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Circulaciones en el espacio de vida isleño ampliado. Las migraciones internas de familias de la Zona Núcleo Forestal del Delta del Paraná (provincia de Buenos Aires, Argentina)

Circulations through the expanded islander living space. The internal migrations of families in the Zona Núcleo Forestal of the Paraná Delta (Buenos Aires province, Argentina)

resumen

Este artículo aborda las migraciones internas de un conjunto de familias originarias de la Zona Núcleo Forestal del Delta del río Paraná (Buenos Aires, Argentina) desde la perspectiva de la movilidad. A partir de los conceptos de espacio de vida y circulaciones migratorias, nos enfocamos en analizar el proceso histórico de construcción del espacio de vida isleño ampliado y las lógicas pasadas y presentes de circulación que estructuran y condicionan los patrones de movilidad de los diferentes integrantes de estas familias de acuerdo con sus posiciones de género, generación y clase social.

palabras clave
Migraciones internas; circulaciones migratorias; espacio de vida; Delta del Paraná; interseccionalidad de desigualdades

Abstract

This article addresses the internal migrations of a group of families from the Delta of the Paraná River (Buenos Aires, Argentina) from the perspective of mobility. Based on the concepts of life space and migratory circulations, we analyze the historical process of construction of the expanded life space and the past and present logics of circulation that structures and conditions the mobility patterns of the different members of these families according to their positions of gender, generation and social class.

keywords
internal migrations; migratory circulations; life space; Delta of the Paraná River; intersectionality of inequalities

Introducción

En este artículo realizamos un análisis de las migraciones internas campo-ciudad de un grupo de familias oriundas de la Zona Núcleo Forestal del Delta del río Paraná (provincia de Buenos Aires, Argentina) desde el enfoque de la movilidad. En contraposición a la mirada tradicional de la migración como un evento-ruptura del espacio-tiempo (Cortes, 2009 CORTES, Genevieve. 2009. “Migraciones, construcciones transnacionales y prácticas de circulación. Un enfoque desde el territorio”. Párrafos geográficos, 8 (1): 35-53. Disponible en http://sgpwe.izt.uam.mx/files/users/uami/prunier.delphine/CirculacionTerritorio-Cortes.pdf
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), el paradigma de la movilidad (Sheller y Urry, 2006 SHELLER, Mimi y URRY, John. 2006. “The new mobilities paradigm”. Environment and planning A, 38(2): 207-226. DOI:10.1068/a37268
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) pone el foco en los sujetos en movimiento y en las formas en que éstos se apropian de los diversos espacios por los que circulan en su vida cotidiana, articulándolos y construyendo espacios de vida que son experimentados de manera continua.

Llevada al estudio de las migraciones internas, esta perspectiva hace posible dar cuenta de diversas estrategias que las poblaciones rurales despliegan con el fin de garantizar su reproducción social y su permanencia en el lugar de origen en contextos de crisis y de transformación del agro, y permite vislumbrar que la emigración del campo a la ciudad no es la única alternativa posible para las familias rurales. En efecto, desde finales del siglo XX algunos autores han venido registrando en distintas regiones de la Argentina procesos de diversificación laboral y territorial de familias rurales que históricamente habían concentrado sus actividades en la chacra familiar. La división de la unidad productiva y residencial entre espacios rurales y urbanos comenzó a documentarse en estudios de la década de 1990 en familias de chacareros de la región pampeana (Tort, Bearzotti y Neiman, 1991TORT, María Isabel, Sílcora BEARZOTTI, Guillermo NEIMAN. 1991. “Trabajo y producción en las explotaciones familiares” En: BARSKY, Osvaldo (ed). El desarrollo agropecuario pampeano. Buenos Aires, INDEC; INTA; IICA, 565-606. ; Balsa, 2000 BALSA, Javier. 2000. “Incidencia de la radicación urbana de los productores sobre las características de las explotaciones agropecuarias de la provincia de Buenos Aires,1988”. Mundo agrario, 1(1): 1-9. Disponible en http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttextpid=S1515-59942000000200006
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; Cloquell, Albanesi, De Nicola, González, Preda y Propersi, 2003 CLOQUELL, Silvia, ALBANESI, Roxana, DE NICOLA, Mónica, GONZÁLEZ, Cristina, PREDA, Graciela y PROPERSI, Patricia. 2003. “Las unidades familiares del área agrícola del sur de Santa Fe en la década del noventa”. Revista Interdisciplinaria de Estudios Agrarios, 19(2): 5-40. Disponible en https://www.ciea.com.ar/web/wp-content/uploads/2016/11/revista-interdisciplinaria-de-estudios-agrarios-19.pdf#page=5
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; entre otros). Más recientemente, diversos investigadores han registrado este tipo de expansión territorial en estudios acerca de familias fruticultoras y ganaderas del norte de la Patagonia (Murmis, Bendini y Tsakougmakos, 2009 MURMIS, Miguel, BENDINI, Mónica, y TSAKOUMAGKOS, Pedro. 2009. “Pluriactividad: reflexiones a partir de un estudio de chacareros valletanos”. Revista Interdisciplinaria de estudios agrarios, 31: 5-50. Disponible en https://www.ciea.com.ar/web/wp-content/uploads/2016/11/RIEA31-01.pdf
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; Bendini y Steimbreger, 2013 BENDINI, Mónica y STEIMBREGER, Norma. 2013. “Territorialidad campesina en el sur de Argentina. Cambios productivos y laborales como formas de resistencia”. Eutopía. Revista de Desarrollo Económico Territorial, (4): 25-44. DOI: https://doi.org/10.17141/eutopia.4.2013.1224
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; Comerci y Mostacero, 2021COMERCI, María Eugenia y MOSTACERO, Antonella. 2021. “Territorialidades campesinas, movilidades y doble residencia: Estudio de caso en el oeste de La Pampa (Argentina)”. Revista Transporte y Territorio, (24): 8-31. DOI: 10.34096/rtt.i24.10225
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; entre otros). Esto mismo se observa entre las familias oriundas de la Zona Núcleo Forestal del Delta del río Paraná, quienes a lo largo del tiempo han diversificado sus actividades y su lugar de residencia entre lugares de “la isla” 1 1 El uso de comillas a lo largo de este trabajo hace referencia a términos y frases nativas. y ciertos centros urbanos cercanos.

Los análisis de las experiencias de familias rurales que han ampliado su espacio residencial y productivo más allá de las explotaciones agropecuarias familiares pueden constituir aportes interesantes para pensar y promover nuevas formas de arraigo rural. Fundado en tales motivaciones, el objetivo central de este trabajo consiste en analizar el proceso de construcción del espacio de vida ampliado de un conjunto de familias originarias de la Zona Núcleo Forestal del Delta del río Paraná. El foco del análisis se centra en las lógicas históricas y presentes que estructuran las circulaciones de las personas en los lugares rurales y urbanos que componen su espacio de vida. Indagamos sobre el modo en que estas lógicas están atravesadas por desigualdades de género y generación que repercuten en la organización del trabajo intrafamiliar. Asimismo, analizamos los condicionantes de clase que facilitan o limitan las movilidades de las diversas familias.

Este análisis retoma algunas categorías producidas en el marco del giro epistemológico de la movilidad en las ciencias sociales. En primer lugar, este enfoque sugiere analizar al territorio desde una geografía del sujeto que ubica al actor-migrante como protagonista de la construcción social de su experiencia territorial (Cortes, 2009 CORTES, Genevieve. 2009. “Migraciones, construcciones transnacionales y prácticas de circulación. Un enfoque desde el territorio”. Párrafos geográficos, 8 (1): 35-53. Disponible en http://sgpwe.izt.uam.mx/files/users/uami/prunier.delphine/CirculacionTerritorio-Cortes.pdf
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). Desde tal perspectiva, el territorio es pensado como espacio de vida , es decir, retomando la definición de Domenach y Picouet (1990 DOMENACH, Hervé y PICOUET, Michel. [1987]. 1990. “El carácter de reversibilidad en el estudio de la migración”. Notas de Población (49): 49-69. Disponible en https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/12922/NP49-02_es.pdf
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), como aquella porción delimitada del espacio en la que las personas desarrollan sus actividades de la vida diaria, sean éstas familiares, laborales, educativas, sociales o de ocio. Dichas prácticas cotidianas pueden llevarse a cabo en lugares dispersos entre sí, los cuales son articulados por las personas y los grupos sociales en la medida en que se apropian de ellos al ocuparlos y recorrerlos. De este modo, el territorio deja de ser pensado necesariamente como espacio continuo y fijo, y los diferentes lugares que componen el espacio de vida pueden presentar variadas modalidades de estadía: periódicas, repetitivas, ocasionales, cíclicas o estacionales.

El paradigma de la movilidad invita también a repensar los modos en que se clasifican los desplazamientos de las personas en el espacio. En lugar de retomar las definiciones clásicas de las migraciones como definitivas o temporales, la geografía social francesa ha desarrollado la categoría de circulaciones migratorias para considerar otras formas de movilidad humana como son los movimientos circulares, los retornos puntuales, las idas y vueltas y las dobles residencias (Cortes, 2009 CORTES, Genevieve. 2009. “Migraciones, construcciones transnacionales y prácticas de circulación. Un enfoque desde el territorio”. Párrafos geográficos, 8 (1): 35-53. Disponible en http://sgpwe.izt.uam.mx/files/users/uami/prunier.delphine/CirculacionTerritorio-Cortes.pdf
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). Dichas formas de movilidad permiten describir los desplazamientos que hacen las personas al interior de su espacio de vida, particularmente cuando éste se compone de lugares distantes entre sí. Esto posibilita también dar cuenta de las dinámicas de organización espacial que construyen los grupos migrantes como conjunto, es decir, los polos, nodos y rutas que resultan de usar y recorrer un espacio de vida compartido.

