Acessibilidade / Reportar erro

Sujetar por la herida: una etnografía sobre drogas, pobreza y salud

RESEÑA

EPELE, María. 2010. Sujetar por la herida. Una etnografía sobre drogas, pobreza y salud. Buenos Aires: Paidós. 296p.

Mauricio Berger

Doctor en Ciencias Sociales (Universidad de Buenos Aires), Becario Posdoctoral (CONICET- Universidad Nacional de Córdoba). mauricio.berger@gmail.com

En Sujetar por la herida, la antropóloga e investigadora argentina María Epele trabaja sobre las experiencias de las/os propias/os usuarias/os de drogas para analizar las modificaciones de los vínculos entre drogas, pobreza y salud a partir de las consecuencias de las reformas neoliberales de los años noventa: el aumento de la pobreza y el desempleo, el desmantelamiento de las estructuras del estado de bienestar, la mercantilización de las relaciones sociales. Como señala la autora en la introducción del libro, la pregunta por esos vínculos busca esclarecer las formas en que la economía y la política gobiernan la supervivencia de estas poblaciones con la adopción del método etnográfico, para "determinar los modos en que los procesos macrosociales (económicos y políticos) toman forma y fragilizan, modelan y son modelados, se hacen evidentes, se ocultan y naturalizan, es decir, son vividos, corporizados, padecidos, resistidos y simbolizados por estos conjuntos sociales" (:39).

Basada en un trabajo de campo en tres localidades del Gran Buenos Aires entre los años 2001 y 2005, la investigación se realizó con habitantes de barrios y "villas miseria" metropolitanos, seleccionados en base al mapa virtual de las zonas "peligrosas" a partir de historias de consumo de drogas, de afectados por la epidemia del VIH-sida y de testimonios de la precarización de las formas de vida; de imágenes de violencia, delito y muerte, de la discriminación y el estigma. Epele, investigadora del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de Argentina y profesora de la Universidad de Buenos Aires, se ha especializado en antropología de la salud, ámbito desde el que viene trabajando las intersecciones entre salud, género, pobreza y drogas. La autora ya había investigado sobre el tema en Estados Unidos, donde realizara una etnografía sobre trabajadoras sexuales latinas y consumo de heroína. Estamos entonces ante el involucramiento de la investigadora con el tema, y su convivencia con los límites y dificultades que supone una etnografía en zonas de conflicto, de crisis y marginación.

La narración y el sentido del libro se van tramando desde fragmentos de historias orales, crónicas barriales, trayectorias de vida de usuarias/os y ex usuarias/os de drogas, incluyendo también datos estadísticos y epidemiológicos provenientes de distintas fuentes de organismos estatales y de investigaciones precedentes. Aunque estas fuentes -como indica Epele- sean escasas y revelen que, en Argentina, no son suficientes los estudios nacionales sobre las características del uso de drogas en la población, circunstancia no menor en relación a la complejidad del tema abordado.

María Epele propone que el vínculo con el uso de drogas convierte a la pobreza en un anclaje de producción de negocios, realidades y subjetividades. En el contexto de la expropiación y mercantilización del bienestar en el período neoliberal, utiliza la categoría analítica de "nuevas economías" para referirse a prácticas de intercambio, de consumo, y a estrategias para obtener recursos; a códigos locales, producciones simbólicas, procesos institucionales, experiencias y prácticas corporales; malestares, enfermedades, modos de morir; y en este marco, el consumo como nudo central de prácticas y estrategias capitalistas. En cierta perspectiva del libro, la economía política neoliberal produce (y hace productiva) la nueva pobreza. En esto consisten las "nuevas economías" en tanto economías de los márgenes: el conjunto de procesos que se despliegan usufructuando y extrayendo recursos materiales y humanos de poblaciones vulnerables, que se hacen rentables y extraíbles por la misma desigualdad y vulnerabilidad producida por la expropiación de las mínimas condiciones de bienestar tradicional.

