Resumen
Tomando como hilo conductor de reflexión y análisis el pensamiento de bell hooks, en el presente artículo se estudia el patriarcado como una estructura ideológica que promueve y legitima diversas formas de violencia, como la opresión y la discriminación sexista. Se sostiene, además, que la violencia patriarcal no se dirige solo hacia las mujeres, sino que también lo hace hacia los hombres, en tanto las identidades de género tradicionales que son incitados a asumir fomentan actitudes y valores tóxicos. En coherencia, se afirma que para erradicar la violencia sexista y para edificar una sociedad más justa e igualitaria, se requiere la conformación de nuevas subjetividades de género, que sean alternativas a la hegemónica y que estén descolonizadas del ideario patriarcal. En tal sentido, se estudia la propuesta de hooks para edificar una nueva masculinidad más solidaria, comprensiva y afable que la tradicional.
Palabras clave: patriarcado; género; violencia; nuevas masculinidades
Resumo
Tomando o pensamento de bell hooks como fio condutor de reflexão e análise, este artigo estuda o patriarcado como uma estrutura ideológica que promove e legitima várias formas de violência, como a opressão e a discriminação sexista. Argumenta-se igualmente que a violência patriarcal não se dirige apenas às mulheres, mas também aos homens, uma vez que as identidades de gênero tradicionais que eles são encorajados a assumir fomentam atitudes e valores tóxicos. Para erradicar a violência sexista e construir uma sociedade mais justa e igualitária, defende-se que são necessárias novas subjetividades de gênero, subjetividades alternativas à hegemônica e descolonizadas da ideologia patriarcal. Neste sentido, estuda-se a proposta de hooks de construir uma nova masculinidade que seja mais solidária, compreensiva e afável do que a tradicional.
Palavras-chave: Patriarcado; Género; Violencia; Nuevas masculinidades
Abstract
Taking bell hooks' thought as a guiding thread for reflection and analysis, this article studies patriarchy as an ideological structure that promotes and legitimises various forms of violence, such as oppression and sexist discrimination. It further argues that patriarchal violence is not only directed towards women, but also towards men, as the traditional gender identities they are encouraged to assume foster toxic attitudes and values. In coherence, we affirm that the conformation of new alternative gender subjectivities that are alternatives to the hegemonic one and that are decolonised from the patriarchal ideology, is required to eradicate sexist violence and to build a more just and egalitarian society. In this sense, we study hooks' proposal to build a new masculinity that is more supportive, understanding and affable than the traditional one.
Keywords: Patriarchy; Gender; Violence; New masculinities
Introducción
En los últimos años la obra de bell hooks1 ha comenzado a ser conocida y discutida en los países latinoamericanos. En gran medida ello ha sido posible por las traducciones de muchas de sus obras realizadas recientemente desde el inglés tanto a la lengua portuguesa como a la castellana2. Las razones que explican el interés por la obra de hooks son varias. Desde un punto de vista más general, y al calor del despliegue ya desde mediados del siglo pasado del pensamiento decolonial y feminista, se ha producido un creciente reconocimiento del carácter eurocéntrico y patriarcal de la filosofía canónica y, en consecuencia, se ha hecho patente la necesidad de atender a las visiones alternativas de la experiencia humana planteadas por aquellos sujetos tradicionalmente excluidos de la Academia, con el fin tanto de desafiar las narrativas predominantes como de enriquecerlas. Este cambio de perspectiva ha llevado a la emergencia de diversas propuestas filosóficas que buscan descentralizar el conocimiento y cuestionar las estructuras de poder arraigadas en las disciplinas académicas y en la cultura hegemónica en la que se fundamentan.
En ese sentido, y desde una óptica más específica, hooks ha emergido como una figura central en este contexto, al ser una de las más destacadas teóricas del feminismo contemporáneo y de la crítica cultural y de raza. De hecho, ha utilizado la base que le proporcionan tales perspectivas para elaborar una obra en la que se discuten los sistemas de dominación socialmente enraizados. Su propuesta teórica se centra en desvelar la interseccionalidad de las opresiones, destacando cómo la dominación sexual y de género, que denuncia en su esencia el pensamiento feminista, se entrelaza con otras formas de discriminación, como la racial, la económica y la sexual, por lo que el análisis de una ha de tener en cuenta y aludir a las otras (hooks, 2020a, pp. 17-18).
Además, la escritura de hooks, más allá de su valor teórico y de la finura analítica de las ideas que defiende, es accesible y comprometida3, lo que ha contribuido a su popularidad y difusión en diferentes audiencias, aunque al mismo tiempo haya dificultado que fuesen apreciadas con el valor académico que realmente poseen, bajo la discutible creencia de que lo fácilmente comprensible no posee el nivel y rigor teórico suficientes.
En último término, es probable que el interés en la obra de hooks se explique en la medida en que su enfoque teórico se orienta hacia la transformación social y la importancia de la praxis. hooks aboga por una filosofía activista que sea capaz de ir más allá de la teoría pura, instando a la acción para cambiar las estructuras opresivas. Su llamado a la acción ha encontrado eco en quienes buscan no solo comprender las injusticias, sino también trabajar activamente hacia la creación de un mundo más equitativo y reactivo ante las discriminaciones.
