Resumen
Scott Kretchmar es una figura fundamental de la filosofía del deporte. Su influencia comenzó con su primer artículo revisado por pares en 1972, y sus contribuciones siguen siendo significativas tras su jubilación. En 1989, se convirtió en uno de los primeros filósofos del deporte en ingresar a la National Academy of Kinesiology de los Estados Unidos, alcanzando la cúspide profesional con el Premio Clark W. Hetherington en 2021. Este artículo traza su trayectoria académica y profesional, y repasa sus principales contribuciones académicas, categorizándolas en cuatro núcleos básicos de preocupaciones de investigación interrelacionadas: (a) la metafísica del jugar, los juegos, el deporte y la competición; (b) el papel de la educación física; (c) la ética del deporte; y (d) la creación de significado y los aspectos espirituales del deporte. Sin ser exhaustivo, este artículo destaca la labor de Kretchmar en establecer y expandir la filosofía del deporte, subrayando su impacto perdurable.
Palabras clave Deporte; Ética; Filosofía del Deporte; Juego
Resumo
Scott Kretchmar é uma figura fundamental na filosofia do esporte. Seu influente trabalho começou com seu primeiro artigo revisado por pares em 1972, e suas contribuições acadêmicas permanecem significativas, mesmo após sua aposentadoria. Em 1989, ele se tornou um dos primeiros filósofos do esporte a ser indicado para a Academia Nacional de Cinesiologia dos Estados Unidos, e sua carreira atingiu o ápice profissional com o Prêmio Clark W. Hetherington em 2021. Neste artigo, primeiro traçamos sua trajetória acadêmica e profissional. Em seguida, fazemos uma visão geral de suas principais contribuições acadêmicas, categorizando-as em quatro conjuntos centrais de preocupações inter-relacionadas de pesquisa: (a) a metafísica do jogar, os jogos, o esporte e a competição; (b) o papel da educação física; (c) a ética do esporte; e (d) a construção de significado e os aspectos espirituais do esporte. Embora não exaustiva, nossa análise destaca o papel fundamental de Kretchmar no estabelecimento e expansão da filosofia do esporte, sublinhando seu impacto duradouro.
Palavras-chave Esporte; Ética; Filosofia do Esporte; Jogo
Abstract
Scott Kretchmar is a foundational figure in the philosophy of sport. His influential work began with his first peer-reviewed article in 1972, and his scholarly contributions remain significant, even in retirement. In 1989, he became one of the first philosophers of sport inducted into the National Academy of Kinesiology of the United States, and his career reached a pinnacle with the Clark W. Hetherington Award in 2021. In this article, we first trace his academic and professional trajectory. Then, we overview his main scholarly contributions, categorizing them into four core sets of interrelated research preoccupations: (a) the metaphysics of play, games, sport, and competition; (b) the role of physical education; (c) the ethics of sport; and (d) the meaning-making and spiritual aspects of sport. Though not exhaustive, our analysis highlights Kretchmar’s pivotal role in establishing and expanding the philosophy of sport, underscoring his enduring impact.
Keywords Sport; Ethics; Sport Philosophy; Play
1 INTRODUCCION1
Scott Kretchmar es uno de los estudiosos más influyentes en lo que, desde principios de los años 1970, se conoce como la filosofía del deporte. Comenzó a contribuir a la literatura especializada en aquella época e, incluso después de su jubilación, su producción académica ha seguido floreciendo hasta hoy en día. En 1972, Kretchmar publicó su primer artículo en una revista con revisión por pares, el cual dilucidaba lo que el primer editor del Journal of the Philosophy of Sport, Robert G. Osterhoudt, consideraba como la aspiración central de la incipiente disciplina: “las aprehensiones reflexivas de la naturaleza y el significado del deporte” (1974, p. 2). El impacto de sus contribuciones, que versan sobre el deporte y también más ampliamente sobre la actividad y la educación física, fue debida y rápidamente percibido por sus colegas de profesión. Por ejemplo, Earle Zeigler (2005)”properties”:{“formattedCitation”:”(2005, otra figura fundamental en el establecimiento y el desarrollo de la filosofía del deporte, dijo que para 1982, apenas diez años después de doctorarse, Kretchmar no sólo estaba “creciendo velozmente[,]” sino que era ya uno de los “‘principales contribuidores’ [a la literatura] del momento” (p. 261). A fines de la década de los ochenta, su producción académica y su liderazgo en la kinesiología, un campo que engloba todas las disciplinas centradas en el estudio de la actividad física, incluyendo la filosofía del deporte, eran ampliamente reconocidos y respetados. Así, en 1989, la National Academy of Kinesiology (NAK) de los Estados Unidos lo eligió como miembro de número, convirtiéndose en uno de los primeros filósofos del deporte en alcanzar esta distinción, una de las más destacadas en la kinesiología.