En estas coordenadas podemos ubicar el análisis de las relaciones entre droga y pobreza, en un recorrido en el que se van hilvanando una descripción de las variaciones en las prácticas de uso de drogas con procesos de modificación del lazo social y con la construcción y descontrucción de subjetividades. Como escribe Epele,

La fragilización de los cordones sociales promueve que la superficie del cuerpo, las prácticas y experiencias corporales se convierten en el dominio privilegiado en que los procesos macrosociales y locales se hacen carne y dejan marcas, a la vez que se localizan acciones y prácticas por las que los individuos se apropian de este dominio, al mismo tiempo que se oponen y resisten aquella determinación social. Con el continuo debilitamiento, ruptura y desintegración de estos cordones, los vínculos entre experiencias corporales, los modos de sentir y decir, se reorganizan en un nuevo mapa que para los jóvenes usuarios de drogas, encuentra en el uso y abuso el patrón dominante de desciframiento (:231).

La escritura fragmentada del libro, como señala la autora, se va tramando en dos partes. En la primera, nos introduce a las prácticas de consumo y sus variaciones, desde los tiempos de la cocaína inyectable hasta el consumo actual de pasta base (o "paco"). En particular, esta parte consiste en un abordaje profundo de modificaciones en los códigos del "transar", categoría nativa con la que se refiere a los intercambios. Así, los cambios en las transacciones y prácticas de consumo quedan claramente presentados en el contexto de la crisis argentina de 2001. El análisis del transar que ofrece Epele, como dinámica local en un proceso macroestructural, permite esclarecer la microproducción de desigualdad y las modificaciones de los lazos sociales. Los relatos de los propios usuarios son expuestos desde una perspectiva en que lo macrosocial "se expresa, produce, reproduce y es resistido" en lo local, a través de un recorrido por las "ataduras" corporales, simbólicas, territoriales, sociales y sexuales que, de acuerdo a Epele, definen el transar como "puerta de entrada" a esa economía marginal.

La autora afirma que las experiencias características que adquieren las transas de droga no pueden disociarse de los modos de transar en otros vínculos sociales como el trabajo, la educación y la atención de la salud. Es así que en esa primera parte del libro podemos leer una "arqueología de los intercambios" que incluye crónicas sobre mudanzas en la vida cotidiana y en las formas del transar, que se articulan con las maneras en que se transforman los vínculos locales en una economía neoliberal para pobres, en la que las drogas se han convertido en uno de sus vectores más productivos. Siguiendo esta arqueología, nos encontramos con la progresión de tres lógicas que, según propone la autora, iría de la lógica del compartir a la empresarial y de ésta a la del "consumir(se)". A partir del material etnográfico, podemos apreciar modificaciones en los modos de apropiación y dinámica territorial que configuran las redes de usuarias/os, y el cambio de un vocabulario biopolítico que da cuenta de esa diferenciación y progresión en el tiempo de las formas de los intercambios. En términos de la autora, modos de respetar y compartir, defender, castigar, disciplinar, esperar y hacer el "aguante" a las innovaciones que introduce la lógica empresarial: cobrar, pagar, acumular, prestar, asustar, coimear, robar, matar.

A través de distintos ejemplos, Epele muestra las relaciones entre la desarticulación de las redes y el trazado de nuevos flujos y modos del transar, y el ascenso de una forma más individualista como derivado también de nuevos marcos morales: la pérdida de eficacia simbólica de la ley, la desprotección y descuido por parte del estado. Aquí podemos leer fragmentos de historias que hablan, por un lado, del aumento de la represión y de una criminalización policial de la población, y por otro, de la culpabilización y responsabilización de las personas en las prácticas compulsivas de rehabilitación por consumo de psicofármacos.

