Open-access Fútbol e identidades: la actuación de la selección española de fútbol en los Juegos Olímpicos de Amberes y París a través de su impacto en la prensa

Futebol e identidade: o desempenho da seleção espanhola de futebol nos Jogos Olímpicos de Antuérpia e Paris através de seu impacto na imprensa

Football and identities: the performance of the Spanish National Football team in the Olympic Games of Antwerp and Paris through their impact in the press

Resúmenes

El presente artículo aborda el análisis histórico de las importantes transformaciones que vivirá el fútbol español en la primera mitad de los años veinte, a partir del estudio de la actuación de la selección española en los Juegos Olímpicos de Amberes (1920) y París (1924). Este estudio también pretende analizar el rol que la prensa y el fútbol tendrá en la construcción de la identidad nacional, así como en la creación de los nuevos ídolos deportivos, en un periodo de progresiva implantación del profesionalismo y en pleno proceso de desarrollo de la sociedad de masas.

Juegos Olímpicos; fútbol; identidad; España


Este artigo trata de uma análise histórica das mudanças significativas que vive o futebol espanhol na primeira metade dos anos vinte, a partir do estudo do desempenho da seleção espanhola nos Jogos Olímpicos em Antuérpia (1920) e Paris (1924). Este estudo também analisa o papel que a imprensa e o futebol têm na construção da identidade nacional e da criação de novos heróis do esporte em um período de introdução gradual de profissionalismo e do processo de desenvolvimento da sociedade de massa.

Jogos Olímpicos; futebol; identidade; Espanha


This article is based on the historical analysis of the most important transformations of the Spanish football in the first half of the twenties, from the study of the performance of the Spanish team in the Olympics in Antwerp (1920) and Paris (1924). This study also aims to analyze the role of press and football in the construction of the national identity and the creation of new sports heroes, in a period of gradual implementation of professionalism in the process of development of mass society.

Olympic Games; Football; Identity; Spain


INTRODUCCIÓN

El objetivo principal de este artículo será el análisis histórico del periodo cronológico comprendido entre los Juegos Olímpicos de Amberes en 1920, la primera participación de la selección española de fútbol en una competición internacional, y la gran decepción que supondrá para todo el país la rápida e inesperada eliminación de este equipo en la posterior olimpiada de París en 1924. Dos fechas y dos acontecimientos que enmarcan un texto que pretende analizar ambas citas a partir de la huella que dejarán en la prensa de la época, al mismo tiempo que insertará este análisis en el contexto histórico que vivirá el fútbol español en la primera mitad de la década de los veinte. Descubrir cómo tratarán los principales periódicos generalistas y deportivos los éxitos y derrotas del equipo nacional, el papel que desempeñaron estos medios en la construcción de los nuevos ídolos deportivos y su utilización como elemento de construcciones identitarias. Son todos ellos factores con la enjundia necesaria como para justificar esta investigación, con la que se pretende seguir avanzando de forma global en el conocimiento del papel que representó el deporte en España dentro de los orígenes de la sociedad de masas, y en concreto, la influencia que tendrá el fútbol dentro de este contexto.

A nivel metodológico, se ha aplicado el método científico específico de la historia entendida como ciencia social, partiendo de una fase heurística en la que se han localizado y recopilado un amplio número de fuentes documentales, entre las que destacan sobre todo las hemerográficas. A continuación, se ha procedido a una exhaustiva crítica de las fuentes documentales para valorar su verdadera relevancia historiográfica e interpretar cómo se insertan dentro del discurso histórico; para por último, realizar una síntesis histórica con la que se ha tratado de dar respuesta a todas las preguntas planteadas en esta investigación. En relación con el concepto de identidad nacional, se ha utilizado en esta investigación la definición de Pedro A. Talavera quien lo relaciona con "el sentimiento subjetivo del individuo a pertenecer a una nación concreta, a una comunidad en la que existen diversos elementos que la cohesionan y la hacen única, como por ejemplo la lengua, la religión, la cultura, la etnia, etc.; siendo estos elementos objetivos sobre los cuales se asienta el sentimiento de pertenencia a una comunidad, una comunidad nacional" (TALAVERA, 1999 apud VICENTE; MORENO, 2009, p. 20).

