Open-access Los investigadores en el maëlstrom: las políticas de evaluación científica y las gramáticas emocionales

Resumen

Este trabajo se sitúa en la intersección entre la antropología de las emociones y la sociología de los intelectuales. Su objetivo es examinar: a) la relación entre las políticas de evaluación científica en Brasil, que se orientan por el incentivo a la competencia, y las gramáticas emocionales así suscitadas; y b) el lugar de las emociones en la producción del conocimiento. La metodología empleada fue la entrevista en profundidad con los investigadores brasileños sobre sus trayectorias, la dimensión emocional de sus experiencias de éxito y del fracaso y sus alianzas, rivalidades y conflictos. El trabajo pretende contribuir a la comprensión de los dilemas y problemas suscitados por esas gramáticas emocionales generadas por el imperativo a la competición, implícitamente incentivado por los principios que guían las políticas de evaluación científica en Brasil, y del consecuente sufrimiento en la vida académica, con sus impactos sobre el desempeño de los programas de posgrado, la producción del conocimiento y las trayectorias de los investigadores.

Palabras clave: emociones; políticas de evaluación científica; producción de conocimiento

Resumo:

Este trabalho se situa na interseção entre a antropologia das emoções e a sociologia dos intelectuais. Seu objetivo é examinar: a) a relação entre as políticas de avaliação científica no Brasil, norteadas pelo incentivo à competição, e as gramáticas emocionais assim suscitadas; e b) o lugar das emoções na produção de conhecimento. A metodologia é a entrevista em profundidade com pesquisadores brasileiros sobre suas trajetórias, a dimensão emocional de suas experiências de sucesso e de fracasso e suas parcerias, rivalidades e conflitos. O trabalho pretende contribuir para a compreensão dos dilemas e impasses suscitados por essas gramáticas emocionais geradas pelo imperativo da competição, tal como implicitamente incentivado pelos princípios norteadores das políticas de avaliação científica no Brasil, e do consequente sofrimento na vida acadêmica, com seus impactos sobre o desempenho dos programas de pós-graduação, a produção de conhecimento e as trajetórias dos pesquisadores.

Palavras-chave: emoções; políticas de avaliação científica; produção de conhecimento.

Abstract:

This paper intertwines two fields: anthropology of emotions and sociology of intellectuals. It aims to examine (a) the relationship between scientific evaluation policies, in which the incitement to compete plays an essential role, and the emotional grammars therefore elicited; and (b) the role of emotions in the production of knowledge. Methodology is the conduction of in-depth interviews with Brazilian researchers about their careers, the emotional dimension of their success/failure experiences and their partnerships, rivalries and conflicts. The paper intends to contribute to the understanding of dilemmas and tensions elicited by these emotional grammars created by the competition imperative, such as implicitly stimulated by scientific evaluation policies´ guidelines in Brazil, and the derived suffering in academic life, with its impacts on graduate programs‘ performances, on the production of knowledge and on individual researchers‘ careers.

Key words: emotions; scientific evaluation policies; production of knowledge.

Introducción

La propuesta de estudiar “las emociones en la academia” puede ser comprendida de diversas formas: como el examen de la “cultura emocional” de la academia, como hace Charlotte Bloch (2012); como una reflexión acerca del lugar del afecto en la producción del conocimiento, como hicimos en otro lugar (Coelho, 2019); o como proponemos aquí, como un análisis de la articulación entre la academia como institución y las gramáticas emocionales engendradas por esta.

Para empezar, es esencial definir un poco más nuestro objeto de investigación: no se trata de analizar la articulación entre las emociones y la academia como institución en todos sus aspectos, tales como régimen de trabajo, conceptualización de carrera, sistema de ingreso y otros. Nuestro foco está en un aspecto específico de la organización de la institución “academia”: las políticas de evaluación científica. Planteamos aquí analizarlas bajo un prisma particular: su relación con las emociones relatadas por investigadores con respecto a sus experiencias profesionales.

Este diseño inserta al artículo en la rúbrica del estudio socioantropológico de las emociones y, en el mapa de esta área de investigación, lo coloca en diálogo con un conjunto particular de trabajos que abordan las emociones en contextos institucionales y/o profesionales, tal como Geraldo Condé (2017) sobre los periodistas o Daniel Seabra Lopes (2017) sobre los corredores de la bolsa de valores. Específicamente sobre la academia, podemos citar Ana Spivak L’Hoste (2017) acerca de las trayectorias de los científicos del área de la física nuclear en Argentina, Jack Barbalet (2002) acerca de la tensión entre racionalidad y emociones en la visión de científicos en relación a sus trayectorias o la propia Bloch (2012) que analiza la academia dinamarquesa.

En común, estos trabajos presentan un punto en cuestión: la manera como los datos desafían las representaciones del sentido común occidental en el que los universos profesionales e institucionales serían refractarios a las emociones, comprendidas con frecuencia como disruptivas de los ideales de buen desempeño (Coelho e Durão, 2017). En el caso específico de la academia, vale recordar la observación de Bloch sobre la risa que su tema de investigación suscitaba en sus colegas:

Cuando digo a mis colegas que estoy investigando las emociones en la Academia, ellos sonríen y algunos hasta se ríen. De acuerdo con la literatura, la risa viene, entre otras cosas, de la consciencia de la incompatibilidad entre cuadros de referencia. Mis colegas se ríen porque vivencian las emociones y la Academia como incompatibles. (2002: 113, traducción nuestra)

Los datos analizados aquí consisten en un conjunto de trece entrevistas en profundidad realizadas con investigadores senior de las áreas de Ciencias Exactas vinculados a instituciones públicas de enseñanza/investigación con sede en Río de Janeiro.1 Son siete mujeres y seis hombres, con edades entre 47 y 79 años. El tiempo de titulación (doctorado) varía de 17 a 43 años (cuatro con tiempo de titulación superior a 35 años, ocho con tiempo de titulación entre 20 y 27 años y uno con doctorado concluido hace 17 años). Son cinco investigadores del área de Matemática, cuatro del área de Física, dos de las áreas de Ingeniería, uno del área de Química y uno de Oceanografía.

El guion de las entrevistas contempló los siguientes temas: a) el relato de su trayectoria como investigador; b) las principales alianzas/asociaciones y las rivalidades/conflictos; c) la relación con los directores de tesis y los tesistas; d) las experiencias con procesos de evaluación, como evaluado y evaluador, lo que incluye tanto los momentos de gratificación como los episodios de frustración.

El análisis de los relatos de los entrevistados se enfoca en un conjunto de sentimientos - admiración, vergüenza, humillación, desprecio - que tiene en común la relación inextricable que entablan con la construcción de la autoestima. Como tema de fondo, está el incentivo a la competencia que marca las actuales políticas de evaluación científica en Brasil, tal como lo expresado en los sistemas de evaluación y en las convocatorias de las agencias públicas de fomento. Ese incentivo, profundamente acentuado por transformaciones de esas políticas ocurridas a partir del final de los años 1990, estaría provocando - y esa es nuestra hipótesis - un descompás entre el campo y el “habitus” en los investigadores sénior, es decir, lo que Pierre Bourdieu llamó de “histéresis”.