Precisamente, la jerarquía, la opresión y las discriminaciones son tres de las múltiples formas mediante las que se ejerce violencia, dado que han sido amparadas e incluso promovidas por la mentalidad ideológica tradicional y hegemónica en la cultura occidental, según hooks, a través de la legitimación y el mantenimiento del patriarcado capitalista supremacista blanco. Dice,
El sexismo, el racismo y el clasismo que existe en Occidente pueden parecerse a los sistemas de dominación globales, pero son formas de opresión que han sido conformadas principalmente por la filosofía occidental. Se conciben mejor dentro de un contexto occidental, ya no mediante un modelo evolutivo del desarrollo humano. […] La contradicción principal en el pensamiento cultural occidental es la creencia de que el superior debe controlar al inferior (2020a, p. 74)
La violencia del paradigma occidental se explica, en la visión de hooks, por la dominación que han ejercido y que aún ejercen ciertos grupos sociales sobre otros en base a la condición que los define (hooks, 2021c). Así, se ha considerado al hombre superior a la mujer, la heterosexualidad superior a la homosexualidad, la raza blanca superior a las demás y la propiedad de los medios de producción superior a la condición obrera. No obstante, y como se decía, las identidades están entrelazadas por su adscripción a las condiciones ya citadas que conforman la subjetividad, de modo que las formas de discriminación se entrecruzan, así como las reivindicaciones que exige cada sujeto para alcanzar una situación de equidad y justicia. En el contexto social no es lo mismo ser un hombre blanco, rico y heterosexual, que un hombre de etnia gitana, pobre y homosexual, como no lo es ser una mujer blanca, adinerada y heterosexual que una mujer negra, carente de recursos y lesbiana. En ese sentido, el feminismo de la interseccionalidad, que hooks representa, denuncia la apropiación del feminismo por parte de las mujeres blancas y burguesas, confundiendo sus reivindicaciones y anhelos con los de todas las mujeres (hooks, 2020a). De igual manera, un obrero que experimenta relaciones laborales y sociales de explotación puede ser racista, y un hombre negro, que sufre el racismo, puede ser machista, y una mujer, que padece el sexismo, puede ser homófoba, y un homosexual o una lesbiana, que soportan la homofobia, pueden ser clasistas. En base a lo dicho, para enfrentarse a la violencia de la desigualdad social es preciso oponerse y diluir las diversas formas de segregación social, basadas en estereotipos degradantes y cuyo fin fundamental es mantener las diferencias de estatus y los privilegios de unos individuos y grupos sociales sobre otros.
Aunque sería interesante indagar en los mecanismos a través de los que se relacionan las distintas formas de discriminación, y por tanto de violencia citadas, el presente artículo se va a centrar, en primer término, en la que supone y practica el patriarcado y, en segundo, en la posibilidad de conformar una idea alternativa de la masculinidad hegemónica, que complete y complemente la discusión sobre la feminidad, que es el objeto más habitual de discusión en los estudios de género.
Esta estructura se explica porque el patriarcado es la causa más evidente de las múltiples agresiones que sufren las mujeres, aunque también perjudica, a pesar de que pueda parecer a priori sorprendente, a los hombres, al ser tanto unas como otros educados en una serie de actitudes, conductas y valores tóxicos que menoscaban a ambos. Dicho de otra manera, los roles de género impuestos por el patriarcado, propios de la cultura tradicional y decisivos para la construcción de la identidad de los individuos, no solo son discutibles y rechazables para las mujeres, ya que la idea de feminidad, como se sabe y ha sido reiterado en múltiples ocasiones, la sitúa en una posición de subordinación respecto de los hombres, sino que también lo son para estos, ya que se les educa bajo un conjunto de principios y reglas que los animan a ser fuertes, dominantes y competitivos, haciendo uso, si es necesario, de la violencia para conseguirlo, y, sobre todo, a reprimir sus sentimientos, incapacitándolos para gestionar adecuadamente sus emociones, y conduciéndolos hacia afectos negativos, como el enfado y la ira.
Precisamente, son estas actitudes y valores encarnadas en la idea de la masculinidad tradicional las que producen hombres violentos y agresivos que, a la vez que ejercen violencia, y que por tanto causan sufrimiento, muchas veces sufren malestar psíquico, dada la idea tóxica de masculinidad que han interiorizado. En esa medida, si se quiere prevenir y eliminar la violencia, se hace preciso la modificación de las identidades de género promovidas por el patriarcado y elaborar otras alternativas que eviten los aspectos nocivos de las tradicionales y fomenten unas subjetividades más solidarias, comprensivas y afables. Por lo dicho, en el presente artículo, además de indagar en las razones que explican que el patriarcado sea una estructura en esencia violenta, y en cómo esta violencia discriminatoria se incorpora mediante la asunción de las identidades de género tradicionales, se rastrea la idea alternativa de masculinidad que propone hooks, al asumirse como válida la hipótesis de que el programa feminista se define por su lucha contra el sexismo, y que este no solo apela a las mujeres, sino también a los hombres como agentes de cambio.