BREVE ENCUADRE HISTÓRICO DEL CONTEXTO FUTBOLÍSTICO ESPAÑOL A PRINCIPIOS DE LOS AÑOS VEINTE

Las dos primeras participaciones de la selección española de fútbol en los Juegos Olímpicos se insertan en un momento transcendental para este deporte, en el que se irán definiendo los elementos que le permitirán convertirse en el principal deporte de masas en España durante los años treinta. El difícil tránsito entre el deporte amateur y elitista al fútbol profesionalizado comenzará a mostrarse con mayor intensidad a partir de este momento, provocando airadas polémicas entre los sectores más conservadores y aquellos, que en cambio, apostarán decididamente por la mercantilización del fútbol siguiendo los procesos similares que se estaban produciendo en Europa. La década de los veinte definirá un periodo clave para la transformación del fútbol en el deporte espectáculo por antonomasia, en un país en el que la socialización de la práctica deportiva en las capas más populares tendrá que hacer frente a grandes dificultades que ralentizarán su total integración en el tejido social. En cambio, estos mismos grupos inundarán las tribunas de los estadios para presenciar todo tipo de espectáculos deportivos (SIMÓN, 2011; BAHAMONDE, 2011).

Al mismo tiempo, Barcelona, Madrid y Bilbao se convertirán en los principales centros futbolísticos del país, evidenciando la estrecha relación existente entre modernidad, industrialización y desarrollo deportivo que en los años posteriores se irá constatando en otras ciudades. Los datos que muestra el anuario de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) para la temporada 1926-27, subrayan el concepto anterior al mencionar que la federación regional catalana contaba con un total de 210 sociedades, seguida de la vizcaína, con 76 clubes afiliados, y la madrileña con 67. En conjunto, las federaciones regionales tendrían inscritos a mediados de los años veinte un total de 706 equipos, y asignando una cifra aproximada de veinte jugadores por plantilla, nos daría una cifra de 14.120 jugadores federados en esta temporada (RFEF, 1927).

Del mismo modo, la transcendencia histórica de este periodo también quedará reflejada en las tensas relaciones que existirán entre las diferentes instituciones deportivas. Tanto la RFEF como las federaciones regionales y los propios clubes, tendrán en la reglamentación del profesionalismo, así como en la reestructuración de las eliminatorias del Campeonato de España y en la propia creación del Campeonato de Liga a finales de esta década, los temas que mayores polémicas, conflictos de intereses y crisis institucionales provocarán. Estos enfrentamientos sacarán a la luz la lucha entre federaciones y clubes por tratar de reafirmar sus espacios y cuotas de poder frente a la RFEF, dentro de lo que podríamos definir como el nuevo mercado del fútbol (MARTIALAY, 1996).

AMBERES Y EL ORIGEN DEL MITO DEPORTIVO

Los Juegos Olímpico de Amberes se entenderán desde la prensa especializada como la ocasión ideal para iniciar una verdadera reforma deportiva, que pudiera permitir a España poder acortar distancias respecto a la situación que disfrutaban nuestros vecinos europeos. El Mundo Deportivo, desde Barcelona, será una de las primeras publicaciones que demandarán el esfuerzo de todas las instituciones para conseguir una presencia, aunque fuera "modesta", de los deportistas españoles en las próximas olimpiadas:

No podemos continuar siendo una lamentable excepción, dejando una vez más de concurrir a las soberbias e importantísimas manifestaciones que con el título de Olimpiadas vienen celebrándose al calor de los mayores entusiasmos y con el concurso indispensable de los Gobiernos, que, teniendo plena conciencia de sus deberes, se preocupan del desarrollo físico de sus gobernados (ESPAÑA, 1920, p. 1).