En las consideraciones finales, presentamos un conjunto de sugerencias a respeto de la contribución que ese tipo de análisis, al tomar como caso la academia brasileña, puede dar para una comprensión más fina del impacto de las políticas institucionales sobre la rutina de los científicos y en relación a los sentimientos a estas asociados.

La Histéresis, La Autoestima y Las Emociones

En su “biografía sociológica” de Wolfgang Amadeus Mozart, Norbert Elias (1995) parte de una inquietud: ¿Cómo un músico tan extraordinario puede morir con la sensación de ser un fracaso?

En busca de una respuesta, Elias analiza la figuración social de la época, que articula con el origen burgués de Mozart y las formas de financiamiento y disfrute de la música desde entonces. Su intención es mostrar que el talento de Mozart no encontraba canal de expresión adecuado y, por lo tanto, su carácter extraordinario no podría ser reconocido. Desde ahí viene la discrepancia entre lo que él era para los otros y lo que era para sí mismo:

En aquel momento, vino la luz la discrepancia - tan marcante en Mozart - entre una vida social llena de significado al ser vista objetivamente, más precisamente a partir de una perspectiva del ‘él’, y la vida cada vez más sin significado, cuando vista de la perspectiva del ‘yo’, o sea, el punto de vista de sus propios sentimientos. (p. 12)

Sin embargo, afirma Elias, Mozart “no tenía la menor idea de lo que estaba sucediendo”. Es decir: su infelicidad, sus ambiciones no realizadas, las sentía como algo incomprensible: solo le restaba hundirse en la angustia del fracaso. Elias construye, así, la autoestima como un problema de la teoría social, y nos ofrece, a través del concepto de “figuración”, una manera de abordar sociológicamente el drama de Mozart por medio de un concepto capaz de explicar su etiología social.

El andamiaje teórico de Elias para dar cuenta de una experiencia de fracaso, resulta más interesante porque al ser vivida por un músico hoy considerado extraordinario, puede ser aproximado de la sociología de Pierre Bourdieu en su preocupación con trascender la dicotomía entre determinación social y elección individual. Los dos sociólogos atribuyen, en sus modelos teóricos, enorme importancia al problema del cambio social, entendido por ambos, al mismo tiempo, como no planeado y dotado de orden y sistematicidad.

El concepto de “histéresis” se sitúa en la confluencia de los conceptos de “campo” y “habitus”, y se encuentra directamente relacionado, por un lado, con el problema de la relación entre determinación social y libertad en las elecciones individuales, y, por otro, con atención para el cambio social en el proyecto teórico de Bourdieu.

Karl Maton (2018), parte de la pregunta formulada por el propio Bourdieu - “¿Cómo las conductas pueden ser reglamentadas sin ser producto de la obediencia a las reglas? (Bourdieu, 1990: 83, apud Maton, 2018, p. 75) - recupera la definición clásica y tan conocida del habitus (“una propiedad de actores (sean individuos, grupos o instituciones) que es compuesta de una ‘estructura estructurante (...) y estructurada’ (Bourdieu, 2007: 164, apud Maton, 2018, p. 75) y la explora, al mostrar que la formulación “estructura estructurada y estructurante” realiza, más allá del juego de palabras, una compleja articulación entre el pasado y las circunstancias actuales (“estructurada”), a las prácticas actuales y futuras (“estructurante”) y les da sistematicidad (“estructura”). El habitus, sin embargo, no es en lo que se dice respeto solamente para la práctica y para la cognición, va más allá de los modos de actuar, pensar y ser: el habitus es también - y para los propósitos de este texto, evidentemente, crucial - un modo de sentir.

El habitus tiene el poder de condicionar “aspiraciones, esperanzas, razonabilidad” (p. 85). A pesar de su poder de estructuración, sin embargo, el habitus no existe autónomamente, está siempre en relación con el “campo”. Y, debido al lugar que ocupa el problema del cambio social en el modelo teórico de Bourdieu, existe siempre la posibilidad del “desencaje” entre el habitus y el campo (p. 84), lo que crea situaciones de “histéresis”. El autor explica así el “efecto de histéresis”: “Por lo tanto, podemos tener situaciones donde el campo cambia más rápidamente de lo que los habitus de sus miembros, o en direcciones distintas de estos. De ese modo, las prácticas de los actores pueden parecer anacrónicas, obstinadamente resistentes o mal informadas.” (p. 87)

El habitus, sin embargo, no trabaja solo. Su articulación con las nociones del “campo” y la doxa son fundamentales para comprender el esfuerzo de la conciliación entre determinación social y elección individual.

De acuerdo con Patricia Thomson (2018), el campo sería una construcción humana con creencias propias que “racionalizan las reglas del comportamiento en el campo” (p. 99). La doxa sería “la jerga común dentro del campo” (p. 99). La relación entre campo, doxa y estrategias individuales también nos dice del problema de la consciencia que el actor social tiene de sí y de sus actos: “La doxa desconoce (...) la lógica de la práctica que opera en el campo, de modo que, aunque sean confrontados con el propósito de la (re)producción social del campo, los agentes logran explicarlo sin reflejar al respecto.” (p. 99)

El campo, por lo tanto, no tiene creador: además según Thomson, es algo que “nadie ha inventado”. Siguiendo a Bourdieu en su Esbozo de Autoanálisis, la autora afirma: “... una vida solo puede ser comprendida en términos de su trayectoria a través de los campos sociales específicos.” (p. 107)

Para los nuestros propósitos, el concepto fundamental de ese andamiaje teórico es la “histéresis”. La histéresis realiza, según Cheryl Hardy (2018), una conexión entre el cambio sistémico (“transformación del campo’’) y respuesta individual y subjetiva (“habitus alterado”) (p. 193). Esta sería “una condición del campo que afecta a los individuos en un espacio social” (p. 171). Hardy caracteriza así la histéresis:

“Por lo tanto, las características-clave del fenómeno de la histéresis surgen de un contexto científico donde es un término que describe un tipo particular de cambio que envuelve un desencaje y una distinción en el tiempo entre el cambio de cada uno de los elementos ontológicamente distintos, pero interrelacionados que antes ‘estaban bien comportados’. La histéresis, como el término que Bourdieu utiliza en sus escritos teóricos, sigue ese camino y es utilizada para describir la perturbación en la relación entre los habitus y las estructuras del campo a las cuales ellos no más corresponden. Es un concepto utilizado para describir los efectos del cambio en las estructuras de cualquier campo particular de donde ocurra, por lo menos por un tiempo, una ruptura en la autorregulación (habitus) que estaba establecida para encajar un individuo en la sociedad.” (p. 172)

El concepto de histéresis se utilizará como una vía de doble sentido. Por un lado se trata de recurrir a los modelos teóricos capaces de dar cuenta del “desencaje” entre organización de la vida social y aspiraciones individuales para analizar los sentimientos presentes en los relatos de nuestros entrevistados; por otro, de esbozar un cuadro acerca de los efectos que han tenido las políticas de evaluación científica formuladas en Brasil a partir de los años 1990, las generaciones de investigadores cuyos “años de formación” se dieran cuando el campo de la academia era pautado por “principios generadores” distintos.2