Los treinta años posteriores al ingreso de Kretchmar en la NAK fueron igual de fértiles, si no más, que las dos décadas anteriores. Sus empeños académicos en la filosofía del deporte, junto con su incansable labor en la promoción de la kinesiología, culminaron con la concesión del Premio Clark W. Hetherington en 2021, el mayor honor otorgado por la NAK. El dosier de nominación explicaba que, en una carrera que abarca más de cinco décadas, Kretchmar se ha “convertido en uno de los principales estudiosos de la filosofía del deporte a nivel mundial” y que sus contribuciones académicas y profesionales han “liderado y transformado la filosofía del deporte en una subdisciplina madura y pujante. Es uno de sus pioneros y defensores más prolíficos” (Van de Mars et al., 2021). De la misma manera, los nominadores destacaron el volumen, la amplitud, la profundidad, la importancia y el impacto de su historial de publicaciones, señalando que “[t]al vez más que cualquier otro miembro de nuestra profesión, el profesor Kretchmar ha articulado de manera persistente y eficaz a través de sus numerosas publicaciones la necesidad de adoptar un enfoque multidimensional (en lugar de unidimensional) para el estudio de la Kinesiología” (Van de Mars; Torres; Wiggins, 2021). Estos reconocimientos, así como los otros muchos premios que Kretchmar ha acumulado a lo largo de su carrera, indican que ha sido un hacedor indispensable, en el sentido más amplio posible, de la filosofía del deporte. Este artículo ofrece una visión general de su papel en la construcción de la disciplina. Comenzamos esbozando su formación y su trayectoria profesional y terminamos presentando y analizando de forma concisa sus copiosas e innovadoras contribuciones académicas, que categorizamos en cuatro núcleos básicos de preocupaciones de investigación interrelacionadas.
2 FORMACIÓN Y TRAYECTORIA PROFESIONAL
Kretchmar nació en 1944 en Cleveland, Ohio, dentro de una familia luterana. Su padre, un egresado de y más tarde instructor de educación física y entrenador de béisbol en Oberlin College, en Oberlin, Ohio, fue su modelo de vida. Kretchmar estudió en esa institución y, naturalmente, se enroló en la carrera de educación física, aunque fue allí donde descubrió su inclinación por la filosofía. Inspirado por el ethos y los objetivos de Oberlin College, y atraído por el legado de la pionera de la educación física Delphine Hanna a la institución, cambió su sueño de emprender una carrera como beisbolista profesional por una centrada en la enseñanza y la investigación – sus dos pasiones –. Inmediatamente después de graduarse de Oberlin College en 1966, Kretchmar se inscribió en un programa de doctorado en educación física en la University of Southern California, en Los Angeles, California, estudiando bajo la orientación de Eleanor Metheny, una teórica de los signos, y Howard Slusher, un existencialista, cuyo trabajo había leído como estudiante de grado luego de que Ruth Brunner, una de sus profesoras, lo familiarizara con estos filósofos (Kretchmar, 2021a, 2021b). Se doctoró en 1971 con una tesis titulada “A Phenomenological Analysis of the Other in Sport”, en la que argumentó: “En el deporte, el hombre se enfrenta con el Otro. Los factores del trabajo en equipo, la competencia y el sacrificio, entre otros, ayudan a determinar la naturaleza de la relación” (Kretchmar, 1971, p. 2). Como se explica más abajo, estas cuestiones, y muchos otras conectadas a ellas, constituyen uno de los núcleos básicos de preocupaciones de investigación interrelacionadas de Kretchmar. Sobre este punto, no hace mucho, reconoció que la pregunta sobre “cómo significa un movimiento” que guiaba a Metheny lo atrapó cuando era estudiante de doctorado y que “[d]e una manera u otra, he estado trabajando en respuestas a esa misma pregunta por más de 50 años” (Kretchmar, 2021a, p. 31).
Sea como fuere, en 1969, mientras aún era estudiante de doctorado, Kretchmar fue contratado por Emporia State University, en Emporia, Kansas. Su permanencia allí fue corta, porque en 1971 fue atraído por Warren Fraleigh a la State University College at Brockport, situada en el pueblo homónimo en Nueva York. Fraleigh, un líder de la filosofía del deporte que conocía al padre de Kretchmar y no lo perdía de vista, había arribado a esta institución el año anterior. Como decano de la Facultad de Educación y Recreación, Fraleigh contrató números doctores/as recientemente graduadas para implementar innovadores programas holísticos. Durante los años setenta, Kretchmar fue uno de diez filósofos/as del deporte que formaron parte, en distintos momentos, del profesorado. Se distinguió rápidamente como docente e investigador, desempeñándose como director del Departamento de Educación Física entre 1979 y 1982. En 1984, Kretchmar fue designado director del Departamento de Ciencias del Ejercicio y del Deporte en The Pennsylvania State University, en University Park, Pensilvania. Se desempeñó en ese puesto hasta 1989, terminando su carrera en esta institución y jubilándose treinta años después, en 2019, como profesor emérito. Durante esta larga permanencia, Kretchmar formó catorce doctores/as y recibió varios estudiosos de diferentes partes del mundo como investigadores posdoctorales o como estudiantes de doctorado en camino a graduarse en sus instituciones (Kretchmar, 2021a, 2021b).
