Resúmenes
La propagación del Virus COVID-19, transformada en Pandemia, ha generado una serie de acciones que han afectado todos los ámbitos de la vida. Desde febrero de este año, mucho se ha dicho, escrito, pensado. Todos tienen algo para decir. Entonces, ¿qué podemos pensar y decir de la pandemia? ¿Tenemos algo para “más” para decir? Por un lado es insoslayable que todo lo que se viene diciendo es “justificable” por los “efectos de la pandemia”. Y por el otro, todo eso que se dice y lo que se hace puede ser objeto de análisis. Y es este el camino que la presentción propone. Si la pandemia ha transformado y va a transformar – al menos por un tiempo – todos los ámbitos de la vida, será tema o una dimensión a tener en cuenta por un largo tiempo en gran parte de las investigaciones desde “las ciencias sociales”. Es por ello que resulta necessário pensar cómo abordar la pandemia en términos analíticos. El camino que recorre la presentación.
Crisis; pandemia; modos dignos de vivir; desigualdades; COVID-19
A propagação do Vírus COVID-19, transformada em Pandemia, tem gerado uma serie de ações que tem afetado todos os âmbitos da vida cotidiana em esfera mundial. Desde fevereiro do presente ano muito vem sendo dito, escrito e pensado sobre o assunto. Todos temos algo a dizer. Mas, o quê de “novo” pode ser dito ou pensado sobre a pandemia? De um lado, é inevitável que tudo o que se vem dizendo é “justificável” pelos “efeitos da pandemia”. Por outro lado, tudo o que se diz e o que se faz pode ser objeto de analise. E é este o caminho que esta apresentação se propõe. Se a pandemia tem transformado e vai transformar – ao menos por um tempo – todos os âmbitos da vida, será tema ou uma dimensão a ter que ser levada em conta por um longo tempo por grande parte das investigações e as que pensamos desde “as ciências sociais”. Por isso é que precisamos pensar mais como abordar a pandemia em termos analíticos: que é o caminho a ser percorrido por esta aula inaugural do Programa de Pós Graduação em Ciências Sociais.
Crise; Pandemia; Modos de vida decentes; Desigualdades; COVID-19
The spread of the COVID-19 Virus, transformed into a Pandemic, has generated a series of actions that have affected all areas of daily life worldwide. Since February 2019, much has been said, written, and thought about the pandemic. Of course, we all have something to say. However, what about “new” can be said or thought about the pandemic? On the one hand, everything that has been said is inevitably “justified” by the “effects of the pandemic.” On the other hand, everything said and done can be analyzed. Moreover, this is the path that this presentation proposes. The pandemic has transformed and will transform all areas of life, at least for a while. Therefore, it will be a theme or a dimension to be considered for a long time by most investigations. That is why we need to think more about approaching the pandemic in analytical terms: which is the path to be taken by this inaugural class of the Postgraduate Program in Social Sciences.
Crisis; Pandemic; Decent ways of living; Inequalities; COVID-19
La propagation du virus COVID-19, transformé en pandémie, a généré une série d’actions qui ont affecté tous les domaines de la vie quotidienne dans le monde. Depuis février 2019, beaucoup a été dit, écrit et pensé sur la pandémie. Bien sûr, nous avons tous quelque chose à dire. Cependant, qu’en est-il de “nouveau” peut-on dire ou penser à propos de la pandémie ? D’une part, tout ce qui a été dit est forcément “justifié” par les “effets de la pandémie”. D’un autre côté, tout ce qui est dit et fait peut-être analysé. C’est d’ailleurs la voie que propose cette présentation. La pandémie a transformé et va transformer tous les domaines de la vie, au moins pendant un certain temps. Par conséquent, ce sera un thème ou une dimension à considérer pendant longtemps par la plupart des enquêtes. C’est pourquoi nous devons réfléchir davantage à l’approche de la pandémie en termes analytiques : quelle est la voie à suivre par cette classe inaugurale du programme de troisième cycle en sciences sociales.
Crise; pandémie; modes de vie décents; inégalités; COVID-19
INTRODUCCIÓN
Este texto trata sobre la pandemia iniciada en febrero de 2020. Esta elección parece ser obvia en este contexto.2 En este último tiempo, la vida de todas las personas se ha transformado de diferentes formas, de múltiples maneras. Desde entonces, mucho se ha dicho, escrito, pensado sobre la pandemia. En este texto me interesa reflexionar sobre cómo abordar la pandemia en términos analíticos. Es un proceso que sin duda ha afectado gran parte de las investigaciones que se vienen realizando y que se harán. La pandemia será tema o una dimensión para tener en cuenta por un largo tiempo. Pero al mismo tiempo, el texto tiene una propuesta que permite pensar analíticamente desde la pandemia el modo en que se abordan ciertos procesos sociales signados por las rupturas.
Voy a argumentar que, a pesar de la excepcionalidad en la que parecemos vivir, contamos con importante tradición de investigación y de líneas de análisis que nos permite pensar este tipo de eventos como el “tiempo de la pandemia”. Con el fin de iluminar mi perspectiva analítica recurriré a algunos procesos que han ocurrido en Buenos Aires. Al traerlos como ejemplos analíticos espero con ello poder hacer al lector pensar sobre su propia realidad. Esta aclaración resulta central porque como argumentaré la pandemia es proceso eminentemente local: las formas de acción, las reacciones, las políticas y la manera en que la pandemia ha sido vivida por los diferentes grupos sociales es solo entendible en clave territorial.