El objetivo principal de nuestro análisis es el conjunto de estrategias utilizadas por los investigadores entrevistados para lidiar con los dictámenes de las políticas de evaluación científica (que alteran procedimientos y crean expectativas distintas de las que los científicos han atendido regularmente) y con las emociones suscitadas por los conflictos, éxitos y fracasos vivenciados en su trabajo de investigación en el contexto de las instituciones brasileñas. Doctores hace más de veinte años, estos investigadores vivenciaron, en el periodo transcurrido desde su proceso de doctorado (o, en algunos casos, desde el inicio de sus carreras) hasta el momento de la entrevista, diversas transformaciones radicales en el sistema de evaluación científica brasileño.3

Entre esas transformaciones, podemos citar: a) la creación, en 1999, de la Plataforma Lattes (sistema en línea de currículos del Conselho Nacional de Pesquisa e Desenvolvimento - CNPq), en la cual todos los investigadores brasileños tienen que estar registrados y con sus currículos permanentemente actualizados, una vez que la Plataforma Lattes es utilizada para evaluación tanto de las candidaturas individuales a las convocatorias de apoyo a proyectos como de los programas de posgrado); b) la creación, en 1998, del Qualis Periódicos (sistema de evaluación y clasificación por estratos de los periódicos científicos de la Coordenação de Aperfeiçoamento de Pessoal de Nível Superior - CAPES), que se utiliza para evaluar la calidad de la producción científica de los investigadores (individualmente) y de los programas de posgrado para la creación del ranking, con impacto directo en la distribución de recursos (becas y fondos para funcionamiento); c) la institucionalización de los procedimientos sucesivamente creados como criterios de evaluación de los programas de posgrado dada la expansión del sistema reglamentado por el Parecer 977-65 que orienta a la implantación del posgrado en Brasil, y ampliado sobre todo desde los años 1990 (Lima, 2019).

Esas iniciativas, tomadas en conjunto, tienen un gran impacto sobre el cotidiano del trabajo de investigación, lo que le exige, entre otras cosas, una atención incesante para los indicadores de “calidad” así producidos, una vez que evaluación institucional de programas de posgrado, la evaluación individual de investigadores y el ranking de los periódicos se “retroalimentan”. Un ejemplo: la obtención de la beca de productividad en investigación del CNPq se toma en consideración en la evaluación hecha por la CAPES de los programas de posgrado (el número de becarios entre los profesores es un criterio de evaluación del programa); por su parte, el número de publicaciones en periódicos bien “rankeados” por la CAPES es criterio decisivo en la evaluación hecha por el CNPq de las candidaturas individuales a las becas de investigación. Y todo el proceso de evaluación toma por base la actuación declarada en la Plataforma Lattes, utilizada no solamente por el CNPq y por el CAPES, sino también por las FAPs (fundações estaduais de apoio à pesquisa).

Es en medio de ese conjunto de orientaciones y exigencias que los investigadores entrevistados se mueven, y desarrollan estrategias no solamente para ser exitosos, sino principalmente - es ese nuestro objeto de reflexión acá -, para elaborar explicaciones para sí mismos de sus éxitos, fracasos, conflictos y expectativas, y, en particular, para lidiar emocionalmente con estos. Al tomar en consideración que ese conjunto de directrices se creó a lo largo de sus trayectorias profesionales (y, en muchos casos, empezó al poco tiempo de la conclusión del doctorado), formulamos como hipótesis que este grupo de entrevistados ha vivenciado a lo largo de sus carreras, un momento de “desencaje” entre el campo y habitus - es decir, una situación de “histéresis”. O aun, al ponerlo de otra forma: la socialización profesional inculcada en sus años de formación (que, en varios casos, pautó también la fase inicial de sus carreras) seguía el habitus de un campo específico, profundamente alterado a partir de los años 1990, lo que significa decir que el modo como se prepararon para desarrollar sus carreras - su habitus - fue atropellado por alteraciones institucionales - alteraciones en el “campo”. Es a esto que nos referimos como una situación de “histéresis”.

Elias, al comentar la suerte de Mozart, afirma que él no tenía la menor idea de lo que estaba sucediendo. Esa inconsciencia le provocaba la sensación de estar por fuera del ambiente, y atribuía a sí la responsabilidad por él malestar que el “ser dejado de lado”, o no ser reconocido, le provocaba. Otra sería la situación si él “tuviera idea de lo que estaba sucediendo”. En los términos de Bourdieu, tener idea de lo que estaba sucediendo significaría mantener una relación particular con la doxa, marcada por un grado de distanciamiento que le permitiría la plena comprensión del campo y del propio habitus - grado ese que va poner en jaque el propio andamiaje teórico, una vez que supone un actor social capaz de “escapar” del campo que define su habitus, situándose fuera de este en la posición de un observador distanciado.

Y acá llegamos a la pregunta que guiará nuestro análisis: si el habitus, como afirma Maton (2018), involucra no solo modos de actuar y comprender, sino también de sentir, ¿cuáles son las gramáticas emocionales presentes en la experiencia de eses investigadores que desarrollan su trabajo en medio de ese momento de la historia de la investigación en Brasil, momento este que sugerimos poner, a los investigadores de esa generación, en una situación de “histéresis”?

* * *

Los afectos surgen de diversas maneras a lo largo de los relatos, en una profusión de situaciones. Al preguntar sobre su relación con sus colaboradores de investigación, un entrevistado responde:

Aunque no sea verdad, tengo que creer que existe una complicidad emocional. Si no para mi no funciona. (...) Para mi modo, para mi modus operandi, solo funciona así. (...) Creo que dependo de eso, necesito, me gusta esa cosa de la complicidad. ¿Puedo trabajar con otras personas técnicamente? Nunca salió bien. Todos nuestros trabajos que fueron al frente ocurrieron cuando tenía complicidad. (...) No es de mi naturaleza. (...) Pero de hecho yo me considero una persona totalmente emocional, soy una persona del instinto. Yo de vez en cuando no sé por qué pienso alguna cosa, ahí me pongo a hacer teorías de porque pienso aquello, pero la verdad quién comanda mi vida es mi estómago. (...) (Alexandre)4

La proximidad afectiva (la “complicidad”) entre los colaboradores de investigación surge aquí como condición sine qua non para la producción científica, lo que deja borrosa la prescripción de “asepsia emocional” que marca, como comentamos en la apertura de ese texto, los desempeños idealizados de tantas profesiones - la academia entre ellas. Ese aspecto surge también en otros testimonios:

Creo que, por ejemplo, con mi colega, es mi amiga, una amiga, amiga, así que vamos a hablar de varias otras cosas eventualmente marc… viajar,, juntas y tal y el trabajo, cierto.. (...)

Pero lo qué hace una diferencia con esa compañera es la libertad (Beatriz)

Y aun de manera más explícita y elaborada:

¿Cuál es la importancia de la amistad en eso? Dices que primero que todo son sus amigos, esos colaboradores…

Para mí es muy importante. No me veo trabajando con una persona con la que no tenga afinidad,con la que no me siento cómoda… (...) No podría trabajar con alguien que no tuviera admiración, y cuando digo una admiración, o un respeto, no estoy diciendo de la matemática, estoy hablando de una manera general, ya sabes, así… yo… una persona que yo considere. Pero en el caso tuve… tengo la suerte de que mis grandes colaboradores son grandes amigos.