Dentro de este proyecto, se insertará la decisión de participar por primera vez en la historia en la competición futbolística de unos Juegos Olímpicos, el torneo más importante a nivel internacional. Esta decisión provocará que rápidamente surjan acalorados debates en la prensa sobre quiénes deberían ser los jugadores más adecuados para representar al fútbol español. Desde 1915 se habían empezado a plantear en diferentes medios cuál sería la formación idónea para la futura selección nacional. Los periódicos comenzarán a defender desde sus tribunas la conveniencia a que fueran los jugadores de sus respectivas localidades los que mayoritariamente deberían conformar el equipo nacional. Un claro ejemplo de lo anterior serán los artículos J. Mateos en el Heraldo Deportivo, quien defenderá la inclusión de los futbolistas madrileños, dado que "nuestros jugadores son muy buenos, pero por estas ó aquellas razones no deben figurar en él [equipo nacional]. Y esto lo dicen señores que á lo mejor no han visto jugar á quien están criticando" (MATEOS, 1915, p. 248). Ricardo Ruiz Ferry, Chipli-Chapla(Ch-Ch), desde la misma cabecera también participará en la polémica, recordando que se debían evitar los defectos que ya se venían apreciando en las selecciones regionales, que en muchas ocasiones se elegían a los jugadores teniendo más en cuenta "los nombres" que las demarcaciones en el campo:

La selección debe hacerse por puestos; es decir no buscando, por ejemplo, los tres mejores delanteros de España, sino eligiendo ó seleccionando el mejor medio derecha, centro ó izquierda, de entre los mejores medios derecha, centro ó izquierda de España; no colocando los cinco mejores delanteros, sino el mejor extremo, interior derecha ó izquierda y el mejor centro de entre los que ocupan iguales puestos (MATEOS, 1915, p. 255).

Igualmente, las diferentes federaciones regionales presionarán para que los jugadores pertenecientes a su circunscripciones territoriales se incluyeran mayoritariamente en la selección, lo que supondría el reconocimiento nacional del prestigio futbolístico de dicha región. Por este motivo, la federación vizcaína defenderá la prioridad de los jugadores vascos a formar el núcleo básico de la selección, alegando la superioridad que sus clubes habían demostrado en las últimas ediciones del Campeonato de España y su mejor adaptación a los campos de hierba, superficie en la que se disputarían los encuentros olímpicos. Del mismo modo, José Ángel Berraondo, quien posteriormente formará parte del comité técnico que dirigirá al equipo que acuda a la cita olímpica, también se unirá a este debate mencionando que era necesario formar una selección ad hoc, dependiendo de los equipos con los que se tuviera que competir:

Los ingleses, franceses y holandeses encontrarán en los vascos contrincantes que contrarresten su rapidez y juego práctico. En cambio, los suizos, portugueses, belgas o italianos, al contender con catalanes y castellanos, verán opuesta á su habilidad otra parecida o mayor (BERRAONDO, 1916, p. 27-28).

Finalmente, se decidirá realizar una serie de partidos de entrenamiento en los que se enfrentarían los jugadores denominados "probables" contra los "posibles", para poder de esta forma perfilar los futbolistas que finalmente acudirían a las olimpiadas. Se conciertan ocho encuentros en Vigo, Bilbao e Irún, y se nombra un comité de técnicos para seleccionar a los jugadores, integrado por Julián Ruete, el mencionado José Ángel Berraondo y Francisco Bru, en representación de las tres federaciones regionales más importantes: Centro, Norte y Cataluña. El entrenador del FC Barcelona, Francisco Bru, será el que se encargue de la faceta deportiva, al ser una de las pocas personas que tenían la preparación necesaria para realizar de forma adecuada dicha labor. La selección que finalmente viaje a Bélgica estará formada únicamente por jugadores vascos, catalanes y gallegos. El Athletic de Bilbao, el FC Barcelona y la Real Sociedad aportarán cuatro jugadores respectivamente, la Real Unión de Irún y el Fortuna de Vigo tres futbolistas, el Arenas de Guecho dos, mientras que el Coruña incluirá un único representante gallego.