La segunda parte del libro prosigue con el abordaje de historias sobre dichas prácticas, como la criminalización y culpabilización del consumo, los mandatos sociales y médicos de autocuidado, las relaciones conflictivas con el sistema de salud. En este sentido, se destaca el despliegue de lo que la autora llama un dispositivo policial-judicial-sanitario, que establece el tratamiento de rehabilitación compulsiva; un control que se presenta críticamente como dispositivo que produce jóvenes pobres-adictos-institucionalizados.

En relación al funcionamiento de este dispositivo, y de los obstáculos para acceder a un sistema de salud fraccionado y en decadencia, Epele introduce como elemento de análisis la "lógica de la sospecha". Ésta consiste en interpretaciones y explicaciones de las poblaciones vulnerables que indican una dimensión de su experiencia, la de pensarse desde esas prácticas institucionales y procesos de exclusión como sujetas a un complot, a un plan de aniquilación poblacional. La autora afirma que esta "lógica de la sospecha" es pensamiento corporizado en posiciones, emociones, cuidados, que denuncia los roles de las instituciones y sus agentes, y que explica tanto las razones de la vulnerabilidad como las estrategias de supervivencia.

Al respecto de tales estrategias de supervivencia, en el desarrollo de la narración nos encontramos con el "rescate". Esta categoría nativa refiere a prácticas, saberes y modos de regular y detener el consumo. Orientado al cuidado, incluye dinámicas emocionales: el rescate por amor, un vínculo que la autora establece entre intimidad, pareja, supervivencia, y que es elaborado también en discusiones que Epele plantea incorporando la perspectiva de género en relación al uso de drogas.

También resulta interesante en este punto del relato la descripción y análisis de lo que la autora denomina la privatización del cuidado, conductas de autorresponsabilización que van configurándose como resultado de la reestructuración de instituciones -estatales y no estatales- y de la reformulación de los espacios sociales. Saberes y técnicas sobre los modos de tratar, experimentar, sentir e intervenir sobre el propio cuerpo y el de los otros que, como Epele indica, son indisociables de las dinámicas de subsistencia, género y sexualidad, violencia, familia, instituciones, territorio.

Desde el análisis de las prácticas corporales -en clave de una economía política de las emociones- y de los procesos de reconocimiento social e intersubjetivo, Epele señala que estas poblaciones han sido sometidas a modificaciones en los regímenes de visibilidad y ocultamiento, en sus modos de habitar y transitar territorios urbanos, en sus formas de ver y ser mirado por otros sectores sociales. Al respecto, la autora afirma que la combinación entre uso de drogas, pobreza y juventud se ha convertido en uno de los nudos en que lo abyecto toma cuerpo, rostro y nombre en los nuevos mapas sociales. De tal modo, concluye, quedar por fuera sería un punto límite en que la categoría de lo humano se ve conmovida y fracasada la dialéctica compleja entre dignidad y supervivencia.

Finalmente, encontramos las crónicas y el análisis de las consecuencias de la muerte joven, entre la normalización y la naturalización, y la politización. Serían formas de resistencia tanto existencial cuanto política las prácticas de rescate y la organización de madres y familiares de víctimas del consumo para exigir al estado el reconocimiento de este problema social. Así, la vulneración social se vincula a lo que Epele llama una lucha epistemológica: la búsqueda de alivio de las condiciones de dolor y sufrimiento relacionados con la pobreza y la marginación incluye el develamiento de las condiciones de sometimiento y opresión, productoras del malestar. Frente a la normalización de la muerte por drogas, por ejemplo, que hace que "la vida propia y la de las otros se convierta en menos que vida", el estatuto de realidad y de verdad de experiencias, narraciones y eventos en estas poblaciones puede ser -y es- identificado como un núcleo problemático generador tanto de malestares y dolencias como de estas autoadscripciones de las/ os usuarias/os de drogas.