Patriarcado, género y violencia
bell hooks parte de la tesis de que la cultura occidental tradicional, hegemónica en gran parte del planeta y que define a la civilización estadounidense en la que se ha criado y en la que ha vivido a lo largo de su vida, es patriarcal, y en esa medida, violenta, al tratarse de una estructura ideológica que promueve la dominación de los hombres sobre las mujeres y que se manifiesta en todas las esferas sociales, desde el ámbito familiar y el educativo, hasta las instituciones de gestión pública y los medios de comunicación, donde los estereotipos sobre la desigualdad sexual son naturalizados, es decir, asumidos y transmitidos de un modo acrítico. Para hooks, esta violencia patriarcal no solo se manifiesta en formas explícitas -como las agresiones que se ejercen sobre sus cuerpos, a través de las diversas formas de maltrato físicas y psicológicas-, sino también por variadas formas de desigualdad social, como las disparidades laborales, que afecta a los trabajos que se espera que realicen, a sus salarios o a la limitación de sus oportunidades de ascenso; por la objetivación y cosificación que sufren, que las reduce a su apariencia física o a su belleza, o por la sexualización de sus cuerpos -que se conciben principalmente como la encarnación del deseo masculino-.
En ese sentido, la raíz de la violencia en el patriarcado se define por su acentuado carácter sexista, sesgo que impregna las estructuras sociales, las relaciones laborales y las representaciones mediáticas, en las que el hombre suele tener un papel predominante y ejerce un poder desigual sobre la mujer, perpetuando así la desigualdad y fomentando la discriminación basada en el sexo4.
En coherencia, hooks sostiene que el objetivo fundamental del pensamiento y del movimiento feminista es la lucha contra el sexismo: “Explicado de forma sencilla, el feminismo es un movimiento para acabar con el sexismo, la explotación sexista y la opresión” (hooks, 2017, p. 21). Esta lucha es tanto teórica como práctica y política. La teoría cobra auténtico sentido cuando se materializa en la praxis, y esta solo adquiere legitimación a través de una teoría coherente y consistente. Estos dos aspectos son fundamentales para comprender la perspectiva particular de hooks. Por un lado, evidencia la necesidad de aclarar las implicaciones que supone enfrentarse al sexismo, y, por ende, los aspectos en los que esta lucha se materializa, demostrando así el papel crucial que desempeña el feminismo como un movimiento de transformación social. Por otro lado, es la clave que explica su interés en el activismo político y social, que también se extiende al ámbito de la enseñanza y la pedagogía.
Como defiende en diversas ocasiones a lo largo de una de sus primeras y más influyentes obras, Teoría feminista: de los márgenes al centro5, el feminismo debe ser un movimiento radical que erradique la dominación y transforme la sociedad. Por eso no puede conformarse con representar un conjunto de iniciativas que igualen a las mujeres respecto de los hombres, objetivo que entiende que es la meta primordial del feminismo reformista, representado por mujeres generalmente heterosexuales y blancas (del que es ejemplar el texto clásico de Betty Friedan, La mística de la feminidad), sino que debe tener una vocación revolucionaria, alterando radicalmente las estructuras sociales que posibilitan la existencia de privilegios y, en consecuencia y como contrapartida, la de opresiones y discriminaciones (hooks, 2020a, p. 70). Por ello, ha de ser un movimiento inclusivo (Franco, 2020), que, por una parte, parta de la variedad existente de mujeres, reconociendo las diferencias que existen entre ellas. Así, asume que no hay una categoría genérica de mujer (como acepta implícitamente el feminismo unidimensional de Friedan), sino una enorme variedad de ellas. Por otra, el feminismo debe también incluir a los hombres, ya que estos no solo sufren ciertas consecuencias del sexismo, sino que deben ser unos aliados fundamentales para que las reivindicaciones feministas puedan tener éxito. Es en tal sentido, como movimiento emancipador y a favor de la justicia social, que el feminismo es para todo el mundo6.
Para entender la multiplicidad de seres humanos, y en concreto la variedad de situaciones de opresión que expresa el patriarcado, el feminismo debe hacerse cargo de otros aspectos que son fundamentales para la construcción de la identidad de los individuos, como son la raza, la orientación sexual y la clase, elementos centrales en la obra de hooks ya desde sus primeras publicaciones (cfr. 2020b -original de 1981-, 2020a -original de 1989-, 1989 y 1990) y en las que insiste recurrentemente a lo largo de su trayectoria. En el patriarcado cada individuo no es solo fijado y determinado por el sexo biológico con el que nace y el género que le corresponde, masculino para el hombre y femenino para la mujer, y que es inducido a interiorizar, sino que otras características atribuibles a su biología, recibidas por tanto de un modo innato, como la raza y la orientación sexual, y otras adquiridas socio-culturalmente, como la clase económica, condicionan las relaciones sociales en base a un sistema dual o de opuestos y jerárquico en los que unos adquieren ciertos privilegios sobre los otros. Así, el ser de raza blanca, el ser heterosexual o el ser propietario o burgués, además del hecho de ser hombre, han sido y son atributos que han colocado en una posición de superioridad a los sujetos poseedores de tales propiedades, frente a aquellos no-blancos, miembros del colectivo LGTBQI o personas de clase trabajadora, además de las mujeres. El patriarcado, por tanto, para hooks, no viene solo, sino que se sostiene sobre una lógica de la jerarquía social que se apoya y entrevera con el racismo, la homofobia y el clasismo. De ahí que habitualmente se refiera a tal estructura como un “sistema patriarcal imperialista, supremacista blanco y capitalista” (hooks, 2020a, p. 20).