El inesperado éxito en la primera participación oficial de la selección española quedará reflejado en el contenido de la prensa, convirtiéndose su estudio en un elemento clave para poder comprender el impacto que alcanzará este acontecimiento en la opinión pública. Los periódicos rápidamente incidirán en la vertiente más heroica de la actuación española, logrando sus niveles más altos de épica deportiva en la narración del gol de Belauste frente a Bélgica, o en la victoria frente a Holanda que aseguraba finalmente la medalla de plata (HANDICAP, 1920, p. 4; MARTIALAY, 2000). Eclipsados por el posterior triunfo deportivo menor eco tendrán los problemas previos entre las federaciones regionales o las dificultades para conseguir el dinero necesario para poder sufragar el viaje y la estancia de los deportistas. En plena postguerra, las instalaciones que albergaron a los atletas en Amberes, estaban muy alejadas de las condiciones de confort de las modernas villas olímpicas: "Nuestros footballistas [sic.], juntamente con los demás atletas se alojarán en unión de los griegos, en unas escuelas públicas, situadas en un convento de las inmediaciones de Bruselas" (EL D. R., 1920, p. 6; FIELPEÑA, 2005, p.18). Nadie tenía grandes esperanzas en el papel que realizaría la selección, e incluso Baldomero Martínez escribía al finalizar el campeonato que creía que no había ninguna persona con un mínimo conocimiento futbolístico que esperará previamente el éxito del equipo nacional (MARTÍNEZ, 1920, p. 245).

Pero uno de los factores que despierta mayor interés al analizar este acontecimiento, es la rápida construcción de un discurso heroico que generará la prensa y de la que nacerá el manido mito de la "furia española". La victoria sacará a relucir en los periódicos un desconocido orgullo nacional, como demostrará Federico Caro en Madrid-Sport pocos días después del final de la competición, recurriendo a las virtudes deportivas y a los veinte años "largos de práctica futbolística que han permitido la especialización, en este sentido, de las inmejorables facultades atléticas de nuestra raza". El inicial y comprensible desprecio al fútbol español por parte de la prensa extranjera, dada la ausencia hasta ese momento de un equipo nacional en cualquier tipo de competición internacional, también provoca un primer impulso entre los periodistas:

A restregar esta victoria a todos los periodistas extranjeros que se permitieron despreciar constantemente el fútbol de aquí abajo; pero nos acordamos que España es el país hidalgo por excelencia, y callamos. Nos basta con saber que ya estamos definitivamente incorporados al fútbol internacional (CARO, 1920, p. 9).

De igual manera, Trilobites, firmará desde la misma tribuna un artículo exaltando el brillante triunfo futbolístico, y reclamando "un homenaje monstruo a que tienen derecho quienes han salvado nuestro honor sportivo en frente de todas las naciones que han concurrido a la Olimpiada de Amberes"; para a continuación, mencionar que era imprescindible que los bravos jugadores vengan "todos a la Capital de la Nación, por cuyo honor y bajo cuya bandera lucharon en tierra extraña" (TRILOBITES, 1920, p. 9). De forma similar también se expresará Manuel de Castro, alias Handicap, el único periodista español que estará presente en Amberes y que se convertirá en la principal referencia a la hora de analizar las repercusiones del triunfo olímpico. Éste, no dudará en recordar que el éxito de la selección se había debido fundamentalmente:

Al gran amor que sus futbolistas sienten por su patria al pisar el terreno de football de Bruselas y Amberes, merced al entusiasmo y valentía que supieron imprimir a su rápido y científico juego, y merced, también, a disponer de una veintena de jugadores que se alternaron para sostener briosamente el football hispano (HANDICAP, 1920, p. 5).

El paroxismo inundará su narración, al continuar recordando el origen de la mención a la "furia española", que según Handicap había surgió del calificativo con que los periodistas belgas calificaban las jugadas del once español:

Los españoles footballistas dejaron en Amberes una impresión de formidables equipiers, llamando extraordinariamente la atención por la `furia´ (así decían los periódicos belgas), que ponían en sus jugadas. [...] Merecen vascos, gallegos y catalanes, la gratitud eterna de toda la España que ama el football. [...] Quedaron clasificados los segundos, pero por su actuación, moralmente, son los primeros. Ahora sí que puede decirse que España ha puesto la pica en Flandes (HANDICAP, 1920, p. 5).

