre 50 términos clave en sus obras (Barthélémy, 2012).
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    Esto será abordado brevemente al final de este apartado, y será retomado en el siguiente, con el objetivo de mostrar la función “estratégica” de la singularidad tanto en Simondon como en Deleuze. Eso nos permitirá advertir una modificación esencial en el pensamiento de lo preindividual, que permitirá elevarlo a concepto de una manera decisiva.

Fechas de Publicación

  • Publicación en esta colección
    12 Feb 2024
  • Fecha del número
    2024

Histórico

  • Recibido
    04 Nov 2023
  • Acepto
    04 Ene 2024
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