Resumen
El Consejo Mundial de Asociaciones de Antropología (WCAA sus siglas en inglés) realizó entre 2017 y 2018 una encuesta global (Global Survey of Anthropological Practice-GSAP) para dar cuenta de la práctica antropológica en aquellos países que cuentan con asociaciones miembro de WCAA.
En el siguiente artículo se compartirán los resultados de la GSAP para Argentina, enmarcados en una encuesta previa realizada por el Colegio de Graduados en Antropología de la República Argentina en 2016 que nos ayuda a iluminar los resultados arrojados por la GSAP, no sin antes explicitar las razones que me llevan a tomar recaudos no solo ante los resultados para la Argentina, sino y sobre todo, sobre los fundamentos mismos de la encuesta.
Palabras clave: Encuesta mundial de práctica antropológica-GSAP; Argentina; antropologías del mundo; antropología internacional
Abstract
The World Council of Anthropological Associations (WCAA) conducted between 2017 and 2018 a global survey (Global Survey of Anthropological Practice-GSAP) to account for anthropological practice in those countries with WCAA member associations.
In the following article I will share the results of the GSAP for Argentina, framed in a previous survey conducted by the Argentinean Association of Anthropologists (CGA) in 2016, which helps us to shed light on the results of the GSAP, not without first explaining the reasons that lead me to be cautious not only about the results for Argentina, but also about the very foundations of the survey.
Keywords: Global Survey of Anthropological Practice-GSAP; Argentina; world anthropologies; international anthropology
Resumo
O Conselho Mundial de Associações Antropológicas (WCAA, em inglês) realizou entre 2017 e 2018 uma pesquisa global (Global Survey of Anthropological Practice-GSAP) para dar conta da prática antropológica nos países que contam com associações integrantes do WCAA.
O presente artigo apresenta os resultados do GSAP para a Argentina, enquadrados em uma pesquisa anterior conduzida pelo Colégio de Licenciados em Antropologia da República Argentina em 2016, que nos ajuda a iluminar os resultados do GSAP, não sem antes explicar as razões que me levam a ser cautelosa em relação aos resultados para a Argentina, mas acima de tudo, em relação aos próprios fundamentos da pesquisa.
Palavras-chave: Pesquisa mundial de prática antropológica-GSAP Argentina; antropologias do mundo; antropologia internacional
Sobre la GSAP
El Consejo Mundial de Asociaciones de Antropología (WCAA sus siglas en inglés) realizó entre 2017 y 2018 una encuesta global (global survey of anthropological practice-GSAP) para dar cuenta de la práctica antropológica en aquellos países que cuentan con asociaciones miembro de WCAA. Más allá de los países donde finalmente se aplicó la GSAP, las pretensiones eran planetarias. Una encuesta diseñada para ser aplicada en cualquier lugar del mundo donde hubiera práctica antropológica, por quienes se auto identificaran como antropologxs, con el objeto de producir información para que WCAA demostrara como lxs antropologxs se desenvuelven en sus vidas profesionales, y a su vez como el mundo es interpretado por el trabajo de estxs.
El instrumento que se utilizó para la encuesta global se basó en otro previamente utilizado por la Sociedad Australiana de Antropología para recabar información sobre la antropología en ese país en 2016. La encuesta se llevó a cabo de manera autoadministrada, en formato virtual, en idiomas inglés y español.
La distribución de la encuesta fue a través de la propia WCAA y sus asociaciones miembro, aunque en la medida en que era una encuesta autoadministrada y virtual, no había un control previo sobre quienes la respondieran.
En el informe final elaborado por los responsables de la GSAP (McGrath, Acciaioli, Millard, 2018) se advierten ciertos recaudos prácticos y metodológicos en cuanto a representatividad que se deben tomar en cuenta antes de hacer uso de los datos que se produjeron. Se aclara que si bien hay información valiosa, no se puede considerar a la misma como una muestra cuyos resultados se puedan proyectar a la manera de una encuesta estadística.
También se toma nota de algunas diferencias a nivel internacional respecto por ejemplo de las nomenclaturas y estructuras que revisten los programas de grado y/o posgrado y las variaciones en las subdisciplinas dentro de la antropología. Más allá de esas advertencias, el resto del informe se explaya a través de los resultados cuantitativos que arrojó la encuesta.
100 personas que manifestaron haber nacido en Argentina respondieron la encuesta, de ese total, 77 continúan viviendo en ese país. Solo 29 marcaron como asociación de pertenencia al Colegio de Graduados en Antropología de la República Argentina-CGA; por lo que fue solo con ese pequeño universo con el que el CGA contó para construir datos. Dado lo pequeño de la muestra, y muy probablemente debido a los recaudos metodológicos que lxs mismxs coordinadorxs marcaban para la GSAP en general, es que los datos arrojados para Argentina hacían pensar en la necesidad de enmarcarlos o contrastarlos con otros1 para que resultaran significativos.
Problemas de pensar de manera global a la/s antropología/s
Considero importante antes de avanzar con los resultados de la GSAP para Argentina, explicitar las razones que me llevan a tomar recaudos no solo ante los resultados para ese país, sino sobre los fundamentos mismos de la encuesta. Para ello voy a recurrir a cierta bibliografía, que pone el foco en las relaciones de poder entre las antropologías.
Ya en 1982 George Stocking Jr. en la revista Ethnos se preguntaba por la posibilidad de pensar una “antropología internacional” y las consecuencias de hacerlo. Como punto de partida establecía que la antropología conlleva una gran diversidad ya que es una fusión imperfecta de diferentes tradiciones de investigación; y los resultados de esa fusión varían a su vez en las diversas tradiciones intelectuales nacionales. Esto tanto para las antropologías euro-americanas (a las cuales va a definir como centrales) como para las otras antropologías, a las que define como periféricas.