El enfoque de las circulaciones migratorias busca también dar cuenta de las formas en las que las personas logran articular lugares dispersos a partir de sus relaciones y redes sociales, constituyendo espacios de vida relacionales multi-polarizados (Cortes, 2009 CORTES, Genevieve. 2009. “Migraciones, construcciones transnacionales y prácticas de circulación. Un enfoque desde el territorio”. Párrafos geográficos, 8 (1): 35-53. Disponible en http://sgpwe.izt.uam.mx/files/users/uami/prunier.delphine/CirculacionTerritorio-Cortes.pdf
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). Pensar a las circulaciones como campo de relaciones sociales, además de espaciales, permite hacer foco en los procesos de intercambio de información y transmisión de saberes que se dan entre los distintos miembros de un grupo social y que contribuyen a su apropiación territorial y a la construcción de una identidad circulatoria común. Si se sostiene a lo largo del tiempo, este saber circular (Tarrius, 2000 TARRIUS, Alain. 2000. “Leer, describir, interpretar. Las circulaciones migratorias: conveniencia de la noción de”territorio circulatorio”. Los nuevos hábitos de la identidad”. Relaciones, 21(83):39-66. Disponible en https://www.redalyc.org/pdf/137/13708303.pdf
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) puede devenir en lo que Rivero Sierra ( 2018 RIVERO SIERRA, Fulvio. 2018. “Territorios migratorios”. Revista Temas de Antropología y Migración (10): 58-64. Disponible en https://ri.conicet.gov.ar/bitstream/handle/11336/87201/CONICET_Digital_Nro.da76b3c9-3b97-4b33-b716-9c1b4bb3f878_w.pdf?sequence=6isAllowed=y
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) define como cultura migratoria , un capital social compartido por todos los habitantes de un espacio de vida ampliado, el cual supone la socialización de sus miembros en un proyecto vital que supone desplazarse entre lugares dispersos.

Rivero Sierra ( 2018 RIVERO SIERRA, Fulvio. 2018. “Territorios migratorios”. Revista Temas de Antropología y Migración (10): 58-64. Disponible en https://ri.conicet.gov.ar/bitstream/handle/11336/87201/CONICET_Digital_Nro.da76b3c9-3b97-4b33-b716-9c1b4bb3f878_w.pdf?sequence=6isAllowed=y
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) reconoce que este capital social compartido que lleva a la ampliación del espacio de vida se funda en el objetivo de sacar ventaja de desigualdades espaciales que los grupos sociales encuentran en sus territorios de origen. Desde tal ángulo, las movilidades pueden pensarse como estrategias de reproducción social que se construyen a escala de las unidades domésticas (Quaranta, 2017 QUARANTA, Germán. 2017. “Estrategias laborales y patrones migratorios de trabajadores agrícolas de hogares rurales de Santiago del Estero”. Desarrollo Económico, 57(221): 119-146. Disponible en https://www.researchgate.net/profile/German-Quaranta/publication/352864122_Estrategias_laborales_y_patrones_migratorios_de_trabajadores_agricolas_de_hogares_rurales_de_Santiago_del_Estero/links/60dd080d458515d6fbeee46d/Estrategias-laborales-y-patrones-migratorios-de-trabajadores-agricolas-de-hogares-rurales-de-Santiago-del-Estero.pdf
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). En este punto resulta pertinente recordar la definición de unidad doméstica esbozada por Jelin (2016JELIN, Elizabeth. [1998] 2016. Pan y afectos: la transformación de las familias. Buenos Aires, Fondo De Cultura Económica.), quien la entiende como aquella organización social cuyo propósito es la realización de las actividades ligadas al mantenimiento cotidiano y la reproducción generacional de la población. La unidad doméstica suele estar compuesta por un grupo de personas co-residentes que tienen vínculos de parentesco consanguíneos, y sigue los criterios de organización interna de las familias basados en el sexo y la edad. Así, retomando a Quaranta ( 2017 QUARANTA, Germán. 2017. “Estrategias laborales y patrones migratorios de trabajadores agrícolas de hogares rurales de Santiago del Estero”. Desarrollo Económico, 57(221): 119-146. Disponible en https://www.researchgate.net/profile/German-Quaranta/publication/352864122_Estrategias_laborales_y_patrones_migratorios_de_trabajadores_agricolas_de_hogares_rurales_de_Santiago_del_Estero/links/60dd080d458515d6fbeee46d/Estrategias-laborales-y-patrones-migratorios-de-trabajadores-agricolas-de-hogares-rurales-de-Santiago-del-Estero.pdf
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), la movilidad es una estrategia de reproducción social de la unidad doméstica que incluye la división territorial del trabajo familiar y se organiza en base a los roles asignados a cada miembro del grupo en función de su condición de género y generación.

Esto permite distinguir que existen condicionamientos microestructurales que limitan las trayectorias posibles de cada miembro del hogar. Éstos se conjugan con otros factores meso y macroestructurales que promueven patrones desiguales de movilidad e inmovilidad (PIZARRO y Ciarallo, 2018 PIZARRO, Cynthia Alejandra y CIARALLO, Ana. 2018. “Circulaciones migratorias”. Revista Temas de Antropología y Migración (10): 27-33. Disponible en línea en: https://ri.conicet.gov.ar/bitstream/handle/11336/196224/CONICET_Digital_Nro.8a3e52a4-7835-46a3-8145-1b4c4c298092_B.pdf?sequence=2isAllowed=y
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). Entre ellos se destaca la condición socioeconómica familiar como un factor clave que contribuye a fomentar o desalentar la movilidad y la concreción de los proyectos migratorios. Esto permite vislumbrar que, si bien el saber circular puede constituir un capital social compartido por todo el grupo, el poder circular se limita a quienes detentan mayor capital económico.

Las movilidades entre el campo y la ciudad –la “isla” y el “continente”- de las familias oriundas de la Zona Núcleo Forestal pueden analizarse a la luz de estas categorías. Motorizadas por diversos factores climáticos, económicos, políticos y sociales, desde mediados del siglo XX estas familias fueron desarrollando nuevas estrategias de reproducción social que incluyeron las circulaciones de algunos miembros del hogar hacia lugares urbanos del “continente”, lo cual coadyuvó a la ampliación de un espacio de vida que hasta entonces había estado concentrado en las “quintas” de “la isla”.

Las lógicas que estructuran el espacio de vida ampliado de las familias isleñas pueden analizarse en distintos niveles. Siguiendo la propuesta de Alain Tarrius en su antropología del movimiento, un primer abordaje posible es la reconstrucción de la lógica de la organización de los ritmos de circulación cotidiana de los grupos familiares, lo cual permite poner de manifiesto los momentos y lugares bloqueados y aquellos que están disponibles para cada persona del hogar. Esta reconstrucción sincrónica de los ritmos familiares puede ser profundizada con análisis diacrónicos. Por una parte, Tarrius sugiere registrar la serie de mudanzas características del ciclo de vida individual y familiar y, por otra parte, plantea la importancia de estudiar las migraciones a escala de una historia intergeneracional, con el propósito de reconstruir las bases sobre las que se fundan las movilidades de los distintos grupos familiares (Tarrius, 2000 TARRIUS, Alain. 2000. “Leer, describir, interpretar. Las circulaciones migratorias: conveniencia de la noción de”territorio circulatorio”. Los nuevos hábitos de la identidad”. Relaciones, 21(83):39-66. Disponible en https://www.redalyc.org/pdf/137/13708303.pdf
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).

En los siguientes apartados analizaremos el proceso de construcción del espacio de vida isleño en estos tres niveles propuestos por Tarrius. Comenzaremos por analizar la historia intergeneracional de las migraciones de las familias isleñas, desde su llegada a “la isla” a mediados del siglo XIX hasta los procesos de reconfiguración productiva y socioterritorial de finales del siglo XX. Luego analizaremos las lógicas que subyacen a las circulaciones por el espacio de vida actual, a las que distinguimos entre desplazamientos cotidianos de ida y vuelta en el día y dobles residencias. De este modo procuraremos comprender de qué maneras las familias proyectan, promueven y sostienen cierto tipo de movilidad para algunos de sus miembros, con el fin de ampliar su espacio de vida y coadyuvar a la reproducción de su unidad doméstica y las de sus descendientes.

Los resultados presentados en este artículo constituyen un adelanto de la tesis doctoral de Gimena Camarero, y son fruto de un trabajo de investigación etnográfica realizado entre 2012 y 2022 en la Zona Núcleo Forestal del Delta del Paraná. Este trabajo fue llevado adelante por un equipo de investigación de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires dirigido por la Dra. Cynthia Pizarro, y ha comprendido la realización de trabajos de campo periódicos en las islas, con múltiples instancias de observación participante y entrevistas. Realizamos gran cantidad de visitas a “quintas” familiares, así como también llevamos adelante talleres en escuelas y con organizaciones vecinales, y participamos de diversas festividades y actividades organizadas por los municipios, por escuelas e instituciones de apoyo a la producción. A lo largo de este proceso, hemos recopilado más de 200 registros, y hemos construido lazos duraderos con muchas personas y familias isleñas.

Para este artículo se tomaron en cuenta principalmente entrevistas realizadas a 74 personas adultas y jóvenes de ambos géneros que son integrantes de 55 grupos familiares pertenecientes a los diversos segmentos socioeconómicos que habitan en “la isla” -trabajadores, familias con producciones pequeñas, medianas y grandes-. Varias de estas entrevistas pueden caracterizarse como relatos de vida (Bertaux, 1989), y nos permitieron reconstruir la memoria colectiva sobre la construcción del espacio de vida de las familias isleñas. Este corpus de registros se ha completado con la realización de una serie de visitas de campo y de entrevistas a algunos miembros de estas familias en los espacios urbanos que son parte de su espacio de vida.

El espacio de vida isleño

Las familias isleñas a las que hacemos referencia en este artículo son oriundas de una zona del Delta Inferior del río Paraná que abarca parte de los sectores de las islas correspondientes a los partidos bonaerenses de Campana y San Fernando, en el área que circunda el río Carabelas, el Canal Alem y el Arroyo Las Piedras, entre el Paraná de las Palmas y el Paraná Guazú. El río Carabelas es el principal cauce de la zona, y los primeros colonos europeos que llegaron entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX a poblar estas islas eran principalmente de ascendencia vasca (Pérez Agote, 1997PEREZ AGOTE, Alfonso. 1997. Mantener la identidad: los vascos del Río Carabelas. Bilbao, Servicio Editorial Universidad del País Vasco. ; Camarero, 2011CAMARERO, Gimena Paula. 2011. Imaginando el Delta sanfernandino. La construcción del territorio y las relaciones sociales en la Reserva de Biosfera Delta del Paraná (San Fernando, provincia de Buenos Aires). Buenos Aires, tesis de licenciatura en Ciencias Antropológicas, Universidad de Buenos Aires. ). Junto con ellos, en los ríos y arroyos cercanos también se asentaron familias colonas de nacionalidad española, portuguesa e italiana (Pizarro, 2014PIZARRO, Cynthia Alejandra. 2014. “Viejos y nuevos inmigrantes en la construcción del territorio denominado núcleo forestal del Delta Inferior del río Paraná, Argentina”. Conferencia Conjunta Internacional FLACSO-ISA. Buenos Aires, 23 al 25 de julio de 2014. ; diario de campo).