¿Por qué eso es importante? ¿Piensas acerca de eso, así?

Ah, porque creo que sí. Porque creo que primero, te expones mucho, cierto; Tu… tienes una idea, que es una bobada, dices una bobada, es decir, da una sugerencia que no… que no hace sentido e… é… é… entonces tiene que estar cómodo para [risa] hablar bobadas para, cierto, tienes que arriesgarte, ¿no? Haces una investigación, tienes que arriesgarte y… y… bueno, yo soy así. Creo que caso yo diga una bobada para alguien que no conozca voy a sentirme muy mal, no voy a gustar y cuando es amigo tú puedes… entonces… entonces es eso.

Necesita tener confianza de poder correr riesgos juntos y necesito … saber que la persona… continuará también apreciándome de la misma manera que la aprecio. (Guilherme)

Un tercer relato parece confirmar esa importancia del afecto en la colaboración intelectual, en un recorrido similar, pero, al contrario:

Mi mayor es la admiración por el intelecto de la persona. Ese incluso lo tomé en mi vida personal, con mi ex marido (risas), creo que fue mucho más por su intelecto que por el afecto. Es… realmente es lo que me cautiva en una persona es lo intelecto, ahn… eso es un poco enfermizo también, pero es el intelecto, entonces sí reconozco en él una persona el intelecto brillante, la capacidad de la… de… de una sinergia en la producción, yo voy (...) (Célia)

Aquí, en vez del afecto permitir y favorecer el intercambio de ideas por contrabalancear la posible vergüenza provocada por el equívoco (en su capacidad de exponer una fragilidad, la discapacidad personal), el afecto es producido por la admiración intelectual. La lógica explicitada por Célia parece desnudar así aquello que Guilherme y Beatriz comentan acerca de la importancia del afecto en el intercambio intelectual: para Celia, la admiración produce afecto; para ellos, el afecto protege de la vergüenza. Al fondo, se trata de la misma articulación entre el pensar y el sentir: si pienso bien acerca del otro, me gusta; si me gusta él, pienso bien acerca de él (aunque cuando se “expone” de modo equivocado).5

La vergüenza y la admiración aparecen, así, como los dos lados de la misma moneda, formando un complejo en que el amor/la amistad participa a veces como “mediador”, complejo atravesado por el tema de la autoestima. Pero, en nuestros relatos, la vergüenza dialoga también con otros sentimientos, y crea otros “complejos emocionales” con la humillación, la rabia y el desprecio.

Un entrevistado narra así una situación que se sintió humillado por su orientador (quien ya lo había llamado “idiota” en otra situación, también pública):

Entonces él estaba así… entré… entré con mi material y él gritando, vociferaba… y decía ‘eso es una payasada, una payasada‘(...) Yo le dije : ‘payasada no, no soy un payaso, estoy acá estoy trabajando’. Y, así, fue muy marcante, porqué fue una persona a la que las personas le tienen miedo. Y una persona, un investigador respetado, 1A en el CNPq, profesor titular. (...) y de pronto tiene un alumno que empezó a gritarle también y responderle(...) Y vino a mi con su dedo, es… es un poco más alto que yo, con él dedo levantado, en frente de todos. (...)

¿Volviendo para la primera situación, cierto? Que él te llamó de idiota… en el momento, así, ¿cuál fue la sensación? La sensación, ¿cómo definiría? ¿Te dio rabia?

Casi que impotencia, impotencia, Te quedas sin acción… (...)

¿Así esa vez cree que reaccionó por qué?

Ah, no sé, porqué yo ya venía de una situación, esto ya venía ocurriendo desde hace mucho tiempo, aquella situación. Estaba trabajando mucho y allí claramente fue una situación injusta. (...) Ahí entonces aquella cosa que sube desde el vientre de sí y no lo soporta. Y cuando sube explota no lo logras mantener. Fue esa la situación.

¿Haber hecho eso que provocó en ti? ¿Cuál fue el sentimiento?

Ah, de cierta forma, así, en el comienzo bien… había terminado allí mi doctorado, de inicio, claro, pero después yo mismo no sentí nada, pero alrededor mi moral subió mucho (...). Entonces fue bueno, resultó ser bueno. (risas)

Eduardo describe una situación emocionalmente compleja, en que la actitud del orientador lo deja, en una primera ocasión, con un sentimiento de impotencia. En la segunda ocasión, de contornos semejantes - las críticas comprendidas como injustas hechas en público de forma irrespetuosa -, su reacción es de una “explotación” - “aquella cosa que sube desde el vientre de sí y no lo soporta”. La metáfora de la verticalidad es apuntada por Katz (2013 [1998]) como típica de la dinámica humillación-rabia: si la humillación rebaja, la rabia “revierte” y explota. El comentario de Eduardo es atravesado por metáforas verticales: los tonos de voz “suben” y “bajan”, la moral “sube”.

Humillación y rabia son así, en el análisis de Jack Katz, ambos sentimientos “verticales”, pero con doble sentido. Es por esa razón que pueden rápidamente revertirse uno al otro, con la humillación (sentimiento que Katz describe como una tomada del control del sujeto, lo que define quien es él, y le parece ser eterno, en el momento), y puede ser compensada por esa rabia. Esa es la dinámica que Eduardo describe haber vivido, incrementada aún de un “ganancia” de respeto por parte de los compañeros: al insurgir contra un “superior”, su moral “sube”.

Sentimientos de vergüenza o humillación aparecen también en situaciones de evaluación, donde los entrevistados no son exitosos en pleitos de naturalezas variadas - sumisión de artículos, concursos o candidaturas a becas o convocatorias. Algunos ejemplos:

(Hablando acerca de la candidatura a la beca de productividad en investigación del CNPq)

hubo una vez en que me molesté bastante, primero que, en el parecer, quedó claro, así, que el árbitro dice: “ah, ella solo tiene tantos artículos en diez años, entonces eso es poco”, y ahí yo tenía más artículos de lo que eso diez, intenté entrar con recurso, pero eso, en la verdad, descubrí que es inocuo, porqué ellos no tenían becas sobresalientes para dar (...)

Entonces me molesté… es… una otra vez que… que un parecer estaba muy bueno, otro era raz… era bueno, así, no era nada enfático, pero era bueno, pensé: ‘ ah, yo no atendí la demanda’, y de esa vez yo miré, cierto, comparé, así, abrí varios currículos de personas que sabía que ahí realmente tenían la percepción, sí, de que… ah… dice así: ‘ah, no atiende la demanda’, creí ser un poco injusto, así, (...) Aburre, aburre un poco esto (...) En la verdad, el año pasado yo dije: ‘ ah, voy a pedir’ (...) Ahí cuando miré, al fondo encontré un acto fallido, cierto, ya había pasado el plazo, y le dije: ‘bueno, de… ¿pido o no pido?’... hm… e… había… el plazo decidido por mi [risas], acabé no pidiéndolo. (Beatriz)

(Hablando acerca de la candidatura a la beca Científicos de Nuestro Estado de la FAPERJ)

Tengo una producción razonable y para ese tipo específico nadie lo podría hacer, solo yo. Por qué es el Científico de Nuestro Estado. Tiene que ser investigador 1, tiene que tener alumnos de doctorado. Y… y… y él… si… ese investigador más antiguo ha dicho: ‘bueno, deberías pedir en nuestro nombre.’ (...) Entonces yo debía pedir, porqué soy el único que podría. (...)