Desde esas antropologías periféricas es posible entender a las centrales como unificadas u homogéneas, de todos modos el autor se encarga de aclarar a partir de ejemplos históricos que esto no es así, sino que la diversidad de sentidos, tradiciones y perspectivas implícitas en el término “antropología” son el resultado de condicionamientos históricos, también en el “centro”.
De todos modos, hay cierta antropología euro-americana que se ubica en el lugar de la “antropología internacional” a partir de mediados del siglo XX. Los puntos en común que tienen y que la llevan a definirse como tal son el interés por un otro radical y una aproximación metodológica al mismo a través del trabajo de campo. Quienes son señalados por Stocking como los que establecieron lo “internacional” en/para la disciplina son la antropología cultural norteamericana por un lado y la antropología social británica por el otro.
Esa antropología internacional, fundamentalmente euro-americana no incorpora a su esquema las relaciones centro-periferia que se desarrollaron en el mismo periodo de su emergencia, en la medida en que la dominación colonial directa europea estaba llegando a su fin y por lo tanto la relación con los otros radicales también estaba en proceso de transformación.
Esa serie de eventos históricos provocó modificaciones en las antropologías centrales y le imprimieron un sello particular a las periféricas, siempre según Stocking. Más allá de esas modificaciones o cualidades, lo cierto es que si seguimos la idea de antropologías centrales y periféricas, ya no podemos pensar en términos de una antropología con criterios comunes que la homogeneicen. Lo que está en duda es entonces la posibilidad de un conocimiento antropológico universal/universalizable. Estamos ante una heterogeneidad y unas variaciones que hacen que para poder abordarlas, sea necesario reconocer esas diferencias y pensarlas desde sus especificidades.
En el mismo número de Ethnos Tomas Gerholm y Ulf Hannerz (1982) introducen la noción de antropologías -en plural- para referirse a una antropología de las antropologías pensando en la unidad y la diversidad en el “orden mundial de la antropología”. Uno de sus intereses está en las desigualdades en la antropología internacional, considerando que las más fuertes (léase las británica, norteamericana y francesa) influencian a las -en relación- más débiles. Van a hablar de centro y periferia al igual que Stocking, o de metrópolis y satélites (esto último considerando el tipo de vínculo que se establece entre ellas).
La diferencia la marcaría el hecho que las antropologías metropolitanas están centradas en sí mismas, mientras que las satélites o periféricas además de llevar la atención sobre sí mismas, lo hacen sobre las metropolitanas, sumado a que el dialogo entre colegas en su seno, es escaso. La influencia del centro en la periferia se da a través de las publicaciones, mayormente en inglés y menos en francés. En ese plano se da la disputa por las formas hegemónicas de la antropología y se moldean las formas de lo argumentable (Restrepo, 2006). El tema del idioma no es menor, porque siempre posiciona a las antropologías que no son anglo o franco parlantes en un lugar de desventaja. No se trata solo de escribir en inglés o francés, sino que también se trata de unas maneras de pensar, imaginar, organizar contenidos y estructurar la escritura, de unos criterios y unas expectativas que se transforman -en no pocas ocasiones- en barreras (y en dispositivos disciplinadores). Por otro lado, el inglés fundamentalmente se ha transformado en un idioma “universal” que permite la comunicación entre las antropologías satélite, y de esto puede dar cuenta WCAA que lo tiene como lingua franca para su funcionamiento. Y aunque de facto permite la comunicación, deja en clara desventaja a quienes no lo tienen como lengua primaria.
Además de las publicaciones editoriales y la formación en los programas de antropología, “los alineamientos políticos internacionales, los acuerdos concernientes al intercambio académico y cultural, y las políticas y decisiones de las fundaciones científicas” (Gerholm y Hannerz, 1982: 10. Mi traducción) también deben ser consideradas a la hora de pensar las influencias centro-periferia2. La resultante suele ser un centro que produce y exporta teoría y unos satélites que cuando producen teoría innovadora, esta se transforma en una commodity que se exporta y ubica a lxs antropólogxs locales en el centro, sin afectar mayormente al satélite en sí.
Eduardo Restrepo (2006) retomando esas argumentaciones entre otras, en su artículo “Diferencia, hegemonía y disciplinación en antropología” se pregunta por las posibilidades de dialogo y conversabilidad entre lo que él llama “comunidad antropológica transnacional”. Para ello recupera también la noción de antropologías centrales y periféricas, pero en su caso de Cardoso de Oliveira. Allí la centralidad está referida a una cuestión histórica, por lo que centrales serían las antropologías donde ésta se desarrolló en primer lugar: Estados Unidos, Inglaterra y Francia, y periféricas las que las suceden en el tiempo. Mientras que las primeras tienen la pretensión de universalidad, las segundas están orientadas a sus contextos particulares, por ende son particularizantes. Esa cualidad lleva a Cardoso de Oliveira a desarrollar la noción de “estilo”, lo que sería una característica de la periferia.
El problema con esa noción establece Restrepo, retomando a Esteban Krotz (2016), es que en la medida en que escencializa el origen de la antropología en el Norte Global, constituye una matriz disciplinaria única y universal para la antropología que no permite el desarrollo o la búsqueda de antecedentes propios para las antropologías periféricas. Y así se construye la hegemonía “[…] en disputas permanentes por la definición de los términos, formatos, valoraciones y terrenos no sólo de lo que constituye lo antropológico en un momento determinado con respecto a acciones particulares, sino también de quiénes en concreto se benefician de los recursos materiales y simbólicos que circulan en [el] establecimiento antropológico” (Restrepo, 2006: 59).
Lo que permiten todas estas ideas es poner en el centro la supuesta unicidad de la antropología que aparece en los manuales o en los programas en los que se enseña la disciplina. Las nociones de antropologías periféricas, satélites, del Sur interrumpen esas narraciones mitológicas y “suponen […] un nuevo sujeto epistémico, pero también una actitud diferente frente a los sujetos antropológicos con los cuales se comparten horizontes y destinos en el marco de las comunidades nacionales” (Restrepo, 2006: 27).