Al completar la lectura del libro podremos realizar distintas apropiaciones en torno a cómo pensar la producción de subjetividad en los difíciles contextos abordados por la autora y en relación a los macro-procesos políticos y económicos. A modo de comentarios que surgen de estas apropiaciones posibles, coincidimos con Epele en que las politicas y las economías reformulan continuamente la autonomía y soberanía de los cuerpos individuales y sociales; compartimos con ella que estos procesos no se producen de forma estática sino contingente. Para no suscribir a una heurística que sólo nos permita hacer una y otra vez la misma descripción de los procesos de subjetivación, aquella que reitera los términos de la producción de sujetos como efectos de estructuras de poder, nuestra comprensión también puede orientarse hacia la posibilidad de otra biopolítica que no es la de la sujeción y el control social, incluso en las situaciones más extremas de vulneración y precarización social; una relación de poder no sobre la vida sino a favor de la vida.

En ese sentido, Epele recupera prácticas que van desde el rescate y el cuidado individual a la politización en las asociaciones de madres que reclaman al estado. Sin embargo, a excepción de dicha noción de rescate, este es un aspecto que cuenta con poco desarrollo en el libro. La autora señala que esos mismos vínculos y relaciones en ruptura y desintegración se convirtieron en base de fuentes y recursos para el desarrollo de "nuevas aunque frágiles y precarias prácticas y estrategias, redes y demandas al estado" pero que, debido a dicha fragilidad de las dinámicas y a las características de las lógicas de la vida cotidiana en los barrios analizados, estas prácticas y estrategias se ven expuestas al fracaso. Si bien la autora nos ha prevenido ya que este aspecto no constituye parte de los desarrollos centrales del libro, aquí hay una posibilidad de análisis que merece ser explorada. Si, como acertadamente afirma Epele, los modos de sentir las experiencias corporales, las formas de regulación del placer y el dolor están atados a las formas en que la vulnerabilidad social toma cuerpo y marca personas y conjuntos sociales es desde ese mismo lugar, desde ese sentir placer y padecer que se abre la posibilidad de otro uso de los cuerpos, de una crítica a los modos de sujeción y de una reapropiación de formas de subjetivación alternativas -y antagonistas- a aquellos que los procesos económicos y políticos macro-sociales pretenden trazar.

Esta posibilidad de análisis guarda una íntima relación con otra cuestión que genera la lectura del libro. Se trata de reflexionar sobre los marcos que se configuran desde la investigación académica para pensar las vidas de las/os otras/os en situaciones de vulneración y precariedad social, como en el caso del presente libro. Al respecto podemos decir, con Judith Butler, que la capacidad epistemológica para aprehender una vida es parcialmente dependiente de que esa vida sea producida según unas normas que la caracterizan, precisamente, como vida; lo que da lugar a su vez al problema ético de saber qué hay que reconocer y qué hay que resguardar contra la lesión y la violencia (Butler, 2010). Los marcos que operan para diferenciar las vidas que podemos aprehender de las que no, los esquemas de inteligibilidad de esas vidas, son históricamente contingentes. Los sujetos se constituyen mediante normas que, en su reiteración, producen y cambian los términos mediante los cuales se reconocen; nuestra capacidad de discernir y nombrar al sujeto depende de estas normas pero, al mismo tiempo, sería un error entender el funcionamiento de las normas de modo determinista.

Frente a ello, podemos visualizar, sobre las conclusiones del libro, un camino posible de indagaciones sobre los procesos y experiencias en las que, aun en situaciones de vulneración y precarización social, se generan otras subjetivaciones en las que se afirma y defiende el valor de la vida.

  • BUTLER, Judith. 2010. Marcos de Guerra. Las vidas lloradas Buenos Aires: Paidós.

Fechas de Publicación

  • Publicación en esta colección
    12 Ago 2011
  • Fecha del número
    Abr 2011
Centro Latino-Americano em Sexualidade e Direitos Humanos (CLAM/IMS/UERJ) R. São Francisco Xavier, 524, 6º andar, Bloco E 20550-013 Rio de Janeiro/RJ Brasil, Tel./Fax: (21) 2568-0599 - Rio de Janeiro - RJ - Brazil
E-mail: sexualidadsaludysociedad@gmail.com