Vale la pena apuntar que Kretchmar ocupó roles claves en la formalización de la filosofía del deporte. En 1970, no había una organización para los/as filósofas del deporte ni una publicación especializada para editar y diseminar su producción académica. Discusiones previas en diferentes foros desembocaron en la creación, a fines de 1972, de la Philosophic Society for the Study of Sport (PSSS) (actualmente conocida como la International Association for the Philosophy of Sport – IAPS), una iniciativa liderada por Fraleigh y Paul Weiss, un filósofo en The Catholic University of America, en Washington D.C. Kretchmar se desempeñó como vocal de la primera comisión ejecutiva de la organización. Cuando la State University College at Brockport albergó la primera conferencia anual de PSSS, fue miembro del comité organizador. Kretchmar después se desempeñó como secretario-tesorero (1977-1978) y como presidente (1981-1982). Inmediatamente después de su creación, PSSS fundó el Journal of the Philosophy of Sport, la publicación de referencia de la disciplina, cuyo primer número apareció en 1974. Kretchmar proveyó liderazgo editorial a esta publicación de 1998 a 2002. En reconocimiento a su labor a favor de la organización, en 2005, IAPS lo reconoció con su Premio a la Excelencia Administrativa. Cinco años después, la asociación honró a Kretchmar poniendo su nombre al recientemente creado Premio de Ensayo para Estudiantes en reconocimiento a su apoyo a los/as filosofas del deporte que formó, así como a su predisposición para asistir a todo estudiante de posgrado que requiriese su asesoría o su consejo. Notablemente, se destaca por ser el único estudioso en haber recibido dos veces el Premio a la Excelencia Académica de IAPS (1998 y 2006) (Kretchmar, 1997; Torres, 2014).2 Mientras abogaba y proveía liderazgo a la filosofía del deporte, Kretchmar también fue presidente de la NAK (1998-1999), ejerció como miembro fundador de la American Kinesiology Association (2007-2010) y fue el primer editor del Journal of Intercollegiate Sport (2007-2012), entre otros logros. Durante todo ese tiempo, continuó cosechando múltiples distinciones que consolidaron su excepcional reputación académica y profesional.
3 CONTRIBUCIONES ACADÉMICAS A LA FILOSOFÍA DEL DEPORTE
Kretchmar ha sido un estudioso fecundo y creativo que ha dado forma de manera significativa a los contornos y a los estándares de la filosofía del deporte. Como se mostró anteriormente, al principio de su carrera abordó e hizo suya la preocupación de Metheny por investigar el origen del significado en “el acto de moverse, con especial referencia a las formas de movimiento conocidas como danza, deporte y ejercicio” (1968, p. ix)3. La fructífera dedicación de Kretchmar a lo largo de toda su vida a explorar la relación entre el significado y estos tipos de actividad física ha desembocado en una obra académica interdisciplinar, polifacética, amplia e influyente. Aunque estas características desafían la categorización de su historial académico, puede decirse que este incluye, a riesgo de simplificar excesivamente, al menos cuatro núcleos básicos de preocupaciones de investigación interrelacionadas: la metafísica del jugar, de los juegos, del deporte y de la competencia; el papel de la educación física; la ética del deporte y la generación de significado y los aspectos espirituales del deporte. A pesar de sus particularidades y conexiones, en su conjunto, estos cuatro núcleos básicos manifiestan algunos compromisos primordiales. Kretchmar (2005b, 2018c) cree que los seres humanos son criaturas que buscan problemas para resolver, buscan significado y cuentan historias. Además, considera que el análisis lógico debe complementarse con experiencias vitales variadas, propone que las comprensiones holísticas explican mejor la naturaleza y el valor de la actividad física y mantiene que los enfoques pragmatistas proporcionan respuestas más sólidas a las preguntas relacionadas con las diversas formas en que los seres humanos se mueven (Kretchmar, 2005b). En definitiva, como plantea el filósofo del deporte Alun Hardman, “Kretchmar es un defensor imperturbable de las culturas del movimiento e insiste en que las instituciones de enseñanza superior deben adoptarlas plenamente” (2007, p. 97). Es más, Kretchmar ha sostenido que el buen vivir no puede ser indiferente a la actividad física porque eso ignora “el hecho de que somos cuerpos” y que “[n]uestra inteligencia, nuestra habilidad para resolver problemas, nuestras preciadas libertades para comprender y hacer – todo esto y más – se desarrollaron mientras nos movíamos” (2005b, p. 246).