Esta perspectiva implica recurrir, en primer lugar, a uno de los cimientos de la perspectiva y del pensamiento antropológico y social: una mirada que busque comprender a los otros y las otras. Buscar comprender las acciones no implica de ningún modo estar de acuerdo con ellas, avalarlas o justificarlas. Para “describir” y “comprender” los fenómenos sociales tenemos que dejar de lado nuestros (pre) juicios. Esta mirada es central para comprender las diferentes acciones que han suscitado las medidas. En segundo lugar, y en relación al posicionamiento anterior, considero que una perspectiva centrada en el modo en que las personas construyen formas dignas de vivir ( de L’Estoile, 2014 ; Fernández Álvarez, 2017 ; Fernández Alvarez, 2016 ; Narotzky & Besnier, 2014 ; Perelman, 2011) permite iluminar la forma en que la pandemia es vivida y el modo en que ello afecta la vida digna. La pandemia puso entre paréntesis para millones de personas “la buena vida” entendida como una “cosa moral-íntima-económica” ( Berlant, 2020, p , p. 21)
De esta forma, esta línea de análisis busca recuperar la totalidad de la vida social para comprender las formas (dignas) de vivir ( Fernández Alvarez et al., 2019 ). Para ello, resulta necesario correrse de las miradas economicistas o las que solo venel interés “racional” o la maximización de medios a fines como motorizador de la acción ( Perelman, 2017b ). Digo “solo interés racional” porque la acción racional es una de las formas de acción, entre tantas otras. El problema es la generalización. Es por ello que antes que partir de una causa – cuando la hay – es indagar sobre lo que las personas consideran digno y valorable ( Narotzky & Besnier, 2014 ). Esta postura tiene relación con los trabajos que piensan “la buena vida” ( Berlant, 2020 ; Rosa, 2020) . Sin embargo, se distancia en tanto busca no solo comprender esos macro-procesos que producen precarización, rupturas y formas truncas de vivir sino indagar etnográficamente los modos de producción de formas legítimas de vivir que van construyendo una “buena vida”. La pandemia ha puesto de manifiesto no solo un miedo a perder la vida sino – principalmente – a perder la buena vida. Buena vida entendida como prácticas concretas que sostienen la cotidianidad social.
También, estudiar los cambios en la pandemia implica centrarse en el modo en que las personas generan categorizaciones sociales ( Eilbaum & Medeiros, 2015 ; Motta, 2020 ; Pita, 2017 ) y luchan por inscribir públicamente los procesos en gramáticas específicas de acontecimientos. Esto implica pensar enlos regímenes de justificación públicos, compartidos y disputados ( Boltanski & Thévenot, 1991 ) que deben entenderse en situación ( Garzón Rogé, 2017 ). A continuación, abordaré una serie de dimensiones – entre muchas otras – que entiendo que se abren como campos de análisis en el contexto actual.
LA PANDEMIA COMO SITUACIÓN Y HECHO SOCIAL TOTAL
¿Qué podemos pensar y decir de la pandemia? ¿Tenemos algo para más para decir? Hacer una revisión sobre los trabajos escritos sobre la pandemia – entre ellos éste – es una tarea imposible. Las revistas especializadas invitan a la presentación de dossieres, los investigadores ensayan explicaciones sobre el presente y sobre el futuro. Uno de los puntos que sostengo aquí es que todo eso no solo explica la pandemia sino que la produce. Una pandemia ocurre cuando un brote epidémico afecta a regiones geográficas extensas (varios continentes) y a grandes sectores de la población. La definición misma de pandemia hace de ésta un hecho social total y global. Pero esto no quiere decir que ni sus efectos ni sus sentidos sean globales. Son las situaciones sociales las que constituyen la pandemia, es la interacción con el virus y los otros actores humanos así como entre persona de carne y hueso que lidian con el proceso.
Siguiendo libremente a Mauss podemos decir que la pandemia es un hecho social total ya que se expresan de golpe todo tipo de instituciones ( Mauss, 2012 ). La pandemia ha transformado y va a transformar – al menos por un tiempo – todos los ámbitos de la vida. Y en tanto hecho social total la pandemia es (y no afecta) socal, político, económica, religiosa, jurídica, etc. Es por ello que se abren tantas líneas. Son formas de estudiar analíticamente “esferas” de la realidad social que se han modificado en la pandemia. Pensar la pandemia como hecho social nos remite a pensar los procesos sociales como construcciones colectivas. Como Emile Durkheim (2013) planteaba, el objetivo de la sociología era la de explicar los hechos sociales. Su estudio sobre el suicidio, por ejemplo, mostraba el carácter social de un hecho aparentemente individual. Aun las críticas posteriores y el creciente lugar que se le ha dado a la agencia (incluso en el suicido como lo hamostrado Maurice Halbwachs),3 me interesa resaltar que las acciones en torno a la pandemia, incluso las que abonan por la (falta de) “libertad” y “la decisión individual”, ante las acciones de aislamiento o restricciones impuestas por los Estados son parte de un discurso social.4 No refiero aquí a los pilares básicos del liberalismo ni en la posición Foucault en relación al ethos neoliberal ( Foucault, 2007 ) en términos abstractos. Antes bien, como dije, me interesa pensarlos en situación. O sea, pensando que estas prácticas concretas tienen sentido en un proceso general que podemos llamar “pandemia” y que afecta todos los ámbitos de la vida.5
El virus no es un hecho social. Tiene “vida” (es interesante pensar el concepto de la ciencia en torno a la vida) por fuera de los procesos sociales y tiene una vida con los relaciones sociales. El virus nos recuerda – más allá de las teorías conspirativas – nuestro carácter animal, nuestra vida en la tierra como una especie más. El virus existe. Pero lo que hacemos con él es social. Clasificar su expansión como pandemia “invita”, “exige” ciertas acciones.6 Ahora bien, si los hechos sociales en la visión durkheimiana son exteriores, centrarse en las situaciones sociales permite comprender el carácter múltiple. De aquí se desprende, entonces, mi primera propuestas analíticas: pensar la pandemia en su multiplicidad mostrando su carácter social y situacional.
LA PANEMIA COMO CRISIS
La noción de crisis, tributária del lenguaje médico, ha sido utilizada para para explicar rupturas o formas alejadas de “la normalidad” en casi todos los ámbitos: crisis humanitarias, económicas, sociales, sanitarias, alimentarias, etc. En tanto proceso global, la pandemia sin duda ha generado una “crisis global”. Es posible decir que los tiempos de crisis implican una ruptura con la “normalidad” ( Visacovsky, 2011 ). Ahora bien, siguiendo la propuesta anterior, esa crisis global pero tiene sus componentes locales.
Desde la implementación de medias de cuidado y asilamientocentenares de veces escuché frases como “extraño mi vida normal”, así como también “el problema era ‘la normalidad’” o que “vamos a unanueva normalidad”. Las crisis ponen de manifiesto que algo habitual se perdió. A la vez, son momentos no sólo en que se pone de relieve esa normalidad perdida sino que también se la construyena partir de su falta. Genera acciones en relación a esa falta (que puede ser real pero también imaginaria). También nos pone en tensión con esa “normalidad” de forma compleja: podemos decir que “el problema era la normalidad, no queremos la vieja normalidad” y, a la vez, hay mucho de ella que extrañamos. Ello ocurre no solo porque los procesos son complejos sino también porque la “normalidad” implica cierta certeza sobre los acontecimientos.