DESPERTAR DE UN SUEÑO IRREAL: LA DECEPCIÓN DE PARÍS

El gran eco que había logrado en la opinión pública la medalla de plata conseguida por la selección en los Juegos Olímpicos de Amberes, servirá de elemento catalizador para la transformación de este deporte en los años treinta en una de las principales actividades de ocio y entretenimiento. En menos de dos décadas el snob deporte inglés que había llegado a finales del siglo XIX a España, se había transformado en el principal competidor que tendrán otros espectáculos de masas de mayor tradición como las corridas de toros y el teatro, e incluso igual de contemporáneas como el propio cine. Del mismo modo, este éxito sacará al fútbol de una dimensión regional que centraba su desarrollo en zonas geográficas concretas y con una clara identificación con los clubes locales, para transcender a partir de este momento a un nivel nacional en el que la selección se convertirá en una nueva referencia que compartirá admiración con las diferentes sociedades privadas (PUJADAS; SANTACANA, 2001, p.160).

Después de cuatro años en los que el fútbol había mostrado una creciente socialización, se llegaba a las olimpiadas de París en 1924 con unas esperanzas y exigencias que rápidamente se mostrarán desproporcionadas. El clima que respiraba el fútbol en estos años estaba caracterizado por las fuertes polémicas en relación con los nuevos profesionales del balón, describiendo los síntomas innegables de una imparable mercantilización. Junto al anterior factor, también se apreciará el inicio de una fase de construcción de nuevos estadios adaptados a las exigencias de la creciente sociedad de masas, que permitirá a este país contar en los años treinta con seis campos con capacidad superior a los 20.000 espectadores: en Madrid se construirá el Metropolitano, Chamartín y el campo de la Avenida de la República; Barcelona disfrutará de Les Corts y Montjuïc; al igual que Bilbao, que tendrá en San Mamés su principal referencia futbolística. El aumento exponencial de la prensa deportiva y la conquista de las noticias deportivas en la prensa de información general, será otro de los rasgos que caracterizan estos años y que explican la repercusión que tendrá en la opinión pública el inesperado fracaso de París. El mismo medio que había representado un rol fundamental para la construcción del mito de Amberes y el surgimiento de los nuevos ídolos deportivos como Ricardo Zamora o José Samitier, se mostrará muy crítico reclamando responsabilidades tanto a los jugadores como a las instituciones deportivas (PUJADAS; SANTACANA, 1997; ALTABELLA, 1987; SIMÓN, 2012).

Los encuentros internacionales previos de preparación se limitaron en esta ocasión a dos partidos frente a la débil selección de Portugal en Sevilla, y a la nacional italiana en Milán, junto con otros dos encuentros posteriores frente al Newcastle, el reciente campeón de la FA Cup, en Bilbao y Madrid. España vencerá por 3-0 en el campo sevillano de la Avenida Reina Victoria, con un lleno absoluto y una animación "propia de la que antes había por una buena corrida de toros". La fácil victoria no escondía las carencias del combinado español, que Rubryk constatará advirtiendo que dicho resultado "no es una brillante victoria frente a un equipo como el portugués. Si tenemos enfrente a cualquier otro, ¿hubiéramos `mojado´?" (RUBRYK, 1923, p.17). Mientras tanto, Pedro Parages, como miembro del comité ejecutivo de la RFEF, se encargará de seleccionar a los jugadores, al mismo tiempo que se nombrará al entrenador inglés del Athletic de Bilbao, Frederick Pentland, como nuevo preparador de la selección. El 9 de marzo de 1924 Pentland estrenará su cargo en Milán con un empate sin goles ante más de 20.000 aficionados, y frente a un equipo italiano que ya mostraba una importante "homogeneidad y rapidez, cualidades que han compensado la inferioridad técnica que aún hoy, después del empate, le atribuimos" (CABEZA, 1924, p.10). Pocas semanas antes del inicio de la competición olímpica, se vencerá inicialmente por 1-0 al Newcastle en San Mamés; para una semana después, repetir triunfo contra los ingleses en Madrid en ocasión de la inauguración del nuevo campo del Real Madrid en Chamartín. La expectación que había despertado el poder presenciar en directo la actuación de los jugadores que pocos días después participarían en la olimpiada, provocó la mayor entrada hasta ese momento en la historia del club con 15.888 espectadores, que dejaron en las taquillas 44.367 pesetas de recaudación1.