3.1 PRIMER NÚCLEO BÁSICO DE PREOCUPACIONES DE INVESTIGACIÓN INTERRELACIONADAS: LA METAFÍSICA DEL JUGAR, DE LOS JUEGOS, DEL DEPORTE Y DE LA COMPETENCIA
Gran parte de los primeros trabajos en la filosofía del deporte trataron de comprender el concepto de deporte, así como su relación y su diferencia con otras prácticas afines, especialmente el jugar, los juegos y la competencia. Kretchmar se adentró en esta indagación metafísica, que constituye el primero de los cuatro núcleos básicos de preocupaciones de investigación interrelacionadas, y desarrolló una rica conceptualización de este cuarteto conceptual esencial. A este respecto, ha explicado cómo dos contrapuntos, la oposición por corte y la oposición por grado, conforman el deporte y la competencia. Una prueba (test), ha argumentado Kretchmar, se basa en el primer tipo de oposición y denota “un fenómeno ambiguo considerado a la vez inexpugnable y vulnerable” (1975, p. 24) que determina el éxito o el fracaso en la resolución de sus acertijos. Como tales, las pruebas residen en el corazón de los juegos, que él acepta que son obstáculos artificiales creados por reglas, y de los deportes, que él coincide en que son juegos de habilidades físicas, adoptando críticamente el trabajo de Bernard Suits (1967), un influyente filósofo del deporte. Por otra parte, Kretchmar ha mantenido que “la prueba proporciona una base para las contiendas (contests)” (1975, p. 27), que, como pruebas compartidas, se basan en el segundo tipo de oposición. Para él, el cambio de la singularidad a la pluralidad es un paso en la transformación de las pruebas en contiendas; el otro paso requiere un compromiso de los contendientes para mejorar mutuamente sus rendimientos. A modo de ejemplo, correr 1.500 metros para averiguar si se puede cubrir la distancia en un tiempo limitado es una prueba; hacerlo enfrentándose a un oponente para descubrir quién puede hacerlo más rápido es una contienda. La visión de la competencia de Kretchmar precede, aunque se solapa significativamente, con el enfoque mutualista articulado posteriormente por Robert L. Simon, otro reconocido filósofo del deporte (Simon et al., 2014).
De la misma manera, Kretchmar ha explorado cómo el deporte conecta con el jugar y también ha intervenido en el debate sobre si algunos deportes son “juegos arbitrados” y otros “ejecuciones evaluados”. En cuanto a los primeros, explicó desde el principio que el deporte y el jugar eran “totalmente compatibles, pero no concurrentes” (1972, p. 113). Notablemente, la comprensión del jugar que Kretchmar desarrolla a lo largo de los años muestra una continuidad significativa a pesar de utilizar vocabularios diferentes que reflejan fuentes filosóficas alternativas. Al comienzo de su carrera, identificaba el jugar con una plenitud que los seres humanos muestran naturalmente “independientemente de las circunstancias atenuantes de una situación vital concreta” que “no es un impulso restringido hacia fines específicos” (1972, p. 118). Más adelante, describió el jugar como una vivencia autotélica inherentemente relacional porque es espontánea, contrastándola con otros enfoques de la vida que los seres humanos relacionan más típicamente con la productividad y la eficiencia (2007). En cuanto al debate sobre si algunos deportes son “juegos arbitrados” y otros “ejecuciones evaluadas”, Kretchmar cree que ambos tipos de deportes son juegos y acepta que estos últimos enfatizan las reglas estéticas que quien practica este tipo de deporte “debe adoptar si ha de responder a una llamada (o vocación) para crear arte o su aproximación” (1989, p. 42). Por este motivo, denomina a estos deportes “juegos bonitos” (1989). En relación con la naturaleza de los juegos, también ha analizado cómo se diseñan y qué características hacen que algunas estructuras lúdicas sean más atractivas que otras. Un ejemplo de su trabajo sobre este tema es su explicación de que los juegos están regulados por acontecimientos (por ejemplo, el béisbol y el golf), por el tiempo (por ejemplo, el baloncesto y el fútbol) o por el logro (por ejemplo, el alpinismo y las damas). Además, Kretchmar ha analizado la historia evolutiva de estos diferentes tipos de juegos, ha identificado sus defectos y sus encantos, y ha resaltado las opciones estructurales disponibles para los diseñadores de juegos y los participantes (2015a). En resumen, esta lista abreviada de temas que abarca diferentes aspectos de estos fenómenos indica que Kretchmar ha proporcionado una teoría no solo del jugar, de los juegos, del deporte y de la competencia, sino también del jugar bien, de los juegos buenos, del deporte bueno y de la competencia buena (Kretchmar, 1975, 2005a).