Centrarse en formas dignas de vivir permite comprender que, incluso en los procesos de expoliación y de fuerte explotación y desigualdad, las personas de carne y hueso dan sentido a su vida.Centrarse en la falta o la carencia imponiendo marcos normativos y formas de vier el mundo no permiten comprender realmente lo que allí ocorre.7 La complejidad que implican los procesos de dominación y de la vida en la “pobreza” no deben ser reducidos a una mirada miserabilista sobre las vidas de las personas. Esto no implica desconocer la desigualdad pero tampoco reducir la vida a la dominación, a la penuria y a pensar sus vidas como mera supervivencia. A su vez, resulta neceasrio pensar las crisis desde en sus múltiples usos: como una categoría analítica pero sobre todo nativa.8
La temporalidad de la crisis
La pandemia ha causado una o varias crisis global (es) en distintos sentidos. A diferencia de las crisis económicas o sociales que tienen temporalidades “en dispitua” la de la pandemia parece estar más marcada. Al estar pensada como un tiempo de excepcionalidad, la crisis causada por la pandemiaimplica un ordenamiento temporal de los acontencimientos, que tiene un comienzo y un fin. Ese tiempo pos-crisis, no suele ser siempre planteado como la vieja normalidad sino como algo nuevo la “pos pandemia” o la “nueva normalidad”.
Todo esto implica, entonces, pensar periodízaciones: ¿Cuándo comienza la crisis? ¿Cuándo termina? Analíticamente resulta relevante como hace Sergio Visacovsky (2016 , 2020 ) en su trabajo sobre la crisis de 2001 argentina, mostrar cómo se va construyendo esa temporalidad, qué discursos se ponen en púgna, quiénes son las voces autorizadas, qué actores son los que intervienen y los modos en que se piensa tanto el tiempo de la crisis como sus (posibles) salidas. La disputa por las causas y las temporalidades de la “crisis” no solo es patrimonio de los expertos. La aparición del virus como causante de la “crisis” parece mezclar tanto factores humanos como no-humanos. Los estudios sobre “desastres naturales” pueden contribuir a pensar estos procesos. Estos estudios muestran que si bien la “causa” parece natural, para que existan un “desastre” debe afectar afectar a poblaciones. Su carácter es social porque las condiciones sociales, políticas, económicas, las que construyen el “desastre” ( Barrios, 2017 ; Zenobi, Ullberg, & Silva, 2016 ). En ello tienen un lugar central las intervenciones que se realizan tanto para mitigar los daños (qué politicas estatales se realizan, cómo se comportan los actores luego del desastre) como para haberlos prevenido (por ejemplo qué infraestructura había).
Estas diferencias entre los factores externos y los sociales pueden ser, sin embargo, vividas de forma diferente por los actores sociales. En su etnografía en los proyectos de asentamiento de un programa estatal en lo que habían sido Ingenios azucareros en el nordeste de Brasil, Benoît de L’Estoile (2014) plantea que se pueden definir dos amplias áreas de incertidumbre sobre las cuales los humanos tenemos posibilidades de control bastante distintas: una relativa y una radical. La primera,
está constituida por el propio mundo social, junto con las personas que uno conoce y a las que se puede acceder fácilmente de manera directa o indirecta. En circunstancias normales, las expectativas sobre lo que otros harán se definen por un marco de referencia común, un conjunto de normas y valores compartidos (…) uno no puede predecir con absoluta certeza cómo reaccionarán sus interlocutores en una interacción, pero tiene expectativas definidas en cuanto al radio de sus posibles acciones ( de L’Estoile, 2014 , p.55-56).
La segunda, en cambio, se basa en las “otras áreas de la vida están completamente fuera de nuestro control” (55-56)9 como los accidentes climáticos. Esta diferenciación que recuerda a la diferencia entre las distancias estructurales y las ecológicas que proponía Evans-Pritchard (1987) permiten entender estas diferentes formas de incertidumbre para algunos actores. Así, la pandemia ha producido diferentes tipos de incertidubres (sobre la vida, laborales, etc.) sobre las que las personas han tenido mayor o menor capacidad de incidir.
A su vez, existe también un debate en torno a las “causas” de la pandemia. En Argentina para muchos grupos no es el agente externo “no humano” – el virús – el que ha causado la crisis sino las propias acciones del Estado. Esto nos permite pensar cómo se construye – no ya la diferencia entre lo “humano” y lo “no humano” sino también sobre qué causa la incertidumbre y la crisis. Aceptar la diversidad de miradas y procesos sobre qué es la crisis, su temporalidad y sus causas permite comprender “el tiempo de la pandemia”.
La crisis como futuros (posibles)
En el Boletim Nº 22 , Cientistas Sociais e o Coronavírus, ANPOCS (2020) Federico Neiburg decía
Sabemos que uma das características das crises é a alteração radical da experiência temporal. Mais do que uma simples aceleração, trata-se de uma verdadeira compressão da temporalidade que colapsa presente, passado e futuro, ameaçando tornar caduca ou banal qualquer fotografia dos acontecimentos em curso. Uma redobrada exigência de responsabilidade para os intelectuais e para os cientistas sociais, mais do que nunca necessitados de humildade e de alicerces empíricos. Longe dos diagnósticos apressados que inundam a emergência, faz-se necessário descrever e colocar em perspectiva ( Neiburg, 2020 , s/p).
Mucho agua ha pasado por el puente desde abril. Y los procesos están cada vez más naturalizados. Noaterran ya las muertes diarias, los contagios, la pauperización. Pese a ello, la afirmación/ precaución que realiza Neiburg no deja de ser válida. La pandemia ha generado nuevasformas de entender entre el pasado, el presente y el futuro. Y aquí, quisiera remarcar otro punto analítico. Desde el comienzo de la pandemia, se ha referido a “cómo será la nueva normaliad”, o sea “el futuro”. Existe un fuerte arco de visiones sobre ello: desde miradas apocalípticas a útopicas. Mi propuestaes avanzar no sobre “el futuro” ni pesar que unos tienen razón y otros están equivocados. Las visiones sobre el futuro permiten comptender el modo en que los actores construyen ideas, nociones, gestionan su vida sobre el futuro y sobre el pasado y el presente.