Como se puede observar en la figura a continuación, este espacio geográfico se compone de un conjunto de islas separadas entre sí por cursos de agua que actúan como barreras naturales. No obstante, la población se refiere al territorio donde vive como “la isla”, lo cual les permite conferir una unidad al lugar en el que viven. Esto da cuenta de la construcción de una territorialidad colectiva (Haesbaert, 2010 HAESBAERT, Rogerio. 2010. “Território e multiterritorialidade: um debate”. GEOgraphia, 9(17): 19-45. DOI: https://doi.org/10.22409/GEOgraphia2007.v9i17.a13531
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) que desde sus inicios ha supuesto la articulación de lugares dispersos (Cortes, 2009 CORTES, Genevieve. 2009. “Migraciones, construcciones transnacionales y prácticas de circulación. Un enfoque desde el territorio”. Párrafos geográficos, 8 (1): 35-53. Disponible en http://sgpwe.izt.uam.mx/files/users/uami/prunier.delphine/CirculacionTerritorio-Cortes.pdf
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).

Figura 1

Zona Núcleo Forestal. Caminos (línea roja), Balsas y ciudades cercanas.


Cabe destacar que, a la par de su articulación simbólica, desde principios de los años ’80 en esta zona particular del Delta la población ha construido colectivamente un circuito de caminos y ha desarrollado un sistema de balsas y transbordadores que les ha permitido conectarse por vía terrestre con sus vecinos y con tierra firme. Estos caminos fueron trazados sobre los terraplenes de un conjunto de “diques” construidos desde mediados de 1970 para el manejo del agua (Moreira, 2018MOREIRA, Javier. 2018. La institucionalización del desarrollo rural en los procesos de innovación tecnológica de manejo del agua en la Zona Núcleo Forestal del Delta del Paraná. Buenos Aires, tesis para optar al grado de Magíster en Estudios Sociales Agrarios de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). ; diario de campo). Este medio de circulación ha acortado los tiempos y las distancias con la porción continental del partido de Campana.

Así, si bien su residencia histórica y principal, al igual que su referente identitario, es “la isla”, las circulaciones de las familias por ciudades cercanas son frecuentes. En este trabajo proponemos que tales movilidades se inscriben en el espacio de vida de las familias isleñas , quienes a lo largo de su historia intergeneracional han logrado articular un territorio compuesto por lugares dispersos de “la isla” y del “continente” adonde llevan adelante sus actividades cotidianas. Siguiendo a Imilan, Margarit y Garcés ( 2021 IMILAN, Walter, MARGARIT, Daisy y GARCÉS, Alejandro. 2021. “Movilidades transnacionales en la vida cotidiana: prácticas y territorios relacionales”. PERIPLOS, Revista de Investigación sobre Migraciones, 5(2): 4-12. Disponible en https://periodicos.unb.br/index.php/obmigra_periplos/article/view/40220
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), estas prácticas de la vida cotidiana se experimentan de forma continua y anudan a los espacios donde éstas se desarrollan en este mismo continuum, produciendo un sentido de unidad territorial.

Tal como señalan investigadores que han estudiado las dinámicas socioeconómicas de la población de la zona (Galafassi, 2005GALAFASSI, Guido. 2005. La pampeanización del Delta: sociología e historia del proceso de transformación productiva, social y ambiental del Bajo Delta del Paraná (1a ed.). Buenos Aires, Ed. Extramuros. ; González, 2015GONZÁLEZ, Adrián. 2015. La persistencia de las unidades de producción familiar en el bajo Delta del Paraná: Estrategias desplegadas en el contexto de las transformaciones recientes. Buenos Aires, tesis para optar al grado de Magíster en Estudios Sociales Agrarios de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). ; Olemberg, 2015OLEMBERG, Demian. 2015. Formas actuales de la organización social de la producción forestal en el Bajo Delta del río Paraná. Córdoba, tesis para optar por el título de Doctor en Estudios Sociales Agrarios de la Universidad Nacional de Córdoba. ) y como desarrollamos en diferentes trabajos (Pizarro, 2016PIZARRO, Cynthia Alejandra. 2016. “Trabajadores paraguayos en la producción forestal del Delta Inferior del río Paraná”. En Susana Aparicio y Roberto Benencia (eds.): De migrantes y asentados. Trabajo estacional en el agro argentino. Buenos Aires, Fundación CICCUS, 115-138. ; Camarero, 2019CAMARERO, Gimena Paula. 2019. “Falta lugar para las mujeres en la isla”: Género y resistencias territoriales de mujeres en el Delta Inferior del Río Paraná. Buenos Aires, tesis para optar al grado de magister de la Maestría en Políticas Ambientales y Territoriales, Universidad de Buenos Aires. ), la construcción de este espacio de vida ampliado entre “la isla” y el “continente” responde a estrategias familiares de diversificación económica y espacial que fueron impulsadas por diversos procesos ambientales y socioeconómicos, los cuales analizaremos a lo largo de este trabajo.

La construcción histórica del espacio de vida isleño

La construcción del espacio de vida de las familias que hoy habitan la Zona Núcleo Forestal se remonta a los finales del siglo XIX, periodo en el cual el Estado comenzó a impulsar la colonización y puesta en producción de las islas del Delta Bonaerense a través de la Ley Provincial 2.072, conocida como “Ley de Islas”. Esta ley, publicada en el año 1888, establecía un tipo de tenencia de hecho por la cual la propiedad de la tierra era otorgada o vendida a muy bajo precio a aquellos colonos que la ocuparan y pusieran en producción 2 2 El texto completo de la ley se puede consultar en: http://www.gob.gba.gov.ar/legislacion/legislacion/l-2072.html Consultado el 27/03/2023. . En la zona bajo estudio se asentaron principalmente personas de nacionalidad vasca, portuguesa, española e italiana, que habían llegado de ultramar en el marco de movimientos migratorios promovidos por el Estado Nacional (Pérez Agote, 1997PEREZ AGOTE, Alfonso. 1997. Mantener la identidad: los vascos del Río Carabelas. Bilbao, Servicio Editorial Universidad del País Vasco. ; Gentile y Natenzon, 1998GENTILE, Elvira y NATENZON, Claudia. 1998. Ordenamiento del territorio en el Delta del Paraná. Bordeaux, Travaux du Laboratoire de Géographie Physique Appliqué. ; Galafassi, 2005GALAFASSI, Guido. 2005. La pampeanización del Delta: sociología e historia del proceso de transformación productiva, social y ambiental del Bajo Delta del Paraná (1a ed.). Buenos Aires, Ed. Extramuros. ; diario de campo).

Según relatan miembros de estas familias, al principio llegaba un hombre solo y comenzaba a trabajar como peón en el campo de otro propietario, mientras seleccionaba un terreno desocupado y comenzaba a desmalezarlo. A medida que trabajaba su tierra y lograba construir una vivienda, convocaba a su grupo familiar y a parientes y amigos de su terruño natal para que iniciaran sus propias “quintas”.

De tal modo, este espacio isleño fue iniciado por migrantes internacionales, quienes debieron cortar lazos con sus tierras natales y construyeron un nuevo espacio de vida a partir de su trabajo y de la creación o el reagrupamiento de sus familias. Según refieren sus descendientes, este lugar era caracterizado como aislado e indómito, por lo que la transformación del espacio para tornarlo “vivible” es recordada como una verdadera epopeya que dio paso a un fuerte sentimiento de pertenencia (Pizarro, Moreira y Ciccale Smit, 2013).

En esta primera etapa se cultivaban frutas y hortalizas para la venta, y se destinaba una pequeña parte de la producción para la auto-subsistencia (Gentile y Natenzon, 1998GENTILE, Elvira y NATENZON, Claudia. 1998. Ordenamiento del territorio en el Delta del Paraná. Bordeaux, Travaux du Laboratoire de Géographie Physique Appliqué. ; Galafassi, 2005GALAFASSI, Guido. 2005. La pampeanización del Delta: sociología e historia del proceso de transformación productiva, social y ambiental del Bajo Delta del Paraná (1a ed.). Buenos Aires, Ed. Extramuros. ; diario de campo). Los predios tenían una superficie de entre 10 y 30 hectáreas (Olemberg, 2010OLEMBERG, Demian. 2010. “Los determinantes de la reconfiguración productiva. Acerca de la forestalización del Bajo Delta del Paraná”. Buenos Aires, ponencia presentada en VII Jornadas de Investigación y Debate “Conflictos rurales en la Argentina del Bicentenario. Significados, alcances y proyecciones”, Universidad Nacional de Quilmes. ), y la producción se organizaba como una economía de tipo familiar agrícola, en la cual todos sus miembros participaban del proceso productivo, y donde las “quintas” constituían a la vez unidades de producción, de reproducción y de residencia (Benencia Cobelo, Margiotta, Puppi y Valtriani, 1994BENENCIA, Roberto, COBELO, Claudia, MARGIOTTA, Edgardo, PUPPI, Nora y VALTRIANI, Ana. 1994. Estrategias de vida de pequeños productores. Estudio de caso: Delta Inferior Bonaerense del Río Paraná. Informe Final Proyecto AG-068. Buenos Aires: Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires. ). El trabajo y el espacio se dividía entre los miembros de la familia de acuerdo con su sexo y edad: el hogar y las tareas reproductivas y de cuidados estaban asociadas al dominio “femenino”, mientras que el espacio exterior y las tareas productivas de la unidad doméstica se asociaban a “lo masculino”. En esta estructura, señalada por múltiples autores como un orden común a las familias patriarcales de herencia europea (Molyneaux, 1979MOLYNEAUX, Maxine. 1979. “Beyond the Domestic Labour Debate”. NLR, 116: 3-27. ; Jelin, 1984JELIN, Elizabeth. 1984. Familia y unidad doméstica: mundo público y vida privada. Buenos Aires, Estudios CEDES. ; Stolen, 2004STØLEN, K. (2004). La decencia de la desigualdad. Género y poder en el campo argentino. Buenos Aires, Antropofagia. ), el hombre adulto era visto como el “productor” y “proveedor”, por lo que estaba a cargo de la conducción de la economía familiar, en tanto que el trabajo femenino en la producción de frutas y hortalizas se encontraba subordinado al masculino en calidad de “ayuda”, y su trabajo en la reproducción cotidiana era invisibilizado. Al mismo tiempo, las y los niños y jóvenes debían subordinarse al liderazgo del hombre adulto jefe de familia en la producción y al de su esposa en el espacio doméstico.