3.2 SEGUNDO NÚCLEO BÁSICO DE PREOCUPACIONES DE INVESTIGACIÓN INTERRELACIONADAS: EL PAPEL DE LA EDUCACIÓN FÍSICA
El segundo núcleo básico de preocupaciones de investigación de Kretchmar gira en torno a la educación física y su papel en la enseñanza superior. Ha sido un firme defensor de la educación física en el sistema escolar. No obstante, en contraste con un plan de estudios cada vez más centrado en la utilidad de esta materia, que ensalza los beneficios extrínsecos relacionados con la actividad física y un modo de vida activo, Kretchmar ha propuesto lo que denomina una “educación física orientada al júbilo” (Kretchmar, 2008a). La lógica de esta última se encuentra en los imperativos del jugar, del significado, de la automotivación y de la identidad en contraposición a los de la salud, la longevidad, la productividad y el deber. Para Kretchmar, una de las mayores cualidades de “la actividad física y del jugar es que hacen que nuestras vidas sean mejores, no sólo más largas” y que “la salud por sí sola no garantiza una existencia con significado” (2006, p. 6). En otras palabras, cree que el significado supera a la salud y que “[c]uando el movimiento se vive como júbilo, adorna nuestras vidas, hace que nuestros días vayan mejor y nos da algo que anhelar” (2008a, p. 162). Así, Kretchmar propone que la educación física se reoriente hacia la maximización de la enseñanza del júbilo y las posibilidades de la actividad física. En esta versión intrínsecamente motivada de la educación física, los profesionales de la educación física “invitan a sus alumnos a campos de juego significativos, desafiantes y emocionantes” (2008a, p. 163). Una estrategia adecuada consiste en introducir a los alumnos a las subculturas del movimiento, o ámbitos con gran significado, como el deporte y la danza, para que empiecen a escribir historias de vida o identidades significativas a través de estas subculturas del movimiento (Kretchmar, 2000). En lugar de despreciar los beneficios extrínsecos relacionados con la actividad física, Kretchmar asevera que deberían considerarse como resultantes de una educación física orientada al júbilo.
La defensa que Kretchmar ha hecho de la educación física va más allá del sistema escolar y llega hasta la educación superior. En su cruzada por buscar un lugar más central para la educación física en esta última, ha sostenido que la educación física debe interpretarse como parte de las artes liberales. Tradicionalmente, diversos líderes en la educación superior han hecho hincapié en las artes y las ciencias que “liberan” al ser humano y poseen un valor intrínseco. Basándose en la idea de que las habilidades físicas constituyen un tipo de conocimiento con un valor inherente por derecho propio, Kretchmar afirma que “la sabiduría y las habilidades son las dos caras de la moneda de la libertad humana. A medida que adquirimos habilidades, disfrutamos de un mayor acceso a la sabiduría” (Kretchmar, 2005b, p. 242). De hecho, para él, cinco libertades básicas están asociadas al desarrollo y perfeccionamiento de las habilidades físicas: las libertades de comunicar, de expresar, de explorar, de inventar y de crear. Bajo este marco liberal, los profesionales de la educación física deberían reinterpretar sus contribuciones en la educación superior y percibirse a sí mismos no como fomentadores de la salud y de prácticas saludables, sino más bien como promotores de habilidades que, al permitir la comunicación, la expresión, la exploración, la invención y la creatividad, empoderan a las personas para llevar a cabo vidas significativas. En sus palabras, la educación física en la enseñanza superior fomenta “el desarrollo fundamental de las personas en términos de ayudarles a conocer y saber hacer” (1988, p. 53). Al defender que la educación física es parte integrante de una educación liberal, ha sido implacable sobre la necesidad de emplear una comprensión holística de la humanidad y se ha mantenido firme respecto a la importancia del jugar, de los juegos, del deporte y de la competencia tanto en la educación superior como en el sistema escolar.
Una cuestión relacionada a la que Kretchmar ha dedicado su atención es la condición de la actividad física como objeto de investigación en la educación superior y, más concretamente, en la kinesiología. Ha apuntado (1994, 2007, 2008b) que los silos de especialización disciplinaria y los búnkeres de utilidad y movimiento genérico legitiman un objeto de investigación que, a menudo, es descartado como intrascendente y ayudan a la aceptación de la kinesiología. Empero, Kretchmar también ha observado que estos silos y búnkeres están compartimentados, se comunican mal y se faltan el respeto. Además, su paradigma de investigación se caracteriza por la independencia y el aislamiento disciplinarios. Por otra parte, debido a su énfasis en la utilidad, este paradigma “produce un perfil excesivamente obsesionado con la salud, sobrio y serio” (2008b, p. 3). Para remediar estos problemas y representar más adecuadamente el estudio de la actividad física, Kretchmar recomienda un enfoque colaborativo e interdisciplinario, en el que las paredes de los silos y los búnkeres disciplinarios sean, cuanto menos, más bajas y más permeables. Especula que, si la kinesiología dependiese menos de sus silos y sus búnkeres, habría más colaboración disciplinaria, interdependencia y respeto mutuo. Otra implicación relevante sería la enseñanza para la educación superior y para otros ámbitos de que la kinesiología se preocupa tanto por los beneficios extrínsecos relacionados con la actividad física como por sus ventajas intrínsecas. En cierto sentido, el paradigma de investigación propuesto por Kretchmar reconceptualiza y revaloriza la kinesiología para que todos sus profesionales y sus practicantes se sientan más cómodos y más orgullosos de su investigación y su docencia.