Tenemos algo para decir sobre el futuro? Seguro que si. Podemos ver “tendencias” en función de lo que está ocurriendo. Sin embargo, creo que una forma de centrarnos en lo que las personas dicen que sucederá nos permite comprender – analíticamente – “el presente”antes que el futuro. Quizás sea buena recordar el trabajo de Reinhart Koselleck y el modo en que lo retoma De L’Estoile (2014 , p. S64) para pensar la experiencia vivida. De L’Estoil recupera la noción dual de “espacio de experiencia” ( Erfarhungsraum ), “el pasado en la medida en que está presente” y “horizonte de expectativa” ( Erwartungshorizont ), “el futuro en la medida en que está presente”. El futuro no está en el presente como una semilla que se desarrollará de una única forma. Antes bien, es importante estudiar cómo se piensa ey la imaginación de futuros posibles ( Narotzky & Besnier, 2014 ) así como las acciones que las personas toman – cuando pueden – para que ello suceda. La concepción de futuro es motor de la acción. Imaginar el futuro es una forma de hacer política. Analizar esas prácticas se torno central para comprender los sentidos de la pandemia hoy.
La crisis como presente
Si algo nos muestra la pandemia es que ella es un producto social tanto por cómo se gestiona, por el modo en que se ha construido como problema público así como en sus efectos. La crisis no es solo excepción o ruptura. Hay mucha continuidad en ellas. Incluso en estos eventos disruptivos que parecen venir de la nada y trastocar todos los órdenes de la vida. Las continuidades implican centrarse en las continuidades así como en esos entramados experienciales sedimentados en las prácticas que motorizan las acciones cuando existen fuertes rupturas: las personas siguen apelando a sus marcos de referencia para intentar explicar qué está pasando.
Es a partir de aquí que podemos entender la existencia de esas multiplicidades de maneras de vivir la pandemia ( Perelman, 2020 ) así como las soluciones que se esgrimen ante el virus. Toda acción es performativa y debe entenderse en el marco de arenas comunes de discusión en las que esas prácticas tienen, para los actores, algún sentido.Aun cuando podamos pensar que existen discursos globales que recorren grandes regiones del planeta como el discurso médico o incluso económico (¿Qué son las comparaciones y los rankings sobre el manejo de la pandemia, las caídas en los productos brutos internos o incluso ese que se llama la economía global?)existe una multiplicadad de sentidos que se disputan localmente porque tienen una arena común local de discusión. Sin ese sentido no existiera, no podría haber ni entendimiento ni disputa. De poco nos sirve dicotomizar unas acciones como racionales contra otras irracionales.
Para entender la(s) pandemia(s) debemos atender a la interfaz entre los procesos globales, nacionales y locales.10 No sólo por las posibilidades de los Estados de actuar y gestionar acciones en torno al “virus” (los gobiernos nacionales de Brasil y Argentina han tomado medidas diametralmente opuestas) sino también porque esas políticas tienen sentidos locales en función de arenas legítimas que son históricas. Una misma acción en China, en Corea, en Singapur o en Argentina pueden tener significados diferentes.11
La crisis como problema público y las múltiples crisis
Si bien es posible pensar que las crisis que tienen como detonante un factor externo, pueden tener un comienzo más claro, pensar la pandemia como un problema público nos permite complejizar esta mirada.12 La aparición del virus a fines de 2019 no explica la crisis en si. Como ha mostrado Eugênia Motta la punga por imponer sentidos y explicaciones sobre las causas, las muertes, “los números” y sobre la efectividad de los resultados de las acciones se ha tornado un elemento central de la vida hoy ( Motta, 2020 ). Es necesario pensar cómo se construye el Covid-19 como un problema público y el modo en que se articulan (posibles) causas y soluciones.
Los “números” son centrales en esa constitución. Desde hace tiempo viene creciendo la “audit culture” y el gobierno de los números ( Merry, 2016 ; Shore & Wright, 2015 ; Strathern, 2000). Los usos de las estadísticas así como la idea de que todo es cuantificable, medible, comparable y que puede ser auditado, se ha transformado en una forma de gobierno hoy en día. Así, esa forma de argumentar – apelando a números – resulta central para comprender las pugnas por la legitimidad de los processo. En Argentina existe una pugna sobre las diferentes crisis que se han producido. Los numeros en diferentes esferas tienen un lugar central.
Pero quiero centrarme en dos de ellas: la sanitaria y la económica. De aquí se desprenden dos posibles crisis mesurables que a veces son pensadas por separada: la crisis económica es vista como “ajena” a la pandemia (a la crisis sanitaria). Como cientistas sociales podemos entender esta diferenciación. En tanto hecho social total resulta necesario comprender que las pandemias son sanitarias como económicas. Una de las discusiones centrales que se vienen produciendo es la dicotomía entre salud y economía. Tenemos aquí a mano una amplia literatura que nos permite comprender la construcción de esferas: los estudios sociales de la economía, por ejemplo, hace tiempo han mostrado cómo esta diferencia es una ficción ( Zelizer, 2011 ). Con esto no quiero decir que no exista. Vemos cotidianamente que las personas intentan construir esta diferenciación entre la “economía” y otras esfera de la vida ( Perelman, 2017b ). En Argentina, esta centralidad del discurso económico también se entiende a partir del poder que tienen los economístas como “oráculos” de la vida social. Los economistas parecen ser en Argentina los expertos por antonomasia. Así como lo ha marcado Ariel Wilkis (2020) encontramos ahora unos nuevos “expertos” públicos: los médicos. En este sentido, otro camino interesante para pensar hoy es la pugna por encontrar actores legítimos sobre qué ocurre y quiénes son los expertos para explicar la “crisis”. Este punto es central en la construcción de la pandemia como un problema público.
Si algunos se centran en la crisis sanitaria y en el cuidado del bien común como argumento público legítimo para las medidas de aislamiento en Argentina, como ha sido la postura oficial del gobierno nacional, otros plantean que estas medidas causan una crisis peor que la pandemia. Existen fuertes pugnas por dar sentido a las causas de la crisis y de instaurar diferentes tipos de crisis. Esto no es menor. Como investigadores a veces resulta poco útil buscar las causas de. Generalmente porque no hay una. Pero si me parece importante buscar entender en qué cadena de sentidos las personas ordenan los acontecimientos. Entonces, podemos ver que mientras un grupo de personas culpa al gobierno de la crisis (sobre todo económica), otros plantean que es “la pandemia” y refieren a estadísticas globales sobre la caída de “la economía”. Y así se construye una diferenciación tajante entre “economía” como proceso autónomo y la pandemia como un proceso sanitario. Y también podemos pensar las valoraciones en torno a “la salud” o a la “economía” e indagar cómo las personas construyen valoraciones sobre cómo vivir una vida digna: quiénes son los actores legítimos para proponer formas “correctas” de vivir, ya sea en pandemia como en “tiempos normales”.