Pero no alcanza con caracterizar a ese nuevo sujeto epistémico, o a las antropologías del Sur, periféricas, satélite, “otras”, sino que en el mismo movimiento es necesario “provincializar Europa” (Restrepo, 2016). Esto implica aplicar una lógica que la antropología se arroga como propia, esta vez a sí misma. O sea, desnaturalizar la idea según la cual el conocimiento producido en el Norte no posee marcación de origen, historicidad, contextualidad, no está marcado por los sujetos que lo producen desde unas condiciones y biografías determinadas. Desplazando del centro a Europa se puede volver a la idea de Esteban Krotz (en Restrepo, 2016) de construir historicidades y genealogías propias para las antropologías del Sur, sin depender o estar tuteladas por unas genealogías del Norte tomadas como universales.
También pensando desde una geopolítica del conocimiento es importante conocer el lugar desde el que se produce conocimiento, con qué objetivos, por quienes y para quienes. Esto nos permite pensar en el conocimiento siempre como situado, en oposición al conocimiento aséptico, sin marcas de origen, porque como nos advierte Restrepo “El conocimiento está siempre anclado y marcado por los sujetos que lo producen, independientemente de sus capacidades reflexivas para comprender y cartografiar estas improntas” (2016: 64).
WCAA en su constitución misma refleja estas discusiones, en la medida en que es resultado de las conversaciones sobre las antropologías del mundo. Esta propuesta política y académica estipula que “siempre han existido conexiones muy estrechas entre los sistemas-mundo de poder, el desarrollo de la teoría social y los cambios en disciplinas particulares como la antropología” (Lins Ribeiro y Escobar, 2008: 18), lo que nos permite entender el eurocentrismo a la hora de reconstruir la historia y el devenir de la antropología. También trae al centro de la escena lo que venimos desarrollando, las relaciones desiguales de poder que hacen que algunas antropologías se impongan como centrales, y otras aparezcan como alternativas, diversas o periféricas.
Los autores remarcan la paradoja según la cual una disciplina que tiene como objeto la diversidad tiene un proyecto científico que ha sido el de la uniformidad. Por ello en su propuesta de las antropologías del mundo argumentan que la diversidad en la producción del conocimiento es central, por una cuestión de quehacer profesional y porque la diversidad es lo que permitirá mayor creatividad a la hora de construir teoría explicativa disciplinar.
La noción de sistema-mundo también permite entender ese fenómeno, en la medida en que devela las relaciones de poder producto de la expansión del capitalismo eurocéntrico que se replican hacia el interior de las ciencias sociales y de la academia. Las nociones de antropologías del Sur y antropologías periféricas por ejemplo, ponen de manifiesto esa desigualdad a partir del argumento geopolítico.
Como contrapropuesta a la estrechez histórica y de locus de enunciación3 que pone al descubierto los problemas de abordar a la antropología como única y universal, las antropologías del mundo proponen la diversalidad. Este neologismo permite comprender a la antropología como un universal y a la vez como una multiplicidad (Lins Ribeiro y Escobar, 2008).
Dicho todo esto, y considerando entonces que los sentidos, maneras de ser, hacer y habitar las antropologías son heterogéneas y desiguales, y responden a historicidades localizadas, nos preguntamos por la relevancia de la GSAP -paradójicamente en el seno de WCAA-. No solamente en función de la representatividad o no que puedan tener sus resultados, sino sobre todo en función de las preguntas que se formulan, en base a que definiciones sobre la disciplina se realizan, y más aún, las preguntas que no se hacen. Los resultados entonces, como cualquier resultado, dependen de cómo se los interprete, pero en este caso no podemos dejar de resaltar la violencia epistémica que supone establecer unos criterios universales para pensarnos como disciplina.
Por todo lo antedicho, y considerando que el objetivo de este dossier es compartir “datos” sobre las antropologías en el mundo, voy a compartir en los siguientes apartados, información sobre las antropologías hechas en la Argentina, elaborados desde Argentina para Argentina, que me servirán de contexto para referirme a los datos arrojados por la GSAP para ese país.
La/s antropología/s que se hacen en la Argentina
Siguiendo el informe sobre la enseñanza de la antropología social y el contexto de las ciencias antropológicas para Argentina coordinado en 2007 por el fallecido Leopoldo Bartolomé, podemos decir que en Argentina, los programas de grado en antropología toman entre 5 y 6 años e implican la escritura de una tesis o tesina. Los posgrados se dividen mayormente en maestrías (2 años más una tesis) y doctorados (4 años más una tesis). Por lo que la formación en total toma alrededor de 13 años.
En los últimos 10 años la antropología como programa de grado en el país tuvo un crecimiento importante con la creación de carreras nuevas, siempre en Universidades Nacionales, públicas, gratuitas y laicas. Antropología se dicta en 11 Universidades Nacionales en todo el país. 2 de ellas emiten títulos intermedios al finalizar el 3º año de estudios. El lapso temporal entre la primera carrera y la última es importante, ya que la primera se creó en 1958 y la más nueva en 2016.
Las titulaciones varían en función de los programas, pero los más comunes son licenciadxs, profesorxs y sus orientaciones (social, sociocultural, arqueológica o biológica)4. La formación tanto de grado como posgrado en su mayoría está orientada a la investigación básica. Muy pocas instituciones ofrecen formación orientada a lo que se conoce como “gestión”, que puede ser llamada también “antropología aplicada” o “antropología para/en la gestión”.