El feminismo debe abordar la complejidad de las identidades, centrándose especialmente, aunque no solo, en las mujeres. Es crucial analizar y entender la intersección que se produce entre los roles adscritos o adheridos a cada una, de modo que empatice tanto con las preocupaciones y anhelos de las que son negras -o latinas, asiáticas o, en general, no blancas-, de clase humilde o trabajadora y lesbianas, u otras formas alternativas de concebir la sexualidad, como de las que son blancas, acomodadas y heterosexuales, el colectivo que en gran medida ha históricamente representado. En tal sentido, coincide y se conecta con los estudios críticos que denuncian la supremacía racial y la xenofobia (hooks, 1993 y 1995) y las condiciones socio-económicas que favorecen la desigualdad y la distribución ineficiente de la riqueza y de los recursos (hooks, 2000).
No obstante, a su juicio, el feminismo debe tener en cuenta que el sexismo no lo sostienen solo los hombres sino también las mujeres, ya que, aunque habitualmente se ha legitimado a sí mismo mediante un argumento esencialista, según el cual el hombre posee una serie de atributos heredados que lo hacen simplemente mejor, más capacitado y competente que las mujeres (como la fuerza física, la supuesta capacidad innata para el liderazgo y la toma de decisiones, y una presunta estabilidad emocional basada en la racionalidad y el autocontrol) y por tanto más apto para desempeñar roles dominantes7, algo que es evidentemente falso, se trata de una ideología y una praxis sedimentada en la cultura y que se transmite a través de la socialización y la educación social de los individuos (hooks, 2017). Esto permite que sea posible erradicarlo por medio de estas mismas herramientas. Por ello, destaca la necesidad de analizar y desafiar la internalización de estas estructuras patriarcales, tanto por parte de hombres como de mujeres, subrayando cómo estas nociones sexistas son perpetuadas y mantenidas en la psique colectiva mediante la hegemonía de la cultura patriarcal y de las identidades género que promueve, y en la psique individual al educar a los niños y niñas en los roles asociados a la idea de masculinidad y feminidad tradicionales. Siendo así es fácil entender la importancia que hooks le concede, por una parte, al proceso educativo8, ya que es la vía mediante la cual se transmite el imaginario que recrea la idea de lo que ha de ser un hombre y una mujer, así como el conjunto de valores que sirven como criterio para determinar, precisamente, su valía y que están en la base de los patrones de conducta que determinan la agencia de los sujetos. Igualmente, por otra, se comprende su interés por llevar a cabo una reconceptualización de la masculinidad y la feminidad, que haga posible la abolición de los roles tradicionales que perpetúan la opresión y evitan la efectiva igualdad de derechos entre hombres y mujeres, siendo esta una de las tareas fundamentales del feminismo como movimiento.
En tal sentido, el feminismo, evidentemente, ha de atender a la discusión sobre el modo de ser mujer que transmite la idea de feminidad hegemónica, y a cómo esta es orientada e inducida, por ejemplo, a ser afable, amable, servil, modesta y pasiva, a ser sensible, empática y sumisa, o a preocuparse exageradamente por su apariencia externa para cumplir los estándares de belleza y elegancia establecidos. Cuestiones de los que el pensamiento feminista se ha ocupado habitualmente ya desde el clásico El segundo sexo, de Simone de Beauvoir, abriendo nuevos horizontes para la mujer y la feminidad y manifestando que hay una pléyade de formas válidas de serlo. Sin embargo, el pensamiento feminista, además, también ha de contribuir a denunciar y desmontar la concepción del hombre y de la masculinidad patriarcal y proporcionar nuevas ideas para construir formas alternativas y menos tóxicas y lesivas que esta. Tarea a la que la propia hooks se entrega, principalmente en su texto El deseo de cambiar.