3.3 TERCER NÚCLEO BÁSICO DE PREOCUPACIONES DE INVESTIGACIÓN INTERRELACIONADAS: LA ÉTICA DEL DEPORTE
El tercer núcleo básico de preocupaciones de investigación de Kretchmar ha sido la filosofía del deporte y sus ramas, especialmente la ética del deporte. Aquellos interesados en la historia de la disciplina consideran a su crónica del uso de las herramientas filosóficas por parte de los estudiosos norteamericanos para reflexionar sobre el deporte como el locus classicus. La cronología de Kretchmar comprende cuatro periodos: el ecléctico (1875-1950), el basado en los sistemas (1950-1965), el disciplinario (1965-1990s) y el posdisciplinario (1990s-presente). Al examinar cómo surgió la filosofía del deporte desde la educación física en las dos primeras fases para convertirse en una disciplina en sí misma en la tercera fase, explica que el desarrollo más significativo fue que “el contenido del movimiento humano fue considerado como un objeto de estudio legitimo e interesante para la investigación filosófica seria” (1997, p. 195). En trabajos posteriores, detalló cómo los filósofos del deporte, buscando alterar la percepción de su objeto de estudio, exageraron la singularidad de los juegos y del deporte, ignorando sus semejanzas con otras iniciativas humanas, y eludiendo temas prácticos mientras priorizaban consideraciones teóricas (Kretchmar, 2010; Kretchmar; Torres, 2021). Así, a pesar de ser efectivo, este enfoque en los rasgos distintivos de los juegos y del deporte ha marginalizado a los filósofos del deporte “como filósofos de lo inconsecuente” (Kretchmar, 2010, p. 2) “incrementado [su] incapacidad para comunicarse con [...] otros kinesiólogos” (Kretchmar; Torres, 2021, p. 284). En su cronología disciplinar, Kretchmar ya advirtió a sus pares sobre estos problemas, pero permaneció optimista con respecto al futuro porque la filosofía del deporte se estaba convirtiendo progresivamente en “más interdisciplinaria, más flexible, más interesada en el deporte y otras formas de movimiento humano” (Kretchmar, 1997, p. 198).
El optimismo de Kretchmar era el resultado parcial del creciente interés de los filosofos del deporte por las cuestiones éticas. A pesar de adoptar el giro hacia lo ético, Kretchmar ha enfatizado la importancia de basarse en las sólidas conceptualizaciones filosóficas del deporte desarrolladas en el periodo disciplinar, lo que ayudaría a la filosofía del deporte a evolucionar más cohesivamente. Durante la maduración de la ética del deporte, Kretchmar (1983) acusó a los “moralistas del deporte” de descuidar cuestiones metafísicas cruciales, específicamente las investigaciones sobre aspectos decisivos de los juegos y del deporte, y alentó a los filósofos morales del deporte que no son metafísicos a “apoyarse en los hombros de los que lo son” porque, para él, “el conocimiento metafísico debe preceder a la prescripción ética” (1983, p. 22). Kretchmar elogió los empeños de Fraleigh (1984), uno de sus mentores, para acortar la distancia entre la metafísica y la ética. Simultáneamente, se preocupó porque la exageración de la singularidad de los valores del deporte podría minimizar las conexiones entre estos y otros valores – un error que le atribuyó a Fraleigh, que señaló al “conocimiento de la habilidad relativa para mover masa en el espacio y el tiempo” como la fuente primaria de valor en el deporte (Fraleigh, 1984, p. 41) –. Kretchmar cree que la “afirmación que el conocimiento es el único valor inherente” del deporte es “desconcertante” (1986, p. 83, énfasis in original). En cambio, sostiene que los análisis éticos del deporte deben considerar varios valores inherentes, incluyendo el enfrentar desafíos y la vivencia de la incertidumbre del resultado. Las elucidaciones de Kretchmar sobre problemas prácticos como la base intencional en el béisbol (2004) y la simulación en el básquetbol y el fútbol (2017c), por nombrar unos pocos, ilustran su uso de una pluralidad de valores para guiar y defender las evaluaciones éticas. Su afirmación en relación con la multiplicidad de valores en el deporte anticipó su teoría pluralista internalista del deporte, que formuló tres décadas después (Kretchmar, 2015b).