Bartolomé caracteriza a la antropología argentina como intradisciplinaria. Con ello refiere a “un campo académico definido por una unidad internamente diversa y reconocida como tal por sus cultores. En la Argentina, y pese a su origen común, ya desde la identificación de asignaturas en “Antropología” y “Arqueología” se establecían algunas diferencias internas que respondían a especialidades que se institucionalizaron con la creación de los Institutos de investigación, y de las primeras licenciaturas. Cabe señalar, sin embargo, que esta intradisciplina, reconocida en su diversidad como “antropológica”, difiere de los “four fields” de los EE.UU. (arqueológica, cultural, biológica y lingüística), ya que en la Argentina, el contenido de la intradisciplina varía de una a otra localización.” (p. 9)
La antropología como carrera/programa de grado en las Universidades más antiguas de Argentina tiene su origen en los Museos de Ciencias Naturales o Etnográficos, que la preexisten, como resultado de la articulación entre Antropología Física, Arqueología y Etnología. La orientación social o sociocultural es introducida con posterioridad, en los 60-70, y más afianzadamente luego de la última dictadura militar, en 1983/84.
Hacia su interior, el campo de la antropología si bien puede tener similitudes, también tiene diferencias marcadas en función de la trayectoria que haya seguido cada plan o programa en cada Universidad. Esto responde no solamente a las tradiciones que se afianzaron en cada establecimiento antropológico, sino también a los contextos en que éstos se desenvuelven/insertan.
La antropología social particularmente se ofrece en 4 modalidades, “a) como carrera autónoma desde el nivel de grado; b) como orientación antropológica en el nivel de grado; c) como postgrado autónomo; d) como orientación antropológica en el nivel de postgrado” (p. 11). A diferencia de lo que sucede en países de la región (y otras partes del mundo) la habilitación profesional, o sea, la posibilidad de ser reconocido como antropologx y trabajar como tal en cualquier ámbito, se obtiene con el título de grado. Aunque siguiendo tendencias que responden al sistema mundo académico, la formación de posgrado es cada vez más un requisito insoslayable, sobre todo en el sistema científico y universitario.
Las encuestas
Perfiles profesionales para la antropología en la Argentina
La 2º encuesta sobre perfiles profesionales-2016 fue una iniciativa del Consejo Directivo del CGA con el objetivo de mapear y explorar los nichos donde se practica/ba la antropología en Argentina, sus puntos de convergencia y divergencia, en el marco del contexto local.
La encuesta respondió a un interés del CGA, en el marco de una iniciativa histórica de la asociación por conocer el perfil de sus asociadxs. No se trató de una muestra probabilística -la encuesta fue respondida por 217 profesionales- aunque consideramos que los resultados aportan información significativa sobre los ámbitos y campos particulares donde en ese momento se desempeñaban lxs profesionales de la antropología. La encuesta fue distribuida desde el CGA a una lista de antropologxs con la que la Asociación contaba, la mayoría de ellxs socios actuales o históricos de la misma.
Como primer paso, vemos que tal como decía Bartolomé en 2007, la antropología en el país es intradisciplinaria; nuestros encuestados identificaron a la antropología con la antropología social o sociocultural, con la arqueología y con la antropología biológica5. O más bien, la antropología social o sociocultural es tan una orientación dentro de la disciplina, como la arqueología6 o la antropología biológica. Y como en algún momento supo serlo el folclore.
Como era de esperarse, casi – partes de lxs entrevistadxs son mujeres, una constante en la disciplina. La mayoría de lxs encuestados se ubican en la provincia de Buenos Aires y lo que se denomina Área Metropolitana de Buenos Aires, que incluye la Capital Federal y el Conurbano Bonaerense. Si consideramos que allí se encuentran 4 de las 11 Universidades con carreras de grado en antropología del país -entre ellas las dos más antiguas y con mayor trayectoria y matrícula- y 5 de las 8 instituciones que ofrecen programas de posgrados en la disciplina esto no llama la atención. En consonancia con eso, si miramos las pertenencias institucionales de quienes producen antropología (en formato tradicional, me refiero a artículos, papers, etc.) vamos a ver que hay un marcado declive en el país, que termina en el Rio de la Plata (Guber y Ferrero, 2020).
Respecto de las titulaciones, considerando que los títulos comunes a casi todos los programas de grado son el de Licenciadx y el de Profesorx, no llama la atención que entre ambos sumen más del 90% de los encuestados. Esto también se explica por los alcances de la encuesta, ya que como veremos más abajo, gran parte de la población objeto es egresada de la Universidad de Buenos Aires, que otorga ambos títulos. Las Incumbencias Profesionales7 para ambos títulos se solapan, por lo menos para esa Universidad8, aunque en organismos públicos no suele estar incluido en el nomenclador oficial el título de profesxr, situación que se sortea con gestiones puntuales de lxs interesadxs y en las que mayormente interviene el CGA.
El mapeo de las instituciones otorgantes de los títulos de lxs encuestadxs responde a dos cosas, por un lado lo que decíamos arriba sobre el declive hacia el Rio de la Plata, al centralismo propio/histórico de la disciplina en el país, y por el otro, aunque en menor grado, al alcance del CGA como institución convocante. O sea, si bien la asociación tiene como objetivo ser federal e interpelar a lxs colegas de todo el país, en tiempos en los que la virtualidad no era moneda corriente como en la actualidad producto de la pandemia por COVID-19, ese desafío era complejo de lograr. A su vez, la multiplicación de carrereas de grado y/o posgrado en antropología en diferentes puntos del país, fueron configurando unas situaciones, demandas y discusiones locales y localizadas, que se fueron en algunos casos consolidando en colectivos provinciales; o en distancias difíciles de sortear desde un CGA con pretensiones nacionales.
Como decíamos más arriba, la necesidad de cada vez mayor formación para mantener los criterios del sistema mundo académico, nos devuelve que casi el 74% de los encuestados eligen realizar un posgrado. La mayoría de ellos directamente realiza el doctorado sin pasar por maestría primero. Esto tiene que ver con las características de la oferta de grado, que hablita ese tipo de tránsito académico. Ello nos deja con un 26% que no contesta o no realiza estudios de posgrado. En este último grupo ubicamos al 40% de los profesores y el 20% de los profesorxs y licenciadxs, más la mitad de los técnicos en antropología. Esxs profesorxs muy probablemente estén dictando clases en el nivel medio o secundario, donde la formación de posgrado no es un requisito destacado en el nomenclador, como lo son otro tipo de pos títulos. Las tecnicaturas por su parte no son titulaciones que habiliten la posibilidad de acceder a un posgrado, ya que no cuentan con los 4 años de formación mínimos necesarios.