Hacia una masculinidad alternativa
Históricamente, el patriarcado se ha apoyado en una concepción de la hombría asociada a la idea de masculinidad tradicional. En este contexto, “ser un hombre” requería la adopción de un conjunto determinado de rasgos del carácter, así como la forja de una mentalidad y la adherencia a unas normas morales y a unas actitudes y comportamientos que los materializasen. Así, se ha entendido que había que adiestrar a los niños para que fuesen valientes para encarar los distintos desafíos y adversidades de la vida, líderes y con disposición de tomar la iniciativa, autosuficientes y capaces de resolver problemas por sí mismos y, sobre todo, fuertes y dominantes, a ser posible sobre sus iguales, pero, en todo caso, sobre las mujeres, para lo cual podría llegar a ser legítimo hacer uso de la violencia si ello fuese necesario para imponerse. Dice hooks:
El patriarcado es un sistema político-social que afirma que los hombres son inherentemente dominantes, superiores a todo y a todas las personas a las que se considera débiles, especialmente a las mujeres, y que están dotados del derecho a dominar y a gobernar a las personas débiles y a mantener ese dominio a través de diversas formas de terrorismo psicológico y violencia. (2021b, p. 34)
Al hombre se le ha educado en su supremacía, la cual ha sido legitimada tanto por su mayor fuerza física respecto a la mujer, como por una supuesta mayor capacidad racional e intelectual, que debía expresarse mediante el control de las emociones, ya que la expresión de los afectos, la pérdida de la contención o la vulnerabilidad emocional han sido vistos como síntomas de debilidad. La creencia en su superioridad ha conducido al desprecio respecto de los comportamientos o actitudes “femeninas”, también si estas eran observadas en los propios hombres, y a la competitividad entre ellos, la cual se evidencia en el ámbito familiar, mediante el control sobre las mujeres y los hijos, y en el laboral, convirtiendo el éxito profesional en un indicador esencial de la valía masculina, siendo habitual considerar que el hombre que triunfa es dominador, duro y poderoso (hooks, 2021b, p. 66). Además, la virilidad masculina ha sido fuertemente vinculada no solo a la posesión y a la protección sobre las mujeres, sino también a la predominancia del deseo sexual en sus relaciones con estas (hooks, 2021b, p. 79), de modo que no solo se ha despreciado la homosexualidad, que ha sido entendida como un desvío inaceptable de la auténtica hombría, sino que se ha conformado como un factor decisivo sobre el que edificar la autoestima masculina. De tal modo, tanto la frecuencia de las relaciones sexuales con (distintas) mujeres, así como el papel dominante que se tenga en ellas, han sido considerados aspectos cruciales para validar la virilidad masculina. En este contexto, la competencia entre hombres por la conquista sexual y la promiscuidad se han convertido en manifestaciones aceptadas y, en muchos casos, alentadas de la masculinidad. Asimismo, la idea de que el hombre debe ejercer un papel dominante en las relaciones sexuales ha contribuido a la construcción de una autoestima masculina basada en la afirmación del control y la superioridad sobre sus parejas sexuales9.
Es por las razones mentadas que la masculinidad tradicional, la identidad de género sobre la que se ha edificado la subjetividad de los hombres en el patriarcado, es tóxica, perversa, y lo es, como ya se ha indicado, no solo para las mujeres, sino también para los hombres, en la medida en que les induce a adoptar unos códigos de conducta basados en el enfrentamiento y la competencia y que se dirigen a la construcción de un sistema jerárquico y piramidal, en el que en la cúspide están los fuertes y dominantes, y abajo los débiles y sometidos.
Para hooks, el daño que se les inflige a los hombres al instigarles a interiorizar la masculinidad convencional se ejemplifica en el quiebre emocional en el que se los educa. A los hombres, desde que son niños, no se les deja ser sentimentales, ni sensibles, ni afectivos. De hecho, se les induce a reprimir y silenciar sus sentimientos como prueba de su fortaleza: “para adoctrinar a los niños en las reglas del patriarcado, les obligamos a sentir dolor y a negar sus sentimientos” (2021b, p. 37). El dolor procede de la incapacidad para entender las emociones y, en consecuencia, para gestionarlas y conducirlas hacia afectos positivos, ya que no se habla sobre ellas, no se reflexiona sobre las razones por las que se originan ni el significado que ocultan. Al niño solo se le permite el enfado o la ira, el ser duro y agresivo, ya que son los sentimientos asociados a las conductas que les van a permitir mandar e imponerse en el contexto social (hooks, 2021b, p. 54). A las demás emociones no se les concede importancia, así, es habitual que se considere que un niño está bien cuando no siente ni padece, o cuando no le importa lo más mínimo los sentimientos, ni los propios ni los ajenos10. Actitudes que el niño interioriza pues representan el imaginario del ideal heteropatriarcal de hombría.
Este desdén por una educación afectiva integral y orientada únicamente a la asunción de valores y comportamientos agresivos, se explica en la medida en que refuerza los fundamentos de la cultura de la dominación que late detrás del patriarcado racista. Además, alimenta las actitudes de rivalidad y confrontación que subyacen bajo la lógica del capitalismo de la competencia y la sociedad de mercado11.
El patriarcado impone a los hombres una identidad masculina sexista y violenta12, por lo que es necesario plantear una deconstrucción de su subjetividad y una reconfiguración de esta. Tal trabajo, es un deber para todo hombre que crea en la igualdad y en la justicia social. Sin embargo, la edificación de un “hombre feminista” también es una labor que le compete a las mujeres, y por tanto al feminismo como movimiento, en tanto, por una parte, los hombres son agentes fundamentales del cambio social y de la disolución del heteropatriarcado -son “camaradas en la lucha” (hooks, 2020a, p. 117)- y que, por otra, en muchas ocasiones la mentalidad patriarcal se introduce por medio de la educación que mujeres sexistas les dan a los niños.