¿Hiciste eso?

Lo hice, pero no gané (risas). lo hice, pero no gané. (...)

Y eso ‘no’ del CNE,¿eso fue reciente, actual?

2013 fue la primera vez, es… ahí viajé, 2016 estaba afuera, no gané, fue 2000 y… el año pasado, pero con baja prioridad, entonces todas las veces lo perdí.

¿Eso te impacta de alguna forma? ¿Cómo lidiaste con eso?

Así… no, así, es… sería bueno tener, pero, no salió, no salió, voy para frente, cierto (risas). (Eduardo)

(Hablando acerca de la candidatura a la beca de productividad en investigación del CNPq)

Y envié mi… hice mi pedido, lo rechazaron. Ahí dije: ‘todo bien… así es la vida’. lo rechazaron, tuve una respuesta diciendo: ‘de hecho, el candidato está… volvió a producir… pero aún es temprano para evaluar… vamos a esperar para ver … sea el caso va a continuar de todos modos o no, caso fue solo un (risas) arranque. (Guilherme)

(Hablando acerca de la candidatura a la beca Científicos de Nuestro Estado de FAPERJ)

Pero… yo no participé del Científicos de Nuestro Estado, en la… no en esa convocatoria, en esa convocatoria no tuve tiempo, no fue, pero fue en el anterior y… el ad hoc ya dije que no puntuaba por no tener… alumnos tesistas. Yo tengo 80… Ahí yo fui… (risas) aún hice un recurso, pero… no… Ahí yo por ejemplo FAPERJ yo no (risas) voy … (...)

¿Qué provoca en ti esto?

Yo me molesté mucho, pero mi reacción fue simplemente de no participar (risas) del siguiente. Ah, no tengo… tengo un congreso, me voy para China, no tengo tiempo, necesito trasnochar para hacer eso, no vale la pena porque no es un certamen justo, entonces no voy a perder mi tiempo, eso fue lo que pasó. (Célia)

La descripción de los entrevistados de sus reacciones emocionales a esos rechazos varía - desde una aparente indiferencia hasta una rabia explícita, pasando por una molestia asumida y por percepciones del rechazo como injusto. Uno de los entrevistados relata también un intento (fallido) que hice de movilizar su institución en su favor delante de un rechazo, presentando como justificativa una comparación entre su currículo y de los investigadores que fueron contemplados. Las reacciones estratégicas varían también - pueden presentar recursos, insistir en años subsecuentes, desistir, priorizar otras cosas (“no voy perder mi tiempo”) o aun olvidar (como cuando “pierden el plazo”).

Pero una cosa todos hacen: reír al relatar sus fracasos. La misma risa que aparece en el comentario de Guilherme al relatar la vergüenza delante de las “bobadas” que le había escrito a su amigo y compañero, o de Eduardo al concluir que su “explotación de rabia” con el orientador había elevado su moral.

¿De qué se ríen? ¿Qué están haciendo los entrevistados cuando ríen al relatar sus fracasos?

Bloch (2012), al analizar la “política de la risa” en la academia dinamarquesa, aborda la relación entre el humor y la autoestima por medio del comentario de uno de sus entrevistados: “la autoironía es inmensamente importante”. Para ella, aceptar ser objeto de humor “exige una autoestima sólida” (p. 72)

Esa relación sugerida entre humor y autoestima puede ser más bien comprendida si recurrimos a tesis clásicas acerca de la risa. Entre las condiciones de posibilidad de la risa, estaría, para Baudelaire (1976 [1855]), la creencia en la propia superioridad. Bergson es aún más explícito: para él, la risa es siempre “un poco humillante para quien es su objeto” (s/d: 111). Es riéndose que Guilherme cuenta las “bobadas” que escribió para su amigo; que Eduardo concluye el camino impotencia-humillación-rabia-respeto; y que los dos, juntamente con Beatriz y Célia, rematan sus historias de fracaso en las candidaturas a las becas del Programa de Apoyo a la Productividad do CNPq y del Programa “Científicos de Nuestro Estado” de la FAPERJ.6

“Quien ríe no cae”, dice Baudelaire. Es ahí que está nuevamente la metáfora de la verticalidad, que permite a los entrevistados “andar de cabeza erguida” delante de la herida infligida a la autoestima por esos rechazos.

Las risas de nuestros entrevistados al relatar episodios de fracaso pueden, así, ser entendidos, con base en ese conjunto de ideas que articulan, de un lado, la risa y la superioridad y, de otro, humor y autoestima, como un esfuerzo de “elaboración de la imagen social” (Goffman, 1980), en que la “amenaza a la imagen social” provocada por los fracasos, agresiones o aunque sean “bobadas” es contrabalanceada por la risa, en su capacidad micropolítica de afirmar la confianza en el propio valor.

Este conjunto de sentimientos conectados a la autoestima - la vergüenza a delante de los compañeros que, para ser contrabalanceada, exige una amistad y la confianza que es resultado; la humillación impuesta por el orientador en público o por compañeros/evaluadores anónimos; la admiración dedicada al brillo intelectual, o el desprecio (implícito en el olvido del plazo), ejerce también esa función de demarcación de status - permea, así, la vivencia de la academia en sus múltiples esferas. De las relaciones individuales, igualitarias o jerárquicas, hasta las relaciones protegidas por el anonimato del peer review, esos sentimientos parecen omnipresentes.

¿Pero qué ocurre cuando la autoestima es golpeada en contextos institucionales, o sea, cuando el golpe, aunque deferido por individuos, se presenta como orientado por dictámenes impersonales del sistema de evaluación científica?

Glaucia fue una de las fundadoras del Programa de Posgrado en el cual actúa. En un determinado momento, nos pidió para desligar el grabador para contar una historia a la cual no le gustaría que fuese registrada en audio. Empezó diciendo que los lazos de amistades entre las personas que habían creado el Programa eran muy fuertes, y que fuera la fuerza de esos lazos que los han tornado capaces de construir muchas cosas (incluso el Programa). Cuando el Programa fue consolidado, las exigencias de evaluación hicieron que algunas personas se les excluyera del cuerpo docente por no conseguir acompañar el nivel de producción científica exigido. Y ese proceso de exclusión llevó a la ruptura de lazos de amistades originales.

En su comprensión, si los lazos de amistades no fueron tan fuertes, las exclusiones podrían haber sido mantenidas en un registro más “pragmático”. Entre tanto, las heridas fueron enormes: “¿cómo él, que es mi amigo, hizo eso conmigo?”