¿Dónde trabajan esxs antropologxs?
El pluriempleo es la característica sobresaliente, 2/3 partes de los encuestados declara tener más de un trabajo. Y una cuarta parte declara 3 ámbitos de desempeño profesional. Para aquellos que declaran un solo ámbito de inserción laboral, no debemos confundirlo con una única tarea desarrollada en ese ámbito, ya que según las encuestas en esos espacios se combinan la investigación básica con la aplicada, la docencia, extensión, capacitación, gestión, etc.
En cuanto al espacio/ámbito de desempeño profesional de la antropología, aparecen como más significativos el Estado Nacional, la Universidad Pública y en tercer lugar las Agencias de Investigación. Si consideramos que los 3 espacios se pueden subsumir en la categoría Estado Nacional, nos da como resultado que el 70% de los empleos ocupados por antropólogxs se encuentran en la órbita del Estado Nacional. Si a eso le sumamos a los estados provinciales, la cifra se eleva a un 77% aproximadamente.
Una posible explicación para esto se puede encontrar en el crecimiento que tuvo el Estado Nacional en los últimos 10/12 años, y el importante aumento en los presupuestos universitarios y dedicados a la investigación en esos mismos años (Perelman, 2015). Más allá de eso, podemos decir que aunque muchas veces la antropología se hace en contra del Estado, esta no sería posible sin ese mismo Estado.
Las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) también son un nicho donde se reproduce la labor antropológica, incluso hay quienes hablan de oenegización de la antropología y del discurso antropológico.
Sin embargo vemos que, a pesar de ser el mayor empleador, el Estado Nacional, la Universidad Pública y las Agencias de Investigación crean/ofrecen trabajo precario en un alto porcentaje. La Universidad Pública es la que cuenta con un mayor porcentaje (casi 70%) de trabajo registrado. En cambio en las Agencias de Investigación y el Estado Nacional solo un 45% y un 52% respectivamente lo es.
Incluyendo todos los ámbitos y viendo el gráfico referido a las remuneraciones, un poco más de la mitad de las inserciones laborales cuenta con todos los derechos y garantías de un trabajo estable. El otro 45% puede considerarse trabajo precario o inestable.
Otra variable a tener en cuenta a la hora de evaluar el tipo de trabajo creado por las Instituciones, es su dedicación (exclusiva, parcial, simple9). En la Universidad Pública las dedicaciones simples duplican a las exclusivas. Esto produce lo que se conoce como “profesor taxi”, o sea, un docente que debe repartir su tiempo en más de una institución educativa, y por lo tanto el tiempo dedicado a la investigación o la preparación de clases, por ejemplo, disminuye o llega a ser inexistente, a no ser que se realice a costa del tiempo personal.
En las Agencias de investigación por el contrario, las dedicaciones exclusivas priman. Lo mismo sucede con otras agencias del Estado Nacional.
Si sacamos un promedio, veremos que sobre la totalidad de los ámbitos profesionales disciplinares, solo alrededor de un 40% tiene dedicación exclusiva, sumado a un 17% de dedicación semi exclusiva, deja a casi la mitad con una dedicación simple.
De todos modos es importante poner de relieve que el trabajo ad honorem es casi inexistente, a diferencia de lo que sucedía hace no muchos años, en la década de los ‘90, inicios de los 2000, cuando la Universidad Pública se sostenía en base al trabajo ad honorem de sus graduadxs.
En concordancia con lo que venimos diciendo, nos vamos a encontrar con que los cargos concursados, que son aquellos que aseguran continuidad y estabilidad laboral, son proporcionalmente solo 1/3 de los cargos totales. Y si focalizamos en el Estado Nacional como empleador, el porcentaje se reduce a un 25%.
En cambio en la Universidad Pública este porcentaje crece hasta un 43%. Esto es también resultado de una política de estado llevada adelante durante los gobiernos conocidos como “kirchneristas10” que jerarquizaron la ciencia, la tecnología y la Universidad a partir de aumentar la inversión pública allí (Perelman, 2015).
Ahora bien, aunque lxs antropologxs desarrollen sus trabajos en espacios a los que fueron convocados en tanto tales, o sea, en tanto antropólogxs, no siempre esa expertise es reconocida en la práctica. Entonces mientras casi el 85%11 de lxs encuestadxs refiere que su título en ciencias antropológicas es formalmente reconocido12, y este porcentaje en dependencias del Estado Nacional y la Universidad Pública es inclusive mayor, paradójicamente cuando preguntamos por el reconocimiento del título en la práctica profesional13, los porcentajes bajan. El título de antropólogx es reconocido en la práctica solo en un 61%, en oposición al casi 85% del reconocimiento formal.
Y cuando aislamos al Estado Nacional y la Universidad pública como espacios de desarrollo profesional, el reconocimiento en la práctica también disminuye. En el Estado Nacional disminuye de un 84 a un 62%. En la universidad pública, de un 91% a un 62%. Aquí resuenan los comentarios sobre el desconocimiento acerca de lo que la antropología es o lxs antropologxs hacen como profesionales, más allá del estereotipo de la vinculación con lo exótico.
¿En qué áreas trabajan lxs antropólogxs?