Para erradicar el sexismo violento que incorpora el patriarcado es imprescindible educar a los niños con otras ideas, con otras normas, valores y actitudes que rechacen la dominación como el principio fundamental sobre el que edificar su identidad y su modo de comportarse con los otros (hooks, 2021b, p. 96). La nueva personalidad masculina no puede basarse en la posesión de privilegios, en la capacidad de mandar. Los niños no pueden ser educados sobre nociones patriarcales y militares de la identidad -en la disciplina, la fuerza, la violencia como forma de solucionar los problemas-, sino que necesitan una formación que los anime a explorar los sentimientos, contribuyendo a forjar una autoestima sana, sostenida en valores y principios que fomenten la igualdad, la empatía y el respeto mutuo. En ese sentido, la nueva masculinidad requiere de hombres que sean alentados a ser vulnerables, a comunicarse abierta y honestamente, y a construir relaciones basadas en la colaboración y la comprensión mutuas. De igual manera, la autenticidad y el autoconocimiento deben ser pilares fundamentales en la formación de la identidad masculina, por lo que deben ser espoleados a descubrir y abrazar sus pasiones e intereses personales, liberándolos de las expectativas restrictivas impuestas por las normas tradicionales de género que lo obligan a aspirar a convertirse en alguien que no desea ser. Al adoptar una perspectiva inclusiva y respetuosa, los hombres pueden contribuir positivamente a la construcción de una sociedad más equitativa y compasiva, definida por la equidad social y la disolución de las discriminaciones.
Este último aspecto es esencial para hooks, ya que la configuración de un “hombre nuevo” requiere de ciertas condiciones sociales en las que este pueda emerger, pero, a la vez, la paulatina interiorización de ciertas formas de ser y de actuar puede contribuir a transformar el contexto social que engendra el patriarcado. Así, la identidad masculina agresiva y competitiva, egoísta e individualista, está vinculada a un modelo económico que requiere sujetos que posean esos atributos. Por eso, patriarcado y capitalismo se refuerzan mutuamente. En cambio, si los niños aprenden a ser cooperativos, a resolver pacíficamente los conflictos y se comprometen con el bienestar colectivo, y se deja de glorificar la agresividad y la competencia como valores de referencia sobre los que construir las subjetividades, no solo se contribuye a conformar individuos más amables y serenos, sino que se sientan las bases para edificar un modelo económico y social más solidario y fraternal. De ahí que hooks insista en la idea del amor como el camino propio para la constitución de una sociedad justa (2021c).
Un hombre no patriarcal, un hombre feminista que desarrolla una nueva idea de la masculinidad, no es menos “hombre” por ser cobarde o pusilánime, por no ser agresivo, duro o violento. Al contrario, se alcanza un estadio de mayor dignidad como persona y como ciudadano cuando se es amable, gentil, bondadoso, tierno y comprensivo, sentimental y preocupado. Y esto no le hace perder nada de su hombría, sino que la engrandece. Para esto, el feminismo juega un papel esencial, ya que “hace posible que mujeres y hombres conozcan el amor” (hooks, 2021b, 115), algo esencial para acabar con la dominación masculina.
Consideraciones finales
A lo largo de su trayectoria hooks ha defendido que el feminismo debe articularse como un movimiento de amplio espectro cuya finalidad no sea solo la de disolver el patriarcado y el sexismo violento que fomenta, sino la de derrocar todas aquellas estructuras que favorecen el abuso y la discriminación entre sujetos. Ello explica que deba ampliar su lucha desde la cuestión de la diferencia sexual, aceptando que no hay algo así como una forma única de ser mujer o una esencia que atrapa la feminidad, y reconocer que existe una gran diversidad de mujeres, con rasgos identitarios distintos definidos por la clase social, la raza o la orientación sexual que profesan y que estos son decisivos para establecer las distintas formas de dominación que sufren. Por eso, el feminismo debe alinearse con todos aquellos movimientos contestario que luchan contra la desigualdad social en diversos frentes, puesto que están directamente relacionados con las propias reivindicaciones de un gran número de mujeres, y en tanto que su vocación más íntima tiene que ser la de alcanzar una configuración social igualitaria y justa, respetuosa con la gran diversidad humana y libre de opresiones.
En línea con lo dicho, una de las aportaciones fundamentales de hooks ha sido su talante optimista, ya que siempre ha manifestado una firme creencia en la posibilidad real de la transformación social, en la quiebra e inversión de las estructuras sociales opresoras y en la posibilidad de construir una sociedad alternativa que realmente llegue a ser más solidaria y pacífica. Ahora bien, para que esto sea posible el feminismo debe trabajar en una doble dirección, aunque ambas en último término se encuentren vinculadas. Así, por un lado, el feminismo debe orientarse a la acción política, mediante un fuerte compromiso activista que denuncie las desigualdades que sufren las mujeres en el contexto laboral, social y familiar, y que fomente la elaboración de una legislación que reconozca sus derechos y la necesidad de impulsarlos. Por otro lado, debe operar en el marco de los estudios de género y en el educativo, en tanto la alteración de las estructuras socio-económicas requiere la formación de unas subjetividades distintas a las que propone el patriarcado, para lo que debe idear un conjunto alternativo de ideas, reglas de conducta, actitudes y valores que codificadas normativamente e interiorizadas mediante el aprendizaje social por los sujetos permitan la emergencia de individuos más afables, tolerantes, respetuosos y amigables, sean estos hombres o mujeres. Estas subjetividades son las que pueden, a medio plazo, reforzar la variación del sistema social, ideológica e institucionalmente.