Si el discurso médico ha tenido un fuerte poder disciplinador sobre los cuerpos – como lo muestran los trabajos de Marcel Mauss, Michel Foucault y los estudios de género, entre otros – el lugar del saber médico como forma de verdad y la escision médico – paciente se ha puesto de manifiesto de forma paradigmática. Encuentro – al menos en Argentina – un proceso complejo en relación a lo que está ocurriendo con los cuerpos. Las primeras reacciones para intentarla “no propagación del virus” como forma de mantener la salud y de prevenir la enfermedad fueron planteadas en términos médicos. Pero esas acciones se handisputado. A su vez, se ha generado en gran parte de la población cierta reticencia y mucho “miedo” ante “los protocolos”, llevando a una falta de confianza sobre ese saber.
En la práctica, se puede observar una pugna sobre el saber “científico” no sólo a partir de la aparición de otros saberes “legítimos” sino también una disputa misma por el saber científico y médico. El crecimiento de un discurso anticientificista en diferentes grupos da cuenta de esa pugna creciente sobre quién tiene conocimientos y saberes legítimo sobre lo que acontece. Por su parte, algunos grupos sociales cuestionan la validez y la centralidad del cuidado que hacen los “expertos” en torno a la vida. Estos grupos ven en el saber médico un cuestionamiento a los valores morales y a las elecciones prácticas sobre cómo y qué s cuidarse y qué debe hacerse para sostener la vida. Se pone de manifiesto una creciente pugna en torno a ese “cuidado”. Y esto es llevado hasta el manejo de los cuerpos de las personas muertas. Durante varios meses el protocolo en Argentina ha implicado la imposibilidad de estar con las personas queridas en los últimos momentos de la vida, no poder hacer rituales de despedida que terminan por generar fuertes reacciones contra la política del manejo de los cuerpos.
La “pandemia” pone de relieve el carácter mismo de lo que es la salud. Esta afirmación parce obvia. Me refiero, sin embargo, antes que al carácter mismo de virus como enfermedad (y sus soluciones) a la noción de salud en un sentido amplio. Aquí encontramos discusiones en torno a qué implica “cuidarse” y qué implica “la salud”. Ello da pistas sobre el modo en que las personas -teniendo presente el virus- toman decisiones sobre cómo cuidarse, qué hacer, qué “resignar” de sus vidas. Las formas dignas de vivir y las evaluaciones morales son centrales para comprender las prácticas. Durante estos meses, decenas de veces presencié situaciones en las que una persona decía cuidarse mientras que otras personas aseguran que las personas que decían cuidarse no lo están haciendo. No es que unas estén en lo cierto y otras equivocadas, sino que la noción misma de cuidarse es diferentes para los actores. A su vez, estar cuidándose o no, no es una cosa en si misma. Estar cuidándose puede ser pensando situacionalmente según dónde se diga. Una misma persona puede tomar ciertas acciones dependiendo el contexto o decir que se cuida de una forma o de otra según con quién esté interactuando.
LA GRUPALIDAD EN/DE LA PANDEMIA
Otro de los puntos que me parece imporntante marcar es que la pandemia ha modificado – al menos por ahora – la composición de ciertos grupos. Quizás sea importante recuperar a Latour (2008) para pensar el lugar que tienen los “objetos” en la formación de grupos. Al mismo tiempo, podríamos pensar al discurso “de y sobre el virus” como una forma de reposicionarse políticamente y de pensar adhesiones. En Argentina, durante más de ocho meses se vivió un proceso de Aisalmiento Social Preventivo y Obligatorio.13 Si bien el ASPO ha pasado por diferentes fases y se aplica de forma distinta según la región, las medidas de aislaimiento y distanciamiento obligatoria han sido una constante. En la Ciudad de Buenos Aires estas medidas, por ejemplo, han implicado cierre de comercios, escuelas y restricción para circular. Así, la medida “oficial” ha sido la “cuarentena” y esta adhesión a la norma así como al gobierno se expresa en el lema “quedate en casa”.
A partir de aquí se establecen prácticas sobre los que “no cumplen con la norma oficial” y se los suele englobar como “anti cuarentena”. Sin embargo, existen múltiples explicaciones sobre ese no complimiento de la norma. Muchos de los que “no se quedan en casa” se consideran “anti-cuarentan” y expresan sus posiciones en torno a la pandemia (es mentira, es un complot para la dominación, etc.). Este grupo va desde terraplanistas, antivacunas, anti g5 , personas que descreen en la ciencia, personas que creen que el Covid-19 es una conspiración judía, libertarios, antiderechos, así como personas que reclaman por la “libertad”, por el “trabajo”. De hecho un grupo de intelectuales y periodistas de derecharefirió a la situación de aislamientocomo una “infectadura” para hacer referencia a la vivencia de una dictadura por el aislamiento.
Como desarrollé en otro lugar ( Perelman, 2020 , p.7-8) la libertad aparece como un valor a ser defendido. Es también una reivindicación política en contra del gobierno. Estos debates por supuesto encontraron eco en diferentes grupos que movilizaron la idea de libertad para cuestionar la medida del gobierno. Un gobierno “kirchnerista” al que lo han tildado de autoritario a partir de la intervención del estado en diferentes esferas, especialmente en la economía (y también por la “intromisión en la justicia”, por estar en contra de la “libertad de expresión”). Allí se entiende el manifiesto sobrela “infectadura”. El gobierno impone medidas “dictatoriales”, dicen, aprovechando el virus. La idea de “infectadura”, y falta de libertad expresa una fuerte expresión política antiperonista que se re actualiza en diferentes momentos de la historia argentina. Durante los gobiernos de la actual vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015) se hablaba de la “dictadura K”. La noción de dictadura, creo, remite a cierto sentido común que las organizaciones de derechos humanos y el activismo han logrado impulsar y por ello puede ser un discurso público que es disputado.14 La libertad para “salir a trabajar” también se pone de manifiesto como argumento moral a ser cuidado. Así, algunas personas cuestionan las medidas del gobierno porque las afecta en su libertad para poder vivir del trabajo. Dentro de los que retoman la crítica por la falta de libertad del/ al trabajo, existe una heterogeneidad de visiones y posiciones en torno a las políticas del gobierno. Desde “antikirchneristas” que ven en la medida un avance del Estado en las libertades individuales hasta los que plantean la necesidad de ganar plata para poder vivir.