Esta fue una etapa de consolidación de las unidades domésticas en “la isla”, durante la cual el espacio de vida de las familias se circunscribía a la “quinta” familiar y a lugares de encuentro y sociabilidad con otras familias vecinas como eran los clubes y sociedades de fomento que florecieron en “la isla” en estas primeras décadas. La circulación al “continente” se realizaba únicamente con fines comerciales, a modo de vender la producción agrícola en el puerto de Tigre. Según recuerdan algunos descendientes, eran los hombres adultos identificados como “productores” quienes hacían estos recorridos hasta el puerto en sus canoas cargadas con frutas y hortalizas.

La producción frutihortícola familiar tuvo su apogeo entre 1920 y 1940, periodo en el que se estima que la población isleña llegó a alcanzar los 40.000 habitantes (Gentile y Natenzon, 1998GENTILE, Elvira y NATENZON, Claudia. 1998. Ordenamiento del territorio en el Delta del Paraná. Bordeaux, Travaux du Laboratoire de Géographie Physique Appliqué. ; Olemberg, 2015OLEMBERG, Demian. 2015. Formas actuales de la organización social de la producción forestal en el Bajo Delta del río Paraná. Córdoba, tesis para optar por el título de Doctor en Estudios Sociales Agrarios de la Universidad Nacional de Córdoba. ). En estos años, una gran proporción de familias isleñas consiguió ahorrar y adquirió una casa en centros urbanos de los partidos de San Fernando, Tigre, Campana o Escobar. Este fue el punto de partida que hizo posible la ampliación del espacio de vida isleño hacia el “continente”.

En efecto, entre las décadas de 1940 y 1950 comenzaron a darse circulaciones migratorias de ciertos miembros de las unidades domésticas. Estas circulaciones se organizaron en función de la división sexual y generacional del trabajo familiar: desde un principio, quienes se movilizaron y asentaron en las residencias del “continente” fueron las mujeres adultas junto con miembros dependientes del grupo doméstico, en tanto que los hombres adultos y los hijos jóvenes permanecían en las “quintas” a cargo de la producción agropecuaria. En calidad de responsables por sus cuidados, las mujeres acompañaban a personas ancianas o con enfermedades crónicas para la atención de su salud en la planta urbana. Asimismo, algunas madres comenzaron a acompañar a sus hijas a realizar estudios secundarios en el “continente”, ya que no se encontraban establecimientos de dicho nivel en las islas. Desde aquellos tiempos, los estudios de las mujeres jóvenes fueron priorizados por sobre los de los hijos varones, ya que las habilitaba a formarse en profesiones extra-agrícolas -principalmente la docencia-, en tanto que a los hombres jóvenes se los instruía en la explotación familiar para el relevo de sus padres en el trabajo agropecuario.

Entrevistada: Yo me fui a estudiar al continente porque mi mamá estaba muy enferma. Acá la humedad de la isla la mataba. Estudié la secundaria en San Fernando.

Entrevistadora: ¿Y tus hermanos?

Entrevistada: No, mi hermano no quiso estudiar en su momento. Se quedó trabajando en el campo (Mujer isleña de 70 años, 2013).

En uno u otro caso, las mudanzas al “continente” no eran permanentes, sino que las mujeres adultas mantenían una doble residencia con el fin de realizar las tareas domésticas de reproducción cotidiana en ambos espacios. Asimismo, las mujeres jóvenes solían regresar a su lugar natal luego de finalizar sus estudios. Comenzó a cristalizarse así un desdoblamiento espacial del grupo doméstico entre “la isla” y “la ciudad” que, a pesar de las distancias, reproducía las lógicas de la división sexual y generacional del trabajo familiar configurada en las “quintas”.

Como señala Alain Tarrius ( 2000 TARRIUS, Alain. 2000. “Leer, describir, interpretar. Las circulaciones migratorias: conveniencia de la noción de”territorio circulatorio”. Los nuevos hábitos de la identidad”. Relaciones, 21(83):39-66. Disponible en https://www.redalyc.org/pdf/137/13708303.pdf
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), el análisis de las lógicas de organización de los ritmos de circulación cotidiana de los distintos integrantes de las familias permite poner de manifiesto los momentos y lugares bloqueados para la circulación y aquellos que están disponibles para cada persona del hogar. Así, observamos que en esta etapa las mujeres y las juventudes comenzaron a tener habilitada la posibilidad de circular entre “la isla” y el “continente”, a diferencia de la anterior en la que únicamente los hombres adultos podían hacerlo. No obstante, tal como recalcan Rosas, Mallimacci Barral y Magliano ( 2021ROSAS, Carolina, MALLIMACI BARRAL Ana y MAGLIANO María José. 2021. “Género”. En Jiménez Zunino, Cecilia y Verónica Trpin (coords.): Pensar las migraciones contemporáneas: categorías críticas para su abordaje. Córdoba, Libro digital, EPUB. ISBN 978-987-86-9134-3 ) en relación a las migraciones femeninas, este hecho no representa necesariamente un “acto de emancipación”. En efecto, en lo que respecta a las mujeres isleñas, su movilidad no implicó una liberación de su rol como reproductoras, sino que éste se desdobló y duplicó. Aun así, según fue referenciado por algunas de ellas, hay quienes tomaron esta situación como una oportunidad para vivir en la ciudad y disfrutar de nuevas experiencias, al tiempo que les permitió alejarse de la mirada y el control permanente de sus parientes.

De este modo, a mediados del siglo XX las movilidades de buena parte de los miembros de las familias isleñas se expandieron y se comenzó a articular el conocimiento sobre cómo circular en un espacio de vida ampliado. Las familias que contaron con viviendas en el “continente” reconfiguraron su organización incorporando a las circulaciones como una práctica de reproducción social de la unidad doméstica que incluyó la división territorial del trabajo familiar (Quaranta, 2017 QUARANTA, Germán. 2017. “Estrategias laborales y patrones migratorios de trabajadores agrícolas de hogares rurales de Santiago del Estero”. Desarrollo Económico, 57(221): 119-146. Disponible en https://www.researchgate.net/profile/German-Quaranta/publication/352864122_Estrategias_laborales_y_patrones_migratorios_de_trabajadores_agricolas_de_hogares_rurales_de_Santiago_del_Estero/links/60dd080d458515d6fbeee46d/Estrategias-laborales-y-patrones-migratorios-de-trabajadores-agricolas-de-hogares-rurales-de-Santiago-del-Estero.pdf
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).

Entre finales de la década de 1950 y mediados de la década de 1960 se dieron sucesivos eventos de inundación extraordinarios o “mareas” 3 3 La población isleña denomina “mareas” a los eventos de inundación extraordinarios. Como señalan Pizarro, Moreira y Ciccale Smit (2017), si bien las inundaciones son consideradas como un fenómeno periódico que es parte de la “vida isleña”, las “mareas” son definidas por la población como “catástrofes naturales” que impulsaron cambios socioeconómicos y culturales que transformaron la vida de las familias. que dejaron los predios bajo el agua durante meses, generando la pérdida de la producción agropecuaria y alcanzando también a inundar las casas. Estos eventos son caracterizados por quienes los vivieron como “hitos” (Betrisey, 2009 BETRISEY, Débora. 2009. “Experiencia migratoria y procesos identitarios de japoneses en Madrid”. Papeles de Población, 15 (60): 123-149. Disponible en https://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttextpid=S1405-74252009000600006
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) que marcaron un antes y un después en la historia familiar, y que contribuyeron a profundizar las lógicas de circulación en el espacio de vida ampliado. Apenas comenzaron a ingresar las aguas a las casas, las mujeres adultas y las hijas e hijos pequeños migraron al “continente”, en tanto que los hombres procuraron quedarse en las “quintas” trabajando para intentar rescatar la producción.

Entrevistada: en la marea del ’59 no daba la bota acá dentro, que nosotros, con mi mamá y mi hermana, estábamos en [el sector continental de] Victoria, y en aquella época no había teléfono, no había nada: incomunicados totalmente. Y mi papá, mi hermano y un empleado que teníamos, en un altillo [de la quinta isleña] se la pasaron. Porque no, no podían estar abajo en la casa, ¿viste? Y ahí, bueno, no quedó otra que esperar a que bajara (Mujer isleña de 70 años, 2013).

Según relatan sus protagonistas, con el correr de los meses y de las aguas muchos productores también debieron abandonar las islas y se mudaron a la planta urbana con su familia.

Las “mareas” también contribuyeron al declive de la fruti-horticultura en el Delta, proceso que ya estaba en curso por diversos factores, entre los que se destaca la emergencia de nuevas regiones productoras de frutas y hortalizas con ventajas comparativas respecto al transporte, la infraestructura y la estabilidad climática (Galafassi, 2005GALAFASSI, Guido. 2005. La pampeanización del Delta: sociología e historia del proceso de transformación productiva, social y ambiental del Bajo Delta del Paraná (1a ed.). Buenos Aires, Ed. Extramuros. ; Olemberg, 2010OLEMBERG, Demian. 2010. “Los determinantes de la reconfiguración productiva. Acerca de la forestalización del Bajo Delta del Paraná”. Buenos Aires, ponencia presentada en VII Jornadas de Investigación y Debate “Conflictos rurales en la Argentina del Bicentenario. Significados, alcances y proyecciones”, Universidad Nacional de Quilmes. ). La situación crítica en la que se encontraban muchas de las economías familiares por la pérdida de mercados, combinada con las crisis habitacionales y productivas desatadas por las “mareas”, despuntaron nuevos procesos de reasentamiento de familias isleñas en la planta urbana. Como resultado, al cabo de la década de 1960 gran cantidad de familias abandonó definitivamente sus “quintas”, en tanto que otras las mantuvieron como residencias de fin de semana.