Las características del sorteo celebrado el 17 de mayo habían determinado que el rival español en los Juegos Olímpicos sería nuevamente la selección italiana, y que el equipo que saliera derrotado de este enfrentamiento quedaría directamente eliminado de la competición. Al mismo tiempo, este encuentro que se celebraría el 25 de mayo también serviría para iniciar el campeonato e inaugurar el magnífico Estadio Olímpico de Colombes, que situado a unos 20 kilómetros de París se había convertido en la gran aportación arquitectónica de esta olimpiada, con capacidad para 45.000 espectadores (PIZZORNI, 1993). De los 22 jugadores que compondrán la lista definitiva, la prensa destacará que nueve de ellos serían vascos (siete de Vizcaya y dos de Guipúzcoa), cinco catalanes, cinco madrileños y un único futbolista de un club gallego. El Mundo Deportivo lamentará la ausencia del barcelonista Alcántara, pero publicitará reiteradamente los días previos que tanto el codirector y redactor jefe del periódico, José Torrens, como el corresponsal en París, José Rosell, estarían como corresponsales en Francia enviando puntualmente sus amplias crónicas de los encuentros de la selección. A diferencia de lo que había ocurrido cuatro años antes, en esta ocasión las cabeceras más prestigiosas no dudarán en enviar a sus propios periodistas para atender la gran demanda de información que reclaman sus lectores. Cabeza desde La Vanguardia y Andrés Quemada en Madrid-Sport, serán dos claros ejemplos de lo anterior (CABEZA, 1924, p. 10; QUEMADA, 1924, p. 7-10).

El interés que había despertado entre los aficionados este primer encuentro en el que se debería confirmar el prestigio alcanzado en Amberes, se reflejará incluso en la iniciativa que la Casa Radiola de París y el Radio Club de Cataluña pondrán en marcha. La primera se encargaría de la "transmisión instantánea" del partido, mientras que la segunda se ocuparía de la recepción de la señal en el campo del RCD Español en Sarria; al mismo tiempo que también contarían con una "disposición de gráficos para poder seguir con toda precisión la marcha del famoso partido que tanta expectación despierta en nuestra afición". Isidro Corbinos, también se encargaría de narrar a los espectadores que acudieran al campo pagando una peseta, las noticias que llegasen desde Colombes por la conocida Telegrafía Sin Hilos (TSH) (EL PARTIDO, 1924, p. 1; EL MATCH, 1924, p. 15).

La excesiva confianza en el triunfo de los propios jugadores españoles la demuestran las declaraciones de Ricardo Zamora el día previo al encuentro, en las que mencionaba su seguridad de que España vencería por "seis a cero. Además, derrotaremos a los uruguayos y a todos los equipos restantes y quedaremos finalistas con Checoslovaquia" (DECLARACIONES, 1924, p. 5). En juego, como mencionaba El Sol, estaba "la hegemonía del fútbol latino", llegando incluso a comentar que el vencedor "conseguirá fácilmente llegar al final del torneo" (LOS ESPAÑOLES, 1924, p. 6). Ante la presencia de 35.000 espectadores entre los que se veía "a gran cantidad de italianos y un número respetable de españoles", se inicia un partido que se caracterizará por su enorme dureza e igualdad, pese a que en el segundo tiempo el español Larraza fuera expulsado por una fuerte entrada sobre Magnozzi. A poco menos de un cuarto de hora para el final, el partido se resolverá con una escapada del veloz extremo Conti, que concluirá en un pase hacia atrás que el defensa español Pedro Vallana introducirá en su propia portería.