En medio del intenso debate para determinar la teoría del deporte más adecuada, Kretchmar ha presentado una alternativa a las dos teorías más prominentes: el internalismo amplio (también conocido como interpretivismo) y el convencionalismo. Aquel entiende al deporte como una actividad principalmente orientada a la búsqueda de la excelencia, independientemente del contexto. Este cuestiona la posibilidad de definir una naturaleza transcontextual del deporte, y pretende entenderlo como el resultado de convenciones sociales. Adoptando una posición intermedia, Kretchmar ha alineado su propuesta con el compromiso con la excelencia de aquel y con el énfasis en la integración sociocultural de este, basando el internalismo pluralista en un elemento notablemente ausente en el debate: la naturaleza humana.4 Por un lado, el énfasis de los interpretivistas en la excelencia favorece injustificablemente un conjunto de necesidades e intereses humanos – aquellos en el centro de la actual ética del trabajo – (Kretchmar, 2016, 2018b). Sin embargo, para Kretchmar, la participación en el deporte puede ser el resultado de seis grupos de necesidades e intereses humanos: el rendimiento físico, la realización espiritual, la adquisición de conocimiento, el goce estético, el crecimiento auténtico y el desarrollo comunitario. Por el otro lado, el deporte comparte semejanzas básicas transcontextuales que surgen del hecho de que las personas “nacen en un mundo esencialmente idéntico, viven esencialmente a partir del mismo tipo de cuerpo con el mismo tipo de dotes y teniendo que resolver esencialmente el mismo tipo de problemas” (Kretchmar, 2015b, p. 85).
3.4 CUARTO NÚCLEO BÁSICO DE PREOCUPACIONES DE INVESTIGACIÓN INTERRELACIONADAS: LA GENERACIÓN DE SIGNIFICADO Y LOS ASPECTOS ESPIRITUALES DEL DEPORTE
Durante la última década, el interés de larga data de Kretchmar por la naturaleza humana lo ha llevado a desarrollar plenamente tanto una antropología como una teología del jugar, de los juegos y del deporte para dilucidar, parafraseando a Metheny, “cómo los seres humanos [los] significan” (Kretchmar, 2013a). Basándose en la biología evolutiva y en la antropología, Kretchmar ha explorado a fondo los vínculos entre estas actividades, la naturaleza humana y el valor, rastreando la fuente de la pasión humana por y el goce de ellas hasta tiempos prehistóricos, particularmente hasta las presiones selectivas que amenazaron a los seres humanos en el Paleolítico Medio y Superior. Al aumentar su eficiencia instrumental para superar los desafíos del trabajo diario, como recolectar alimentos, los seres humanos prehistóricos regularmente se encontraban sin cosas interesantes, desafiantes y significativas que hacer. Luego, las vivencias de aburrimiento y de depresión se volvieron progresivamente más frecuentes, lo que generó amenazas de atrofia biológica y distrofia psicológica ( Kretchmar, 2018a). Kretchmar (2017a) propone que los seres humanos confiaron en su imaginación metafórica para abordar estas amenazas. Utilizando metáforas, crearon convenciones para construir mundos artificiales donde los objetos físicos o las situaciones significan cosas diferentes para los individuos y los grupos sociales, incluidos juegos que permitieron el surgimiento de obstáculos artificiales rudimentarios. Por ejemplo, transformarían la actividad física de ir más rápidamente del punto A al punto B utilizando el propio cuerpo en un juego, otorgando a los participantes ventajas selectivas como una mejor condición física y mayores oportunidades de apareamiento: “[A] los homo sapiens en búsqueda de significado que podrían crear un segundo mundo de actividades desafiantes, repletas de significado les iría mejor que a aquellos que tuvieron que afrontar y sufrir pasivamente períodos de tiempo vacío” (2018a, p. 60). Sin embargo, Kretchmar explica que la capacidad de servir como artefactos culturales para encontrar oportunidades para resolver problemas no es exclusiva de los juegos. Basándose en Jonathan Gottschall, Kretchmar (2017a) encuentra su énfasis en los desafíos en otras actividades humanas valiosas, como la narración y la ficción. Los diseñadores de juegos y los narradores persiguen el mismo objetivo: generar problemas que valga la pena afrontar. Así, contrarrestando la tendencia de los filósofos del deporte a separar el deporte de otros emprendimientos, Kretchmar (2017b) postula “que el deporte es valioso porque está integrado en otras actividades y virtudes que tienen un valor indiscutible” (p. 13).