En dicho periodo el Estado comenzó a impulsar el reemplazo de la actividad fruti-hortícola por la forestal de salicáceas para la provisión de materia prima al eje industrial Buenos Aires-Rosario de papel y madera. Con el correr de las décadas se consolidó en la zona de estudio un modelo de mono-producción forestal que conllevó una transformación profunda de la estructura agraria (Gentile y Natenzon, 1998GENTILE, Elvira y NATENZON, Claudia. 1998. Ordenamiento del territorio en el Delta del Paraná. Bordeaux, Travaux du Laboratoire de Géographie Physique Appliqué. ; Galafassi, 2005GALAFASSI, Guido. 2005. La pampeanización del Delta: sociología e historia del proceso de transformación productiva, social y ambiental del Bajo Delta del Paraná (1a ed.). Buenos Aires, Ed. Extramuros. ; Pizarro, 2016PIZARRO, Cynthia Alejandra. 2016. “Trabajadores paraguayos en la producción forestal del Delta Inferior del río Paraná”. En Susana Aparicio y Roberto Benencia (eds.): De migrantes y asentados. Trabajo estacional en el agro argentino. Buenos Aires, Fundación CICCUS, 115-138. ; Moreira, 2018MOREIRA, Javier. 2018. La institucionalización del desarrollo rural en los procesos de innovación tecnológica de manejo del agua en la Zona Núcleo Forestal del Delta del Paraná. Buenos Aires, tesis para optar al grado de Magíster en Estudios Sociales Agrarios de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). ). En lo que respecta a las producciones familiares, la forestación fue concebida desde sus inicios como una actividad masculina que implicaba “trabajo pesado”, por lo que la lógica de la división sexual del trabajo que excluía a las mujeres de participar en las decisiones en torno a la producción y al rumbo de la economía familiar fue profundizada 4 4 Existen unos pocos casos de mujeres han quedado a cargo de las producciones forestales familiares y son consideradas como las “productoras”. La población local las concibe como excepcionales, lo cual refuerza la lógica hegemónica del dominio masculino en el ámbito de la producción agropecuaria (Camarero 2019). .

Asimismo, tal como señalan diversos autores (Galafassi, 2005GALAFASSI, Guido. 2005. La pampeanización del Delta: sociología e historia del proceso de transformación productiva, social y ambiental del Bajo Delta del Paraná (1a ed.). Buenos Aires, Ed. Extramuros. ; Olemberg, 2010OLEMBERG, Demian. 2010. “Los determinantes de la reconfiguración productiva. Acerca de la forestalización del Bajo Delta del Paraná”. Buenos Aires, ponencia presentada en VII Jornadas de Investigación y Debate “Conflictos rurales en la Argentina del Bicentenario. Significados, alcances y proyecciones”, Universidad Nacional de Quilmes. , 2015OLEMBERG, Demian. 2015. Formas actuales de la organización social de la producción forestal en el Bajo Delta del río Paraná. Córdoba, tesis para optar por el título de Doctor en Estudios Sociales Agrarios de la Universidad Nacional de Córdoba. ; González, 2015GONZÁLEZ, Adrián. 2015. La persistencia de las unidades de producción familiar en el bajo Delta del Paraná: Estrategias desplegadas en el contexto de las transformaciones recientes. Buenos Aires, tesis para optar al grado de Magíster en Estudios Sociales Agrarios de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). ), sólo las economías domésticas más capitalizadas lograron llevar adelante la reconversión productiva debido a los altos costos de inversión que implicaba en términos de ampliación de la superficie de cultivo, sistematización de suelos, construcción de sistemas de manejo de agua, maquinaria, trabajo especializado y tiempos de corta 5 5 Diversos trabajos abordan la problemática de la reconversión productiva forestal en islas. Entre los factores más resaltados, las “quintas” fruti-hortícolas resultaban pequeñas para las nuevas plantaciones, por lo que debían adquirirse nuevas tierras para alcanzar la unidad económica forestal. Además, este tipo de producción requiere mano de obra especializada en trabajos de fuerza y uso de maquinaria, por lo que era necesario incorporar a trabajadores asalariados extra-familiares. Por último, los beneficios se perciben recién a mediano plazo -el turno de corta toma entre 10 y 15 años- (González 2015, Olemberg 2015). .

Como consecuencia, se dieron nuevas circulaciones migratorias isla-ciudad. Por un lado, tal como había sucedido luego de las “mareas”, buena parte de las familias se vio forzada a migrar de manera definitiva desde “la isla” al “continente”, ya que no contaban con los medios económicos para hacer frente a los cambios productivos. Por otro lado, aquellas familias que lograron reacomodarse debieron desarrollar nuevas estrategias de diversificación económica (González, 2015GONZÁLEZ, Adrián. 2015. La persistencia de las unidades de producción familiar en el bajo Delta del Paraná: Estrategias desplegadas en el contexto de las transformaciones recientes. Buenos Aires, tesis para optar al grado de Magíster en Estudios Sociales Agrarios de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). ), que incluyeron mudanzas de algunos de sus miembros a centros urbanos para que continuaran sus estudios y pudieran trabajar en empleos extra-agrícolas y así obtener ingresos de nuevas fuentes. En línea con las lógicas de división sexual del trabajo y de los espacios ya esbozadas, se priorizó que las hijas mujeres fueran al “continente” a realizar estudios medios y superiores 6 6 En los años ’90 se abrieron escuelas de nivel medio en las islas, por lo que las y los jóvenes pudieron acceder a la educación secundaria sin necesidad de desplazarse hasta la planta urbana. No obstante, aún no se cuenta con establecimientos de educación superior en las islas. , a los fines de que se profesionalizaran y pudieran conseguir empleo, ya fuera en las islas o en la planta urbana.

Entrevistada: Y para las chicas es más difícil trabajar, porque en el campo no la vas a mandar a trabajar. Un varón sí, te va a plantar, te va a apisonar… ¿y la mujer qué hace? Le gusta la isla pero no tiene fuente de trabajo.

Entrevistadora: ¿Pero no les gusta trabajar en el campo?

Entrevistada: No, no. Yo lo que soy yo, no, no me gusta el campo. Trabajarlo de la manera que lo trabajan, que tenés que ir a plantar, enterrar las estacas … No es lindo. Para mí no es lindo. Ya los veo cómo vienen (…) Es cansador. Por eso, para las mujeres no es lindo. A mí, y a las mías, no me gustaría verlas hacer ese trabajo. Pero mis hijas no están acá, se fueron al continente. Una se fue cuando se hizo de pareja. La otra sí se fue por estudiar (…) Los [hijos] varones se quedaron [en la isla] (Mujer isleña de 67 años, 2016).

En este esquema, las mujeres adultas siguieron manteniendo dobles residencias entre la “ciudad” y la “isla” para acompañar a las jóvenes en su trayectoria y, a la vez, no desatender sus responsabilidades domésticas en la “quinta”, las cuales continuaron incluyendo las tareas de reproducción cotidiana en la casa, el jardín y la huerta. Por su parte, los hijos varones comenzaron a combinar el trabajo en la explotación familiar con otros empleos remunerados que, por lo general, realizaban en la “isla” -como la prestación de servicios forestales, el trabajo en explotaciones de vecinos y empresas o el mantenimiento de caminos y balsas-. Finalmente, los hombres adultos identificados como “productores” se hicieron cargo de la plantación forestal y perpetuaron su rol como conductores de las economías domésticas.

De este modo, desde la década de 1970 el espacio de vida isleño continuó ampliándose y reconfigurándose. Al no haber “lugar” para las mujeres en las tareas ligadas a la producción forestal, su mudanza al “continente” devino en una estrategia de diversificación económica y reproducción social generalizada entre las familias isleñas. Por un lado, las mujeres jóvenes procuraron profesionalizarse e independizarse económicamente de sus familias de origen, ya sea a través de la obtención de ingresos propios por empleos remunerados o/y a través del matrimonio y la creación de una nueva unidad doméstica. Por otro lado, las mujeres adultas continuaron aportando en ambos espacios mediante su trabajo en la reproducción social.

La reconfiguración del espacio de vida dio lugar a múltiples formas de circulación y estadía en el espacio urbano. Como hemos visto a lo largo de estas líneas, a la par con las estadías temporales de mujeres jóvenes durante sus estudios y las dobles residencias de mujeres adultas, hubo algunos grupos familiares que apostaron por los estudios superiores de los hijos varones en el “continente”, y otros que optaron por tener su vivienda urbana como residencia principal y mantener la “quinta” como estancia de fin de semana. Asimismo, por los diversos procesos señalados, también hubo grupos familiares que se mudaron definitivamente a la planta urbana, así como también lo hicieron algunas hijas e hijos jóvenes que decidieron establecerse en el “continente” y crear allí su propia unidad doméstica. En estos casos, cabe destacar que los lazos con el lugar de origen y con sus parientes no se debilitaron, sino que han seguido en contacto y son señalados por la población que actualmente reside en “la isla” como vínculos clave que han facilitado las movilidades pasadas y presentes. Sostenemos así que constituyen una cadena migratoria (Pedone, 2002PEDONE, Claudia. 2002. “El potencial del análisis de las cadenas y redes migratorias en las migraciones internacionales contemporáneas”. En Actas del III Congreso sobre la inmigración en España. Contextos y alternativas (2): 223-235. ) que recibe y alberga a parientes de “la isla”, circula información y ofrece ayuda y contención a quienes se movilizan por el “continente”, lo cual coadyuva a fortalecer la territorialización y la consolidación del espacio de vida de la población isleña en la planta urbana.

En suma, a través del tiempo se ha ido conformando un espacio de vida que incluye la circulación y la residencia de una parte de los miembros de la unidad doméstica en “la isla” y otra parte en zonas urbanas. En este proceso, se ha ido generando un “saber circular” (Tarrius, 2000 TARRIUS, Alain. 2000. “Leer, describir, interpretar. Las circulaciones migratorias: conveniencia de la noción de”territorio circulatorio”. Los nuevos hábitos de la identidad”. Relaciones, 21(83):39-66. Disponible en https://www.redalyc.org/pdf/137/13708303.pdf
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) que ha permitido a las familias articular lugares dispersos y apropiarse de ellos. Sostenemos, en consonancia con lo propuesto por Rivero Sierra ( 2018 RIVERO SIERRA, Fulvio. 2018. “Territorios migratorios”. Revista Temas de Antropología y Migración (10): 58-64. Disponible en https://ri.conicet.gov.ar/bitstream/handle/11336/87201/CONICET_Digital_Nro.da76b3c9-3b97-4b33-b716-9c1b4bb3f878_w.pdf?sequence=6isAllowed=y
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), que este “saber circular” que ha sido transmitido de generación en generación entre las familias isleñas desde mediados del siglo XX ha devenido en una cultura migratoria , puesto que constituye un capital social compartido por las familias isleñas que resulta central para su reproducción social.