Además de desempeñarse como docentes, lxs antropólogxs establecen que sus áreas de interés son: educación, patrimonio, salud, ciencia y técnica, cultura, desarrollo social, derechos humanos, medio ambiente, pueblos originarios, proyectos de desarrollo, identidades, folklore y culturas populares, niñez y adolescencia, economía social, género, vivienda social, peritajes judiciales, mediaciones comunitarias, desarrollo rural, trabajo y conflictividad social, antropología urbana, turismo, deporte, fuerzas de seguridad, registro arqueológico, forense, etc.
Estas áreas de desarrollo profesional son más o menos significativas en función de procesos y necesidades locales; por lo que es difícil aventurar una jerarquización a nivel nacional. Pero lo que sí podemos decir, es que eso relativiza la noción que liga a la antropología con lo exótico lejano en el tiempo y el espacio14.
En áreas del Estado Nacional, que podríamos entenderlas como divisiones ministeriales, por su parte nos vamos a encontrar con que los espacios donde mayormente se desarrolla profesionalmente la antropología son: patrimonio, educación, ciencia y técnica, cultura, salud y docencia, desarrollo social, derechos humanos, pueblos originarios, deporte, medio ambiente y arqueología.
La docencia por su parte parece tener cierta autonomía con respecto al resto de las áreas o campos disciplinares, siendo la principal inserción laboral para lxs antropologxs. De la totalidad de los trabajos en docencia (en todos los niveles, desde el primario hasta posgrado) un 62% se dedica exclusivamente a ello. Vale aclarar que dentro de ese 62% tenemos a quienes cuentan con el privilegio de tener una dedicación exclusiva, lo que les permite además de dar clases, dedicarse a la investigación y la extensión, y también quienes solo cuentan con dedicaciones simples (en el caso de la universidad) o con “horas” en instituciones del nivel medio y/o terciario, lo que lleva a la sobrecarga de horas docentes para poder sobrevivir, en un país donde la docencia no está jerarquizada, por ende está mal remunerada.
El pluriempleo es otra cualidad excluyente. La mayoría de lxs antropologxs manifiesta desempeñare en 2 y hasta 3 ámbitos laborales diferentes. Esto cruzado con la precariedad de algunos de ellos, más las dedicaciones simples de la mayoría de las asignaciones docentes, nos puede estar hablando de grandes diferencias hacia el interior del colectivo disciplinar en Argentina.
Como veremos en el siguiente apartado, este escenario que puede resultar poco prometedor por lo fragmentario, precario y/o insuficiente, en comparación con lo que sucedió a continuación con el cambio de signo político del gobierno nacional, se transformó en un pasado deseable al que querer volver.
GSAP en Argentina
La encuesta GSAP fue respondida por 3,836 personas en todo el mundo que se autoidentifican como antropologxs. 1011 nacieron en EEUU, de ellos 985 viven allí. 1/3 del total de los respondentes de GSAP se formaron en EEUU. 100 manifiestan haber nacido en Argentina y 77 continúan viviendo en ese país.
En 2018, año de aplicación de la encuesta, Argentina estaba viviendo un retroceso en la inversión en ciencia, técnica e investigación, producto de sendos recortes del gobierno neoliberal encabezado por Mauricio Macri. Esto tuvo un impacto directo en la antropología local, lxs antropologxs, la posibilidad de hacer investigación y/o insertarse laboralmente.
Como veíamos en la encuesta anterior, el principal agente de fomento de la ciencia y técnica en el país es el Estado Nacional. En los últimos 3 años (previos a 2018) los recortes y reasignaciones presupuestarias en el área golpearon de pleno al sistema científico y universitario del país.
En 2013 había sido lanzado el Plan Argentina Innovadora 2020 por la entonces presidenta Cristina Fernández y su ministro de Ciencia. El Plan, que nunca fue dado de baja, establecía que a finales de 2017 debían ingresar 1150 investigadores a la Carrera de Investigador-CIC del CONICET15. Sin embargo, fueron sólo 600. Las principales damnificadas fueron las ciencias básicas: en el caso de ciencias sociales y humanidades sólo entraron 75 investigadores a CIC. En 2018 fueron recortados a la mitad los subsidios a la investigación y se restringieron al ingreso a la carrera del CONICET a 300 personas.
El presupuesto nacional aprobado para 2018 redujo la inversión en ciencia y tecnología, pasando del 1.52% del total nacional en el año 2015 al 1.22%, marcando así una profundización del recorte realizado en el año 2016, donde ya había descendido al 1.4%. El peso de la ciencia en la inversión del Estado Nacional se redujo más de un 20% en menos de dos años.
A través de una carta pública, tres prestigiosos investigadores del CONICET16, denunciaron la política de "ciencia cero" que llevaba adelante el gobierno nacional. En la carta denunciaban:
“En 2018, no habrá ninguna incorporación de científicas/os al CONICET. Las convocatorias a ingresos al CONICET suelen hacerse cada fin de año, pero en 2017 no hubo llamado. El 19 de abril pasado se abrió la esperada convocatoria, cuyo resultado se conocerá en abril de 2019, cuando comenzará el lento proceso de ingreso formal. En 2018 no habrá, pues, nuevos ingresos a la Carrera de Investigación del CONICET.”
También denuncian la “Disminución del número de becas doctorales, el congelamiento salarial y el retraso y reducción de los fondos para investigación”, denunciaban allí mismo que el presidente del CONICET “tras haber declarado la “inviabilidad” del organismo […] impuso un plan de ajuste que ha sido rechazado por la comunidad científica en su conjunto, acompañada por gran parte de la sociedad”.
Previo a los recortes en Ciencia y Tecnología y como estrategia para lograr acompañamiento de la opinión pública, desde las redes sociales se lanzó una campaña de desprestigio dirigida a los investigadores, especialmente a aquellos de las ciencias sociales y humanas.