Ampliando su esfuerzo por vincular el deporte con actividades y virtudes inherentemente valiosas, Kretchmar ha buscado inspiración principalmente en la teología cristiana, siguiendo los pasos de Johan Huizinga, Michael Novak y Gilbert Keith Chesterton (Kretchmar; White, 2018)5. Al reflexionar sobre las visiones religiosas del mundo, Kretchmar (2011) busca desvelar la naturaleza espiritual de los juegos y del deporte. En su opinión, los teólogos cristianos han subestimado el potencial de generación de significado de los juegos porque han examinado el valor de estas actividades a través de la lente del marco dualista juego-trabajo. El juego, típicamente identificado con la existencia en el Jardín del Edén antes de la caída, ha recibido apoyo como una vivencia intrínsecamente valiosa que, parafraseando a Novak, lleva a los seres humanos al Reino de los Fines. El trabajo, por el contrario, caracteriza la existencia humana después de la caída y se percibe como la actividad arquetípica que otorga salvación debido a sus implicancias productivas y beneficiosas. Los juegos y el deporte, en este marco dualista, caen en desgracia. Implican el esfuerzo del trabajo, pero carecen de sus implicancias salvadoras. De la misma manera, incorporan la trivialidad del jugar, pero no logran vivirlo como una actividad intrínsecamente valiosa. Sin embargo, para Kretchmar, esta visión de los juegos y los deportes pasa por alto el hecho de que, en el mejor de los casos, combinan la autotelicidad del jugar y la importancia del trabajo al incorporar la intriga de aquel y la atracción del desafío “justo” de este. Además, basándose en su antropología de los juegos, Kretchmar afirma que los juegos pueden identificarse como regalos de Dios, ya que sirven a los seres humanos para satisfacer sus necesidades e interés en resolver problemas y en lograr otro tipo de vivencias valiosas. Algunas de estas vivencias se conectan con el cultivo de una virtud religiosa cardinal: la humildad. En particular, el deporte fomenta el desarrollo de lo que Kretchmar llama “humildad del aprendizaje” y “humildad de la gratitud”. Mientras que lo primero implica la admisión de dependencia de los estándares de excelencia de actividades y de tradiciones específicas, además de las figuras de autoridad que mejor las encarnan, lo segundo tiene que ver con “reconocer la naturaleza dotada de un logro, una vivencia inusual, una relación especial” (Kretchmar, 2013b, p. 276). Con estos análisis, Kretchmar se pregunta si la confianza y la excelencia deportivas son compatibles con la humildad espiritual, proponiendo “lo que podría llamarse una ética cristiana de tutela deportiva” (Kretchmar; Watson, 2018, p. 76). Dados los intereses presentados en esta sección, no sorprende que desde que se jubiló en 2019, Kretchmar, quien también estudió religión en Oberlin College, se esté desempeñando como pastor laico de la Iglesia Presbiteriana.
4 CONCLUSIÓN
Reflexionando sobre la evolución de su carrera académica o, como él mismo dice, “inventando mi propia fábula y defendiendo mi propio caso”, el célebre antropólogo Clifford Geertz afirma: “Me siento tan satisfecho como cabría esperar después de cincuenta años esforzándome por establecer [mi identidad profesional]” (2000, p. 20 y p. X). Kretchmar, cuya carrera académica ha sido aún más larga, probablemente enunciaría algo parecido en relación con su propia identidad profesional. Diría con orgullo: “Soy filósofo del deporte (o más exactamente del jugar, de los juegos y del deporte) de cabo a rabo y estoy tan satisfecho como cabría esperar”. Quizá diferiría de Geertz en que sostendría que, durante largos tramos, jugó más que esforzarse por establecer su identidad profesional. Sea como fuere, jugando o esforzándose, o ambas cosas, Kretchmar, a través de su brillante labor académica, docente y administrativa, ha establecido, definido y desarrollado de forma significativa la filosofía del deporte. Aunque ha ascendido al rango de emérito, sigue siendo una de las estrellas más grandes y brillantes de la disciplina y un ser humano tan juguetón como siempre.
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1
Este artículo está basado y toma prestado de Torres (en prensa), pero lo expande significativamente.
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2
Véase también la sección Honors and Awards del sitio web de IAPS. Disponible en: https://iaps.net/honours/ Consultado en: 2 sept., 2024.
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3
Véase también Metheny (1967).
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4
De hecho, desde su distintivo punto de vista antidualista, especula además que las diferencias entre las dos teorías dominantes “a menudo son exageradas por nuestras tendencias a pensar en términos dicotómicos y a llevar pequeñas diferencias prácticas a sus extremos lógicos principistas”, sugiriendo que “puede haber menos desacuerdo entre los campos realista (interpretivista) y relativista (convencionalista) de lo que parece a primera vista” (Kretchmar, 2015b, p. 95).
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5
También se basa en ideas del Islam y del Budismo, otras dos tradiciones espirituales mundiales importantes (ver Kretchmar, 2013b).
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FINANCIACIÓN
Este trabajo se realizó sin el apoyo de fuentes de financiación.
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CÓMO CITAR
TORRES, Cesar R.; LÓPEZ FRÍAS, Francisco J. La trayectoria filosófica de Scott Kretchmar: explorando cómo significan el deporte y la actividad física. Movimento, v.30, p. e30052, ene./dic. 2024. DOI: https://doi.org/10.22456/1982-8918.143363
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Editado por
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RESPONSABILIDAD EDITORIAL
Alberto Reinaldo Reppold Filho*, Alex Branco Fraga*, Elisandro Schultz Wittizorecki*, Irena Martínková**, Jim Parry**, Mauro Myskiw*, Raquel da Silveira**Universidade Federal do Rio Grande do Sul, Escola de Educação Física, Fisioterapia e Dança, Porto Alegre, RS, Brasil.**Faculty of Physical Education and Sport, Charles University. Praga, República Checa.
Fechas de Publicación
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Publicación en esta colección
20 Dic 2024 -
Fecha del número
2024
Histórico
-
Recibido
17 Set 2024 -
Acepto
18 Oct 2024 -
Publicado
11 Nov 2024