Es cierto que hooks se mueve en un ámbito de reflexión que no ha asumido o no ha tenido en cuenta las aportaciones de la teoría queer, situándose así en una tradición más clásica que asume la diferencia entre sexos, así como la distinción sexo heredado/género adquirido, sin embargo, su propuesta sí admite, de hecho, es una parte esencial de ella, la diversidad a la hora de ser hombre o mujer, la pluralidad que los define y configura y la necesidad, en coherencia, de superar los modelos tradicionales y monolíticos de la masculinidad y la feminidad, resignificándolos para abrirlos a un crisol de posibilidades abiertas a la alteridad. No obstante, esto solo puede conseguirse si las subjetividades porvenir se construyen desde principios que en otra constelación de ideas se podrían denominar “débiles”. Es decir, para que los individuos puedan convivir de forma pacífica, y formar sociedades tolerantes, respetuosas e igualitarias, necesitan asumir como una base primordial de su personalidad su dependencia y vínculo inextricable con los otros, y su vulnerabilidad constitutiva, la cual solo puede ser salvada por el cuidado y la atención mutua, por el amor, que es el término que más utiliza hooks, entendido como cercanía o proximidad atenta por los demás (Fraga, 2022). Es decir, el feminismo y la revolución social, dicho en términos maximalistas, que proclama hooks, solo se explica desde la forja de una comunidad de hiposujetos que intentan paliar su precariedad inmanente. En esto sí puede apreciarse su cercanía a otras propuestas filosóficas con repercusiones en la esfera práctica, vinculadas al feminismo o no, como las de Judith Butler, Rosi Braidotti, Gianni Vattimo, Roberto Esposito o Timothy Morton, por citar algunos ejemplos de pensadoras y pensadores de corrientes heterogéneas entre sí, pero que tienen en su foco de atención en la formación de la identidad de los sujetos como la vía para la articulación de sociedades pacíficas.
El empoderamiento que habitualmente se reclama para la mujer, pero en general, para todos los individuos sometidos y sojuzgados, no tiene que ver entonces con un reforzamiento de las cualidades propias, con una exacerbación del ego, de la libertad individual y de la sobrestimación de las capacidades, ya que generalmente esto conduce a la arrogancia y soberbia sobre la que se construye la imposición y el dominio de unos sobre otros. El empoderamiento de hooks está ligado a la humildad y la moderación, a la aproximación y afinidad con los demás. Aspectos que son fundamentales para la construcción de las masculinidades del futuro.
Referencias
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- HOOKS, B. Killing Rage: Ending Racism. New York: Holt Paperbacks, 1995.
- HOOKS, B. Where we stand: class matters. New York: Routledge, 2000.
- HOOKS, B. Teaching community. A pedagogy of hope. New York: Routledge, 2003.
- HOOKS, B. El feminismo es para todo el mundo. Madrid: Traficantes de sueños, 2017.
- HOOKS, B. Teoría feminista: de los márgenes al centro. Madrid: Traficantes de sueños, 2020a.
- HOOKS, B. ¿Acaso no soy yo una mujer?: mujeres negras y feminismo. Bilbao: Consonni, 2020b.
- HOOKS, B. Enseñar a transgredir. La educación como práctica de la libertad. Madrid: Capitán Swing, 2021a.
- HOOKS, B. El deseo de cambiar. Hombres masculinidad y amor. Manresa: Ediciones Bellaterra, 2021b.
- HOOKS, B. Todo sobre el amor. Nuevas perspectivas. Barcelona: Paidós, 2021c.
- HOOKS, B. Enseñar pensamiento crítico. Barcelona: Rayo verde, 2022a.
- HOOKS, B. Respondona. Barcelona: Paidós, 2022b.
- HOOKS, B. Comunión. Barcelona: Paidós, 2023.
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bell hooks, en minúsculas, según la propia voluntad de la autora para remarcar que no importa quién habla, sino aquello que se dice, es el pseudónimo de Gloria Jean Watkins (1952-2021). El nombre “bell hooks” viene de su bisabuela materna, Bell Blair Hooks.
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Aunque hooks comienza a escribir en los años 80 del siglo pasado, elaborando sus obras más significativas en esa década y en la de los 90, lo que la convierte en una pionera del feminismo de la interseccionalidad y, en general, del contemporáneo, al abrir multitud de debates candentes en el contexto actual, no ha sido hasta los últimos años que han aparecido gran parte de obras traducidas al portugués y al español. En portugúes, la editorial Elefante ha publicado Anseios: raça, genero e politicas culturais, 2019, Erguer a voz: Pensar Como Feminista, Pensar Como Negra, 2019, Ensinando Pensamento Crítico, 2020, Tudo sobre o amor, 2021, Ensinando comunidade, 2021, Null, 2022. A Gente é da Hora: Homens Negros e Masculinidade, 2022, Pertencimento, 2022 e Cultura fora da lei, 2023. Igualmente, la editorial Rosa dos tempos ha traducido O feminismo é para todo mundo, 2018 y Eu Nao Sou Uma Mulher?, 2019; Teoria feminista: Da margem ao centro ha aparecido en Perspectiva, 2019 y Ensinando a transgredir, 2017 e Irmãs do inhame, 2023, en WMF Martins Fontes. En español desde 2020 se han traducido y publicado: Teoría feminista: de los márgenes al centro, 2020 y Afán. Raza, género y política cultural, 2021, en Traficantes de Sueños; Funk sin límites, 2020 y El deseo de cambiar, 2021, en Bellaterra; Todo sobre el amor, 2021, Respondona, 2022 y Comunión, 2023, en Paidós; ¿Acaso no soy yo una mujer?, 2020 en Consonni y Enseñar a transgredir, 2021 en Capitán Swing.