Circulaciones contemporáneas por el espacio de vida isleño

En la actualidad, las circulaciones de las familias isleñas por el espacio de vida ampliado que comprende la “isla” y ciudades cercanas continúan siendo frecuentes. Gran parte de la población se desplaza a la planta urbana de Campana, y también hay quienes se movilizan a las localidades de San Fernando, Tigre, Zárate y Escobar. A este respecto, pueden distinguirse dos tipos de circulaciones que realizan en mayor o menor medida todas las familias isleñas: los desplazamientos cotidianos de ida y vuelta y otros que suponen cambios de residencia por un período de tiempo más largo o de manera definitiva de algunos de sus miembros hacia el “continente”.

Desplazamientos cotidianos

La población isleña se moviliza periódicamente hacia zonas urbanas para hacer compras, para visitar a parientes y amistades y para realizar trámites y chequeos de salud. Por lo general, las familias circulan por la ciudad de Campana, dado que es la ciudad más próxima al punto donde desembarca el transbordador que conecta a este sector de islas con el “continente”, situado en la costa de la localidad de Ingeniero Otamendi sobre el río Paraná de las Palmas. Campana cuenta con un centro comercial diversificado, establecimientos bancarios y centros de salud públicos y privados y, además, es la sede administrativa del gobierno municipal que tiene jurisdicción sobre la mayor porción de las islas de la Zona Núcleo Forestal.

La reconstrucción de las lógicas de organización de los desplazamientos cotidianos (Tarrius, 2000 TARRIUS, Alain. 2000. “Leer, describir, interpretar. Las circulaciones migratorias: conveniencia de la noción de”territorio circulatorio”. Los nuevos hábitos de la identidad”. Relaciones, 21(83):39-66. Disponible en https://www.redalyc.org/pdf/137/13708303.pdf
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) de los grupos familiares que tienen su residencia principal en “la isla” hace posible dar cuenta de quiénes, cómo y cuándo pueden circular hacia el “continente” en función de un conjunto de condicionamientos micro y macroestructurales que determinan los patrones de movilidad e inmovilidad (Pizarro y Ciarallo, 2018 PIZARRO, Cynthia Alejandra y CIARALLO, Ana. 2018. “Circulaciones migratorias”. Revista Temas de Antropología y Migración (10): 27-33. Disponible en línea en: https://ri.conicet.gov.ar/bitstream/handle/11336/196224/CONICET_Digital_Nro.8a3e52a4-7835-46a3-8145-1b4c4c298092_B.pdf?sequence=2isAllowed=y
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) de la población isleña. En este apartado nos centraremos en analizar cómo la posición de género y generación en el seno de la familia –en el nivel microestructural- y de clase -en el nivel macroestructural- promueven o limitan las movilidades de los distintos miembros del hogar.

Las familias que cuentan con vehículos propios se organizan para coordinar diversas actividades y “salir” a Campana una vez por semana o cada quince días. Según señalan varios pobladores, los precios de los alimentos y los insumos de uso cotidiano son más accesibles en el “continente” que los que pueden obtenerse en la lancha almacén que recorre los surcos de agua de la “isla”, y por ello eligen aprovisionarse allí. No obstante, este esquema tiene sus dificultades. Por una parte, las familias deben establecer su cronograma de actividades en la planta urbana en base a los horarios de las balsas y transbordadores. Por otra parte, el costo de los cruces con vehículos particulares es muy elevado, lo cual resulta en una limitante de clase.

Para las familias que no cuentan con los medios económicos suficientes, la alternativa existente es utilizar el transporte público disponible para el circuito terrestre de la “isla”, que consiste en una camioneta que circula por el camino principal con un horario fijo de salida y de regreso. Pero para quienes residen en “quintas” alejadas de dicho camino, esta opción resulta poco práctica, ya que les implica realizar largas caminatas a merced de los rayos del sol, la lluvia o el viento. En particular, las mujeres que no cuentan con un vehículo propio, o que no tienen acceso a conducir el vehículo familiar, son quienes deben realizar estos esfuerzos, lo cual pone en evidencia que existe una desigualdad de género y de clase en torno a la circulación en la “isla” y hacia el “continente”. Esta desigualdad, que se basa en el control masculino del medio de transporte, es asimismo generacional, puesto que las niñas, niños y jóvenes también son dependientes de quien conduce el vehículo familiar para circular.

Otra alternativa para movilizarse hacia el “continente” es por vía fluvial. La población que habita en zonas periféricas alejadas de los accesos terrestres suele utilizar las “lanchas colectivas”, el transporte público fluvial que conecta las islas con las estaciones fluviales de Tigre o Escobar. Al igual que en el circuito terrestre, el costo del boleto resulta un condicionante de clase, así como los horarios restringidos de las lanchas. Nuevamente, estas limitantes recaen más fuertemente sobre las mujeres adultas, niños/as y jóvenes, ya que se prioriza que sea el hombre quien se encargue de ir a la planta urbana a hacer las compras y diligencias.

El tema del transporte, por ejemplo, acá lo que se hace siempre es: si hay alguien que tiene que salir a la ciudad, es el hombre. El hombre sale, compra todo lo que necesita; la mujer se queda. Porque el pasaje, por ejemplo, hasta acá, hasta mi casa sale caro. Y te cobran [los pasajes de] los chicos también, o sea que, imaginate, somos cinco en mi familia (…) Entonces va el hombre; la mujer queda en su casa con los chicos. O sea, está relegada en todo (mujer isleña de 50 años, 2013).

Resulta evidente entonces que la lógica de organización de los ritmos de circulación cotidiana (Tarrius, 2000 TARRIUS, Alain. 2000. “Leer, describir, interpretar. Las circulaciones migratorias: conveniencia de la noción de”territorio circulatorio”. Los nuevos hábitos de la identidad”. Relaciones, 21(83):39-66. Disponible en https://www.redalyc.org/pdf/137/13708303.pdf
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) de los diversos grupos familiares prioriza la “salida” de los hombres adultos al “continente” por sobre los demás integrantes del grupo familiar. Esto contribuye a reforzar el esquema patriarcal de control sobre la economía familiar y sobre las actividades de sus miembros en el espacio de vida. Asimismo, se observa que aquellas familias más capitalizadas y que tienen sus propios medios de transporte cuentan con mayores posibilidades de circular periódicamente entre “la isla” y el “continente”.

Dobles residencias

Tal como señalamos al referirnos a la historia intergeneracional de construcción del espacio de vida ampliado, gran cantidad de familias isleñas ha desdoblado la residencia de sus miembros entre la “quinta” y el “continente” por diversos motivos que han variado a lo largo del tiempo. Esta práctica de dobles residencias se mantiene en la actualidad como parte de las estrategias familiares de reproducción de las unidades domésticas (Quaranta, 2017 QUARANTA, Germán. 2017. “Estrategias laborales y patrones migratorios de trabajadores agrícolas de hogares rurales de Santiago del Estero”. Desarrollo Económico, 57(221): 119-146. Disponible en https://www.researchgate.net/profile/German-Quaranta/publication/352864122_Estrategias_laborales_y_patrones_migratorios_de_trabajadores_agricolas_de_hogares_rurales_de_Santiago_del_Estero/links/60dd080d458515d6fbeee46d/Estrategias-laborales-y-patrones-migratorios-de-trabajadores-agricolas-de-hogares-rurales-de-Santiago-del-Estero.pdf
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), en las que aquellos miembros que no tienen perspectivas de desempeñarse laboralmente en el lugar de origen se mudan a la planta urbana.

En efecto, constatamos que existe una tendencia creciente a que las mujeres jóvenes se muden al “continente” a realizar estudios superiores una vez finalizado el nivel secundario en “la isla”. Las familias valoran altamente que las hijas “tengan una profesión”, ya que permite generar una alternativa para diversificar las posibles fuentes de ingresos económicos a la vez que implica una acumulación del capital cultural familiar (Bourdieu, 2000BOURDIEU, Pierre. 2000. Poder, derecho y clases sociales. Bilbao, Desclée de Brouwer. ). Al mismo tiempo, la profesionalización es vista como una vía para que las mujeres puedan forjar un anti-destino (Alegre, Lizarraga y Brawerman, 2015ALEGRE, Silvina, LIZARRAGA, Patricia y BRAWERMAN, Josette. 2015. Las nuevas generaciones de mujeres rurales como promotoras de cambio. Un estudio cuanti-cualitativo de la situación de las mujeres rurales jóvenes, de sus necesidades y oportunidades en Argentina. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación - Unidad para el Cambio Rural, UCAR. ), es decir, para que puedan trascender las limitaciones que les impone el lugar de origen, que debido a la escasez de alternativas laborales y a los roles de género pre-establecidos las limitaría a permanecer en el hogar y a constituirse como madres y esposas desde muy temprana edad. Este anti-destino implica también superar las trayectorias vitales de las mujeres que les precedieron y ser “algo más” en la vida que las encargadas de los cuidados y la reproducción cotidiana de la unidad doméstica.

El futuro que tienen acá las mujeres ¿Qué será? (…) La mujer no se va a poner a hacer madera. Hay muy pocas de esas mujeres. Las mujeres no van a ponerse a cortar juncos con el agua hasta por acá arriba. O embarazadas, ¿por qué? Porque ellas piensan en que ¿y qué otra cosa van a hacer? Tienen hijos. Porque no tienen otra cosa para estudiar, no pueden salir a hacer nada. Se tienen que ir de acá (Mujer isleña de 20 años, 2015).

Por tales motivos, los grupos familiares procuran hacer el esfuerzo de cubrir los gastos de manutención de las hijas durante la duración de sus estudios en la planta urbana. Esto podría entenderse, entre aquellas familias que cuentan con la propiedad de la tierra, como un modo de compensación por su expulsión de la explotación y de la herencia 7 7 A este respecto, si bien las leyes promulgadas sobre la materia estipulan la igualdad de condiciones para la herencia entre los hijos y las hijas, en la práctica son los varones que han aprendido y se dedican a las actividades agropecuarias en la explotación familiar quienes heredan las tierras. Tan sólo encontramos algunas excepciones en las que, al no haber hijos de género masculino, las hijas continuaron con la explotación familiar y se constituyeron como “productoras” y herederas de las tierras. de las tierras familiares, las cuales quedan a cargo de los hijos varones. De este modo, para las hijas el legado familiar lo constituye la profesión, en tanto que para los hijos es la tierra.