Particularmente una colega antropóloga sufrió una serie de agresiones y continuas formas de hostigamiento que se hicieron públicas en distintos medios de comunicación y redes sociales, las cuales apuntaban a denigrar su figura en tanto trabajadora de la ciencia y de la universidad pública, así como sus temas de investigación. A través de esos mecanismos no sólo se desprestigiaba su labor, su condición de trabajadora, su línea de investigación, sino centralmente, el hecho de ser investigadora del CONICET. En este sentido, se ponían en duda la institución donde desempeñaba sus funciones y las condiciones bajo las cuales había ingresado a la carrera CIC.
Los ataques si bien estaban dirigidos a personas particulares, tenían como objetivo desprestigiar a la investidura del CONICET ya que ponían en duda sus procesos de evaluación, la ética de la institución, las líneas temáticas que desarrolla, así como la pertinencia y el compromiso de las investigaciones que se realizan dentro de la misma.
La situación de las Universidades Nacionales no era mucho mejor: un Informe de la Federación Nacional de Docentes Universitarios -CONADU señalaba que el retroceso del porcentaje del PBI destinado a las universidades públicas -que ya en 2016 había descendido del 0.87% al 0,81%, y llegó en 2017 al 0,77%- implicaba un ajuste real del -11% con respecto al año 2015.
Además de la reducción presupuestaria en abril de 2018 el Ministerio de Educación confirmó un recorte de 3% del presupuesto del sector y el congelamiento de las obras de infraestructura. Ello respondía a “re adjudicaciones de fondos” que estaba realizando el Poder Ejecutivo respecto del presupuesto votado por el Congreso de la Nación.
Las Universidades Nacionales creadas durante los gobiernos anteriores17 también sufrieron el ataque de los medios masivos de comunicación, quienes cuestionaron su relevancia, su calidad académica e incluso la necesidad de la existencia de la formación superior. La entonces gobernadora de la provincia de Buenos Aires18, la provincia más grande y con mayor población del país declaró: “¿Es de equidad que durante años hayamos poblado la Provincia de Buenos Aires de universidades públicas cuando todos los que estamos acá19 sabemos que nadie que nace en la pobreza en la Argentina hoy llega a la universidad?”20.
O sea, el contexto de expansión que marcó la encuesta de 2016, se había transformado en uno de retracción para 2018, año de la GSAP.
De la GSAP, el CGA recibió información de 29 respondentes, quienes marcaron como asociación de pertenencia al CGA. Con esa información muy escueta, se elaboraron algunos datos.
Una primera cuestión a destacar es que de 100 argentinos que contestaron el formulario de GSAP, solo 29 manifestaron pertenecer a CGA. Aunque muy probablemente tomaron conocimiento sobre el mismo a partir de la difusión que le dio esa Asociación, prefirieron no identificarse con ella. Eso sólo algo nos dice sobre la dispersión de lxs antropólogxs en Argentina, en el contexto de que arriba describíamos como antropologías periféricas. A veces aparece como “más beneficioso” pertenecer a una asociación que nuclea antropologxs noratlánticos que al CGA por ejemplo.
La relación entre mujeres y varones es de 3 a 1; la totalidad de los varones que contestaron tienen entre 30 y 50 años, en cambio las mujeres están representadas en todas las franjas etarias. Todos nacieron en el país y de los que participaron en la encuesta casi 1/3 vive fuera del país. Es temerario asegurar que 1/3 de lxs antropologxs graduados en el país se encuentran en el exterior. Es más probable que quienes viven en el exterior estuvieran sobrerrepresentados en las respuestas.
En cuanto a los estudios de grado y posgrado, excepto un porcentaje pequeño, la mayoría realizó grado y posgrado en Argentina. Los países que aparecen como destinos de estudio por fuera de Argentina son Brasil, España, Reino Unido, Estados Unidos y Japón (este último destino es muy menor en comparación con los anteriores).
Es interesante que solo ¼ de los posgrados sean en disciplinas que no son la antropología. Es mucho más común encontrarnos con profesionales de otras disciplinas que realizan sus posgrados en antropología, que el camino inverso.
Con respecto a las áreas de expertise, si bien la mayor concentración está en etnicidad e identidad social, hay que señalar que no se puede tomar esto como un dato, dado el bajo número de respondentes y sobre todo comparando esto con los datos de la encuesta de 2016.
Respecto de la categoría “experticia por país” Argentina aparece en 1º lugar claramente, y eso tiene que ver con las características propias de las antropologías del Sur, que hacemos antropología “en casa”. En segundo lugar aparecen países latinoamericanos, esto probablemente en virtud de la realización de posgrados o estancias en esos países, o producto del intercambio regional/continental que mantenemos entre nuestras antropologías.
Como ya se adelantó, el principal empleador de antropólogxs en Argentina es el Estado en sus diversas formas e instancias, incluidas Universidades Públicas, Agencias de Investigación, divisiones administrativas, etc. Y el hecho que aparezcan más registros que respondentes habla del multiempleo, característico de nuestra profesión en el país según vimos en la 2º encuesta de perfiles profesionales.
Sobre el tipo de empleo, el hecho que casi el 70% tenga empleo full time permanente da cuenta de que entre los respondentes no hay graduados recientes o colegas en sus primeros años de desempeño profesional. También da cuenta de la apertura de nuevos cargos y la regularización de muchos otros que hubo durante el gobierno precedente, situación que se empezó a deteriorar en el momento de la realización de la encuesta.
Casi el 80% manifiesta estar mal pagados o no saber si lo está o no. Dos cuestiones para decir allí, la mayoría de lxs antropólogxs se desempeña como docentes en diferentes niveles, y la docencia en todos sus niveles está mal paga en Argentina, por lo que muy probablemente una cosa vaya de la mano con la otra. Por otro lado, en la medida en que no somos una profesión con ley de ejercicio profesional, no tenemos estandarizado nuestros ingresos, y muchas veces dependemos de negociaciones paritarias de otras profesiones, o de recomendaciones de colegas (en el caso de consultorías, peritajes por ejemplo) para ponerle un precio a nuestro trabajo profesional.