El afecto desempeña en ese relato un papel marcado por la ambivalencia. Por un lado, es el resorte propulsor de la creación institucional; por otro, es un factor disruptivo de la continuidad institucional. Si no fueran tan amigos, no habían conseguido construir el Programa; en compensación, si no fueran tan amigos, habrían logrado evitar la ruptura de las relaciones personales motivada por las decisiones de naturaleza institucional a la que fueron impelidos por los dictámenes de las políticas de evaluación científica.

El embate entre sentimientos y evaluación científica, en ese mismo contexto del (des) credenciamiento para la participación en programas de posgrado, es comentado así por otra entrevistada.

por qué está faltando un freno en los sentimientos, cierto, como si hubiera un… un… monte de ciclos menstruales (risas) no hubiera alguien que ‘gente, despierta, eso acá es algo personal, la institución es otra cosa’. Yo fui jefe, fui coordinadora del programa, es una cosa impresionante, en el momento de hacer evaluación tiene que encuadrar el programa si desea que suba, ahí tiene que cortar gente. (...) (Célia)

Bloch (2012), con base en el trabajo de Karen Knorr-Cetina, afirma que “los investigadores se identifican con sus proyectos de investigación, de una manera que la evaluación del trabajo de un investigador funciona también como una evaluación del investigador como persona.” (p. 64) Esa fusión investigación-persona, ya anunciada en la importancia del afecto para compensar la “exposición” inherente al intercambio de ideas, y presente en esos comentarios acerca de los conflictos y los daños provocados por los procesos de (des) credenciamiento en programas de posgrado, aparece tanto como diagnóstico - “eso es personal, la institución es otra cosa” - como crítica - “un monte de ciclos menstruales”.

Esa fusión es también profundamente ambivalente, tal como explicitado por Glaucia - el afecto que construyó el Programa posteriormente lo destruyó - o la sugerencia por la secuencia del testimonio de Célia, que después de afirmar que “falta freno en los sentimientos”, - crítica así el afán por “elevar la nota de los programas”:

Y ahí piensas: ‘¿Qué es bueno para la institución? ¿cortar? no… no’. hace una casta que es: profesor, investigador, y… trabaja en su plenitud un otro que es excluido… porqué desea una nota, que a veces esa nota yo ya diría que es más el ego. El ego del individuo decir que él hace parte de un programa que es concepto 7, que si fuese 6 no va hacer mucha diferencia, nosotros somos 6 y estamos intentando ser 7 hace mucho tiempo, ahí para ser 7 empezó ahora a cortar la carne. (Célia)

Vergüenza, constreñimiento y humillación compondrían, en el decir de Thomas Scheff (1990), una “familia de sentimientos”. La vergüenza sería una “emoción social primaria”, que “surge del monitoreo de las propias acciones por medio de la visión de sí mismo por el punto de vista de los otros” (p. 80, nuestra traducción). El orgullo de sí y el saber ser blanco de admiración de los otros son, evidentemente, su contrapartida lógica. Y el desprecio es, por su vez, aquello que el sujeto avergonzado supone leer en la mira del otro acerca de sí, y que “justifica” la vergüenza que siente.

Es en medio a ese enmarañado de sentimientos que los investigadores se mueven, formulan estrategias para lidiar con las reglas del campo de la academia, reglas de las que tienen mayor o menor consciencia, pero que engendran sus momentos de éxito y de fracaso, orientan sus alianzas intelectuales, motivan sus conflictos institucionales y, al hacerlo, constituyen los parámetros por los cuales, a veces sin tener mucha idea, dicen a sí mismos que son y el valor que se tienen.

A modo de Conclusión: los investigadores en el Maelström

Creada en 1999, la Plataforma Lattes tiene diversos usos en la academia brasileña. Su formato de currículo se utiliza en candidaturas a convocatorias de fomento, concursos de naturalezas diversas y en la captación de informaciones para evaluación de programas de posgrado. Además, tiene también la función de dar publicidad a la producción de los investigadores brasileños. Su actualización constante integra, por lo tanto, a la rutina cotidiana de los investigadores en Brasil, es el motivo de constantes reclamaciones y, a veces, ironías como de su carácter “fetichizado”, o sea, con un fin en sí mismo - crítica recurrente aquellos que pautarían su actuación por la actualización de sus currículos en la Plataforma, lo que invierte así su supuesto sentido original de registro de aquello que es hecho por motivación académica e intelectual.

Esa percepción aparece en algunas entrevistas, como cuando Guilherme dice haber creído que la creación de la Plataforma “no era una buena idea” o cuando Célia comenta que “los momentos de actualización han sido… de sacrificio inmenso. Que yo podría estar haciendo alguna cosa más útil, estoy acá llenando el Lattes”. Otros entrevistados, al preguntarles si recuerdan cuando había sido creada la Plataforma, respondieron que tenían un recuerdo “muy vago” o, en un comentario precioso para nuestros propósitos en esta conclusión, afirmaron no saber, porqué “para mí el siempre existió”.

Esa impresión de que la Plataforma Lattes “siempre existió” sugiere que su actualización regular se integró plenamente al habitus, al ser un elemento constitutivo del campo académico brasileño. Entre tanto, caso el propósito de su creación es hacer pública la actuación de los investigadores para la sociedad como un todo, su existencia llevó a un “efecto colateral”: tornó público la actuación de los investigadores para sus pares - simultáneamente sus jueces y competidores (Bourdieu, 1975apudBloch, 2002) -, permitiendo, o sugiriendo, o incentivando, la comparación.

Las nuevas políticas de evaluación científica de los años 1990 crearon un régimen de competición por recursos escasos y, en gran medida, se distinguen de las políticas de fomento a la producción científica de los años 1970. Estimulados por el Fundo Nacional de Desenvolvimento Científico e Tecnológico (FNDCT), muchos programas de excelencia se crearon en la década de 70 estructurando instituciones de investigación con gran impacto en la producción científica. Veinte años después, una lógica más orientada para eficiencia y resultados individualizados se ha delineado, como si la academia tuviera que incluir en su rutina procedimientos y criterios de medición/aceptación pública considerados por muchos como típicos de las “leyes de mercado”. Las reacciones eran marcadas por una profunda sospecha por la invasión de la producción científica por las llamadas “leyes de mercado”; un malestar en la conjunción de mercado con ciencia traducido en incentivo a la competición por recursos cada vez más limitados, dado el volumen de candidatos resultante del estímulo al fomento del posgrado. Eso ha tornado común encontrar expresiones de rechazo a esa “lógica de mercado”, enfrentando “producción intelectual de excelencia” a la “producción aceptada en el mercado” como actividades no solo movidas por tiempos distintos, sino también de valoración distinta. Las reacciones han indicado un cambio de registro lo que indica una alteración exigida en propia lógica de conducción de la actividad académica, con profundo impacto acerca de los sentimientos de los actores a delante de tal reconfiguración.

En este cuadro de profunda alteración del campo, marcado por un clivaje acentuado entre “principios generadores” antagónicos - la competición y la cooperación (tal como implícito en las convocatorias de concepción interinstitucional, lo que incentivan a la formación de redes, por ejemplo) -, y potencializada por una creciente escasez de recursos, la comparación se convirtió en estrategia inevitable. Finalmente, es por medio de la comparación que se decide la distribución de recursos - para instituciones, para periódicos, para grupos, para investigadores.