Como ya fue mencionado, la mayoría de los grupos familiares que llevan varias generaciones de residencia en la “isla” señalan que aún conservan la “casa de los abuelos” en la planta urbana. Sumado a esto, más recientemente algunos de los titulares actuales de las unidades domésticas más capitalizadas han adquirido sus propias viviendas en la ciudad. Asimismo, existen situaciones en las que algunas familias de trabajadores forestales han construido su propia vivienda en la planta urbana con ahorros obtenidos al cabo de varias décadas de trabajo.

Tales adquisiciones han permitido a estas familias ampliar su espacio de vida y fortalecer su apropiación del espacio urbano. En efecto, sostenemos que el “saber circular” (Tarrius, 2000 TARRIUS, Alain. 2000. “Leer, describir, interpretar. Las circulaciones migratorias: conveniencia de la noción de”territorio circulatorio”. Los nuevos hábitos de la identidad”. Relaciones, 21(83):39-66. Disponible en https://www.redalyc.org/pdf/137/13708303.pdf
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) entre “la isla” y el “continente”, que ha sido construido a lo largo del tiempo por sucesivas generaciones, se complementa con el “poder circular” que tienen aquellas familias isleñas que cuentan con inmuebles en ambos espacios. Esto se articula con otros factores, como la existencia de una red de parientes en destino, el capital económico, la tenencia de vehículos terrestres o fluviales propios o la cercanía a las principales vías de acceso al “continente”, que facilitan y promueven las movilidades de sus miembros.

No obstante, la aspiración familiar a la formación profesional de las hijas –y en menor medida también de los hijos- atraviesa a los grupos familiares de todos los segmentos sociales de la “isla”, y no solamente a aquellos que cuentan con mayores recursos económicos. Esto lleva a que muchas unidades domésticas que no cuentan con residencia propia en el “continente” hagan el esfuerzo de alquilar piezas o departamentos para que el proyecto migratorio juvenil pueda ser llevado adelante, o bien recurren a la ayuda de parientes que residen en la planta urbana para que los reciban durante un tiempo. En tales casos, las y los jóvenes deben procurarse un empleo en la ciudad y conciliarlo con los estudios, lo que con frecuencia lleva a que no consigan completarlos. Esto pone en evidencia cómo las inequidades de clase inciden en la posibilidad de culminar los proyectos migratorios. Sin embargo, a pesar de ver truncados sus estudios, muchas mujeres jóvenes optan igualmente por asentarse en la planta urbana, por lo que la ampliación del espacio de vida también se puede observar en la actualidad en familias de menores recursos.

En cuanto a la elección profesional de las hijas, las familias fomentan que ellas estudien aquellas carreras docentes que son afines a los empleos disponibles en las escuelas de islas -los cuales constituyen la única fuente laboral disponible para ellas- para promover su retorno. Sin embargo, los puestos existentes en los establecimientos educativos isleños son escasos, y pocas jóvenes pueden ejercerlos. Esto, sumado a otras elecciones de carrera y/o de vida, ha llevado a que sea cada vez más frecuente que las mujeres jóvenes terminen asentándose de manera permanente en la planta urbana.

Por su parte, los hijos varones suelen permanecer en la “isla”, dado que, a diferencia de las mujeres, encuentran espacios para trabajar y desarrollarse allí. No obstante, algunos de ellos migran al “continente”, inspirados fundamentalmente por motivos laborales. En efecto, los jóvenes tienden a valorar positivamente los empleos urbanos, y en particular aquellos disponibles en las empresas radicadas en el polo industrial de Zárate-Campana, porque consideran que “se gana mejor” y exigen “menos esfuerzo y sacrificio que el campo”. Cabe señalar igualmente que, aun cuando trabajan en la planta urbana, la mayoría de los hijos de productores continúan realizando trabajo agropecuario en la explotación familiar. Por su parte, entre los hijos de trabajadores forestales es frecuente que la migración laboral a la planta urbana se proyecte como temporaria, con el objetivo de ahorrar para regresar a la “isla”, adquirir su propia “quinta” e iniciar un emprendimiento agropecuario propio, puesto que entienden que pueden obtener rendimientos económicos satisfactorios si son propietarios y “no trabajan para otros”. También hay jóvenes que invierten en maquinaria y ofrecen servicios forestales a otras “quintas”.

Y los chicos van a trabajar a industrias del continente. Te hablo del caso porque yo trabajo en una empresa de recursos humanos, y bueno, como 5 o 6 chicos mandamos, 4 se volvieron, ganaron mucho dinero, ganan bien. Entonces ¿qué hicieron? Lo primero, arreglarse, comprarse ropa, teléfono, después arreglaron la casa, una lancha o un autito, y volvieron a la isla (…) compraron herramientas, hay uno que compró un tractor, una máquina, entonces está trabajando, por ejemplo, en quintas como nosotros, vos los contratás y te voltean la madera, trabajan para la isla, en lo que aprendieron a hacer de chicos (Mujer isleña de 60 años, 2012).

Siguiendo a Quaranta (2017), se pone en evidencia así que las movilidades juveniles constituyen una de las prácticas de reproducción social de las familias, la cual incluye la división territorial del trabajo familiar a partir de condicionamientos micro y macroestructurales como la posición en la familia de género y de generación, y la clase. Estas prácticas se expresan en los proyectos migratorios juveniles, y dan cuenta de la existencia de una cultura migratoria (Rivero Sierra 2018 RIVERO SIERRA, Fulvio. 2018. “Territorios migratorios”. Revista Temas de Antropología y Migración (10): 58-64. Disponible en https://ri.conicet.gov.ar/bitstream/handle/11336/87201/CONICET_Digital_Nro.da76b3c9-3b97-4b33-b716-9c1b4bb3f878_w.pdf?sequence=6isAllowed=y
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) que supone la socialización de las nuevas generaciones en un plan de vida que implica desplazarse de “la isla”, o bien contribuir a que ciertos miembros jóvenes del grupo familiar lo hagan. Esto permite establecer que los proyectos migratorios no son individuales, sino que se insertan en estrategias familiares y forman parte de un capital social compartido por toda la población isleña.

En cuanto a los miembros adultos de la unidad doméstica, las lógicas de división territorial del trabajo familiar establecidos desde mediados del siglo XX continúan vigentes. Los hombres titulares de la propiedad están a cargo de las producciones familiares y residen permanentemente en la “quinta”. En caso de ser trabajadores, suelen residir de forma permanente en una vivienda dentro del campo de la empresa o “quinta” adonde desarrollan sus tareas. En tanto que las mujeres suelen alternar su residencia entre la “quinta” y la planta urbana, adonde realizan tareas de limpieza, cocina y cuidados de nietos, garantizando la reproducción cotidiana de los miembros de la unidad doméstica de base y aportando también trabajo a las nuevas unidades domésticas de sus descendientes.

Se observa entonces que las dinámicas de organización de las familias isleñas en el espacio de vida ampliado entre la “isla” y la planta urbana han mantenido las lógicas de su construcción histórica hasta la actualidad. Al reconstruir la serie de circulaciones características del ciclo de vida individual y familiar (Tarrius, 2000 TARRIUS, Alain. 2000. “Leer, describir, interpretar. Las circulaciones migratorias: conveniencia de la noción de”territorio circulatorio”. Los nuevos hábitos de la identidad”. Relaciones, 21(83):39-66. Disponible en https://www.redalyc.org/pdf/137/13708303.pdf
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) se observa que se da prioridad a la mudanza al “continente” de las hijas jóvenes para que estudien y trabajen, en tanto que sus madres suelen mantener dobles residencias para garantizar la reproducción cotidiana de la unidad doméstica desdoblada en ambos espacios. Por otra parte, los hombres adultos y la mayoría de los hijos varones permanecen en la “isla” para sostener la producción agropecuaria y obtener los medios económicos para mantener la “quinta” y financiar -al menos parcialmente- las circulaciones de los otros miembros de la familia en el espacio de vida ampliado. Este análisis permite dar cuenta de que el hecho migratorio atraviesa a todos los miembros de la unidad doméstica, quienes cumplen un papel clave en la movilidad desde los roles que tienen asignados en la estructura familiar, sean o no quienes migren efectivamente (Pedone, 2010 PEDONE, Claudia. 2010. “‘Lo de migrar me lo tomaría con calma’: representaciones sociales de jóvenes en torno al proyecto migratorio familiar”. Tránsitos migratorios: contextos transnacionales y proyectos familiares en las migraciones actuales. Murcia, Universidad de Murcia, 141-170. Disponible en https://www.observatoriodelainfancia.es/ficherosoia/documentos/4719_d_Pedone.%20Lo%20de%20migrar%20me%20lo%20tomaria%20con%20calma.pdf
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, 2011 PEDONE, Claudia. 2011. “Familias en movimiento. El abordaje teórico-metodológico del transnacionalismo familiar latinoamericano en el debate académico español”. Revista Latinoamericana de Estudios de Familia (3): 223-244. Disponible en línea en: http://revlatinofamilia.ucaldas.edu.co/downloads/Rlef3_12.pdf
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).

Reflexiones finales

En este artículo hemos analizado el proceso de construcción del espacio de vida isleño y las lógicas de circulación de su población. Para ello, tomamos como unidad de análisis a las familias isleñas que habitan la Zona Núcleo Forestal y estudiamos sus movilidades históricas y actuales con foco en los condicionamientos macrosociales de clase y los microsociales relativos a las posiciones de género y generación al interior de la familia. Comenzamos por analizar la historia intergeneracional de las migraciones de las familias isleñas y procuramos reconstruir las lógicas que orientaron y orientan las mudanzas individuales y familiares a lo largo de su ciclo de vida junto con la organización de los ritmos de circulación de los grupos familiares, con el propósito de poner de manifiesto los momentos y lugares bloqueados o disponibles para cada persona del hogar.

En una primera etapa, entre mediados del siglo XIX y principios del XX, un conjunto de migrantes internacionales de género masculino oriundos de diversas regiones de Europa arribó a las islas. Construyeron un espacio de vida mediante la transformación de la naturaleza y a partir del laboreo agrícola de las tierras con técnicas y conocimientos traídos del lugar de origen. Esto, sumado a la convocatoria a otros parientes y connacionales, propició el asentamiento y apropiación de un espacio considerado “indómito” al que tornaron familiar. En esta etapa fundacional el espacio de vida se concentró en las “quintas” frutihortícolas familiares, que eran a la vez espacios de producción, reproducción y residencia, y en los clubes y sociedades de fomento ubicados en diversos arroyos, donde transcurría la socialización entre vecinos.