Los regímenes de valor que se plantean no solo remiten a la producción de un valor “económico” sino también a lo que las personas consideran valorable (una diferencia que en inglés podría ser planteada entre value y worth ) ( Fernández Álvarez & Perelman, 2020 2; Narotzky & Besnier, 2014 ; Perelman, 2020) . Así, en lo que se considera hoy “anti cuarentena” es posible encontrar tantas conexiones como diferencias. Incluso la noción misma de anti- cuarentana podríamos ponerla en cuestión. Cómo dije, también hay que tener en cuenta esos “usos políticos” de la cuarentena. Al ser una política del gobierno, las marchas en contra de la cuarentena son expresiones de adhesiones en contra del gobierno. Esto es lo contrario de lo que ocurre en Brasil, por ejemplo.
Mientras en Argentina los que marchan lo hacen en contra del gobierno y hacen política con la cuarentena, en Brasil son los que defienden al gobierno los que marchan. El uso de las fakes news debe ser analizado en este sentido. El CONICET generó un espacio para revatir las fake news en torno al virus para intentar mostrar la la importancia de generar y mantener políticas de aislamiento. Sin embargo, creo que para comprender las fake news no debemos centrarnos en la “veracidad” de la noticia sino en qué la hace verocimil para las personas. Esto nos permitiría tener herramientas para comprender los modos de argumentar antes que pensar en términos de racionalidad- irracionalidad. Es por ello que quiero detacar una mirada atenta a las prácticas sociales que vaya más allá de si las personas cumplen o no con las normas en torno a la pandemia. Las prácticas de las personas no pueden penasrse desde el “desconomiento”.
Del Cueto y Viotti (2020) han escito un texto en relación a este tema que se llama “Normas y vida cotidiana. Reflexiones desde la cuarentena”. Allí dicen que “Nos interesan estas micro-evasiones en la medida en que todas ellas no renuncian a la norma oficial, pero, aceptándola, negocian el criterio general con alguna justificación situada. Es decir, la norma no supone un sistema abstracto de acatamiento en función de determinantes metafísicos como la “argentinidad” o la “clase”. Sin embargo, asumiendo que esas regularidades existen, nos interesan las moralidades prácticas específicas que son móviles y permanentemente negociadas”. Los autores retoman a Harold Garfinkel, para pensar que no existen sistemas normativos abstractos que los individuos incorporan más o menos unidireccionalmente. Antes bien, las normas declaradas públicamente no son siempre las que las personas usan en su vida práctica y que las normas que las personas usan en su vida cotidiana están de algún modo entramadas en la práctica misma”. Todas estas prácticasdebemos comprenderlas en relación al modo en que las personas construyen formas dignas de vivir y agencian para que ello pase.
Así, las protestas, manifestaciones, usos de la pandemia, nos permiten pensar el límite de la capacidad del Estado como agente total. Las políticas y el modo en que se acatan las medidas de aislamiento permiten ver qué legitimidades tienen las prácticas estatales para, por ejemplo, mantener y controlar el aislamiento.
LA PANDEMIA, SUS EFECTOS Y LA DESIGUALDAD URBANA
Lo dicho hasta aquí no implica dejar de lado los efectos de lo que ocurreni las relaciones de poder. Como planteé, la crisis es ruptura pero también continuidad y la pandemia parece ser un momento privilegiado para ver esas tendencias. La pandemia es neoliberal en diferentes sentidos. Se da en una serie de procesos político-económicos-sociales y espaciales particulares. La posibilidad de medir los efectos y su ponderación de ciertos valores (mantener la economía, mantener la vida, repartir recursos) es parte de un modo de entender el sistema mundial hoy.
Las medidas de aislamiento social en Argentina – y en gran parte del mundo – por ejemplo, se entrelazan con el trabajo precario de miles de trabajadores y trabajadoras de las “apps” que hacen más confortable la vida, sobre todo, de los sectores medios y altos. En el contexto actual, para reducir la movilidad de unxs, otrxs tienen que moverse. Pero las condiciones en las que lo hacen, como sabemos, son sumemante precarias y las personas quedan expuestas al virus.
En términos generales las mujeres también son un grupo que se ha visto perjudicado – una vez más y como siempre – más que los hombres. Incluso en ámbitos progresistas y de profesionales he escuchado decir en el contexto de aislamiento que “mi compañero ayuda” en la casa. En Argentina las denuncias por violencia doméstica crecieron. En el ámbito académico, por ejemplo, esto ha tenido fuerte impacto en la cantidad de artículos enviados para evaluación: las mujeres han mandado muchos menos artículos que los hombres. Las restricciones al trabajo también han afectado a las poblaciones con mayores recursos que han tenido otra capacidad para lidiar con la falta de ingresos. Otros actores han visto incrementar su capacidad económica.
Esto entonces me lleva al último punto que quiero resaltar. Me refiero a la noción misma de desigualdad o, para ser más preciso, la de desiguald (es) en forma plural. La tendencia parece la de reforzar las desigualdades existentes. Además, en las pugnas por imponer formas de entender la pandemia también se disctuten pugnas por el bienestar y por la distribución del bienestar. Esto me lleva al corazón mismo de la noción de desigualdad. La noción misma de desigualdad nos opone a un ideal de “igualdad” como lo plantea Ramiro Segura (2014) . La igualdad es también un tema en disputa ( Dubet, 2017 ). Si bien las desigualdades pueden poner en evidencia tendencias contrapuestas en torno a las diferentes esferas del bienestar ( Kessler, 2014 ), quiero aquí proponer una mirada que no piense solo a la desigualdad en oposición a la igualdad sino como forma digna de vivir. Es cierto que sin un horizonte comparativo la idea misma de (des)igualdad se quiebra. Pero como investigadores podemos pensar la desigualdad como una relación de poder, como una forma de dominación que se da tanto a nivel “macro” como “micro”.
Como hemos trabajado ( Di Virgilio & Perelman, 2019 ) las desigualdades se construyen con base en elementos materiales y simbólicos, históricamente producidos y social y territorialmente contextualizados. Las desigualdades son socialmente producidas y tienen manifestaciones y articulaciones espaciales claras y, a su vez, se nutre de ellas. La desigualdad, como dice Reygadas (2008, p.12)
no puede comprenderse al margen de las relaciones de poder que operan en diferentes niveles y dimensiones de la vida social. De acuerdo con esta perspectiva relacional, la distribución de los bienes ocurre en el marco de configuraciones estructurales y de interacciones entre diversos actores, en la que se disputan las apropiación de esos bienes.