Comparar, con todo, produce molestia. Célia crítica así esa forma de proceder: “habla de las métricas, las métricas no solo orientan lo que tienes que hacer, como empieza a comparar, tiene compañeros acá que tienen como diversión abrir el Lattes del otro, decir: ‘ah, no, ah no es nada, fulano no sé qué’”, lo que sugiere una especie de inversión en lo que debería ser la valorización del campo científico: en vez de la obra, la performance del autor. En la misma línea, Beatriz justifica una ocasión en que recurrió a la Plataforma Lattes para intentar comprender la razón de una no aprobación en una convocatoria: “me parecía extraño esa cosa, tu… ver los currículos, pero de esa vez me puse, bueno, necesito ubicarme, a ver si de hecho es eso que ocurre y ahí… encontré que había sido injusto realmente”. Es Leila aún más incisiva: “Ya tengo muchos problemas para preocuparme, con el currículo Lattes tengo que preocuparme con lo mío”.

Una plataforma pública de currículos de relleno obligatorio, de cuya creación mal recuerdan, a pesar de haberse dado ya en un momento adelantado de sus carreras, en otras palabras, un elemento del campo plenamente internalizado: “para mi ella siempre existió”. Al mismo tiempo, un dispositivo que es blanco de diversas críticas, por fomentar una comparación supuestamente nociva o por desviar el tiempo de las actividades consideradas realmente productivas.

Esa ambivalencia parece, así, llevarnos al amago de la situación de histéresis que sugerimos caracterizar aquí la experiencia de esa generación de investigadores brasileños simultáneamente adiestrados para e incomodados por el uso de la Plataforma Lattes. ¿Pero será que (y aquí, investigadoras que somos, es inevitable insertarnos en el cuadro) tenemos alguna idea de lo que está sucediendo?

Al analizar la escalada de la metrificación en los procesos de evaluación científica en Brasil, Mattedi e Spiess (2017) apuntan la existencia de una “paradoja intrigante”: al perfeccionamiento técnico de las herramientas de evaluación de la productividad científica corresponde una mayor desconfianza de los científicos en esas mismas herramientas. Es decir: a pesar de la centralidad de la metrificación para la evaluación - y, por lo tanto, para una definición de sus sucesos y fracasos y por extensión, de su autoestima -, los investigadores parecen, por un lado, aceptar estos criterios como indispensables, pero, por otro, cuestionan su inevitabilidad y hast de sus desconfían de sus resultados.

Hablando acerca de los criterios de (des)credenciamiento en su programa de posgrado, Célia comenta (acerca de los compañeros descredenciados):

Ellos quedaron muy infelices, quedaron muy infelices, y uno siempre pide… tiene… tiene algo a añadir de nuevo material, cierto que, por un olvido, juzgó que no sería relevante, que altere la puntuación, pero uno no puede cambiar (...) la puntuación, porqué se cambió… y… ¿cómo es que la gente va descredenciar caso no tenga una métrica así? Ese es que es el gran problema de las métricas. Las que tiene son ricas, ¿si las retiras como que vas a separar? Ahí tú puedes contraargumentar: ‘¿para qué separar, né? Porqué los recursos son escasos, crea un…

El comentario de Célia, con todo, no sintetiza apenas la ambivalencia delante de la metrificación. Esa ambivalencia parece conducirla a un movimiento autorreflexivo que nos lleva directamente al punto de esa conclusión: hasta donde sabemos, los investigadores, lo que está ocurriendo y ¿de qué modo eso afecta la cotidianidad profesional en las instituciones de enseñanza e investigación? Célia dice: “entonces uno tiene que tomar mucho cuidado con eso, incluso en la CAPES ocurre porqué es muy fácil decir: ‘estamos haciendo eso porque la CAPES…’, pero la CAPES somos nosotros.”

Bourdieu (2016 [1984[) se refiere a la existencia de una “ley inmanente en el cuerpo social”, la cual haría con que, aunque el individuo no tenga intención o conciencia de obedecer a esa ley, sus aspiraciones se adaptan a la trayectoria modal. Dice él:

Principio de placer y principio de realidad, la institución excita la libido sciendi, y la libido dominandi que esa encierra (y que explora la competición), pero le atribuye límites, trazando fronterizas incorporadas entre lo que es legítimo obtener, hasta, aunque en cuestión de saber, y lo que es legítimo aguardar, desear, amar (...) (p. 167 grifos nuestros)

Así, las aspiraciones se ajustan a las realizaciones, y para eso es preciso un “trabajo de duelo”, o de “desinversión”, para aceptar los fracasos. Ese trabajo de duelo es, para Bourdieu, necesariamente largo, exactamente porque el individuo tiene una capacidad limitada de comprender el “espacio social” - o sea, el “campo”.

Es así que los investigadores se encuentran en ese esfuerzo incesante para simultáneamente jugar el juego y comprender sus reglas, al mismo tiempo actores estrategas jugando para ganar y actores distanciados que se esfuerzan para reflexionar acerca de ese campo (¿esa figuración?) Ese campo define no solo lo que deben aguardar, desear, amar, sino también el modo como deben (o pueden) comprender las razones de los fracasos y rechazos y su impacto acerca de la autoestima.

En ese juego, la comparación es un elemento intrínseco. Separa los “contemplados” de los “no contemplados”, y eso, en un juego en que “el proyecto es la persona”, puede ser vivenciado como un clivaje entre quien tiene valor y quien no tiene, amalgamando éxito/fracaso profesional y autoestima personal.

Estos procesos causan sufrimiento. Pero ese sufrimiento, en que pesen las singularidades siempre presentes, guarda también una estrecha relación con las estructuras - en ese caso, el sistema de evaluación científica - que lo generan. Es tratado, como afirma Bloch, de procesos socioemocionales generados por los sistemas y estructuras, pero que, al mismo tiempo, sostienen esos mismos sistemas y estructuras que los engendran (2012: 5).

Ese movimiento circular nos conduce a la visión de Arlie Hochschild (2013 [1979]) acerca de las emociones como “el lado oculto de la ideología”. Para ella, cuando hay una transformación en el plano ideológico, esa transformación necesariamente impacta el plano emocional. Es en ese sentido que micro y macro se articulan, con el macro generando alteraciones en el plano micro (incluyendo ahí las formas de sentir), y el micro, por su vez, reaccionando sobre las estructuras, sistemas, ideologías que lo configuran (aspectos que otros autores dedicados al estudio de las emociones como Candace Clark [ 1997] en la sociología interaccionista o Lila Abu-Lughod y Catherine Lutz [ 1990] en la antropología contextualista, bautizaran de “micropolítica de las emociones”). Al reflexionar sobre esa relación micro-macro a partir de un examen de la obra de Erving Goffman, Anthony Giddens formula así la relevancia del estudio de nivel micro de la vida social: “Los cambios sociales más profundos, exactamente por su naturaleza, incluyen alteraciones en la naturaleza de las prácticas sociales cotidianas” (2013 [1988]: 326)

¿Pero qué habrá de peculiar en Brasil? ¿Cuál es la contribución que nuestro caso de “histéresis” puede ofrecer?