El partido finalizará con la derrota de la selección española, y al mismo tiempo con el sueño olímpico, provocando desde ese momento la aparición de duras críticas desde la prensa hacia los jugadores y las instituciones deportivas responsables. Pese a que las crónicas reconocían la mala suerte en la "desgraciada jugada", arremeterán contra unos cuantos "jugadores privilegiados que juzgándose super-hombres han desdeñado excesivamente el verdadero valor de sus rivales, rebajando sus merecimientos, mientras convencidos de su superioridad se creían invencibles" (ZARAGOZA, 1924, p. 2). Los halagos desmedidos de cuatro años antes, ahora se convertirán en ataques y reproches alejados en algunos casos de la realidad concreta en la que vivía el fútbol español. La prensa también buscará culpables en la RFEF, al acusarla de no haber organizado adecuadamente la preparación del equipo, faltando "partidos de entrenamiento colectivo" con los que se hubiera evitado el echar "por tierra, por falta de preparación, el prestigio futbolístico de España" (GAMBLIN, 1924, p.1). Leonardo Ordoño en Madrid-Sport, expresará su decepción mencionando que "Italia no puede vencernos, no, no y no", para posteriormente destacar que el juego español "no baja, sube y sube, lo que baja es la forma de saber dirigir los elementos futbolísticos para llevarlos a la victoria, contra la suerte y contra todo" (ORDOÑO, 1924, p. 3). En la misma cabecera, otras firmas subrayarán que el exceso de confianza se había convertido en el principal enemigo del equipo español. De la mitificación de la furia española se pasará a criticar el excesivo patriotismo, como uno de los factores que había provocado esta decepcionante actuación:

Nosotros, creemos, que el domingo se ha perdido por fanfarronería de todos, porque se nos había metido en la cabeza, tanto a jugadores como a aficionados, que teníamos el partido chupado, porque éramos muy superiores a los italianos, porque a la furia española no había quien se le opusiera. [...] Si sirve de algo, llegue en buena hora la lección; nos ha perdido el ser excesivamente patriotas; seamos por encima de todo y ante todo, españoles, pero razonemos (MATEOS, 1924, p. 3).

Se iniciará un prolífico debate en la prensa tratando de buscar las causas por las que el fútbol español, en tan solo cuatro años, había pasado de competir frente a las grandes potencias del fútbol internacional, a caer eliminado en el primer partido de la olimpiada. Tanto la euforia desproporcionada que se generó a partir del 1920, como la crítica irracional que surgiría tras la derrota contra Italia, carecerán en su mayor parte de un mínimo de moderación y de un análisis equilibrado del contexto objetivo en el que se encontraba el fútbol español. La Voz, también aportará su reflexión en los días posteriores, mencionado que la derrota permitirá que "seamos menos crédulos, menos fanfarrones", y que definitivamente se acometa la "separación del profesionalismo del `amateurismo´; la mayor perfección funcional de federaciones, el vigor del nexo federal, etc., etc.". El propio Paco Bru, que había dirigido a la selección en Amberes, no dudará en exigir responsabilidades a Mr. Pentland, acusándole de que su técnica "era inaceptable", y que el comité nacional debería haber tenido este factor en cuenta al elegirlo: "¡Como si en España no existiera más entrenador inglés que Mr. Pentland! ¡Cuánto mejor hubiera recaído la designación en Greenwell, pongo por caso!". Para Bru, no se había sido fiel al estilo del fútbol español al convocar a cinco jugadores madrileños, y olvidar en cambio a futbolistas de otras regiones que sí reunían las que para el seleccionador eran las características necesarias:

En la selección que ha ido a la Olimpiada no se han tenido en cuenta los verdaderos valores del fútbol hispano, pues tengo la seguridad de que de haberse hecho un repaso concienzudo, no hubieran visto París cinco madrileños. [...] Deber era revisar los valores de todas las regiones de España, y muy especialmente los de Galicia, Asturias y Guipúzcoa, sin descuidar Cataluña, en donde tengo la seguridad existen elementos con méritos suficientes para figurar en el equipo nacional (BRU, 1924, p. 2).