Las desigualdades tienen diferentes temporalidades y algunas son medibles de formas más claras que otras. La económica, por ejemplo, depende de los “ingresos”. Entonces podríamos pensar que la desigualdad económica puede aumentar o disminuir en función de la distribución del dinero. Sin embargo, como han planteado diferentes autores, las diferentes desigualdades se entrelazan y existen muchas de ellas que tienen una larga duración, que son “persistentes” ( Tilly, 2000 ) y parecen “indelebles” ( Gootenberg & Reygadas, 2010 ): el género, la raza, entre otras. Así es posible pensar en una suerte de “espirales” ( Bayón & Saraví, 2006) que se entrelazan. Therborn (2015) plantea que los seres humanos son organismos, personas y actores. A partir de aquí diferencia tres tipos de desigualdades (vital, existencial y de recursos) que interactúan y se entrelazan. La desigualdad además de presentarse en estas tres grandes áreas de la vida, es multidimensional. Esto quiere decir que tiene efectos en diferentes aristas de la vida de las personas.
Y, las temporalidades de las desigualdades adquieren una nueva temporalidad en la pandemia. La territorial es una de las dimensiones centrales de la desigualdad. Y aquí debemos – creo – diferenciar una desigualdad estructural del espacio urbano, de una desigualdad sobre las personas en el territorio. Cuando a fines de mayo de 2020 participé del congreso Virtual de la UFBA en una mesa sobre COVID y desigualdades urbanas en grandes ciudades de Argentina y Brasil, uno de los palestrantes dijo que “el virus no es democrático”. Y ello solo es cierto si pensamos a los efectos del virus (la pandemia) como una construcción social. Porque el virus circula. Son las condiciones y los entramados de la desigualdad los que producen la desdemocratización del virus. Ello es producto de las desigualdades persistentes y de las políticas que cada gobierno tome. Por ejemplo, según una nota salida en junio de 2020 en un diario porteño se planteaba que en la ciudad de Buenos Aires las personas viviendo en barrios vulnerables teníanun 50 % más de probabilidad de contraer coronavirus. Y dadas las enferemedases pre existentes y las desigualdades tienen mayor posibilidad de morir.15 Las políticas son centrales por supuesto en la generación y mantenimiento de la “cuestión urbana” (Gledhill, Hita & Perelman, 2020). Además, las propias pujas distribituvias, los gastos públicos y el valor de la vida se ponen juego. Aun sin ser planteado explícitamente las políticas estatales y las propias condiciones previas de la vida de las personas hacen que los efectos de las medidas implementadas refuercen las desigualdades pre existentes. Por ejemplo, el auxilio emergencial en Brasil tiene efectos muy diferentes según la región.16
No es lo mismo poder hacer un aislamiento en una casa en la que hay espacios propicios para ello que en una casa en una favela donde se suele compartir baño, espacios comunes y se vive en una situación de hacinamiento. El manejo del espacio es un componente central de las nuevas condiciones de vida que exigen distancia en las ciudades donde la densidad es muy alta: los lugares de cercanía. Buenos Aires es la novena ciudad del mundo en términos de densidad poblacional con más 14 mil habitantes por km2. Es la primera del continente americano. Así, las políticas de aislamiento deben tener en cuenta las propias condiciones y diferencias de este gran núcleo urbano para no fortalecer las desigualdades persistentes.
Lo cierto es que los estudios deberían incorporar la dimensión espacial del virus porque no sólo modificará prácticas sino también la ciudad misma. Habrá que ver hastra qué punto estos cambios sobre el espacio urbano realizados son duraderos: por ejemplo, en Buenos Aires se han quitado espacios de las calles para hacer más lugar a los peatones en las zonas comerciales. La peatonalización y las restricciones de tránsito, las marcas en las aceras para marcar distancia, las pantallas plásticas, son formas de interveción en el espacio que pueden ser borrados. Sin embargo, la memoria sobre el espacio sobrevive a “lo físico” ( Gordillo, 2010 ; 2014). El tiempo dirá que ocurre con las memorias espaciales de la pandemia .
El aislamiento y la pandemia han evidenciado de manera muchas veces dramática las desigualdades sociales y la precarización de grandes sectores de la población (tanto por sus condiciones habitacionales, por la necesidad de trabajar para vivir o la necesidad de obtener recursos por no poder trabajar) así como el rol de los Estados y de la política pública para construir formas de prevención a la vez que tienden a favorecer a ciertos grupos sobre otros. Es necesario diferenciar en la desigualdad urbana una desigualdad estructurada o física que remite a la infraestructura, al equipamiento urbano de una desigualdad territorial que está ligada a las moralidades propias del espacio y que remiten a la imposición de formas de vida en un espacio determinado ( Cosacov & Perelman, 2015 ; Perelman 2017a ). Como he mostrado en mis estudios con catadores de lixo y con vendedores ambulantes en la ciudad de Buenos Aires, existen las formas legítimas de habitar -en términos amplios- el espacio urbano (o los espacios urbanos) que remite a las formas legítimas de vivir y de poder imponer formas de vivir dignamente.
En contexto de pandemia, estas desigualdades a veces crecen y a veces por efecto mismo de la crisis se tornan más borrosas. Y existe un trabajo para posicionarse y (re) construir límites que no son fijos, que son disputaros incluso por los mismos actores que – como planteé en relación a las protestas en torno a la pandemia – son sumamente heterogénos. La desigualdad en función del bienestar puede verse no sólo en el acceso a recursos – cuestión que es central – sino también en la posibilidad de vivir en función de valores morales -esto que podría pensarse a partir por la lucha por el reconocimiento ( Cardoso de Oliveira, R. & Cardoso de Oliveira, L., 1996 ; Fernández Álvarez, 2017) . Ello es central para comprender la desigualdad existencial . Ganarse la vida o vivir va mucho más allá de una cuestión económica. No podemos reducir la vida a los ingresos ni solo pensamos nuestras prácticas – incluso laborales – en relación a la remuneración ( Perelman, 2017a ).