El apogeo de la actividad frutihortícola entre las décadas de 1920 y 1940 permitió a muchas familias ahorrar y adquirir una segunda residencia en el “continente”. Desde su adquisición, las lógicas de la división sexual del trabajo de las familias isleñas se desdoblaron entre “la isla” y “la ciudad”, ampliándose su espacio de vida a nuevos territorios. Fueron las mujeres quienes se mudaron allí junto con las niñas y niños y/o con adultos mayores. Ya fuera para que las hijas pudieran acceder a la educación secundaria cuando en la “isla” aún no había establecimientos de dicho nivel y/o para la atención de salud de algún pariente enfermo. Asimismo, a partir de 1959, durante las inundaciones extraordinarias, las mujeres adultas estuvieron a cargo de garantizar los cuidados de los miembros dependientes de la familia en el “continente”. Esto conllevó una nueva división sexual y espacial del trabajo, del hogar y la familia con respecto a la que había anteriormente, cuando residían únicamente en las “quintas”. No obstante, esta reformulación no cuestionó el legado de herencia patriarcal que otorga a las mujeres el rol de cuidadoras. Antes lo cumplían en la “quinta”, y luego pasaron a hacerlo también en el “continente”. De modo que, a pesar de su desdoblamiento espacial, las lógicas de la división sexual y generacional del trabajo de las familias isleñas se mantuvieron sin grandes alteraciones.

A partir de la década de 1970 se asistió a un proceso de reconversión hacia la producción forestal que contribuyó a la profundización de la ampliación del espacio de vida isleño en varios sentidos. Por un lado, gran cantidad de familias que no pudieron hacer frente a las inversiones que esta reconversión exigía debieron cesar las actividades agrícolas y se mudaron al “continente”, pero mantuvieron sus vínculos con “la isla”, ya fuera porque conservaron la “quinta” como residencia de fin de semana y/o porque continuaron en contacto con sus parientes y vecinos “isleños”. Así, a lo largo del tiempo fueron conformando una cadena migratoria de acogida e intercambio de información para aquellas personas que se movilizan de “la isla” a la planta urbana.

Por otro lado, las familias que decidieron quedarse en “la isla” debieron reorganizar sus estrategias de vida con el objetivo de hacer frente a los cambios, para lo cual apuntalaron las circulaciones por el espacio urbano. A diferencia de la producción frutihortícola familiar, la lógica de organización del trabajo construida en torno a la producción forestal excluyó a las mujeres jóvenes, y la estrategia de reproducción social implementada por gran número de familias fue la de compensar su expulsión de la “quinta” con el financiamiento de sus estudios superiores y de su establecimiento en el “continente”. En este esquema, las mujeres adultas continuaron circulando entre los dos espacios de vida, con el objetivo de sostener la reproducción de los miembros de la unidad doméstica en “la isla” y “el continente”. Asimismo, a raíz de esta división de la unidad doméstica isleña se fue cristalizando una lógica de organización espacial en la que los hombres adultos identificados como los “productores” y “proveedores”, y en buena medida también los hijos varones adultos, han mantenido su residencia principal en “la isla” para encargarse de la producción forestal.

En la actualidad, estas lógicas de reproducción social basadas en la división sexual y generacional del trabajo familiar en el espacio de vida ampliado aún se registran y, de hecho, se han generalizado entre los grupos familiares de todos los segmentos socioeconómicos de “la isla”. En efecto, las jóvenes de todas las clases sociales se socializan en un proyecto de vida que fomenta su emigración, en tanto que los restantes miembros de la unidad doméstica trabajan para que eso sea posible. Esto permite observar que el hecho migratorio atraviesa a todos los miembros de los grupos familiares, independientemente de que sean o no quienes se movilicen al “continente”. Asimismo, hace posible distinguir que los proyectos migratorios no son individuales, sino que se construyen en el marco de estrategias familiares de vida.

Ahora bien, al analizar las múltiples modalidades de estadía y circulación de las diversas familias isleñas y sus integrantes por el espacio de vida en la actualidad, se observa que las posiciones de género y generación en el grupo familiar y de clase actúan como condicionantes micro y macroestructurales de las movilidades. Al hacer foco en las dinámicas intrafamiliares se observa que la lógica de los desplazamientos periódicos de ida y vuelta en el día al “continente” de aquellas unidades domésticas que residen en “la quinta” prioriza la circulación de los hombres adultos por el espacio urbano. En tanto que para las estadías de mayor duración en la planta urbana se prioriza la movilidad de las mujeres jóvenes y las dobles residencias de las mujeres adultas. Por su parte, los hombres jóvenes y adultos tienen más espacios productivo-laborales habilitados en “la isla”, por lo que su permanencia en el lugar de origen es más frecuente.

Al hacer foco en las diferencias de clase entre familias se observa que la posibilidad de circular por el espacio de vida ampliado es desigual. Esto se ilustra con claridad al analizar las movilidades al “continente” de las mujeres jóvenes de los distintos segmentos sociales. Si bien todas ellas se socializan en un proyecto de vida que las impulsa a migrar para “ser alguien en la vida”, son las hijas de aquellas familias que cuentan con mayor capital económico, con vehículos propios, con residencias y redes de parientes en el “continente”, quienes tienen mayores facilidades para circular y apropiarse del espacio urbano. De modo que el “saber circular” se conjuga con el “poder circular” que confieren estos capitales para promover la movilidad en las familias de productores más capitalizados. Por su parte, entre las familias de menores recursos es frecuente que los proyectos migratorios de las jóvenes se vean truncados o no puedan ser completados, dado que con frecuencia las restricciones económicas las llevan a tener que procurar empleos urbanos poco calificados e interrumpir sus estudios superiores.

Todo lo señalado pone en evidencia las dinámicas complejas que las personas construyen entre espacios rurales y urbanos a través de sus prácticas de movilidad. Lejos de simplificar los flujos migratorios campo-ciudad como simples “éxodos rurales” y perpetuar la idea de que existen fronteras rígidas entre estos territorios, las interrelaciones entre los espacios rurales y urbanos son dinámicas y fluidas y pueden integrarse en espacios de vida ampliados que permiten a las familias y los grupos su reproducción social. En efecto, las actividades llevadas adelante en el “continente” han resultado claves no solo para garantizar la reproducción de los distintos miembros de las unidades domésticas, sino también para hacer posible el sostenimiento de las “quintas” familiares y la permanencia de -al menos- parte de las familias en “la isla”. Esto también hace posible reconocer la capacidad de agencia de poblaciones rurales, quienes accionan múltiples estrategias para defender su derecho al arraigo.

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  • PIZARRO, Cynthia Alejandra, MOREIRA, Javier y Mercedes CICCALE SMIT. 2018. “Vino la marea y nos dejó en la vía”. Experiencias de las inundaciones de productores forestales en un área del Delta Inferior del río Paraná. En: Benencia, R. (ed.) Ruralidades, actividades económicas y mercados de trabajo en el Delta vecino a la Región Metropolitana de Buenos Aires. Buenos Aires, CICCUS, 25-46.
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  • RIVERO SIERRA, Fulvio. 2018. “Territorios migratorios”. Revista Temas de Antropología y Migración (10): 58-64. Disponible en https://ri.conicet.gov.ar/bitstream/handle/11336/87201/CONICET_Digital_Nro.da76b3c9-3b97-4b33-b716-9c1b4bb3f878_w.pdf?sequence=6isAllowed=y
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  • SHELLER, Mimi y URRY, John. 2006. “The new mobilities paradigm”. Environment and planning A, 38(2): 207-226. DOI:10.1068/a37268
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  • 1
    El uso de comillas a lo largo de este trabajo hace referencia a términos y frases nativas.
  • 2
    El texto completo de la ley se puede consultar en: http://www.gob.gba.gov.ar/legislacion/legislacion/l-2072.html Consultado el 27/03/2023.
  • 3
    La población isleña denomina “mareas” a los eventos de inundación extraordinarios. Como señalan Pizarro, Moreira y Ciccale Smit (2017), si bien las inundaciones son consideradas como un fenómeno periódico que es parte de la “vida isleña”, las “mareas” son definidas por la población como “catástrofes naturales” que impulsaron cambios socioeconómicos y culturales que transformaron la vida de las familias.
  • 4
    Existen unos pocos casos de mujeres han quedado a cargo de las producciones forestales familiares y son consideradas como las “productoras”. La población local las concibe como excepcionales, lo cual refuerza la lógica hegemónica del dominio masculino en el ámbito de la producción agropecuaria (Camarero 2019).
  • 5
    Diversos trabajos abordan la problemática de la reconversión productiva forestal en islas. Entre los factores más resaltados, las “quintas” fruti-hortícolas resultaban pequeñas para las nuevas plantaciones, por lo que debían adquirirse nuevas tierras para alcanzar la unidad económica forestal. Además, este tipo de producción requiere mano de obra especializada en trabajos de fuerza y uso de maquinaria, por lo que era necesario incorporar a trabajadores asalariados extra-familiares. Por último, los beneficios se perciben recién a mediano plazo -el turno de corta toma entre 10 y 15 años- (González 2015, Olemberg 2015).
  • 6
    En los años ’90 se abrieron escuelas de nivel medio en las islas, por lo que las y los jóvenes pudieron acceder a la educación secundaria sin necesidad de desplazarse hasta la planta urbana. No obstante, aún no se cuenta con establecimientos de educación superior en las islas.
  • 7
    A este respecto, si bien las leyes promulgadas sobre la materia estipulan la igualdad de condiciones para la herencia entre los hijos y las hijas, en la práctica son los varones que han aprendido y se dedican a las actividades agropecuarias en la explotación familiar quienes heredan las tierras. Tan sólo encontramos algunas excepciones en las que, al no haber hijos de género masculino, las hijas continuaron con la explotación familiar y se constituyeron como “productoras” y herederas de las tierras.
  • Financiación:

    Esta investigación fue posible gracias al CONICET y al financiamiento de proyectos de investigación de la Universidade de Buenos Aires.
  • O presente trabalho foi realizado com apoio da Coordenação de Aperfeiçoamento de Pessoal de Nível Superior- Brasil (CAPES) - Código de Financiamento 001

Fechas de Publicación

  • Publicación en esta colección
    21 Jun 2024
  • Fecha del número
    2024

Histórico

  • Recibido
    19 Abr 2023
  • Acepto
    17 Oct 2023
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