Para concluir, son muy reveladores del fuerte contraste existente entre el discurso heroico de 1920 y la decepción tras la derrota de 1924, los comentarios que Roder realizará criticando a "los patrioteros ciegos" que habían exaltado y exagerado sin medida las virtudes del fútbol español. Desacredita la "afortunada hazaña de Amberes", que para el autor se debió, "únicamente a la suerte y no a la furia el no ser eliminados ya en el primer partido contra Dinamarca". Tras el fracaso en París, el mito parecía perder grandes dosis de épica:

¡¡La furia española...Pero, ¿es posible que durante cuatro años haya podido hacer carrera esa ridícula ficción? ¿Es posible que alguien pudiera creer que solamente a los españoles nos pertenecía el monopolio de la furia...? ¿No será ceguedad negar que nuestros semejantes sobre la tierra, aunque no sean compatriotas nuestros, pueden tener también su mijita de furia, para usar de ella cuando les sea necesaria? ¿Es posible que alguien creyera en la eficacia de la furia, no yendo acompañada de una sólida preparación? (RODER, 1924, p. 5).

A MODO DE CONCLUSIÓN

Los Juegos Olímpicos de Amberes (1920) y París (1924) han servido de marco ideal para poder analizar en esta investigación un periodo clave en los orígenes del fútbol español, que marcará el desarrollo que durante los años treinta mostrará este deporte. De la "pica en Flandes" que para Handicap había supuesto la medalla de plata conseguida en Amberes, y del discurso de fuerte identificación nacionalista entre las virtudes deportivas y los valores que supuestamente representaban a "la raza" española, se pasará en cuatro años a una crítica igualmente apasionada, en la que no se tendrá en cuenta el verdadero nivel de este deporte. Pero el estudio de estos dos acontecimientos ha mostrado un contexto de fuertes transformaciones motivadas por el choque entre dos radicales modos de entender el deporte: la concepción amateur y aristocrática de la actividad física y el deporte, frente a la creciente profesionalización del fútbol. En pleno origen de la sociedad de masas, el fútbol perderá su tradición elitista y conservadora para abrazar su mercantilización, proceso que estaba mostrando similares características en toda Europa. A lo largo de la primera mitad de los años veinte quedarán patentes las líneas maestras que definirán los rasgos principales del fútbol en la segunda mitad de la década, y que quedarán plasmados en los fuertes enfrentamientos entre la RFEF, clubes y federaciones regionales por el control y gestión del nuevo fútbol profesionalizado, que poco a poco pasará de los tres enclaves pioneros (Barcelona, Bilbao y Madrid), para conseguir expandirse por todo el país.

Al mismo tiempo, se ha podido analizar la importancia que tendrá este deporte como herramienta de construcción de identidades y como medio para ensalzar los supuestos y artificiales valores patrióticos. En el fútbol coincidirán rasgos identitarios locales y nacionales, pudiendo comprobarse que la primera participación de la selección española en una competición internacional, también servirá para que la prensa deje patente que ya no sólo estaban en juego en este tipo de encuentros futbolísticos el prestigio deportivo, sino que conceptos como el "orgullo nacional" también estarán desde este momento dilucidándose en el terreno de juego. Por este motivo, la repercusión que tendrá la victoria y la derrota se amplificará a través de unos medios escritos que estaban alcanzando una difusión masiva, y que también permitirán ir definiendo a lo largo de los años el mito de la "furia española", construcción artificial de un concepto asociado a términos como coraje, lucha, temperamento o pasión, que tratarán de identificar tanto un estilo de juego como una serie de características propias de los españoles.

REFERENCIAS

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  • 1 Agradezco al catedrático de la Universidad Carlos III de Madrid Ángel Bahamonde Magro, el permitirme consultar el cuaderno de recaudaciones del Real Madrid entre 1912 y 1926, documentación que le fue donada previamente por los familiares del antiguo presidente del club, Pedro Parages.

Fechas de Publicación

  • Publicación en esta colección
    Jan-Mar 2014

Histórico

  • Recibido
    12 Oct 2012
  • Acepto
    28 Mayo 2013
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