Finalmente, el castellano/español es el idioma mayoritario de publicación, seguido del inglés y el portugués. El castellano y el portugués responden a nuestra inserción continental, y el inglés a las reglas actuales del sistema mundo universitario/académico/editorial que impone el inglés como lengua ponderada por sobre cualquier otra.
Conclusiones
En este artículo, más que llegar a conclusiones que puedan cerrar una discusión o conversación, se presentan algunos escenarios que pretenden argumentar las razones por las que una encuesta a nivel global, elaborada con criterios únicos es, en varios sentidos, cuestionable.
En las primeras secciones de este artículo se discutió la viabilidad misma de un proyecto de las dimensiones de la GSAP, en función de la pretensión de universalidad del mismo, en concordancia con el proyecto político-académico de las antropologías centrales. Esa pretensión de universalidad invisibiliza no solo las relaciones de hegemonía-subalternidad entre las antropologías del mundo, sino los contextos de producción y desarrollo de cada una de ellas, y hacia el interior de las mismas. Sin reflexionar sobre el posicionamiento geopolítico de nuestras antropologías, es difícil dar cuenta de datos producidos desde una posición supuestamente global, que se imagina neutral/obvia.
Los datos de la GSAP para el caso argentino (y esto aplica a todos los casos) se pueden interpretar solamente a la luz de la historia de la/s antropología/s argentina/s, de su actualidad, de su inserción en el marco de la nación, de su posición geopolítica y de su condición de antropología del Sur y periférica. Parte de ese marco lo da la encuesta previa de 2016, que respondía a unos intereses locales y estaba diseñada desde esos intereses, a partir del conocimiento del campo local, de allí su incorporación en este trabajo.
Volviendo a la propuesta de las antropologías del mundo, cabe preguntarse hasta qué punto es posible o incluso deseable producir datos “universales”, hasta donde esas propuestas no aplanan/invisibilizan las relaciones de poder entre las antropologías y en ese mismo movimiento, refuerzan la hegemonía claramente noratlántica.
Agradezco la invitación a participar en este dossier, y agradezco también las observaciones y comentarios de lxs editorxs y evaluadorxs que me ayudaron a re-elaborar partes del artículo. Todo lo que se expresa en él es enteramente responsabilidad mía.
Bibliografía citada
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MCGRATH, Pamela Faye; ACCIAIOLI, Greg; Millard, Adele. 2018. “Report on the preliminary findings of the 2018 Global Survey of Anthropological Practice”. WCAA DOI:10.13140/RG.2.2.26933.70880
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1
Previamente construidos a partir de una encuesta realizada por el CGA sobre perfiles profesionales un año antes, más información contextual relativa a las antropologías en el país.
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2
Esto se traduce en ciertas antropologías que directamente son silenciadas e invisibilizadas al punto de quedar encapsuladas, e incluso bajo sospecha moral y ética, con muy pocas posibilidades de diálogo más allá de sus fronteras nacionales.
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3
Walter Mignolo habla de geopolítica del conocimiento para destacar la noción según la cual el locus de enunciación de las disciplinas está geopolíticamente marcado (Ribeiro y Escobar, 2008).
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4
Para mayor información sobre la formación de grado y posgrado en antropología en la Argentina ver: Guber y Ferrero, 2020: “Antropologías hechas en la Argentina”, Volumen I, Introducción: https://www.asociacionlatinoamericanadeantropologia.net/images/AntropologiasHechasEn/ANT_ARGENTINA_VOLUMEN_1_FINAL_WEB.pdf
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5
También a la antropología forense, aunque no aparece representada en esta encuesta.
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6
Esta es una discusión recurrente, sobre todo en programas de formación que se dividen en orientaciones, pero que no revisten programas autónomos. Hasta donde son parte de una misma disciplina y hasta donde son dos disciplinas autónomas.
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7
El Ministerio de Cultura y Educación de la República Argentina aprobó por Resolución N° 1584/93, resultado de gestiones del CGA las Incumbencias Profesionales para la antropología.
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8
Esto está en proceso de modificarse en la UBA.
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9
Una dedicación exclusiva supone 40 hs semanales de trabajo, una semiexclusica 20 y una simple, 10.
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10
Gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández. Entre 2005 y 2015 aproximadamente.
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11
Sin embargo cuando desagregamos según ámbito de desempeño laboral, vamos a encontrar con que en establecimientos educativos primarios, secundarios y terciarios, así como en el estado provincial y municipal y en ONG’s, el reconocimiento formal se reduce a un rango que va desde un 55 a un 75%.
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12
Refiere a si la titulación es condición para concursar o acceder a un cargo (trabajo).
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13
Refiere a si en la práctica profesional los conocimientos en antropología son reconocidos como específicos y si gravitan como tales en el desempeño laboral.
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14
Claro que esto se puede matizar si pensamos que lo exótico o el exotismo está en la mirada o perspectiva, o sea, en la misma antropología. Entonces no depende de cual sea el referente empírico, sino de cómo se lo aborde.
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15
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas.
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16
Alberto Kornblihtt, Mario Pecheny y Guillermo Neiman. https://www.tiempoar.com.ar/nota/se-postulan-al-directorio-del-conicet-y-denuncian-la-politica-de-ciencia-cero
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17
Gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández (2005-2015).
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18
María Eugenia Vidal, del mismo partido de derecha que el entonces presidente, Mauricio Macri.
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19
Se refería a una reunión del Rotary Club.
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20
De esa manera desprestigia y deslegitima el proyecto de las Universidades del Bicentenario, que irrumpen en el escenario de la educación superior en Argentina entre 2007 y 2015 con un mandato específico: “inclusión con calidad”. Son Universidades emplazadas en territorios postergados, cuya población es mayormente primera generación de estudiantes universitarios.
Fechas de Publicación
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Publicación en esta colección
17 Feb 2023 -
Fecha del número
2022
Histórico
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Recibido
14 Set 2021 -
Acepto
17 Ene 2022