Como plantean Narotzky & Besnier (2014 , p. s5) “la reproducción social implica dar cuenta de diferentes escalas y de los términos en los que la gente ordinaria evalúa la posibilidad de continuidades, de transformaciones o de barreras”. Ya que las formas en que se reproduce y se piensa la vida (making a living) “no sólo depende de la venta de la fuerza de trabajo a cambio de un salario en el mercado – o alternativamente vendiendo productos o servicios por fuera de los marcos regulatorios del Estado (...). Envuelve también dinámicas que no son usualmente pensadas como ‘económicas’” ( Narotzky & Besnier, 2014, p , p. s6). Los modos públicos de describir, configurar, denunciar, disputar y justificar las acciones ( Boltanski & Thévenot, 1991) , en tanto dimensión moral de la práctica es espacial. Y aquí la discusión sobre los efectos del covid sobre los diferentes grupos es central. Porque más allá de centrarnos en los modos de justificación que podemos ver en acción, las efectividades también dependen de dónde y de quiénes las hagan y/ o digan.
A MODO DE CIERRE
En este texto he intentado iluminar algunas reflexiones en torno a los modos posibles de abordar analíticamente la pandemia. Por un lado encuentro importante pensar la pandemia como un hecho social total, lo que abre a una serie de procesos y dimensiones a analizar de forma analíticamente diferenciadas pero socialmente entrelazadas. Por otro lado, he marcado la importancia de pensar la pandemia a partir de los modos de construir vidas dignas lo que lleva a pensar la multiplicidad de acciones y de reacciones en torno a lo que está ocurriendo. Quiero cerrar este texto marcando la dificultad de pensar procesos y acontecimientos en los que estamos inmersos y que generan tanta incertidumbre sobre el futuro. En esta línea, la propuesta aquí ha sido dejar de lado nuestros presupuestos sobre lo que vendrá para analizar esos discursos como parte de pensar socialmente. Por último quiero marcar el carácter inacabado de este texto. Por un lado, porque se han planteado algunas dimensiones a tener en cuenta. Por otro lado, porque el texto busca contrubir a una reflexión que se viene desarrollando a partir de presentar propuestas y líneas. Es posible que el lector haya encontrado más dudas que certezas. El objetivo del texto ha sido poner en agenda para la discusión. En tanto el conocimento es colaborativo, este texto quiere ser uno más en ese proceso para comprender lo que ocurre.
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1
Articulo basado en el Aula Inaugural do Semestre Letivo Suplementar 2020 do Programa de Pós-Graduação em Ciências Sociais-UFBA, dictada el 10 de septiembre de 2020. Agradezco los comentarios a María Gabriela Hita y a Rafael Arantes los comentarios recibidos durante la presentación.
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Quizás convenga aclarar a los y las lectoras el momento de escritura de este trabajo. Fue escrito a mediados de 2020. En parte este texto muestra cierto estado de discusión y proposición analítica signada por uno de los momentos más inciertos de ese “tiempo de la pandemia”. A su vez, los tiempos de evaluación y de reescritura del presente escrito también deben ser tenidos en cuenta a la hora de abordar su lectura. Ese tiempo ha sido - y sigue siendo - complejo, múltiple y variable. Desde entonces mucho se ha escrito y pensado. La misma naturaleza de la pandemia ha cambiado, los efectos se han hecho más visibles. El texto de todas formas propone una clave de lectura analítica que va más allá de coyuntura y que puede contribuir al estudio de los procesos de crisis desde la “normalidad”.
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3
Ver Karsenti (1994)
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Para una descripción de las políticas tomadas por el gobierno argentino ver Perelman (2020) .
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Retomo aquí la propuesta de Bazin (2017) quien planteaba que la noción de situación colonial de Balandier (1963) no había sido del todo entendida en su cabal magnitud. Para Bazin (2007, p.118), la situación colonial no refería al contexto sino que toda situación era parte de una situación colonial. Dice Bazin “La proposición, adelantada por Georges Balandier en los años 1950, de que lo que observo, en realidad no es un pueblo Kongo o una tribu fang sino una situación colonial, no terminado de ejercer sus efectos subsversivos en la disciplina”.
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En todo caso, el virus nos permite pensar el carácter complejo y la dificultad -cuánto menos- de pensar en una tajante diferenciación entre “naturaleza” y “humanos” o entre “humanos” y “no humanos” como lo plantea ( Latour, 2017 ). Agradezco a Mariana Garzón Rogé esta acotación. Además podemos pensar los acontecimientos desde los debates sobre el “antropoceno” ( Mathews, 2020 ). En relación al surgimiento del COVID por ejemplo ver http://revistaanfibia.com/cronica/las-nuevas-pandemias-del-planeta-devastado/?fbclid=IwAR2x2xhJ6TguOy-bhmcPiry9qVfigFMBEDfoNvC2rGjCC_cWjQhFq2JOD3Q
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Claudia Fonseca (2005) , por ejemplo, plantea la necesidad de recuperar la agencia de los sectores populares. Marca que tanto los estudios sobre los pobres que parten de las premisas como las que no debería haber pobres; que si los pobres existen, nuestra tarea es sacarlos de la pobreza; o denunciar sus condiciones de vida no dan cuenta de la experiencia de las clases populares. Una postura similiar puede verse en lo queSherry Ortner (2016) llamó la hegemonía de la “dark anthropology” (antropología escura) en relación a los estudios sobre el neoliberalismo en Estados Unidos.
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Janet Roitman plantea que la noción de crisis parece ser hoyparte de un sentido común (Roitman, 2014). Etnografíar ese sentido o esos sentidos es una tarea central de la investigación. Para ello resulta importante estudiar los discursos expertos pero también los usos que las personas ordinarias hacen de ellos.
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La traducción corresponde a De L’Estoile (2020)
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Se podría pensar -en todo caso- una crítica a la escisión entre “local” y “global” pero no será desarrollada en este texto.
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Por ejemplo, mientras las mismas personas se maravillan por el control que tienen los países asiáticos sobre la población para seguir en tiempo real los movimientos, esta medida en Argentina es vista como “fascista” o dictatorial.
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Sobre la noción de problemas públicos ver Cefaï (2014) ; Guerrero Bernal et. al. (2018) .
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Este trabajo fue escrito cuando la ASPO seguía vigente. Luego siguieron una serie de medidas como el Distanciamiento Social Obligatorio y la “nueva normalidad”.
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14
Ver por ejemplo Pita & Pereyra (2020)
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https://www.lanacion.com.ar/sociedad/el-coronavirus-es-clasista-mata-mas-pobres-nid2376294 (acceso 10 de junio de 2020)
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Fechas de Publicación
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Publicación en esta colección
25 Mar 2022 -
Fecha del número
2021
Histórico
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Recibido
23 Set 2020 -
Acepto
16 Nov 2021