La construcción de campos científicos se beneficia o se limita por un conjunto de elementos que constituyen las tradiciones socioculturales en las cuales se desenvuelven. La labor científica cuenta en su artesanía con modos de interacción, de vivencia y de referencias que se relacionan con cuadros más amplios de tradiciones nacionales. Interpretar la gramática emocional en el entrecruzamiento con dimensiones institucionales o frente a constreñimientos institucionales es un ejercicio que nos lleva a la comprensión de formas distintas de reacción delante de cuestiones semejantes en otras tradiciones nacionales (Barbosa, 2006). ¿Cuánto tributarias de la tradición personalista brasileña serían las reacciones subjetivas de nuestros entrevistados? ¿Un sentimiento de desconfianza frente a procesos de evaluación tan fuerte en la cultura académica brasileña va a influir en la percepción de los actores a respecto de los procedimientos a los que están sometidos?

Sin embargo, sea esa forma de sufrir específicamente brasileña o no, guarda esta o no trazos fundamentales en común con la manera como el “campo” es estructurado en otras escenas académicas (trazos comunes cuya existencia es sugerida por el rendimiento del diálogo dibujado hasta acá con las análisis de Charlotte Bloch acerca de la academia dinamarquesa o incluso el recurso al andamiaje teórico delineado por Pierre Bourdieu hasta la academia francesa), es innegable que una dimensión central de ese sufrimiento se relaciona con “no saber lo que está sucediendo”. Y llegamos así al punto neurálgico de esas consideraciones finales.

Nosotros, investigadores miembros de la comunidad científica, nos mueven dos dimensiones constitutivas del producir intelectual: sabemos de la incompletitud y de la provisoriedad de cada descubierta, lo que nos obliga el reconocimiento de necesidad permanente de actitud reflexiva, pero nuestra rutina nos toma por la vivencia de reconocimiento/fracaso en nuestra performance individual, lo que nos obligaría al ejercicio de autoconocimiento. Estar simultáneamente movilizados por ambas dimensiones nos lleva al que Bourdieu sugiere como mayor tributo del actuar sociológico: “pérdida de la inocencia” delante de acontecimientos que, de otra manera, nos afecta como víctimas de tales ocurrencias.

Esa “pérdida de inocencia” sugerida por Bourdieu como parte integrante del análisis sociológico puede (¡más una vez!) ser aproximada de la discusión propuesta por Norbert Elias acerca de la tensión entre participación y distanciamiento en el hacer sociológico. En texto intitulado “Los Pescadores en el Maëlstrom”, Elias recurre a un cuento de Edgar Allan Poe - “Un descenso al Maelström” - para exponer la importancia de la observación de la crisis, en el momento exacto en que estamos por ella inmersos, para enfrentarla.

Dos pescadores naufragan y están en un bote en vías de ser tragado por un remolino. Uno de ellos observa el mar y, constatando que formas cilíndricas permanecen en la superficie por más tiempo, salta y se agarra a un tonel, salvándose cuando el remolino se calma. El otro, paralizado de miedo, no escucha sus alertas y sucumbe cuando el barco naufraga

Entre la implicación que consume y el distanciamiento que salva se sitúa el oficio del sociólogo. Los investigadores brasileños cuyas trayectorias y percepciones comentamos acá se mueven en medio a una situación de histéresis que los trasciende y que hace con que aguarden, deseen, amen algo que, se puede estar al alcance de algunos, ciertamente no está al alcance de todos. Y eso provoca sufrimiento.

Resta, entonces, una provocación: ¿y si el sufrimiento generado pudiera entablar una relación diversa con el sistema que lo cría generando, en vez de su sustentación, su transformación? ¿Y si, justamente por la exigencia imperativa por él mismo creada de saber “lo que está sucediendo”, ese sufrimiento pudiera engendrar una relación de reflexión sobre las organizaciones de las universidades y las políticas de evaluación científica, lo que abre camino para, en vez de su sustentación, su transformación?

Los investigadores en el Maelström: ¿enfrentar la histéresis perdiendo sociológicamente la inocencia o sucumbir a las frustraciones por “no tener idea de lo que está sucediendo”?

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  • 1
    Estas entrevistas forman parte de un conjunto más amplio, aún en fase de realización, al cual también engloba, por un lado, investigadores senior de las Ciencias Biomédicas y de las Humanidades; y, por otro, investigadores junior de estas tres grandes áreas. La opción por restringir el corpus analizado en este artículo a las entrevistas con investigadores senior de las áreas de las Ciencias Exactas (realizadas al largo de 2019) se debe a la hipótesis de que estas distinciones de pertenencia a las áreas del saber pueden ser un factor capaz de afectar la relación con las políticas de evaluación científica, que exigiría así una introducción de una dimensión comparativa en el análisis que escaparía a la finalidad de este artículo. La inclusión de estos relatos de investigadores junior produciría exigencia similar, en directa relación con la hipótesis de trabajo desarrollada, que podría acarretar una construcción de un argumento enteramente distinto de la propuesta aquí.
  • 2
    Bourdieu (2016 [1984]) distingue entre “generación etaria” y “generación universitaria”, con la segunda se definiendo por su modo de formación. Para él, el espacio entre dos “generaciones universitarias” sería de 20 a 25 años. Para seguir esa forma de periodización propuesta, nuestros entrevistados, para efectos del problema discutido aquí, pertenecían a dos generaciones etarias distintas, pero a una misma generación universitaria, dado que las transformaciones en las políticas de evaluación pública cuyos impactos discutimos aquí tuvieron inició hace poco más de 20 años. Coinciden, así, a groso modo, con la obtención de sus títulos de doctorado.
  • 3
    Tal vez el cambio notable sea la institución de la exigencia (salvo en casos muy particulares de carreras enfocadas para la formación para el mercado de trabajo), a partir de los años 1990, del doctorado como titulación mínima para ingreso en la carrera de profesor efectivo en las universidades públicas brasileñas. Entre nuestros entrevistados, hay varios que empezaran sus carreras antes de doctorarse (en etapas distintas de su formación), lo que obtuve el título después de ser efectivadas - una forma de empezar la carrera académica inexistente hoy en día en las universidades públicas brasileñas.
  • 4
    Como de praxis, los nombres de los entrevistados son ficticios.
  • 5
    Aquí se insinúa una forma de articulación entre las ideas y la persona en que el intelecto - traducido sobre la forma de “proyecto” - es la persona. Esa articulación va ser detallada más adelante.
  • 6
    El Programa “Científicos de Nuestro Estado” consiste en una taja de banca concedida a los investigadores individuales por medio de la presentación de proyectos de investigación con duración de tres años. Los criterios de evaluación guardan estrecha relación con el Programa de Apoyo a la Productividad en Investigación del CNPq, como explícito en este pasaje de la convocatoria, extraída del ítem “elegibilidad”: “Poseer grado de doctor y reconocido liderazgo en su área, con producción científica y/o tecnológica de alta calidad en los últimos cinco años, compatible con el nivel de investigador 1 del CNPq…”.

Fechas de Publicación

  • Publicación en esta colección
    06 Ene 2023
  • Fecha del número
    2022

Histórico

  • Recibido
    30 Dic 2021
  • Acepto
    03 Mar 2022
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