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Este hecho no es baladí, en la medida en que hooks busca de manera deliberada que su escritura sea clara con el propósito de que sus pensamientos puedan llegar a cualquier persona interesada en los temas que aborda, más allá de su formación intelectual concreta, la cual está condicionada por multitud de aspectos que los sujetos apenas controlan pues forman parte de las estructuras sociales históricamente asentadas. La claridad en su exposición facilita, además, que los estudios raciales, de género o críticos con el sistema dominante no se queden únicamente en el estrecho ámbito académico. De esta manera, se fomenta un diálogo más amplio y se propicia la aplicación práctica de estas ideas en la sociedad, contribuyendo a un impacto más significativo en la comprensión y transformación de las dinámicas sociales.
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La experiencia del patriarcado en hooks, además de teórica y social, se basa en sus propias vivencias particulares, como sostiene en varios de sus textos (por ejemplo, en 2000 o 2021a) en todos los contextos en que desarrolló sus existencia, familia e instituciones como la iglesia, la escuela o la universidad, el hombre ejercía un poder autoritario sobre la mujer. Igualmente, en alguna de sus relaciones personales de pareja hooks sintió la opresión sexista.
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Publicado en 1984, aunque en este artículo se haya utilizado la traducción española de 2020.
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El feminismo para todo el mundo (originalmente publicado en 2000, aunque aquí se maneje la traducción de 2017) es el título de otra de las obras más significativas de hooks.
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Una justificación similar se produce en otros ámbitos en los que se refleja la jerarquía y la explotación social, como la discriminación racial o la de clase, al afirmarse que la raza blanca es superior a las demás y que la clase pudiente es de mayor valía que las otras por haber triunfado en la sociedad por medio de la acumulación de su riqueza. Es decir, en las formas de discriminación estructurales opera el mismo principio: es posible clasificar por rasgos innatos a seres humanos en superiores e inferiores y las relaciones entre ellos reflejan la dominación de los fuertes sobre los débiles (hooks, 2021c, p. 86).
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hooks dedica una amplia cantidad de sus textos (por ejemplo, 2003, 2021a o 2022a) a analizar el fenómeno educativo, de hecho, es habitual presentarla como filósofa y pedagoga, al entender que su capacidad de transformación social es la que lo dota de auténtico significado. Siguiendo la estela de Paulo Freire, referente esencial en su pensamiento pedagógico, hooks, afirma que la educación posee una importancia fundamental al permitir la revisión de prejuicios y la disolución de aquellas categorías que han legitimado históricamente la exclusión y desigualdad. En tal sentido, afirma que posee una doble vertiente: por una parte, ha de formar al alumnado con conocimientos y valores éticos; por otra, ha de desarrollar el pensamiento crítico para descolonizar la mente de estereotipos y enfrentar cuestiones como el supremacismo racial, la homofobia y el sexismo. Su objetivo principal es favorecer la transgresión de normas establecidas, no como desobediencia, sino como una vía para generar una posición crítica que estimule el cambio social hacia principios democráticos y promueva la justicia social.
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hooks es una de las primeras en denunciar el porno como un referente para la educación sexual de los hombres, al ser un formato en el que se cosifica a la mujer, cuando no se la humilla y agrede, y que transmite la idea de que el placer del hombre es lo fundamental en las relaciones sexuales (2021b, p. 81)
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“Las costumbres patriarcales enseñan una forma de estoicismo emocional a los hombres que dice que son más varoniles si no sienten nada, pero si por casualidad deben sentir y los sentimientos les duelen, la respuesta viril es reprimirlos, olvidarlos, esperar a que se vayan” (hooks, 2021b , p. 24).
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Una de las razones que explican la violencia masculina, según hooks, es resultado de la insatisfacción que producen en los hombres las condiciones materiales de existencia en el marco del capitalismo patriarcal, en el que se les prometió bienestar y desarrollo vital y en el que frecuentemente se encuentran alienados. Ese descontento se desvía hacia la familia, único espacio en el que puede dominar por la fuerza, concretándose en el ejercicio de la violencia hacia la mujer e incluso hacia los hijos (2021b, p. 94)
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Así, los comportamientos violentos de los hombres no pueden justificarse a través de explicaciones biológicas, como si estuviese inscrito en su naturaleza actuar o responder de una forma agresiva a ciertas situaciones de la vida. De hecho, hay hombres que son tranquilos y pacíficos, y culturas en las que apenas hay violaciones o asesinatos. Señala: “el deseo de usar la violencia en realidad no está ligado a la biología sino a un conjunto de expectativas sobre la naturaleza del poder en una cultura de dominación” (hooks, 2021b, p. 63).
Fechas de Publicación
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Publicación en esta colección
10 Jun 2024 -
Fecha del número
2024
Histórico
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Recibido
26 Ene 2024 -
Acepto
27 Feb 2024